CristhianCiento dos días. Eso era lo que había pasado desde que Sarah reveló su verdadera identidad. En ese tiempo le había cedido el mando, algo que jamás pensé que haría. Y sin embargo, lo había hecho. Y ella lo había asumido muy bien. Demasiado bien, era una líder nata, jamás había visto esa cualidad en ella.Pero dejar la presidencia del grupo Vandervert había sido por mucho la parte más fácil, lo dificil ocurría en casa cuando tenía que estar tn cerca de Sarah, a veces, cuando se cruzaba en el pasillo, nuestra mirada se encontraba y, por un segundo, me sentía tentado a abrazarla, a besarla, a recuperar aquello que tuvimos. Pero algo había cambiado en sus ojos. Ya no me miraba con la misma luz, con esa ilusión que solía tener cuando éramos amantes a escondidas de Elena, ahora eso parecía un recuerdo lejano. Esa mañana, como cualquier otro día, me había levantado temprano. La mansión estaba silenciosa. Me preparé para salir. Me encontraba frente al espejo, ajustando la corbata y
DevonLa voz de Sarah al otro lado del teléfono era un calmante natural para mí, aunque su tono habitualmente alegre estaba un poco apagado.—La reunión con los inversionistas chinos estuvo del asco —anunció, y supe que ese era el motivo de su desánimo.—¿Estás segura de que no has dicho algún insulto en chino? —bromeé.—Mi chino mandarín es perfecto —presumió—, eso se lo debo a mi querido exesposo Xavier Xanders —sentí como pronunciar ese nombre le resultaba difícil.—Hablando de Xanders... —hice una pausa para darle un poco de suspenso a todo—, creo que tengo noticias —le anuncié, y escuché una exhalación de asombro—. ¿Podemos hablar en persona? —pregunté, mi tono más suplicante del que me hubiese gustado; en realidad, deseaba verla. Últimamente estaba tan ocupada como CEO del grupo Vanderblake que apenas nos veíamos, además estaba viviendo en esa maldita mansión, con Cristhian. Esa era la parte que más me dolía.—Claro, ¿dónde quieres que nos veamos? —preguntó con la voz cargada de
DevonEl bar era un caos, un collage de luces tenues y risas desordenadas, me sorprendía la cantidad de personas que había en el lugar a aquellas hosras de la mañana. La música vibraba como un eco lejano, un telón de fondo que apenas podía distraerme de lo único que importaba: Sarah. Estaba sentada frente a mí, con esa sonrisa suya que parecía dibujada por un dios caprichoso. Se reía con cada comentario absurdo que yo dejaba caer, como si mis palabras fueran las notas de una canción que sólo ella entendía. Claro, el alcohol ayudaba. Su vaso estaba vacío, apenas un poco de espuma en el fondo, el mío casi también. Pero no era la cerveza lo que me tenía mareado. Era ella.—Eres... tan gracioso, Devon— dijo entre carcajadas, secándose una lágrima. La luz tenue del bar iluminaba su rostro de una manera que hacía que el resto del mundo se difuminara. Yo también reí, aunque no por la broma. Reí porque quería que ese momento durara para siempre. Reí porque sabía que no lo haría.Ella dejó el
Devon—¿Qué pasa, Sarah?— pregunté, alarmado por el cambio repentino en su tono. Una tenue luz de esperanza se encendió en mi interior ¿estaba a punto de confesarme su amor por mí? Me permití soñar y el despertar me rompió el corazónElla empezó a llorar, un llanto silencioso que parecía desgarrarla desde dentro. —No aguanto más— dijo finalmente, con las palabras saliendo entre sollozos y su confesión fue potra muy diferente a la que yo anhelaba con toda mi alma —No soporto vivir bajo el mismo techo que Cristhian y no estar con él. Lo amo, Devon. Lo amo tanto que duele, y sé que no debería, pero no puedo evitarlo. No sabes lo que es esto.No supe si reír o llorar. Por dentro, una parte de mí se burlaba de la ironía cruel de su confesión. Claro que sabía lo que era eso. Lo estaba viviendo en ese mismo instante.—Sarah...— murmuré, pero no había palabras que pudieran arreglar esto. Ella se separó de mí, limpiándose las lágrimas con torpeza. Me quedé allí, mirándola, deseando poder ser
