5 años antesBianca siempre había tenido sueños y en ninguno de esos sueños y anhelos de su juventud estaba vestirse de novia, sin embargo, estaba pasando. Estaba ahí parada en medio de un salón con su vestido blanco y su velo de encaje. El bouquet de rosas en sus manos temblorosas y su falta de emoción en la cara. Trataba de ver a los invitados a aquella de farsa, pero sus caras no quedaban grabadas. Si los veía con atención, aún así solo veía manchas borrosas de personas que no conocía.Y si era honesta consigo misma, ni siquiera pertenecía a aquel lugar, pues ella solo era una chica más del montón. Y si las cosas hubieran sido diferentes para su vida, jamás se habría casado con él porque sus mundos jamás se hubieran cruzado.Y es que ella, Bianca Rizzo solo era una criada. Una chica pobre que venía de una familia humilde, tenía deseos de superarse a sí misma, ir a la universidad, estudiar una carrera y ser profesional para que su padre, quien era el único que quedaba, tuviera una me
ActualidadNo debía estar ahí.Luego de cinco años era lo último que quería hacer, pero al parecer todas sus acciones se dominaban por el marido que tenía y que no quería. Bianca nunca pensó que dejaría Roma para ir a Nueva York, una de las ciudades más grandes, novedosas y populares del mundo, solo para llevar a cabo el plan más estúpido y desesperado que jamás se le hubiera ocurrido.Y realmente no se le había ocurrido a ella, pero situaciones extremas requerían medidas desesperadas y ella había aceptado los términos y condiciones de aquel contrato. Su parte moral y subconsciente le decía que aquello era una mentira, que no era lo correcto, que regresara a casa y siguiera con su vida, pero otra parte de ella le decía que estaba bien, que a fin de cuentas solo era otra actuación más y seguro que saldría bien. Nadie debía enterarse quien era ella.Y tampoco lucía como ella misma. Había cambiado demasiado preparándose para ese momento tan crucial en su vida. —El fin justifica los medios
Tenía que recordarse una y otra vez por quien estaba ahí, para quien hacía todo aquello. Debía ceñirse al plan y al contrato que había firmado, pues, aunque no estaba ahí, podía sentir la mirada de Carmenza Giordano en su nuca. Después de todo la noche no era una noche pérdida. Bianca volvió a una mesa vacía manteniendo siempre la mirada hacía donde estaba Nathaniel. Se estaba haciendo un nudo en el estómago pues ella a duras penas sabía lo que era coquetear y seducir a un hombre. Jamás había tenido mayores oportunidades de hacerlo y aquella era la primera vez, y aunque practicó un par de veces antes de ir a aquella fiesta, por dentro no se sentía tan segura y temblaba igual que una hoja. Sacó un espejo de polvo de su bolso de mano y revisó su maquillaje y su cabello, y ahora que lo pensaba había ido bastante sencilla a diferencia de las otras mujeres de aquel salón. Tenía un vestido negro ajustado que dejaba una abertura en su pierna, con una sola manga. El cabello apenas tenía un
A pesar de que sentía que aquella mujer en sus brazos le estaba mintiendo de forma descarada y que había algo en ella que no encajaba del todo porque él mismo había borrado gran parte de la presencia de Bianca de su vida, no podía dejar de ver a Celeste en frente de él. Le sonrió y le acarició el mentón acercándola más para besarla, pero ella echó la cara a un lado cuando él lo intentó. —Pensé que pensábamos lo mismo.Ella solo se zafó de su abrazo y le sonrió. No valía la pena todo —Me tengo que ir, señor Valenti. Un placer haberlo conocido, pero usted es un peligro para las mujeres como yo. -Se alejó y caminó hasta la salida intentado respirar normal. Comenzaba a odiar más a ese hombre, era arrogante, despiadado y no cedía ante el más básico sentido común. Podía no casarse de nuevo y haberle dado la libertad, aunque ¿Serviría? Su papá había firmado un prenupcial cuando ella era una menor y no tenía potestad en su propia vida. —Aunque sería libre. -dijo al encontrarse en la calle. El
