CristhianMe sentía aliviado de haber compartido el secreto de Rubí. También fue tranquilizador saber que Ryan no sabía nada. Él se había vuelto muy cercano a Rubí; vivían en el mismo departamento, y no me hubiese gustado ser el último en enterarse de algo que tenía que ver más conmigo que con Ryan o Devon. Me recliné en la silla y me di la vuelta. Admiré la vista de la ciudad; era una vista borrosa, cubierta por nubes grises que no se parecían a cómo me sentía en ese momento. Haber visto a Ryan me había hecho bien para el alma; había sido reconfortante. Pero tenía que seguir trabajando. Con todo lo de la demanda de Xavier Xanders, me había distraído demasiado y había echado al olvido contratos importantes del grupo Vandervert. No podía simplemente detenerme; Percy se encargaría de la demanda.Un pedazo de tela colgado en una de las sillas de visitantes llamó mi atención. Me levanté para mirar más de cerca. ¡Ah! Esto es de Ryan, lo he visto llegar con ella puesta. Lo llamaré, pensé. B
—¿Qué le pasó? —preguntó uno de los paramédicos.—No lo sé... —miré el auto, tratando de organizar mis ideas. Me temblaban las manos—. Estaba encerrado en el auto y... había mucho humo. Él estaba inconsciente. No le he encontrado el pulso... he intentado darle reanimación cardiopulmonar... —Me cubrí el rostro con ambas manos al sentir que mi expresión se deformaba por el llanto.La impotencia me consumía mientras los dos uniformados atendían a Ryan. En cuestión de minutos, estábamos dentro de la ambulancia camino al hospital. La imagen de mi hermano tendido en la camilla, inconsciente, con un tubo atravesando su boca, era desgarradora. Cada bíp del monitor me recordaba que seguía vivo, pero la incertidumbre era un peso que aplastaba mi pecho.Pensé en llamar a alguien, en buscar ayuda. Mi primer impulso fue marcarle a papá, pero me detuve. No lo había visto desde el funeral de mamá. En aquella ocasión, ni siquiera me dirigió la palabra. Si la muerte de mamá no había mermado su orgullo
Sarah—Ha sido Xavier —dijo Devon con toda seguridad. Yo lo sabía, pero no quería admitirlo.—No sabemos si ha sido un accidente. Tal vez mi auto se averió y...—Y empezó a despedir gases tóxicos mientras las puertas y ventanillas se trababan —me interrumpió.Me crucé de brazos; no supe qué argumentar. No quería aceptar que Xavier había intentado matarme, porque eso significaba que tenía que tener miedo, y yo no quería tener miedo. Quería mudarme al departamento que había rentado, decorar el lugar a mi gusto, conseguir un nuevo empleo lejos de Cristhian y vivir una vida normal mientras inventaba excusas para ver a Zackary. Los últimos días lo había planeado todo en mi cabeza, pero saber que Xavier me quería muerta le daba un giro total a mis planes, lo ponía todo de cabeza.—¿Qué debo hacer? —fue lo único que pude preguntar. No sabía qué debía hacer, cuál debía ser mi siguiente paso.—Tienes dos opciones. —Devon hizo una pausa, como si organizara las ideas en su cabeza—. Número uno: i
En algún momento debí haber perdido la noción de lo que pasaba. Un instante estaba en el hospital enfrentando las acusaciones de Cristhian y, al siguiente, en el departamento de Devon, acurrucada, hecha un ovillo envuelta en sábanas. Sentía mi rostro hinchado de tanto llorar. Escuché un par de golpecitos en la puerta antes de que esta se abriera. Devon apareció en el dintel, preocupado. —¿Cómo te sientes? —preguntó mientras caminaba hacia la cama. Llevaba una taza humeante en las manos, que colocó sobre la mesita de noche—. Te he preparado un poco de té. Dyana me ha dicho que es bueno para calmar los nervios. —Se llevó las manos a los bolsillos. —Gracias —me senté en el borde de la cama—. Por todo —agregué. Intenté coger la taza, pero me di cuenta de que no tenía fuerzas ni siquiera para levantarla. Usé ambas manos. La sensación caliente en mi piel fue agradable. Devon se sentó a mi lado. —No quiero presionarte, pero... ¿has pensado en qué harás? —Sí —dije decidida. Lo que h