SarahDesperté con un martilleo constante en la cabeza y la boca seca como el desierto. La luz que se filtraba por las cortinas me golpeó como una bofetada. Resaca.Mi primera resaca había sido antes de renacer como Rubí, aunqu era la esposa de Cristhian y él, para variar, me había dejado sola para irse corriendo a los brazos de Elena. Me había tomado una botella entera de vodka con la esperanza de morir ahogada en alcohol y dejar de sentir tanto dolor. Al día siguiente la había pasado tan mal que había prometido que nunca más bebería hasta embriagarme. Me reí entre dientes al pensarlo, había roto esa promesa, pero la risa murió al instante cuando un pensamiento se clavó en mi mente como una daga: ¡Zackary!Salté de la cama, tambaleándome. Se suponía que yo debía recogerlo del colegio. El reloj en la pared confirmó mi peor temor: eran las las cuatro y media. La hora de salida del Zackary era a las tres. Mi corazón se aceleró mientras buscaba desesperadamente mi teléfono. ¡Dios, qué cl
SarahLa imagen de Kiara en la pantalla me lelvó a un recuerdo de mi pasado cercano. Xavier solía decirme que iría a visitar a Kiara, su novia. Al principio, no le prestaba mucha atención. No conocía a esa tal Kiara, y sinceramente, me daba un poco de curiosidad. ¿Quién era ella? ¿Por qué me mencionaba tan a menudo? Siendo honesta, no lo veía como una amenaza. A veces, un poco de celos se colaba en mi pecho, pero no era para tanto. No lo amaba, lo sabía con certeza. No había amor entre nosotros, nunca lo hubo. Lo que había era un pacto tácito, uno de placer mutuo, una convivencia que no era más que funcional. Él no me amaba, y yo tampoco a él, pero nos ayudábamos o por lo menos eso era lo que yo pensaba, la realidad era que, yo lo ayudaba a cumplir con sus propósitos mientras el planeaba traicionarme.Una noche, ya recostados en la cama, listos para irnos a dormir, le pregunté sin rodeos cómo era Kiara. Él sonrió y, con esa mirada que no mostraba emociones reales, me dijo:"No, no es
CristhianHabía algo en el aire esa noche, algo que me rozaba la piel, algo que se volvía más intenso conforme pasaban las horas. El día había sido largo, agotador. Después de todo el papeleo, las llamadas de la policía y la revisión médica de Zackary, no sabía si me sentía aliviado o completamente destrozado. Todo había salido bien, pero algo seguía rondando en mi cabeza ¿cuando íbamos a descansar del maldito de Xavier Xanders? se había metido con Zackary, había pasado los límites.El tiempo parecía haberse detenido cuando volví a la casa. Zackary se había quedado dormido enseguida, sin preocupación alguna, como si todo fuera un mal sueño del que despertaría al día siguiente. Pero Sarah... Sarah no podía dormir, no podía desconectar. La vi de lejos, mirando a Zackary en su cama, su rostro marcado por la angustia, y en ese momento, todo lo que quise fue abrazarla, darle consuelo, hacerla olvidar por un momento todo lo que había pasado.Me aseguré de que las alarmas estuvieran activada
SarahMe desperté con la sensación de que el tiempo había dejado de existir, suspendido en el aire como el aroma de Cristhian que aún permanecía en la habitación. Él estaba allí, junto a mí, aún envuelto en el calor de la madrugada. Su rostro descansaba sobre la almohada con una sonrisa serena, casi como si no hubiera un futuro más allá de ese momento. Sus brazos seguían rodeándome, protectores, como si no tuviera que preocuparme por nada.Pero yo sí tenía que preocuparme.Mientras él se estiraba, alegre, como si nada más importara, yo me sentía atrapada entre la suavidad de las sábanas y la tormenta que se agitaba en mi mente. Sabía que lo que había sucedido entre nosotros la noche anterior era solo un obstáculo en el camino que había trazado, y no podía permitirme deshacerme de mis nuevos planes aquellos que había trazado en mi mente la noche anterior, mientras observaba a nuestro hijo dormir y oensaba en el peligro que había ocurrido en que aquella mañana pudo haber sido la púltima