SarahLa imagen de Kiara en la pantalla me lelvó a un recuerdo de mi pasado cercano. Xavier solía decirme que iría a visitar a Kiara, su novia. Al principio, no le prestaba mucha atención. No conocía a esa tal Kiara, y sinceramente, me daba un poco de curiosidad. ¿Quién era ella? ¿Por qué me mencionaba tan a menudo? Siendo honesta, no lo veía como una amenaza. A veces, un poco de celos se colaba en mi pecho, pero no era para tanto. No lo amaba, lo sabía con certeza. No había amor entre nosotros, nunca lo hubo. Lo que había era un pacto tácito, uno de placer mutuo, una convivencia que no era más que funcional. Él no me amaba, y yo tampoco a él, pero nos ayudábamos o por lo menos eso era lo que yo pensaba, la realidad era que, yo lo ayudaba a cumplir con sus propósitos mientras el planeaba traicionarme.Una noche, ya recostados en la cama, listos para irnos a dormir, le pregunté sin rodeos cómo era Kiara. Él sonrió y, con esa mirada que no mostraba emociones reales, me dijo:"No, no es
CristhianHabía algo en el aire esa noche, algo que me rozaba la piel, algo que se volvía más intenso conforme pasaban las horas. El día había sido largo, agotador. Después de todo el papeleo, las llamadas de la policía y la revisión médica de Zackary, no sabía si me sentía aliviado o completamente destrozado. Todo había salido bien, pero algo seguía rondando en mi cabeza ¿cuando íbamos a descansar del maldito de Xavier Xanders? se había metido con Zackary, había pasado los límites.El tiempo parecía haberse detenido cuando volví a la casa. Zackary se había quedado dormido enseguida, sin preocupación alguna, como si todo fuera un mal sueño del que despertaría al día siguiente. Pero Sarah... Sarah no podía dormir, no podía desconectar. La vi de lejos, mirando a Zackary en su cama, su rostro marcado por la angustia, y en ese momento, todo lo que quise fue abrazarla, darle consuelo, hacerla olvidar por un momento todo lo que había pasado.Me aseguré de que las alarmas estuvieran activada
SarahMe desperté con la sensación de que el tiempo había dejado de existir, suspendido en el aire como el aroma de Cristhian que aún permanecía en la habitación. Él estaba allí, junto a mí, aún envuelto en el calor de la madrugada. Su rostro descansaba sobre la almohada con una sonrisa serena, casi como si no hubiera un futuro más allá de ese momento. Sus brazos seguían rodeándome, protectores, como si no tuviera que preocuparme por nada.Pero yo sí tenía que preocuparme.Mientras él se estiraba, alegre, como si nada más importara, yo me sentía atrapada entre la suavidad de las sábanas y la tormenta que se agitaba en mi mente. Sabía que lo que había sucedido entre nosotros la noche anterior era solo un obstáculo en el camino que había trazado, y no podía permitirme deshacerme de mis nuevos planes aquellos que había trazado en mi mente la noche anterior, mientras observaba a nuestro hijo dormir y oensaba en el peligro que había ocurrido en que aquella mañana pudo haber sido la púltima
SarahCuando la puerta se cerró detrás de Devon y el abogado, una pesada sensación se instaló en el aire. Todo lo que había planeado, todo lo que había estado preparando, estaba a punto de tomar forma, y el peso de la decisión me aplastaba el pecho. Devon me miró una última vez antes de irse, como si quisiera decir algo, pero sus palabras se quedaron atrapadas en su garganta. Me dolió verlo tan callado, pero sabía que en su mente ya había hecho su elección: apoyarme, aunque no le gustara lo que estaba haciendo.—Te apoyaré, Sarah —dijo con una voz que traicionaba su tristeza, y sus ojos, esos ojos que siempre habían tenido un brillo especial por mí, ahora solo reflejaban un cansancio silencioso.Me acerqué a él, lo abracé, un abrazo que fue más largo de lo habitual. No quería que se fuera, no quería que este capítulo de mi vida terminara con él. Pero tenía que ser así, porque no había vuelta atrás.—Dile a Cristhian… dile que siempre lo amé.Mis palabras salieron como un susurro quebr
