La sala estaba abarrotada de periodistas, cámaras y luces que iluminaban cada rincón. El murmullo incesante creaba una cacofonía que retumbaba en mis oídos, mientras mis manos, heladas y húmedas, se aferraban con fuerza al borde de la mesa frente a mí. No podía evitar preguntarme si los notables enseñamientos de oratoria de Xavier serían suficientes para lidiar con el peso de ese momento.Tomé una respiración profunda y recorrí la sala con la mirada. Los rostros desconocidos parecían ansiosos por devorar cada palabra que yo pronunciara. Mis piernas temblaban bajo la mesa, pero me obligué a mantener una postura firme. Ya me había preparadome para este momento, o por lo menos eso me habóa hecho creer Xavier, durante el tiempo que estuve con él, ensayé cada palabra y cada gesto frente al espejo, estaba lista Aun así, el nudo en mi estómago no se disolvía.—Buenos días —empecé, notando cómo mi voz sonaba apenas un poco insegura. Tomé otra respiración para estabilizarme y continué—. Mi nom
El agua caliente de la ducha caía sobre mi espalda, pero no lograba relajarme. Cerré los ojos, dejando que el vapor llenara el baño y el ruido del agua tratara de apagar los gritos de mi mente. Tres días. Habían pasado tres días desde que Sarah Blake anunció al mundo que estaba viva, y cada segundo desde entonces había sido un peso insoportable.Aquel día en la sala de espera del hospital volvía a mi mente como una escena que no podía detener. Había llegado apresurado, con el corazón latiendo como un tambor al pensar en Ryan, quien seguía hospitalizado. La voz de Richard, furiosa, me recibió antes de cruzar siquiera la puerta, quejándose de cómo yo era el último de enterarme de mi propio fin, Richard caminanó de un lado a otro como una fiera enjaulada antes de marcharse sin decir más, dejando el eco de sus pasos resonando por el pasillo, yo no entendí nada. Elena estaba de pie, inmóvil y pálida como una estatua de marmol, una estatua de rostro perfecto e inexpresivo que miraba fijo a
—¡Esto es una locura! ¡Yo no hice nada! —Richard gritó, su voz quebrándose—. ¡quítenme las manos de encima! —gritó cuando uno de los oficiales que acompañaban a los detectives intentó ponerle las esposasLos policías continuaron, ignorando sus gritos, mientras le leían sus derechos. Richard, un hombre al que siempre vi como el titán que dominaba el mundo, ahora estaba allí dando pataletas de ahogado; a punto de desmoronarse.Se resistió al arresto, gritó maldiciones, dio golpes en el aire, tratando de zafarse de los oficiales. El espectáculo fue grotesco, y aún así no podía apartar la mirada.El miedo me recorrió por completo. Yo sabía lo que había hecho, lo sabía con certeza, incluso estuve más involucrado en todo aquello de lo que quería admitir, siempre estuve al tanto de todo Richard había hecho y lo apoyé en todo. Eso me convertía en cómplice, aunque no lo hubiera hecho de manera directa. M e sentí extrañamente aliviada cuando al fin desaparecieron de mi vista, entonces supe que
SarahMi nombre es Sarah Blake y mi historia comienza el día que debía ser el más feliz de mi vida: mi boda.Los estilistas terminaron de arreglarme después de cuatro largas horas. Cuando me vi en el espejo, no me reconocí. El vestido hecho a medida era el más hermoso del mundo. El peinado, el maquillaje, las joyas, todo era... era un sueño.¿Cómo es que una persona como yo se casaría con un Vandervert? Aquella pregunta no había abandonado mis pensamientos desde el día en que me dieron la noticia. ¿Por qué yo? ¿Qué tengo de especial? El joven Cristhian jamás me había mirado. La frase más larga que me había dicho en toda su vida había sido algo como: "El piso está sucio, ve a limpiarlo". Y ahí estaba yo, una semana después de cumplir dieciocho años, casándome con ese chico rico, guapo, elegante.Tal vez se había enamorado perdidamente de mí y se había enfrentado a sus padres, diciéndoles que se casaría con la hija de la sirvienta, así el mundo estuviese en contra. Aquello no tenía el me
