CristhianHabía algo aterrador en el hecho de que mi vida continuara, como si nada hubiera pasado, mientras la muerte de Elena se asentaba en mi pecho como una piedra helada. El día había comenzado con la audiencia de mi padre, Richard, y ya sabía que todo iría de mal en peor. No podía imaginarlo, pero estaba allí, con su mirada desafiante, como siempre, mirando a todos como si fuéramos una simple molestia que necesitaba ser eliminada. La sala estaba cargada de tensión, las caras de los abogados, el juez, todos temblaban con la gravedad de las palabras que se decían, pero yo... yo solo podía pensar en el vacío que se había formado dentro de mí, en la muerte de Elena, en el hecho de que nunca más la vería.El abogado de la promotora habló con calma, casi con frialdad, pidiendo que no se le concediera fianza a mi padre, que el riesgo de fuga era demasiado alto. Me dio escalofríos pensar que un hombre como él, que había jugado con la vida de tantos, aún pudiera salirse con la suya, aún t
Kiara La tarde había sido cálida, pero sin llegar a ser calurosa. El aire suave se deslizaba entre los viñedos que rodeaban la mansión, mientras yo me recostaba en una silla de mimbre, disfrutando del vino que tenía en la copa. Cada sorbo era una pequeña victoria, una recompensa por lo que había logrado. Miré mi móvil una vez más, repitiendo el video de la noticia. Elena estaba muerta, y no podía evitar sonreír al ver cómo todo se había dado aun mejor de lo que había planeado. Lo había hecho, y como bono extra nmi juego había sido más efectivo que el de Xavier, una vez más. No podía dejar de ver el video. Repetirlo una y otra vez me daba una satisfacción profunda, casi visceral.—Es perfecto —murmuré para mí misma, saboreando el vino. La sonrisa no se borraba de mi rostro. Estaba más que satisfecha aunque algo en mí deseaba haber jugado un poco más con Elena antes de que todo terminara. Pero, en fin, había logrado lo que me había propuesto, como de costumbre, resproduje el video de l
SarahHan pasado cincuenta y seis días desde que mi verdad salió a la luz. Cincuenta y seis días desde que Sarah Blacke resurgió de las cenizas, y se enfrentó a los fantasmas del pasado. Estos días han transcurrido de forma inquietantemente normal, como si la revelación de mi identidad y todo lo que ello conllevó no hubiera destrozado los cimientos de la familia Vandervert.Aquí estoy, en la mansión en la que crecí como la hija de una sirvienta, el lugar en el que me hicieron sentir el ser más insignificante del mundo, algunos rincones todavía evocan recuerdos aunque me he empeñado en cambiar todo; el color de las pareces, el piso, las cortinas, los muebles... puedo engañar a todo el mundo menos a mí misma, sé bien dónde estoy.—Esto no cambia nada, Cristhian —le dije la primera noche, mientras me instalaba en una de las habitaciones vacías. Su mirada estaba cargada de una mezcla de esperanza y desolación.—Lo sé —murmuró—. Pero gracias por estar aquí. Por él.Le dejé claro que no pod
CristhianCiento dos días. Eso era lo que había pasado desde que Sarah reveló su verdadera identidad. En ese tiempo le había cedido el mando, algo que jamás pensé que haría. Y sin embargo, lo había hecho. Y ella lo había asumido muy bien. Demasiado bien, era una líder nata, jamás había visto esa cualidad en ella.Pero dejar la presidencia del grupo Vandervert había sido por mucho la parte más fácil, lo dificil ocurría en casa cuando tenía que estar tn cerca de Sarah, a veces, cuando se cruzaba en el pasillo, nuestra mirada se encontraba y, por un segundo, me sentía tentado a abrazarla, a besarla, a recuperar aquello que tuvimos. Pero algo había cambiado en sus ojos. Ya no me miraba con la misma luz, con esa ilusión que solía tener cuando éramos amantes a escondidas de Elena, ahora eso parecía un recuerdo lejano. Esa mañana, como cualquier otro día, me había levantado temprano. La mansión estaba silenciosa. Me preparé para salir. Me encontraba frente al espejo, ajustando la corbata y