RichardNo había salido de casa desde la muerte de Melissa. No tenía noción del tiempo. A veces, encerrado por horas en mi despacho, ni siquiera sabía si era de día o de noche. Las botellas de whisky se fueron acabando una tras otra. La casa se llenó de telarañas, sombras y fantasmas que me acosaban sin parar. Incluso en mis sueños los escuchaba susurrar: “Ha sido tu culpa”, “Tú la has matado”. Llegaron a convencerme de que aquello era verdad. Yo había matado a Melissa. Xavier Xanders lo había hecho, sí, pero él quería vengarse de mí. Melissa nunca estuvo de acuerdo con lo que le habíamos hecho a Xavier, y terminó pagando con su vida.Aquella noche rebusqué en la caja de medicamentos que Melissa guardaba en su armario del baño. Las pastillas se me quedaron atoradas en la garganta. Las pasé bebiendo un trago de vodka directo de la botella, pero no aliviaron el dolor que sentía en el pecho. Las punzadas en el corazón que me invadían cada vez que yo respiraba y Melissa no. Ya no soportab
SarahMi nombre es Sarah Blake y mi historia comienza el día que debía ser el más feliz de mi vida: mi boda.Los estilistas terminaron de arreglarme después de cuatro largas horas. Cuando me vi en el espejo, no me reconocí. El vestido hecho a medida era el más hermoso del mundo. El peinado, el maquillaje, las joyas, todo era... era un sueño.¿Cómo es que una persona como yo se casaría con un Vandervert? Aquella pregunta no había abandonado mis pensamientos desde el día en que me dieron la noticia. ¿Por qué yo? ¿Qué tengo de especial? El joven Cristhian jamás me había mirado. La frase más larga que me había dicho en toda su vida había sido algo como: "El piso está sucio, ve a limpiarlo". Y ahí estaba yo, una semana después de cumplir dieciocho años, casándome con ese chico rico, guapo, elegante.Tal vez se había enamorado perdidamente de mí y se había enfrentado a sus padres, diciéndoles que se casaría con la hija de la sirvienta, así el mundo estuviese en contra. Aquello no tenía el me
Sarah—¡Sarah!— la voz de Cristhian me despertó. No sabía en qué momento había logrado conciliar el sueño; mis párpados estaban tan hinchados de llorar que apenas podía abrir los ojos.—Hola— le dije después de sentarme en el borde de la cama de un movimiento brusco. Era extraño despertar con él ahí. Me levanté y miré a mi alrededor buscando algo que limpiar o arreglar; ya estaba programada para eso. Cogí unas sábanas y comencé a doblarlas.—Deja eso— dijo, fastidiado, mientras estaba parado debajo del dintel. Ya no llevaba el traje de la boda, sino jeans y camiseta. Miró su reloj, me miró con el ceño fruncido—. Cámbiate— me ordenó—, nuestro vuelo sale en una hora.—¿Nuestro vuelo?— pregunté mientras me frotaba los ojos. Él me miró indignado, pero su gesto cambió de un segundo a otro; sonrió y dejó escapar aire por la nariz, un resoplido.—Me he casado con una mujer corriente como tú— dijo, dando pasos lentos hacia mí. Me miró a los ojos, yo aparté la mirada, mi corazón se arrugó dentr
SarahLa fiesta de aniversario fue igual a las demás: muchas personas desconocidas, numerosos fotógrafos y periodistas de revistas de farándula, siempre al acecho de los mínimos detalles de nuestras vidas, con los que yo tenía completamente prohibido hablar. Solo se me permitía posar para las fotos; jamás debía conversar con alguien que no fuera un Vandervert. Ni siquiera podía decir mi verdadero apellido. Para el mundo entero, Cristhian Vandervert se había casado con Sarah Bennet, una chica proveniente de una familia humilde que vivía en un pueblo rural, a horas de la ciudad más cercana, y que había conquistado el corazón del magnate; de la que nadie sabía nada antes de convertirse en Sarah Vandervert.Cristhian y yo llegamos con ropa del mismo color; ese año, mi suegra había elegido el turquesa y la temática de la fiesta era de bosque encantado. Todo era hermoso y perfecto, como de costumbre.Posamos para las fotos con aquellas sonrisas acartonadas a las que nos habíamos acostumbrado