¿Están por allí? Gracias por el apoyo. Debo admitir que en este capítulo amo a Darwin, fuera de todo lo malo :(
Me acerco hasta ella, quién está simplemente sentada observándome. Me agacho, le quito los zapatos casuales que usa, ayudo a subir su pantalón hasta su pantorrilla, con cautela, percibo su olor, me controlo; ayudo a quitarle ese chaleco tejido espantoso que tiene, dejándolo en camisa blanca, coloco sus patines, asegurando que estén bien puestos y finalmente le pongo las rodilleras, en silencio.Mi corazón quiere salir de mi pecho cuando alzo la mirada y me encuentro con sus pestañas castañas observando cada parte de mi rostro.Esta vez no tengo intenciones de besarla, así que me levanto. Y espero que culmine con lo que debe hacer mientras me adentro a la pista.Ruedo por varios segundos sin poder tener control y escucho la risa de Mylo en el fondo; le saco el dedo y eso hace que mi esposa ría.Mi estomago se retuerce de felicidad.Siento que ha pasado una eternidad desde la última vez que la escuché reír.Ella pasa por mi lado como toda una profesional y la veo observar el reloj que s
Ámbar.En cuanto llegamos a casa me dirijo a la cocina. Me habían ofrecido comida en el centro pero de repente Darwin llamó a Carly, y aquí estoy. De nuevo encerrada en la casa que algún día pensé me daría las mejores alegrías, y en donde también aprendí que no era bueno desobedecerlo.Cuando Darwin y yo llegamos de nuestra luna de miel pensé que nuestra morada sería un apartamento porque él había comentado que era más cómodo tener uno; estábamos de acuerdo. Yo pensaba que era mejor porque de tener una casa, al ser nosotros dos, iba a ser demasiado.¿Hijos? Jamás lo hablamos, nunca. —Sorpresa... —susurró en mi oído, quitándome la venda de los ojos dejándome ver la casa de dos plantas, casi una mansión, solo de nosotros dos.—¡Ahhh! —grité de la emoción brincando encima de su cuerpo, y me llevó así, cargada.Abrió las puertas de nuestra casa mientras yo lo besaba sintiéndome tan...Feliz y agradecida.—Ven, vamos a verla —me dijo bajándome de su pecho.Yo corrí como una niña pequeña p
Ámbar.—¿Entonces soy el culpable, por querer dominarte siempre? —me pregunta.—No eres tan culpable antes por eso —Me sincero—. Me gustaba que lo fueses... pero eres culpable de decepcionarme Darwin. Y eso no me gusta ¡la violaste! ¡Le hiciste daño a esa mujer!—¡No la violé!—¡Lo hiciste!Me toma por los hombros con fuerza y sus ojos ya no puedo reconocerlos.—¡No lo hice y jamás lo he hecho! ¡Todo lo que he hecho es estar obsesionado contigo al punto de pensar que cuando estoy fallándome a otra lo hago contigo! ¡Esa es la verdad! ¡Me destruyó Ámbar! ¡Lo que te hicieron me destruyó! ¡Lo hizo con ambos porque eras mía y no pude controlar eso!Las cachetadas que mis manos le dan a su rostro lo dejan paralizado.—¡Estás enfermo! —le grito sintiendo mi cuerpo temblar.Y corro, corro en dirección de nuestra habitación y me encierro. Voy al baño y vomito lo poco que he consumido durante el día; me deja abatida en el suelo....El olor a frutas y limón golpean mis fosas nasales. Y el refle
Ámbar.Es común que, proviniendo de una familia pobre, alguien siempre tenga ganas de “más”. No limitarme en el sentido económico era lo que había deseado desde que fui consciente de que las familias de bajos recursos no solo tenían que vivir de lo poco, sino que recibir poco de todos.Poca ayuda, poco entendimiento, pocas oportunidades.Falsas miradas de pena y empatía.Sonrisas y promesas deshonestas.Ahora imaginen sumar todo lo que sería terrible para una adolescente con ganas de experimentar, vivir, soñar y triunfar, en un mundo con tan “poco”, el hecho de que, en alguna parte del camino se dio cuenta de hiciera lo que hiciera, el dinero jamás alcanzaría.Poca esperanza, pocas oportunidades, poca empatía, promesas que jamás fueron cumplidas y sonrisas fingidas, pero no de alguien hacia a mí, sino de mí misma contra el mundo.Poco era lo que más había en mi mundo, en mi cabeza, en mis bolsillos, en mis expectativas, en mis sueños, en mis ganas de respirar. Sin embargo, todo cambió