Sarah—¡Sarah!— la voz de Cristhian me despertó. No sabía en qué momento había logrado conciliar el sueño; mis párpados estaban tan hinchados de llorar que apenas podía abrir los ojos.—Hola— le dije después de sentarme en el borde de la cama de un movimiento brusco. Era extraño despertar con él ahí. Me levanté y miré a mi alrededor buscando algo que limpiar o arreglar; ya estaba programada para eso. Cogí unas sábanas y comencé a doblarlas.—Deja eso— dijo, fastidiado, mientras estaba parado debajo del dintel. Ya no llevaba el traje de la boda, sino jeans y camiseta. Miró su reloj, me miró con el ceño fruncido—. Cámbiate— me ordenó—, nuestro vuelo sale en una hora.—¿Nuestro vuelo?— pregunté mientras me frotaba los ojos. Él me miró indignado, pero su gesto cambió de un segundo a otro; sonrió y dejó escapar aire por la nariz, un resoplido.—Me he casado con una mujer corriente como tú— dijo, dando pasos lentos hacia mí. Me miró a los ojos, yo aparté la mirada, mi corazón se arrugó dentr
SarahLa fiesta de aniversario fue igual a las demás: muchas personas desconocidas, numerosos fotógrafos y periodistas de revistas de farándula, siempre al acecho de los mínimos detalles de nuestras vidas, con los que yo tenía completamente prohibido hablar. Solo se me permitía posar para las fotos; jamás debía conversar con alguien que no fuera un Vandervert. Ni siquiera podía decir mi verdadero apellido. Para el mundo entero, Cristhian Vandervert se había casado con Sarah Bennet, una chica proveniente de una familia humilde que vivía en un pueblo rural, a horas de la ciudad más cercana, y que había conquistado el corazón del magnate; de la que nadie sabía nada antes de convertirse en Sarah Vandervert.Cristhian y yo llegamos con ropa del mismo color; ese año, mi suegra había elegido el turquesa y la temática de la fiesta era de bosque encantado. Todo era hermoso y perfecto, como de costumbre.Posamos para las fotos con aquellas sonrisas acartonadas a las que nos habíamos acostumbrado
*Sarah*Durante mi vida entera no conocí otra familia que mi madre, ella me cuidó, me ayudó a sobrevivir en ese mundo cruel que era la mansion Vandervert y aun después de casada, era mi lugar seguro, mi refugio cuando Cristhian me gritaba, mi consuelo cuando él pasaba las noches fuera de nuestra cama, con Elena. Sus consejos me ayudaron mucho, esa mujer a la que llamé "mamá" toda la vida estaba frente a mi con ojos enormes y brillantes. Jamás había visto aquella mirada en su rostro, no supe leerla en ese momento, era una niña. Era una niña tonta, confiada, incapaz de leer a las personas. Ahora lo sé. Sé que esa mirada estaba llena de culpa. -mami -se me salió un gemido. Me acerqué a ella y la abracé -mamá. Por favor ayúdame. Necesito salir de aquí, necesito buscar a Zack y huir con él muy lejos donde los Vandervert no puedan encontrarme. Las lágrimas me empapaban las mejillas y mi madre me miraba con el ceño fruncido. Pero no estaba confundida, parecía saber bien lo que ocurría, estab
*Sarah*Estaba en el asiento trasero de un auto cuando desperté. El auto saltaba como un caballo, -¡Ayuda! -intenté gritar, pero mi voz era un susurro débil. El auto se detuvo y el conductor giró su rostro hacia el asiento trasero en el que yo estaba tendida sin poder moverme. Al principio no lo reconocí, su rostro estaba borroso-Hola Sarah -mis lágrimas salieron de mis ojos como mares desbordados -tranquila. Vas a estar bien- aquella voz me resultó familiar, era calma, suave, pero masculina, ya había escuchado antes a ese hombre-¿Dónde está Zak? -era lo.unico en lo que podía pensar en ese momento. Yo ya no estaba en la.mansión Vandervert, pero mi hijo no estaba a mi lado, se había quedado con aquellas personas peligrosas-Descuida. Te ayudaré a recuperar a tú hijo -aquella promesa parecía sincera y aunque no estaba segura de quien era aquel hombre le creí, cerré los ojos y dormí. La casa del señor x como se hacía llamar mi salvador, era pequeña y modesta, pero contaba con todas la