PRESENTE Nathaniel se despertó y notó el cuerpo pesado, sus músculos ya no estaban tensos y estaba relajado. Era una sensación poco habitual. Respiró profundamente y aspiró un perfume femenino, lo que lo hizo despertar del todo. Abrió los ojos por completo y vio a Celeste dormir en su cama profundamente y sonrió. Era una chica preciosa con su cabello en ondas, castaño y corto.Su cuerpo dejó de sentirse pesado y pasó a la excitación absoluta. Lo asaltaron una serie de imágenes eróticas una tras otra. Pechos firmes, muslos pálidos, piel nívea y perfecta. Su lengua saboreando la dulce esencia de ella, la sensación de sus músculos cuando estuvo dentro de ella.Virgen. Y ahora suya.El sol entraba por la ventana y al ver la hora en su reloj se dio cuenta que había pasado toda la noche al lado de Celeste y eso lo hizo sentirse extrañamente feliz. Se acostó de nuevo y decidió dormir, se merecía la relajación después de todo.Celeste era real, no como la mentirosa de Bianca.Solo cuando sint
Quedó con Nathaniel días después de su primer encuentro. La estaba invitando de forma muy insistente a un almuerzo después del trabajo. Ella accedió pues sabía que su suegra la seguía vigilando y no podía negarse. Fue más fácil verlo entonces, como si algo hubiera cambiado entre los dos. Se portó amable, tierno e incluso le llevó rosas. —¿No es algo excesivo? -dijo caminando con aquel ramo buchón de cien flores de tallos largos. —Es bastante pesado.—Pensé que te gustaría.—Y me gusta. Pero son demasiadas molestias para un ligue casual ¿No lo crees? -Aún así, le encantaba. Sonrió oliendo las rosas y las abrazó más fuerte. Nathaniel al verla dejó escapar un suspiro. Celeste era tan auténtica en sus reacciones que era imposible no mirarla cada vez que las dejaba ver. —Una noche y no más, dijimos.—Sé lo que dije. No te estoy intentando llevar a la cama.—¿Ah no? Eso es raro. -ella sabía también que debía hacerlo. Necesitaba crear el ambiente y que sucediera una segunda vez. —Pensé que s
Era algo demandante. Bianca tenía que acostumbrarse a estar siempre bajo el calendario de Nathaniel, y aunque su suegra le recordaba muy “amablemente” que estaba en Nueva York por eso. Se llevaban viendo al menos dos semanas, entre citas que acababan en la cama y conversaciones que dejaban a Bianca pensando demasiado. Sobre todo una que todavía le seguía dando vueltas la cabeza. ***—Mi padre era jardinero. En realidad Carmenza e Ignazio son mis tíos. Sofía era mi madre. Mi apellido ahora es Valenti porque tanto mi padre como mi madre estuvieron casados y aunque traten de negarlo, soy hijo de alguien de las clases bajas. —¿Cómo te enteraste?—Me lo dijo mi tía. Venir a Nueva York fue no solo para huir de ellos, fue para encontrar rastros de la familia de mi padre. Muchos emigraron hasta acá a excepción de Jeremiah. Así se llamaba. —Debió ser difícil enterarse de ello. —Lo fue. Me han mentido toda mi vida, Celeste. ***—¿En qué piensas? -Nathaniel sacó a Bianca de su trance y ell
No le gustaba que Celeste se hubiera escapado. Eso lo desequilibró. Aquella mañana veía por la ventana de su pent-house. Debía seguir en algún lugar de Manhattan, y cuando la encontrara, la traería de regreso y sabría que no era un ángel, una especie de ser misterioso y etéreo y cuando se hubiera saciado de ella, se lograría sacar su recuerdo de la cabeza…Al igual que todas las mujeres con las que se había acostado. Envió a su servicio de seguridad al apartamento de Celeste, alguna pista tenía que tener. La primera semana no obtuvo nada, y tampoco el primer mes ni el segundo. Ya había optado por contratar un detective para encontrar a Celeste. Tres meses sin saber de la mujer que lo había cautivado y seguía deseándola a pesar que hubiera desaparecido. Se encerró en su casa completamente triste intentando contactarla, dio aviso a la policía pero por ninguna parte aparecía Celeste Tyler y todos le decía que ella, con sus tendencias a viajar, seguro se había ido del país. Quería qued
