SarahCuando la puerta se cerró detrás de Devon y el abogado, una pesada sensación se instaló en el aire. Todo lo que había planeado, todo lo que había estado preparando, estaba a punto de tomar forma, y el peso de la decisión me aplastaba el pecho. Devon me miró una última vez antes de irse, como si quisiera decir algo, pero sus palabras se quedaron atrapadas en su garganta. Me dolió verlo tan callado, pero sabía que en su mente ya había hecho su elección: apoyarme, aunque no le gustara lo que estaba haciendo.—Te apoyaré, Sarah —dijo con una voz que traicionaba su tristeza, y sus ojos, esos ojos que siempre habían tenido un brillo especial por mí, ahora solo reflejaban un cansancio silencioso.Me acerqué a él, lo abracé, un abrazo que fue más largo de lo habitual. No quería que se fuera, no quería que este capítulo de mi vida terminara con él. Pero tenía que ser así, porque no había vuelta atrás.—Dile a Cristhian… dile que siempre lo amé.Mis palabras salieron como un susurro quebr
SarahLas horas me parecieron eternas. Bajamos del auto un par de veces para comer algo y estirar las piernas. Las conversaciones giraron en torno a cosas triviales, como tips para sacar las manchas de los calcetines blancos, recetas de pavo relleno y experiencias traumáticas de nuestros embarazos. Pero, en cuanto Zackary se quedó dormido, Anastasia no perdió oportunidad.—Sarah —mi nombre salió de sus labios como un susurro. Por suerte, tenía que mantener la vista fija en el camino; ya era de noche y aquella ruta llena de curvas cerradas y acantilados exigía ir con cuidado—. Quiero que sepas que lamento mucho lo que hicieron contigo...Hizo una pausa, como si sopesara lo que acababa de decir.—Lo que te hicimos —rectificó—. "Mi familia te arrebató tu vida y, para colmo, hice que tu infancia fuera insoportable."Dejó salir un suspiro, casi como un lamento. Su voz, cargada de arrepentimiento, resonaba en el vehículo.—Lo siento tanto, fui una niña tonta y mimada.Un escalofrío recorrió
Recuerdo perfectamente el día en que recibí la primera llamada de Anastasia. Era la mañana siguiente a la rueda de prensa en la que anuncié al mundo lo que muchos habían creído imposible: que Rubí era en realidad Sarah Blake, la mujer que todos pensaban muerta hace más de una década. Me preparaba un café, aún con el cuerpo y la mente agotados tras el despliegue mediático, cuando mi teléfono sonó.El número en la pantalla no estaba registrado. Por un instante, pensé en no contestar. Mi mente, siempre en alerta desde que comencé esta venganza. Pero pensé que querría saber quién intentaba comunicarse conmigo justo después de anunciarle al mundo quien era en realidad.—¿Sarah? —dijo una voz, insegura que me pareció familiar —Soy Anastasia —mi mente no relacionó el nombre con el apellido hasta que ella misma lo qclaró —Anastasia Vandervert —agregó con un tono extraño, como con vergüenza de decir su propio nombre—Anastasia —respondí con frialdad, mi corazón parecía haberse contraído a la e
DevonCristhian se había convertido en una sombra de sí mismo. Desde la muerte de Sarah y Zackary, su vida era una espiral descendente, un pozo sin fondo en el que se refugiaba en el alcohol para mitigar un dolor que, por lo visto, nunca menguaría. No lo culpaba. Su padre estaba en prisión, su madre muerta, Elena también había muerto, y Sarah… Sarah, la mujer que había amado aunque jamás lo admitiera, también había partido y su hijo, perder un hijo debía ser un golpe duro. Todo en el mismo año. Ningún hombre podría soportar tanto. Yo había prometido cuidar de él. Sarah me lo había pedido antes de desaparecer, y no era algo que pudiera rechazar. Pero, Dios, qué difícil se estaba volviendo esa tarea. No había día en el que Cristhian no se metiera en problemas: una noche en la comisaría por conducir ebrio, otra por chocar el auto, y siempre lo mismo. Un hombre que alguna vez fue imponente ahora era apenas un cadáver ambulante. Aquella mañana, recibí la llamada del oficial de turno.
