La voz de Sarah en el altavoz era un eco que parecía llenar toda la habitación, pero para Zackary y para mí, era mucho más que eso: era un milagro. Cuando dijo: —Sí, soy yo, mamá, ¿cómo estás, hijo? —sentí un nudo en el estómago. No esperaba que fuera tan directa, tan vulnerable.Zackary soltó un grito emocionado. —¡Mamá! Te extraño mucho, por favor, vuelve.Hubo una pausa al otro lado de la línea. Yo sabía que Sarah estaba llorando incluso antes de escuchar el leve sollozo que escapó de su garganta. Su voz era un susurro cuando respondió: —Yo también te he extrañado, cariño, te he extrañado tanto.Zackary, siempre inocente, siempre lleno de esperanza, preguntó: —¿Diosito te puede dar permiso para bajar unos días del cielo y venir a verme?Mis ojos se llenaron de lágrimas, y mi pecho dolía como si algo dentro de mí se rompiera. Quise decir algo, pero las palabras no salieron. Sarah, entre sollozos, dijo: —Está bien, iré a verte. Pero debes saber algo: cuando me veas, tendré un rostro
CristhianDejé a Rubí y a Zackary en la sala, cruzando apenas unas palabras antes de excusarme. Sentía que aquel momento no me correspondía, que debía ser ella quien enfrentara la verdad. Zackary merecía escuchar de sus labios que ella era su madre, pero yo no podía ser parte de eso. Tenía que salir de allí.Mi primera acción fue buscar mi teléfono. Intenté llamar a Elena, pero cada intento resonaba con un silencio desesperante. Su buzón de voz era la única respuesta, y con cada tono que no contestaba, una presión creciente me comprimía el pecho. Algo no estaba bien.Subí al auto y conduje hacia su departamento. El sol brillaba intensamente, pero la luz no alcanzaba a calmar la oscuridad que sentía dentro de mí. Mientras avanzaba, mi mente divagaba en recuerdos. ¡Cómo olvidarlo! Hacía muy poco, Elena había tenido aquel accidente que casi le costó la vida. Estuve a su lado en el hospital, rogando al destino que me permitiera mantenerla en mi vida. Pero esta vez... esta vez era diferent
SarahNunca imaginé que el dolor pudiera ser tan agudo, tan presente en cada respiración. Pero ahí estaba, en la habitación de Zacky, jugando con él, sintiéndome tan aliviada como nunca antes. Había hecho lo que temía desde que regresé: decirle la verdad. Zacky había aceptado todo con una dulzura inquebrantable, sin preguntas, sin reproches, solo con una alegría pura de niño que creía que todo iba a estar bien, como si la vida, de alguna forma, decidiera darle un respiro a este caos que ha sido mi existencia.Le mostré las fotos de las cirugías, las evidencias de lo que había tenido que hacer para cambiarme, para convertirme en Rubí. Le expliqué, con calma, que había tenido que ocultarme porque un hombre muy malo quería hacerme daño, en eso había un poco de mentira y un poco de verdad. Zacky me miraba como si lo entendiera todo.Me sentía libre por primera vez en tanto tiempo. Al fin podía estar con Zacky libremente, no como Rubí, la amiga de papá sino como lo que realmente era; su ma
CristhianHabía algo aterrador en el hecho de que mi vida continuara, como si nada hubiera pasado, mientras la muerte de Elena se asentaba en mi pecho como una piedra helada. El día había comenzado con la audiencia de mi padre, Richard, y ya sabía que todo iría de mal en peor. No podía imaginarlo, pero estaba allí, con su mirada desafiante, como siempre, mirando a todos como si fuéramos una simple molestia que necesitaba ser eliminada. La sala estaba cargada de tensión, las caras de los abogados, el juez, todos temblaban con la gravedad de las palabras que se decían, pero yo... yo solo podía pensar en el vacío que se había formado dentro de mí, en la muerte de Elena, en el hecho de que nunca más la vería.El abogado de la promotora habló con calma, casi con frialdad, pidiendo que no se le concediera fianza a mi padre, que el riesgo de fuga era demasiado alto. Me dio escalofríos pensar que un hombre como él, que había jugado con la vida de tantos, aún pudiera salirse con la suya, aún t