Bianca decidió salir a visitar a su padre en las terapias. Él parecía bastante bien y como le había dicho la señora Carmenza, gracias a sus esfuerzos y a su determinación, es que su padre iba a morir de viejo. —Me alegra tanto verte mejor. -le sonrió y le acarició la mano. —Mejor háblame. Te ves muy bonita, mi niña. ¿Es cierto esa noticia de tu embarazo?Bianca asintió. Se notaba en su vientre, estaba apenas hinchado de tres meses, pero había un brillo delator en su mirada. —Sí, estoy esperando un bebé. Serás abuelo. —No habrás hecho esto por el dinero ¿Verdad? El dinero de los Giordano. Negó, no era del todo mentira. Lo había hecho por su padre, para obtener los recursos necesarios para poderlo ayudar. No podía decírselo. Sabía que él no estaría de acuerdo con que usara a su hijo como moneda de cambio. —Creo que me enamoré de Nathaniel. Pero cuando él se entere de esto seguro me odiará. Él no quiere hijos. —Tal vez el joven cambie de opinión ¿No crees? Después de todo, si estuvo
Bianca comenzaba a sentirse mareada, se sentó de pronto para no desmayarse. Estaba segura de que cuando Nathaniel la descubriera iba a mostrarse furioso, incluso agresivo, esperaba que luego de enfrentarla la echara a patadas o incluso la obligara a abortar. Seguro hacerla desaparecer para no saber más nada de ella o del bebé. Cualquier cosa, pero ahí seguía. No la dejaría marchar. Quería quedarse con el bebé y ella no podía permitirlo por mucho que le gustara la idea. Si su hijo no llevaba el apellido de Carmenza, ella podía pensar que estaba incumpliendo su contrato y si sacaba a su padre del seguro, la clínica y su tratamiento podría morir. Sintió pánico, pero a la vez, al ver la determinación de Nathaniel tuvo una sensación de alivio al saber que si ella faltaba, él pelearía por ese bebé. Nathaniel se acercó y se sentó a su lado y al sentir su perfume no pudo pensar con claridad. Quería decir algo pero sus palabras quedaron atrapadas en su garganta. Se alejó de inmediato tras l
A pesar de todos los esfuerzos de Nathaniel por mantenerla alejada de Carmenza, Bianca pronto se dio cuenta que su supuesta suegra era una rival digna, pues había ido con sus guardaespaldas a llevársela justo en el aeropuerto. Se sentía como una valija a la cuál arrastraban de un lado a otro. —¿Creíste que podrías largarte con el futuro de mi familia en tu vientre? -dijo Carmenza mientras encendía un cigarillo en la limusina y comenzaba a fumar. Bianca tosió y negó. —¿Puede apagar eso, por favor? Estoy embarazada, no debería fumar cerca de mí, puede hacerle daño al futuro de su familia. -dijo valiéndose de esa excusa para que su suegra dejara aquel cigarrillo. Funcionó pues de inmediato lo apagó en un cenicero y sonrió. —¿Cómo me encontró?—Yo sé siempre dónde estás. —¿Y sabía que Nathaniel estaba en Roma?—Evidentemente. —¿No le pareció provechoso decirme? Él me odia. —¿Y por qué te interesa tanto? Yo no tengo porque explicarte nada. No olvides cuál es tu lugar, andrajosa. Pagué
Al tercer día se dio cuenta de que estaba en una villa. Nunca había estado en aquel lugar, pero era muy pacífico. Tenía cosas en contra pero era experta en ver las cosas positivas y mantenerse totalmente cuerda. Si bien no había señal o cómo comunicarse, estaba sin la constante vista de víbora de Carmenza Giordano vigilando todos sus movimientos y actividades. No saber nada de su padre era algo en contra, pero el haber huído de la ira de Nathaniel seguro que era algo a favor. Aún así, no eran vacaciones, sino un encierro. Se llevó la mano al vientre y cerró los ojos al tiempo que se decía que saldría de aquello. —Al fin y al cabo, todo es una consecuencia de mis actos. Tengo que aprender a sobrellevarlo. No creo que nos busquen, mi cielo. Pero haremos lo posible por salir adelante, tú y yo. Decidió sentarse en el jardín central de la villa y tomar un poco el sol. En cuanto se acurrucó en una tumbona no pudo evitar llorar. Estaba siempre con las hormonas y los sentimientos a flor de