Bianca trató de dejar de sentirse mal por haber huído de la casa de Nathaniel. Aquello no era correcto ni por todo el dinero del mundo. Mentir no se le daba demasiado bien. Se quedó encerrada una semana entera pensando que podría hacer, y ya que la comida se estaba acabando necesitaba ir a hacer mercado.Salió cubierta con un chandal de manera que no fuera reconocida por nadie y usó el metro para tener menos oportunidades de toparse con alguien de la clase alta. Mientras volvía a su casa con algunas bosas de compras que había pagado con sus ahorros que disminuían cada vez más deprisa intentaba buscar una solución a su problema. —Tal vez pueda abrir una floristería. –“No, para eso necesitas dinero y tiempo. Y no tienes ninguna”. Se recordó muy amablemente. —No estoy calificada para hacer nada. Podría ser mesera ahorrar cada centavo y ampliar el seguro médico de papá.“Eso requiere meses… y no dispone de mucho tiempo”.Trató de controlar el pánico. Tenía que pensar positivo. Era joven,
No protestó, se fue con él de inmediato. Cualquiera diría que era débil por ceder a Nathaniel Giordano. — “Valenti”, se recordó. —pero lo cierto es que estaba necesitando una inmensa fuerza de voluntad para no decir toda la verdad y rendirse. La cárcel era preferible a ser la marioneta de Carmenza Giordano. Pero era la vida de su padre la que estaba en juego. Tenía que soportarlo, así que iba casi a rastras al auto de Nathaniel y luego de subir, él lo hizo sentándose al lado de ella. —Llevanos a Central Park. —¿No deberías estar trabajando?—Soy el jefe de mi propia compañía y dueño de varios clubs, puedo prescindir de trabajar y dejar a alguien a cargo. Bianca asintió y suspiró. La camisa que tenía seguía mojada por el champagne así que trató de airearla para que se secara. —Se arruinará por completo. —Te compraré cientos de camisas si accedes a quedarte conmigo esta noche. —¿Y acaso no vamos a Central Park?—Pensé que te apetecía pasear. No soy un tipo tan malo y autoritario, C
Antes de que pudiera arrepentirse la llevó a su pent-house. Desde ahí arriba parecía estar bañado con la luz del sol y se veía toda la ciudad. Bianca se obligó a disfrutar de las vistas y sonrió. —Es un sitio precioso. Me encanta la vista de este lugar. Él se puso a su lado y ella comenzó a sentir algo de pánico. La miró de reojo y sonrió igual. —A mi también me gusta la vista. Sé lo hermosa que es y lo afortunado que soy de tenerla. -Ella no sabía si hablaba de las vistas de Nueva York o de ella, así que solo se quedó en silencio. —¿No dirás nada?Él se apoyó en el cristal y ella lo observó. La miraba como si la estuviera evaluando y la hizo sentirse expuesta. —¿Por qué me miras?—Porque te deseo. -Sabía que aquel día iba bastante sencilla. Maquillaje ligero y con el cabello suelto y despeinado seguro volvía a parecer la chica de los dieciocho años que había casado con él. Sentía que si la seguía observando se daría cuenta que no era Celeste, que era una mentira. —¿Por qué me desea
5 AÑOS ATRÁSEl día de su boda había sido un desastre. Odiaba las mentiras y las manipulaciones, y Bianca Rizzo era la más grande de las manipulaciones de su “familia”. Aquella rubia de ojos azules parecía una muñeca, era joven, tenía dieciocho años y lucía como un ángel. La había conocido una semana antes de la ceremonia cuando se enteró de varias cosas teniendo solo veintiún años. Primero, su madre, no era su madre. Carmenza Giordano era su tía, pero no su madre. Supo que la mujer que lo trajo al mundo era Sofía Valenti, se había casado con un jardinero de la casa a escondidas de sus padres. —¿Por qué me lo cuenta ahora?—Supongo que era propio que lo supieras. Para que conozcas tu lugar. -dijo su tía mientras lo miraba. —Tu mamá deshonró a la familia, se fugó con un vulgar hombre. Te tuvieron a ti, y ahora eres parte de la familia. —Mi apellido entonces es Valenti ¿Cómo se llamaba mi padre? Si no es Ignazio ¿Quién es?—No importa. Dejó a mi hermana y se fue, los dejó. Tu mamá muri