—Lo he encontrado —anunció Jacob entrando al salón donde Anastasia y yo tomábamos té.Entendí de quién hablaba de inmediato. Me puse de pie casi de un salto.—Cuidado, cariño, no te alteres —advirtió Anastasia. Ya había escuchado esas palabras una y otra vez durante los últimos diez días.—¿Dónde? ¿Dónde está? —pregunté desesperada, como si tener una ubicación exacta en ese preciso instante resolviera todo en un abrir y cerrar de ojos.—Uno de mis agentes ha encontrado a Théo Valiraski.Jacob era inversionista en el grupo Vanderblacke, pero ese era un negocio secundario, uno que en realidad solo dotaba de herramientas al primero. Dirigía una empresa de consultoría de estrategia militar. Costaba imaginarse a ese hombre delgado y apacible en el ejército, pero sí, era un exmilitar dado de baja con honores debido a una lesión que le impedía volver. Sin embargo, él no se echó a morir; hizo de su pasión una fuente de dinero. Tenía contratos millonarios con agencias de inteligencia del gobie
SarahMi nombre es Sarah Blake y mi historia comienza el día que debía ser el más feliz de mi vida: mi boda.Los estilistas terminaron de arreglarme después de cuatro largas horas. Cuando me vi en el espejo, no me reconocí. El vestido hecho a medida era el más hermoso del mundo. El peinado, el maquillaje, las joyas, todo era... era un sueño.¿Cómo es que una persona como yo se casaría con un Vandervert? Aquella pregunta no había abandonado mis pensamientos desde el día en que me dieron la noticia. ¿Por qué yo? ¿Qué tengo de especial? El joven Cristhian jamás me había mirado. La frase más larga que me había dicho en toda su vida había sido algo como: "El piso está sucio, ve a limpiarlo". Y ahí estaba yo, una semana después de cumplir dieciocho años, casándome con ese chico rico, guapo, elegante.Tal vez se había enamorado perdidamente de mí y se había enfrentado a sus padres, diciéndoles que se casaría con la hija de la sirvienta, así el mundo estuviese en contra. Aquello no tenía el me
Sarah—¡Sarah!— la voz de Cristhian me despertó. No sabía en qué momento había logrado conciliar el sueño; mis párpados estaban tan hinchados de llorar que apenas podía abrir los ojos.—Hola— le dije después de sentarme en el borde de la cama de un movimiento brusco. Era extraño despertar con él ahí. Me levanté y miré a mi alrededor buscando algo que limpiar o arreglar; ya estaba programada para eso. Cogí unas sábanas y comencé a doblarlas.—Deja eso— dijo, fastidiado, mientras estaba parado debajo del dintel. Ya no llevaba el traje de la boda, sino jeans y camiseta. Miró su reloj, me miró con el ceño fruncido—. Cámbiate— me ordenó—, nuestro vuelo sale en una hora.—¿Nuestro vuelo?— pregunté mientras me frotaba los ojos. Él me miró indignado, pero su gesto cambió de un segundo a otro; sonrió y dejó escapar aire por la nariz, un resoplido.—Me he casado con una mujer corriente como tú— dijo, dando pasos lentos hacia mí. Me miró a los ojos, yo aparté la mirada, mi corazón se arrugó dentr
SarahLa fiesta de aniversario fue igual a las demás: muchas personas desconocidas, numerosos fotógrafos y periodistas de revistas de farándula, siempre al acecho de los mínimos detalles de nuestras vidas, con los que yo tenía completamente prohibido hablar. Solo se me permitía posar para las fotos; jamás debía conversar con alguien que no fuera un Vandervert. Ni siquiera podía decir mi verdadero apellido. Para el mundo entero, Cristhian Vandervert se había casado con Sarah Bennet, una chica proveniente de una familia humilde que vivía en un pueblo rural, a horas de la ciudad más cercana, y que había conquistado el corazón del magnate; de la que nadie sabía nada antes de convertirse en Sarah Vandervert.Cristhian y yo llegamos con ropa del mismo color; ese año, mi suegra había elegido el turquesa y la temática de la fiesta era de bosque encantado. Todo era hermoso y perfecto, como de costumbre.Posamos para las fotos con aquellas sonrisas acartonadas a las que nos habíamos acostumbrado