Un matrimonio conveniente no es más que una tortura para quien no lo desea. El destino de Bianca Rizzo era ser una esposa trofeo, su padre la había logrado comprometer con los hijos de unos millonarios empresarios italianos. Bianca se sentía como si estuviera en una mafia. Al conocer a Nathaniel una semana antes de su boda supo que no la amaría nunca ya que él era frío, tosco y muy apartado de ella. Como su esposa servía como una ficha en la dinastía que los Giordano querían construir, pero una vez sirviera a sus propósitos, sabía que su futuro sería incierto. Un momento de dificultad la deja en vilo y decide que ayudará a los Giordano a tener el ansiado heredero y así controlar todas las acciones de la empresa. Un contrato prenupcial le impide tener hijos que no sean de Nathaniel por lo que deberá arreglárselas para quedar embarazada de su esposo y tan rápido como pueda para poder tener la ayuda de sus suegros y salvar a su padre. Un cambio de identidad y un juego de seducción hacen ver a Bianca que lograr sus objetivos serán un verdadero reto, pero está dispuesta a todo con tal de salvar a quienes ama.
Leer másBianca tenía miedo.Algo le había dicho que quedarse sola aquel día era una mala idea, pero creyó que solo estaba siendo paranoica ya que estaba bajo el cuidado de Nathaniel. Se removió en la silla en donde la tenían atada y trató de mantenerse serena.No era tanta la paranoia considerando que días atrás había creído que alguien la seguía. —Al parecer le importas a tu esposo. -dijo Carmenza cuando colgó el celular y miró a la chica asustada que intentaba soltarse las muñecas de aquel amarre. —no haría eso si fuera tú.Y en cuanto le quitaron la mordaza que tenía puesta escupió la cara de uno de los cómplices de la tía de su esposo. —¡Maldita! -sollozó en cuanto Aidan le apretó las mejillas. —Vas a pagar eso.—¡Aidan, suéltala! Ella no es una chica cualquiera. -dijo Carmenza moviéndose alrededor de Bianca. El lugar donde estaban parecía una bodega completamente desordenada y la luz algo tenue. Aidan se alejó de Bianca y Carmenza puso un poco de agua en una botella para luego acercarse.
Con las pruebas reunidas y armando el caso con sus abogados, fue directo a presentar la denuncia contra su tía por haber malversado los fondos de la empresa, chantajeado a su mujer y haber asesinado a sus padres. Quería llevarlo a tribunales y exigir justicia. —Según todas estas pruebas, Carmenza Giordano, mi tía, fue la culpable de todo. Su nuevo abogado veía lo que él había llevado y asintió. —Es más que suficiente para poner a la señora Giordano en la cárcel, claro que primero un tribunal debe determinar si es culpable o no, pero estas pruebas son sólidas y seguro dirán que sí.Nathaniel asintió y sonrió. —Es lo que quiero. Si ella acaba en la cárcel, Bianca se salvaría, nuestra hija se salvaría pues Carmenza no tendría derecho a ser la tutora de mi hija. Lo hago por ellas, Anthony. Y ahora que Aidan está de lado de mi tía, no tendrá escrúpulos para hacer lo que ella diga. —¿Cómo encontraste las pruebas? Nathaniel sabía que debía decirlo pues no había sido de todo legal lo
La mala sangre de la familia Giordano era de lo peor. Nathaniel al revisar todo lo que tenía la carpeta se sintió peor de haber dejado a Bianca a solas con aquella mujer. Ni siquiera podía ver a Carmenza como su tía y a su abuelo como parte de su familia, pues todo lo que le indicaban las pruebas era un complot para destruir a su padre. Dentro de la carpeta no solo habían documentos que indicaban como le habían quitado las cosas por las que su madre había trabajado y despojado su nombre de las escrituras que su abuela había dejado para ella. También había algunos discos guardados y al ponerlos en la computadora y reproducirlos encontró varias grabaciones, entre esas, una con su propia esposa. Escuchar a Bianca con aquel tono de desesperación y llanto le rompió el corazón y verla en la cámara de seguridad implorando casi de rodillas delante de su tía le dejaba un sabor amargo en la boca. Carmenza se había aprovechado de su vulnerabilidad. —Por favor, jamás he pedido una sola cos
—Él piensa hundirte, Carmenza. -dijo Aidan tras ir con la tía de Nathaniel. Su rechazo le sabía amargo y quería vengarse de él. Bianca le había prometido Gamma y sabía que ahora no lo tendría porque él haría hasta lo imposible para quitárselo, y legalmente, el hijo de Nathaniel, aquel bebé que su mujer llevaba en el vientre, que aunque fuera concebido con mentiras no era ningún bastardo, era el heredero legítimo y por lo tanto quien mantenía el poder absoluto era aquella mujer trofeo. Carmenza vio la cara de enojo de Aidan y encendió un cigarrillo para fumarlo. —Tu sobrino no se anda con juegos, va a arriesgarlo todo por esa m*****a mujer. Tienes que escucharme, Carmenza. Si quieres conservarlo todo tienes que…Carmenza lo miró y aplastó el cigarro encendido contra el cenicero. —Si quiero conservarlo todo -dijo interrumpiéndolo. —necesito a esa niña. Bianca lleva mi seguro de herencia en su vientre. Tengo que tenerla a ella, y si la tengo a ella, Nathaniel no tendrá nada en mi contra.
