La pantalla frente a nosotros seguía mostrando la rueda de prensa en vivo. Rubí —o Sarah, como ahora se presentaba— hablaba con una convicción que me helaba la sangre. Cada palabra que salía de su boca se sentía como un puñal directo al corazón de los Vandervert. Esa maldita zorra estaba jugando un juego peligroso, y el simple hecho de verla me hacía hervir la sangre.—¿Cómo mierda es esto posible? —le solté a Richard, quien permanecía tan petrificado como yo, sus ojos clavados en la televisión como si intentara procesar la imagen—. Dijiste que habías acabado con ella, ¡que era imposible que siguiera viva!Richard finalmente apartó la vista de la pantalla y me miró con una mezcla de furia y exasperación.—¡Lo hice! —gruñó, apretando los puños—. Sarah Blake murió hace años. Me aseguré de que no pudiera escapar. La sedé, provoqué el incendio, ¡me aseguré de que no saliera viva del salón de fiestas! Esto tiene que ser una maldita treta de Xavier Xanders. Quiere hundirnos y quedarse con t
El sol se filtraba a través de las pesadas cortinas, iluminando el sillón de cuero oscuro donde estaba sentada una mujer que conocía demasiado bien. Mi madre. No la verdadera, sino la que fingió serlo, ¿por qué lo había hecho? por dinero, seguro..tal vez era un buen momento para preguntárselo pero las palabras no salían de mi boca.El tiempo no había pasado en vano. Su cabello, antes tan oscuro como la noche, estaba salpicado de gris. Había algo frágil en su postura, algo que nunca había asociado con ella. Y aun así, su presencia seguía siendo abrumadora. La miré fijamente, sintiendo un torbellino de emociones: rabia, tristeza, confusión. ¿Cómo se atrevía a aparecer ahora? ¿cómo se atrevía después de que me había engañado tod mi vida? ¿cómo se atrevía a estar ahí frente a mí, mirándome a la cara después de lo que me había hecho? —Sarah —dijo ella, rompiendo el silencio. Su voz tenía un tono casi suplicante, como cuando le rogaba a Richard que no me golpeara, como cuando le rogaba a M
La sala estaba abarrotada de periodistas, cámaras y luces que iluminaban cada rincón. El murmullo incesante creaba una cacofonía que retumbaba en mis oídos, mientras mis manos, heladas y húmedas, se aferraban con fuerza al borde de la mesa frente a mí. No podía evitar preguntarme si los notables enseñamientos de oratoria de Xavier serían suficientes para lidiar con el peso de ese momento.Tomé una respiración profunda y recorrí la sala con la mirada. Los rostros desconocidos parecían ansiosos por devorar cada palabra que yo pronunciara. Mis piernas temblaban bajo la mesa, pero me obligué a mantener una postura firme. Ya me había preparadome para este momento, o por lo menos eso me habóa hecho creer Xavier, durante el tiempo que estuve con él, ensayé cada palabra y cada gesto frente al espejo, estaba lista Aun así, el nudo en mi estómago no se disolvía.—Buenos días —empecé, notando cómo mi voz sonaba apenas un poco insegura. Tomé otra respiración para estabilizarme y continué—. Mi nom
El agua caliente de la ducha caía sobre mi espalda, pero no lograba relajarme. Cerré los ojos, dejando que el vapor llenara el baño y el ruido del agua tratara de apagar los gritos de mi mente. Tres días. Habían pasado tres días desde que Sarah Blake anunció al mundo que estaba viva, y cada segundo desde entonces había sido un peso insoportable.Aquel día en la sala de espera del hospital volvía a mi mente como una escena que no podía detener. Había llegado apresurado, con el corazón latiendo como un tambor al pensar en Ryan, quien seguía hospitalizado. La voz de Richard, furiosa, me recibió antes de cruzar siquiera la puerta, quejándose de cómo yo era el último de enterarme de mi propio fin, Richard caminanó de un lado a otro como una fiera enjaulada antes de marcharse sin decir más, dejando el eco de sus pasos resonando por el pasillo, yo no entendí nada. Elena estaba de pie, inmóvil y pálida como una estatua de marmol, una estatua de rostro perfecto e inexpresivo que miraba fijo a
