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TIENE DERECHO A GUARDAR SILENCIO

El agua caliente de la ducha caía sobre mi espalda, pero no lograba relajarme. Cerré los ojos, dejando que el vapor llenara el baño y el ruido del agua tratara de apagar los gritos de mi mente. Tres días. Habían pasado tres días desde que Sarah Blake anunció al mundo que estaba viva, y cada segundo desde entonces había sido un peso insoportable.

Aquel día en la sala de espera del hospital volvía a mi mente como una escena que no podía detener. Había llegado apresurado, con el corazón latiendo como un tambor al pensar en Ryan, quien seguía hospitalizado. La voz de Richard, furiosa, me recibió antes de cruzar siquiera la puerta, quejándose de cómo yo era el último de enterarme de mi propio fin, Richard caminanó de un lado a otro como una fiera enjaulada antes de marcharse sin decir más, dejando el eco de sus pasos resonando por el pasillo, yo no entendí nada. Elena estaba de pie, inmóvil y pálida como una estatua de marmol, una estatua de rostro perfecto e inexpresivo que miraba fijo a
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