Aidan no se tomó bien la despedida de Nathaniel, que él lo echara le parecía inaceptable y más cuando había hecho un trato con Bianca para tener la empresa Gamma y el dinero, pero ahora Nathaniel había echado a perder sus planes. Salió hecho una furia, golpeando la puerta y maldiciendo a Nathaniel por arruinar sus planes. —Maldito seas, ¡Te voy a arruinar! -Y aunque Nathaniel lo escuchó no hizo caso porque tenía que hablar con su esposa. La había visto espiarle por el espejo de la sala, justo en el pasillo viendo la conversación que tenía con aquella víbora. Fue directo al estudio y la vio en el mueble frente a su escritorio. Se acercó sigilosamente y le puso las manos en los hombros. —¿Por ella quieres dejarme? Charlotte De Niro ¿La amas? -Bianca preguntó al sentir las manos de Nathaniel en sus hombros. No se iría con rodeos. Si él decía que sí, una vez estuviera a salvo lo dejaría en libertad. Sabía que el amor no podía forzarse. —Solo dime, por eso insististe en el divorcio ¿Cier
Seguía el abogado. Desde que descubrió que Aidan jugaba a dos bandos sabía que era cuestión de tiempo para que lo traicionara. Quería Gamma, la empresa. Bianca se la había ofrecido a cambio de sus servicios para que ella pudiera conservar a su hijo y a él mismo. Sabía que los actos de su esposa eran los de una mujer desesperada y enamorada, y aunque él sentía que no se merecía ese amor de parte de ella porque más de una vez se portó como un auténtico imbécil, era mejor deshacerse del abogado para que no la perjudicara a futuro y él, protegerla por sobre todas las cosas. Así que luego de sus dos reuniones del día volvió a casa y, aunque tenía intenciones de echarlo pensó que era mejor hacerle creer que todo iba bien. Vio a Bianca una vez entró en la casa, acurrucada en el sofá con las mantas viendo una película mientras comía palomitas. Se acercó y se sentó a su lado viendo que ella comenzaba a mirarlo. —¿Está todo bien? -preguntó ella un tanto curiosa. Al ver que no hacía nada le
Con cada pieza en su lugar y con la guerra por la herencia a punto de comenzar, Nathaniel creyó que era el momento perfecto para dar su golpe. Sabía que los De Niro se habían unido a su tía y eran sus aliados, y ella usaría a su ex novia para que la herencia quedara de su lado, aunque aún no sabía cómo haría tal cosa. Charlotte era buena, alguna vez llegó a quererla, pero las circunstancias lo alejaron. Sabía que, si presionaba lo suficiente, la chica estaría de su lado. Fue su siguiente cita después de hacer un trato con su tío. Era mejor tenerlo como su peón y no como soldado del lado de Carmenza. Se acomodó en su silla luego de quitarse su saco y quitarse su corbata y se subió las mangas mientras esperaba a Charlotte. En cuanto la vio llegar sintió como su corazón se aceleraba, estaba igual que como la recordaba. —No sabes lo raro que es verte ahí. -dijo ella con sus labios pintados de rojo. —sentado como el CEO, el presidente de tu propia compañía. Te ves bien, Nath. —Charlotte.
Lo mandó a llamar y preparó toda su oficina para ser aún más intimidante para cuando llegara su tío Ignazio. Aquel hombre sabía la verdad sobre Carmenza y Nathaniel necesitaba saberlo todo, que fuera testigo en su plan para poder dejar a su tía fuera del juego. Se sentó en su silla presidencial y posó las manos sobre la mesa de cristal y se sirvió un vaso de whisky y dio un trago mientras esperaba. Al ver como su asistente abría la puerta sonrió y dejó la copa a un lado. —Pensé que me odiabas. -dijo el hombre antes de que Nathaniel dijera a su asistente que cerrara la puerta con una seña de su mano dejándolos solos. —Debes estar muy confiado o muy desesperado para que yo esté aquí, para que me hayas llamado. Nathaniel vio a aquel hombre, cómplice de su tía, y solo sintió lástima. Era una marioneta que solo seguía órdenes, jamás había sido un hombre de verdad que pensara por su cuenta. —Deberías sentarte. -dijo señalándole la silla al frente de su escritorio. Vio que seguía de pie y s
Jamás había pensado que terminaría haciendo esa clase de tratos solo para mantener unida a su familia y separar a Nathaniel y a su bebé de la mujer que tanto daño les había causado. Su marido podía odiarla después por entrometerse en aquella pelea, pero a su punto de vista, no podía quedarse a un lado, ella había entrado por su misma desesperación y no podía esperar que alguien más luchara por ella. Había decidido hacer lo necesario. Nathaniel la había vuelto a dejar sola pero no era la misma niña indefensa del pasado. Lucharía por su hijo, su futuro y su vida, lo intentaría una última vez con su esposo, y si no resultaba, pues no iba a rogar por migajas de amor. La casa donde estaba parecía tan vacía, pero pronto la llenaría, su hijo bastaría para ser feliz. Se arregló y caminó hasta el salón esperando que volviera Aidan ya que vivía con ella, pero era cuestión de tiempo para que se fuera y ella fuera la señora y reina de aquel dominio. Ya llevaban una semana y media con aquel a