SarahLas horas me parecieron eternas. Bajamos del auto un par de veces para comer algo y estirar las piernas. Las conversaciones giraron en torno a cosas triviales, como tips para sacar las manchas de los calcetines blancos, recetas de pavo relleno y experiencias traumáticas de nuestros embarazos. Pero, en cuanto Zackary se quedó dormido, Anastasia no perdió oportunidad.—Sarah —mi nombre salió de sus labios como un susurro. Por suerte, tenía que mantener la vista fija en el camino; ya era de noche y aquella ruta llena de curvas cerradas y acantilados exigía ir con cuidado—. Quiero que sepas que lamento mucho lo que hicieron contigo...Hizo una pausa, como si sopesara lo que acababa de decir.—Lo que te hicimos —rectificó—. "Mi familia te arrebató tu vida y, para colmo, hice que tu infancia fuera insoportable."Dejó salir un suspiro, casi como un lamento. Su voz, cargada de arrepentimiento, resonaba en el vehículo.—Lo siento tanto, fui una niña tonta y mimada.Un escalofrío recorrió
Recuerdo perfectamente el día en que recibí la primera llamada de Anastasia. Era la mañana siguiente a la rueda de prensa en la que anuncié al mundo lo que muchos habían creído imposible: que Rubí era en realidad Sarah Blake, la mujer que todos pensaban muerta hace más de una década. Me preparaba un café, aún con el cuerpo y la mente agotados tras el despliegue mediático, cuando mi teléfono sonó.El número en la pantalla no estaba registrado. Por un instante, pensé en no contestar. Mi mente, siempre en alerta desde que comencé esta venganza. Pero pensé que querría saber quién intentaba comunicarse conmigo justo después de anunciarle al mundo quien era en realidad.—¿Sarah? —dijo una voz, insegura que me pareció familiar —Soy Anastasia —mi mente no relacionó el nombre con el apellido hasta que ella misma lo qclaró —Anastasia Vandervert —agregó con un tono extraño, como con vergüenza de decir su propio nombre—Anastasia —respondí con frialdad, mi corazón parecía haberse contraído a la e
DevonCristhian se había convertido en una sombra de sí mismo. Desde la muerte de Sarah y Zackary, su vida era una espiral descendente, un pozo sin fondo en el que se refugiaba en el alcohol para mitigar un dolor que, por lo visto, nunca menguaría. No lo culpaba. Su padre estaba en prisión, su madre muerta, Elena también había muerto, y Sarah… Sarah, la mujer que había amado aunque jamás lo admitiera, también había partido y su hijo, perder un hijo debía ser un golpe duro. Todo en el mismo año. Ningún hombre podría soportar tanto. Yo había prometido cuidar de él. Sarah me lo había pedido antes de desaparecer, y no era algo que pudiera rechazar. Pero, Dios, qué difícil se estaba volviendo esa tarea. No había día en el que Cristhian no se metiera en problemas: una noche en la comisaría por conducir ebrio, otra por chocar el auto, y siempre lo mismo. Un hombre que alguna vez fue imponente ahora era apenas un cadáver ambulante. Aquella mañana, recibí la llamada del oficial de turno.
—Lo he encontrado —anunció Jacob entrando al salón donde Anastasia y yo tomábamos té.Entendí de quién hablaba de inmediato. Me puse de pie casi de un salto.—Cuidado, cariño, no te alteres —advirtió Anastasia. Ya había escuchado esas palabras una y otra vez durante los últimos diez días.—¿Dónde? ¿Dónde está? —pregunté desesperada, como si tener una ubicación exacta en ese preciso instante resolviera todo en un abrir y cerrar de ojos.—Uno de mis agentes ha encontrado a Théo Valiraski.Jacob era inversionista en el grupo Vanderblacke, pero ese era un negocio secundario, uno que en realidad solo dotaba de herramientas al primero. Dirigía una empresa de consultoría de estrategia militar. Costaba imaginarse a ese hombre delgado y apacible en el ejército, pero sí, era un exmilitar dado de baja con honores debido a una lesión que le impedía volver. Sin embargo, él no se echó a morir; hizo de su pasión una fuente de dinero. Tenía contratos millonarios con agencias de inteligencia del gobie