56: Como un lugar seguro (2)

Melly.

—Ian... —pronuncio con una sonrisa sonrojada seguramente por el evidente piropo—. Tú no deberías estar allí de pie frente a tu lujoso auto deportivo con esa ropa tan ajustada y esos ojos azules perfectamente...

Muerdo mi lengua cuando me doy cuenta que he caminado hasta él como si su imán me atrajera, y me detengo.

Suspiro. Control, Mellyanna, control.

—Ay vamos, cochina, desvísteme adentro del auto, no afuera.

Admito que río, pero de los nervios. Porque aunque sé que lo dice jugando, hay cierto toque pícaro en sus palabras y en la forma en la que me mira.

—No quiero romperte el corazón, Baker.

Mis palabras se escuchan cuando ya estamos dentro de su auto, y él aunque me ve mientras se pone el cinturón y me analiza, no dice nada.

Hasta con el rostro pensativo me dan unas ganas de tirármele encima.

Dios, no puede ser. Es que esto no se trata solo de lo guapo que es y las ganas que tengo de pasar la raya, sino de la forma en la que late mi corazón mientras lo veo conducir
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