Melly.—Ian... —pronuncio con una sonrisa sonrojada seguramente por el evidente piropo—. Tú no deberías estar allí de pie frente a tu lujoso auto deportivo con esa ropa tan ajustada y esos ojos azules perfectamente... Muerdo mi lengua cuando me doy cuenta que he caminado hasta él como si su imán me atrajera, y me detengo. Suspiro. Control, Mellyanna, control. —Ay vamos, cochina, desvísteme adentro del auto, no afuera. Admito que río, pero de los nervios. Porque aunque sé que lo dice jugando, hay cierto toque pícaro en sus palabras y en la forma en la que me mira. —No quiero romperte el corazón, Baker. Mis palabras se escuchan cuando ya estamos dentro de su auto, y él aunque me ve mientras se pone el cinturón y me analiza, no dice nada. Hasta con el rostro pensativo me dan unas ganas de tirármele encima. Dios, no puede ser. Es que esto no se trata solo de lo guapo que es y las ganas que tengo de pasar la raya, sino de la forma en la que late mi corazón mientras lo veo conducir
Elian.Inhalo el olor característico que envuelve, a la que deseo con todas mis ansias que sea mi chica, cuando nos separamos de un beso que me deja un nudo grande en la garganta, para decirle:—Esto nunca me había pasado.Lo es. Yo me había enamorado, había querido también, pero no de esta forma. Y tal vez sea porque es peligroso, tal vez sea porque es mi fruto o mi verano prohibido.La tengo ahora abrazada a mí, con sus manos entrelazadas en mi espalda baja, su cabeza y aliento tan cerca de mi cuello, sintiendo cómo se estremece y los latidos de su pecho golpean los míos.Es tan perfecta.—A mí tampoco —confiesa, y sin despegarla de mí tengo que levantar su mentón, quisiera besarla sin parar así que lo hago de nuevo, unos instantes, pero ella me detiene respirando profundo—. Elian lo nuestro es una misión suicida.—Exactamente es lo que pienso… —Le sonrío, y mi mano disponible que no toma su cintura le acaricia el cabello: la admiro, la quiero, la deseo conmigo—. No sé si sea muy pr
Elian.—Buscaré la forma —le digo a Ámbar desde el tomo de la puerta, con Gabriel mirándonos.—Elian.—Dime, Ámbar.—Cuídate.—Tu igual, pequeña.Y salgo, junto a Gabriel, por suerte no llamando la atención de las chicas que van camino al baño y tampoco los que nos ven al salir del pasillo y llegar a la sala de juegos.—¿Te conozco?Contengo el rodar los ojos por quizás haber sido pillado. Dios, esto es casi imposible.—Carly, la asesora…—¿Eres Elian? El mesero ¿verdad? —La morena me inspecciona—. ¿Qué haces aquí?—Soy... voluntario.—Oh... —Ella ve a mis espaldas y aunque abre los ojos sorprendida y vuelve a verme, sacude la cabeza y sonríe un poco nerviosa—. Bye.La veo pasar con Ámbar por nuestro lado segundos después cuando sigo allí, esperando que Gabriel salga de su trance o qué sé yo.—Es mejor que vayamos a otro lugar —dice por fin, y lo sigo.Caminamos juntos hasta una sala de gimnasia en donde no hay nadie, y se lleva las manos a la cabeza cuando tomo asiento, puesto que a
Darwin. Lo he olido, lo he sentido. No puedo creer que lo haya hecho. Debo estar alucinando. —¿Quién era ese? —cuestiono hacia Ámbar. —¿Quién? —El sujeto que quería matarme. —Nadie quiere matarte, Darwin. Volteo hacia atrás para tener una mejor vista de mi esposa. Ambos sabemos que eso es mentira; tengo muchas personas detrás de mí deseando que esté tres metros bajo tierra. Así que quiero decir algo, quiero sacar mi desesperación, pero Mylo me da una mirada que entiendo a la perfección, por lo que termino exhalando mi frustración. Ese tipo que estaba frente al centro no me ha dado buena espina y temo que Ámbar tenga que pasar más tiempo del debido en ese centro. —¿Cómo te fue? —le pregunto, con cautela. Es la primera conversación real que tenemos desde el discurso en donde les dije a todos lo que le pasó, y aunque me siento completamente fuera de mí, debo controlarme. —Tú debes saberlo, lo sabes siempre todo ¿no? Me da esa mirada. Me reta, me mira con odio, y muerdo mi leng