Ámbar “Por favor”Esas dos simples palabras pueden herir los sentimientos de alguien incluso más que una acción, dependiendo del contexto.—De acuerdo… —dije.Hace un par de horas respiré profundo cuando mi esposo, ese que de novios me prometió que mientras estuviese a mi lado nunca jamás me volvería a sentir sola, me dejó a un lado, justo cuando estaba a punto de correrme gracias a sus manos.No se molestó en terminar lo que empezó, tuve que hacerlo yo, con los ojos picándome de la rabia, las lágrimas atoradas en la garganta y el corazón gritándome: ¿segura que puedes resistirlo?No me ha maltratado de ninguna forma, no me ha sido infiel, no me ha hecho sentir mal directamente pero…—Voy a estar muy ocupado, cariño… no creo que podamos tener… —suspiró—. Tú sabes… la vida sexual que hemos estado llevando últimamente.Eso me lo había dicho después de darme la noticia de su postulación. Y yo había asentido estando de acuerdo porque estaba completamente enamorada y no me importaba que,
Elian.—No hay nadie además de usted que pueda ayud… —intento decir.—Nos debes tanto dinero que ni vendiendo tu carne en el matadero cubriría la cuarta parte.La idea de mí siendo comido por algunas personas me causa escalofríos.—Eso no es cierto.—Vete de aquí Elian, vete si no quieres amanecer en una caja mañana hecho picadillo ¡Tienes que pagar tus deudas!—¡Bien! —¡Y no vengas hasta que tengas el dinero! —grita cuando me alejo.Le hago caso a Francis, la esposa del bodeguero Iker porque aunque me dé vergüenza y terror admitirlo: su esposo es capaz de cumplir con todos sus deseos.Siento que a la mitad de la noche si no como algo decente podré desmayarme y entiendo que Francis esté cansada de atenderme cada que ello pasa así que chasqueo la lengua cuando de reojo puedo ver en su mirada lo mucho que quiere ayudarme pero no puede.Yo tampoco lo haría.Me tambaleo hasta subir a mi bicicleta, me pongo el casco. Y no llevándome algunas personas por delante logro actuar como que estoy
Ámbar.—Quisiera encontrar la manera o el momento perfecto para decirte esto pero… —Ronett colocó su mano en mi antebrazo antes de verme a los ojos—. Mi hermano… mi hermano te está siendo infiel.Mi garganta se secó. Pude sentir los latidos de mi corazón golpearme con fuerza, hasta que sintiera lo mucho que me dolía el pecho.Y solté una carcajada.—Esto tiene que ser una broma —dije más para mí misma que para ella.Mientras su hermana me miraba con lastima, allí en uno de los salones del Coffee Barker Cardiff, sentados una al lado de la otra, ella tomando té viendo cada cierto tiempo a sus costados y yo viendo fijamente la tostada con ensalada que apenas había comenzado a degustar, comencé a analizar las situaciones y… nada.En mi mente no había ningún recuerdo de ninguna pista que me hiciese creer fielmente que lo que ella me había dicho después de ir a comprar algunos zapatos para ella, era cierto. La tensión del momento ella la dejó pasar mientras yo solo miraba la tostada y pen
Elian.—¡No! ¡No! ¡No!Seguido de aquellas exclamaciones mi pecho no puede evitar comenzar a convulsionar por la risa que me causa la anécdota que ha contado esta mujer encantadora.—¡No miento! —Se lleva las manos a la frente dejando que su cabello rubio con hondas se estiren hacia arriba y su cara de frustración me hace reír más—. ¡Te juro que deseé como nunca antes estar bajo la tierra! ¡Fue la cosa más asquerosa que tuve la desgracia de saborear!—No sigas, por favor, no… —Me agarro el estómago cansado de tanto reír.—No te recomiendo el estiércol de caballo, está en el último top de las cosas peores por consumir, Elian, de verdad.Desde que se dio cuenta que se me hace fácil reír de cualquier cosa graciosa pequeña o grande que salga de su boca, no ha parado de hablar.Junto a su hermano cayó en un sitio en donde solo había condones usados.Pasó todo un día caminando buscando una dirección que resultó estar a pocos metros de su punto de partida, encontrándose con indigentes un poc