DevonLa voz de Sarah al otro lado del teléfono era un calmante natural para mí, aunque su tono habitualmente alegre estaba un poco apagado.—La reunión con los inversionistas chinos estuvo del asco —anunció, y supe que ese era el motivo de su desánimo.—¿Estás segura de que no has dicho algún insulto en chino? —bromeé.—Mi chino mandarín es perfecto —presumió—, eso se lo debo a mi querido exesposo Xavier Xanders —sentí como pronunciar ese nombre le resultaba difícil.—Hablando de Xanders... —hice una pausa para darle un poco de suspenso a todo—, creo que tengo noticias —le anuncié, y escuché una exhalación de asombro—. ¿Podemos hablar en persona? —pregunté, mi tono más suplicante del que me hubiese gustado; en realidad, deseaba verla. Últimamente estaba tan ocupada como CEO del grupo Vanderblake que apenas nos veíamos, además estaba viviendo en esa maldita mansión, con Cristhian. Esa era la parte que más me dolía.—Claro, ¿dónde quieres que nos veamos? —preguntó con la voz cargada de
DevonEl bar era un caos, un collage de luces tenues y risas desordenadas, me sorprendía la cantidad de personas que había en el lugar a aquellas hosras de la mañana. La música vibraba como un eco lejano, un telón de fondo que apenas podía distraerme de lo único que importaba: Sarah. Estaba sentada frente a mí, con esa sonrisa suya que parecía dibujada por un dios caprichoso. Se reía con cada comentario absurdo que yo dejaba caer, como si mis palabras fueran las notas de una canción que sólo ella entendía. Claro, el alcohol ayudaba. Su vaso estaba vacío, apenas un poco de espuma en el fondo, el mío casi también. Pero no era la cerveza lo que me tenía mareado. Era ella.—Eres... tan gracioso, Devon— dijo entre carcajadas, secándose una lágrima. La luz tenue del bar iluminaba su rostro de una manera que hacía que el resto del mundo se difuminara. Yo también reí, aunque no por la broma. Reí porque quería que ese momento durara para siempre. Reí porque sabía que no lo haría.Ella dejó el
Devon—¿Qué pasa, Sarah?— pregunté, alarmado por el cambio repentino en su tono. Una tenue luz de esperanza se encendió en mi interior ¿estaba a punto de confesarme su amor por mí? Me permití soñar y el despertar me rompió el corazónElla empezó a llorar, un llanto silencioso que parecía desgarrarla desde dentro. —No aguanto más— dijo finalmente, con las palabras saliendo entre sollozos y su confesión fue potra muy diferente a la que yo anhelaba con toda mi alma —No soporto vivir bajo el mismo techo que Cristhian y no estar con él. Lo amo, Devon. Lo amo tanto que duele, y sé que no debería, pero no puedo evitarlo. No sabes lo que es esto.No supe si reír o llorar. Por dentro, una parte de mí se burlaba de la ironía cruel de su confesión. Claro que sabía lo que era eso. Lo estaba viviendo en ese mismo instante.—Sarah...— murmuré, pero no había palabras que pudieran arreglar esto. Ella se separó de mí, limpiándose las lágrimas con torpeza. Me quedé allí, mirándola, deseando poder ser
SarahDesperté con un martilleo constante en la cabeza y la boca seca como el desierto. La luz que se filtraba por las cortinas me golpeó como una bofetada. Resaca.Mi primera resaca había sido antes de renacer como Rubí, aunqu era la esposa de Cristhian y él, para variar, me había dejado sola para irse corriendo a los brazos de Elena. Me había tomado una botella entera de vodka con la esperanza de morir ahogada en alcohol y dejar de sentir tanto dolor. Al día siguiente la había pasado tan mal que había prometido que nunca más bebería hasta embriagarme. Me reí entre dientes al pensarlo, había roto esa promesa, pero la risa murió al instante cuando un pensamiento se clavó en mi mente como una daga: ¡Zackary!Salté de la cama, tambaleándome. Se suponía que yo debía recogerlo del colegio. El reloj en la pared confirmó mi peor temor: eran las las cuatro y media. La hora de salida del Zackary era a las tres. Mi corazón se aceleró mientras buscaba desesperadamente mi teléfono. ¡Dios, qué cl