Kiara La tarde había sido cálida, pero sin llegar a ser calurosa. El aire suave se deslizaba entre los viñedos que rodeaban la mansión, mientras yo me recostaba en una silla de mimbre, disfrutando del vino que tenía en la copa. Cada sorbo era una pequeña victoria, una recompensa por lo que había logrado. Miré mi móvil una vez más, repitiendo el video de la noticia. Elena estaba muerta, y no podía evitar sonreír al ver cómo todo se había dado aun mejor de lo que había planeado. Lo había hecho, y como bono extra nmi juego había sido más efectivo que el de Xavier, una vez más. No podía dejar de ver el video. Repetirlo una y otra vez me daba una satisfacción profunda, casi visceral.—Es perfecto —murmuré para mí misma, saboreando el vino. La sonrisa no se borraba de mi rostro. Estaba más que satisfecha aunque algo en mí deseaba haber jugado un poco más con Elena antes de que todo terminara. Pero, en fin, había logrado lo que me había propuesto, como de costumbre, resproduje el video de l
SarahHan pasado cincuenta y seis días desde que mi verdad salió a la luz. Cincuenta y seis días desde que Sarah Blacke resurgió de las cenizas, y se enfrentó a los fantasmas del pasado. Estos días han transcurrido de forma inquietantemente normal, como si la revelación de mi identidad y todo lo que ello conllevó no hubiera destrozado los cimientos de la familia Vandervert.Aquí estoy, en la mansión en la que crecí como la hija de una sirvienta, el lugar en el que me hicieron sentir el ser más insignificante del mundo, algunos rincones todavía evocan recuerdos aunque me he empeñado en cambiar todo; el color de las pareces, el piso, las cortinas, los muebles... puedo engañar a todo el mundo menos a mí misma, sé bien dónde estoy.—Esto no cambia nada, Cristhian —le dije la primera noche, mientras me instalaba en una de las habitaciones vacías. Su mirada estaba cargada de una mezcla de esperanza y desolación.—Lo sé —murmuró—. Pero gracias por estar aquí. Por él.Le dejé claro que no pod
CristhianCiento dos días. Eso era lo que había pasado desde que Sarah reveló su verdadera identidad. En ese tiempo le había cedido el mando, algo que jamás pensé que haría. Y sin embargo, lo había hecho. Y ella lo había asumido muy bien. Demasiado bien, era una líder nata, jamás había visto esa cualidad en ella.Pero dejar la presidencia del grupo Vandervert había sido por mucho la parte más fácil, lo dificil ocurría en casa cuando tenía que estar tn cerca de Sarah, a veces, cuando se cruzaba en el pasillo, nuestra mirada se encontraba y, por un segundo, me sentía tentado a abrazarla, a besarla, a recuperar aquello que tuvimos. Pero algo había cambiado en sus ojos. Ya no me miraba con la misma luz, con esa ilusión que solía tener cuando éramos amantes a escondidas de Elena, ahora eso parecía un recuerdo lejano. Esa mañana, como cualquier otro día, me había levantado temprano. La mansión estaba silenciosa. Me preparé para salir. Me encontraba frente al espejo, ajustando la corbata y
DevonLa voz de Sarah al otro lado del teléfono era un calmante natural para mí, aunque su tono habitualmente alegre estaba un poco apagado.—La reunión con los inversionistas chinos estuvo del asco —anunció, y supe que ese era el motivo de su desánimo.—¿Estás segura de que no has dicho algún insulto en chino? —bromeé.—Mi chino mandarín es perfecto —presumió—, eso se lo debo a mi querido exesposo Xavier Xanders —sentí como pronunciar ese nombre le resultaba difícil.—Hablando de Xanders... —hice una pausa para darle un poco de suspenso a todo—, creo que tengo noticias —le anuncié, y escuché una exhalación de asombro—. ¿Podemos hablar en persona? —pregunté, mi tono más suplicante del que me hubiese gustado; en realidad, deseaba verla. Últimamente estaba tan ocupada como CEO del grupo Vanderblake que apenas nos veíamos, además estaba viviendo en esa maldita mansión, con Cristhian. Esa era la parte que más me dolía.—Claro, ¿dónde quieres que nos veamos? —preguntó con la voz cargada de