—¡Esto es una locura! ¡Yo no hice nada! —Richard gritó, su voz quebrándose—. ¡quítenme las manos de encima! —gritó cuando uno de los oficiales que acompañaban a los detectives intentó ponerle las esposasLos policías continuaron, ignorando sus gritos, mientras le leían sus derechos. Richard, un hombre al que siempre vi como el titán que dominaba el mundo, ahora estaba allí dando pataletas de ahogado; a punto de desmoronarse.Se resistió al arresto, gritó maldiciones, dio golpes en el aire, tratando de zafarse de los oficiales. El espectáculo fue grotesco, y aún así no podía apartar la mirada.El miedo me recorrió por completo. Yo sabía lo que había hecho, lo sabía con certeza, incluso estuve más involucrado en todo aquello de lo que quería admitir, siempre estuve al tanto de todo Richard había hecho y lo apoyé en todo. Eso me convertía en cómplice, aunque no lo hubiera hecho de manera directa. M e sentí extrañamente aliviada cuando al fin desaparecieron de mi vista, entonces supe que
RyanEl aire frío me recibió cuando salí del auto, con Dayana sosteniéndome del brazo como si estuviera hecho de cristal. Mis pulmones protestaron al inhalar, y un leve ardor en la garganta me recordó que no estaba al cien por ciento. Aunque no iba a admitirlo, agradecía que ella estuviera allí; me ayudaba a disimular lo mucho que tambaleaba.—¿Estás seguro de que no necesitas ayuda para subir las escaleras? —preguntó cuando llegamos a la entrada del edificio, su tono a medio camino entre preocupación y burla.—Estoy seguro de que podría subirlas saltando en un pie, pero no quiero arruinar tu espectáculo —respondí, sonriendo. Su risa fue como un pequeño premio a mi sarcasmo —miré los escalones que llevaban al lobby del "Golden" jamás había reparado en la cantidad, ¿eran ideas mias o cada escalón era enorme? los conté mientras los subía con esfuerzo; siete escalones, nunca los había contado.Mientras el elevador nos llevaba al piso de Devon Dyana me ponía al dia con los último aconteci
CristhianSubí al auto y cerré la puerta con un golpe más fuerte de lo necesario. Aún podía escuchar las palabras de Ryan resonando en mi cabeza como un eco persistente: "La vida te está dando una nueva oportunidad. Sólo tienes que aprovecharla."Encendí el motor, y mientras el rugido del motor llenaba el silencio, me recargué contra el respaldo del asiento, dejando escapar un suspiro. Nunca había considerado ver todo esto como una oportunidad, pero tal vez él tenía razón. Quizá podía recuperar a Sarah. No a Rubí, la mujer calculadora y sensual que había conocido en los últimos meses, sino a Sarah, la persona que alguna vez había sido mi esposa. Una parte de mí no podía evitar preguntarse si éramos capaces de un nuevo comienzo, si yo era capaz de reivindicarme.Manejsin rumbo claro por algunos minutos, perdiéndome en los juegos de luces y sombras que proyectaban los faroles sobre el parabrisas. Finalmente, el sentido de responsabilidad me empujó a tomar un rumbo definido: la comisarí
ElenaEstaba sola. El eco de la puerta cerrándose detrás de Cristhian aún resonaba en mi cabeza, como si el mundo entero hubiese decidido aplastarme en ese instante. ¿Cómo se atrevía? ¿Cómo podía simplemente darme la espalda después de todo lo que hice por él? Mi pecho ardía de rabia, mis manos temblaban, y una sensación abrasadora subía desde mi estómago hasta mi garganta. No podía contenerlo más. Un grito salió de mi boca, desgarrador, inhumano, lleno de una furia que necesitaba escapar o consumiría todo mi ser.Agarré el primer objeto que encontré, un marco con una foto de nosotros dos, y lo lancé con todas mis fuerzas contra la pared. El vidrio se hizo añicos, igual que mi paciencia. Luego vino la lámpara de la sala, las flores artificiales que había comprado para decorar el lugar, incluso un estúpido libro que él nunca había leído. Todo volaba por el aire mientras mi respiración se volvía cada vez más errática.—¡Maldito seas, Cristhian! —grité, sintiendo cómo mi garganta ardía,