Me acerco hasta ella, quién está simplemente sentada observándome. Me agacho, le quito los zapatos casuales que usa, ayudo a subir su pantalón hasta su pantorrilla, con cautela, percibo su olor, me controlo; ayudo a quitarle ese chaleco tejido espantoso que tiene, dejándolo en camisa blanca, coloco sus patines, asegurando que estén bien puestos y finalmente le pongo las rodilleras, en silencio.Mi corazón quiere salir de mi pecho cuando alzo la mirada y me encuentro con sus pestañas castañas observando cada parte de mi rostro.Esta vez no tengo intenciones de besarla, así que me levanto. Y espero que culmine con lo que debe hacer mientras me adentro a la pista.Ruedo por varios segundos sin poder tener control y escucho la risa de Mylo en el fondo; le saco el dedo y eso hace que mi esposa ría.Mi estomago se retuerce de felicidad.Siento que ha pasado una eternidad desde la última vez que la escuché reír.Ella pasa por mi lado como toda una profesional y la veo observar el reloj que s
Ámbar.En cuanto llegamos a casa me dirijo a la cocina. Me habían ofrecido comida en el centro pero de repente Darwin llamó a Carly, y aquí estoy. De nuevo encerrada en la casa que algún día pensé me daría las mejores alegrías, y en donde también aprendí que no era bueno desobedecerlo.Cuando Darwin y yo llegamos de nuestra luna de miel pensé que nuestra morada sería un apartamento porque él había comentado que era más cómodo tener uno; estábamos de acuerdo. Yo pensaba que era mejor porque de tener una casa, al ser nosotros dos, iba a ser demasiado.¿Hijos? Jamás lo hablamos, nunca. —Sorpresa... —susurró en mi oído, quitándome la venda de los ojos dejándome ver la casa de dos plantas, casi una mansión, solo de nosotros dos.—¡Ahhh! —grité de la emoción brincando encima de su cuerpo, y me llevó así, cargada.Abrió las puertas de nuestra casa mientras yo lo besaba sintiéndome tan...Feliz y agradecida.—Ven, vamos a verla —me dijo bajándome de su pecho.Yo corrí como una niña pequeña p
Ámbar.—¿Entonces soy el culpable, por querer dominarte siempre? —me pregunta.—No eres tan culpable antes por eso —Me sincero—. Me gustaba que lo fueses... pero eres culpable de decepcionarme Darwin. Y eso no me gusta ¡la violaste! ¡Le hiciste daño a esa mujer!—¡No la violé!—¡Lo hiciste!Me toma por los hombros con fuerza y sus ojos ya no puedo reconocerlos.—¡No lo hice y jamás lo he hecho! ¡Todo lo que he hecho es estar obsesionado contigo al punto de pensar que cuando estoy fallándome a otra lo hago contigo! ¡Esa es la verdad! ¡Me destruyó Ámbar! ¡Lo que te hicieron me destruyó! ¡Lo hizo con ambos porque eras mía y no pude controlar eso!Las cachetadas que mis manos le dan a su rostro lo dejan paralizado.—¡Estás enfermo! —le grito sintiendo mi cuerpo temblar.Y corro, corro en dirección de nuestra habitación y me encierro. Voy al baño y vomito lo poco que he consumido durante el día; me deja abatida en el suelo....El olor a frutas y limón golpean mis fosas nasales. Y el refle
Ámbar.Es común que, proviniendo de una familia pobre, alguien siempre tenga ganas de “más”. No limitarme en el sentido económico era lo que había deseado desde que fui consciente de que las familias de bajos recursos no solo tenían que vivir de lo poco, sino que recibir poco de todos.Poca ayuda, poco entendimiento, pocas oportunidades.Falsas miradas de pena y empatía.Sonrisas y promesas deshonestas.Ahora imaginen sumar todo lo que sería terrible para una adolescente con ganas de experimentar, vivir, soñar y triunfar, en un mundo con tan “poco”, el hecho de que, en alguna parte del camino se dio cuenta de hiciera lo que hiciera, el dinero jamás alcanzaría.Poca esperanza, pocas oportunidades, poca empatía, promesas que jamás fueron cumplidas y sonrisas fingidas, pero no de alguien hacia a mí, sino de mí misma contra el mundo.Poco era lo que más había en mi mundo, en mi cabeza, en mis bolsillos, en mis expectativas, en mis sueños, en mis ganas de respirar. Sin embargo, todo cambió