Bianca comenzaba a sentirse mareada, se sentó de pronto para no desmayarse. Estaba segura de que cuando Nathaniel la descubriera iba a mostrarse furioso, incluso agresivo, esperaba que luego de enfrentarla la echara a patadas o incluso la obligara a abortar. Seguro hacerla desaparecer para no saber más nada de ella o del bebé. Cualquier cosa, pero ahí seguía. No la dejaría marchar. Quería quedarse con el bebé y ella no podía permitirlo por mucho que le gustara la idea. Si su hijo no llevaba el apellido de Carmenza, ella podía pensar que estaba incumpliendo su contrato y si sacaba a su padre del seguro, la clínica y su tratamiento podría morir. Sintió pánico, pero a la vez, al ver la determinación de Nathaniel tuvo una sensación de alivio al saber que si ella faltaba, él pelearía por ese bebé. Nathaniel se acercó y se sentó a su lado y al sentir su perfume no pudo pensar con claridad. Quería decir algo pero sus palabras quedaron atrapadas en su garganta. Se alejó de inmediato tras l
A pesar de todos los esfuerzos de Nathaniel por mantenerla alejada de Carmenza, Bianca pronto se dio cuenta que su supuesta suegra era una rival digna, pues había ido con sus guardaespaldas a llevársela justo en el aeropuerto. Se sentía como una valija a la cuál arrastraban de un lado a otro. —¿Creíste que podrías largarte con el futuro de mi familia en tu vientre? -dijo Carmenza mientras encendía un cigarillo en la limusina y comenzaba a fumar. Bianca tosió y negó. —¿Puede apagar eso, por favor? Estoy embarazada, no debería fumar cerca de mí, puede hacerle daño al futuro de su familia. -dijo valiéndose de esa excusa para que su suegra dejara aquel cigarrillo. Funcionó pues de inmediato lo apagó en un cenicero y sonrió. —¿Cómo me encontró?—Yo sé siempre dónde estás. —¿Y sabía que Nathaniel estaba en Roma?—Evidentemente. —¿No le pareció provechoso decirme? Él me odia. —¿Y por qué te interesa tanto? Yo no tengo porque explicarte nada. No olvides cuál es tu lugar, andrajosa. Pagué
Al tercer día se dio cuenta de que estaba en una villa. Nunca había estado en aquel lugar, pero era muy pacífico. Tenía cosas en contra pero era experta en ver las cosas positivas y mantenerse totalmente cuerda. Si bien no había señal o cómo comunicarse, estaba sin la constante vista de víbora de Carmenza Giordano vigilando todos sus movimientos y actividades. No saber nada de su padre era algo en contra, pero el haber huído de la ira de Nathaniel seguro que era algo a favor. Aún así, no eran vacaciones, sino un encierro. Se llevó la mano al vientre y cerró los ojos al tiempo que se decía que saldría de aquello. —Al fin y al cabo, todo es una consecuencia de mis actos. Tengo que aprender a sobrellevarlo. No creo que nos busquen, mi cielo. Pero haremos lo posible por salir adelante, tú y yo. Decidió sentarse en el jardín central de la villa y tomar un poco el sol. En cuanto se acurrucó en una tumbona no pudo evitar llorar. Estaba siempre con las hormonas y los sentimientos a flor de
A Carmenza Giordano no le gustaba perder, así que siempre trabajó en pro de tenerlo todo. Los Giordano eran una familia poderosa y habían dominado el mercado de tecnología en Italia gracias a su empresa “Gamma”, y casi toda la fortuna se repartía de forma equitativa, a excepción de un porcentaje bastante considerable y más de la mitad de las acciones de la empresa al primer hijo varón que continuara el apellido y el legado. Fue una decepción para Piero Giordano y su esposa, Jocelyn, cuando tuvieron dos hijas. Sofía y Carmenza. Debido a complicaciones Jocelyn no pudo tener más bebés, y tras la muerte de Piero, el legado quedó pendiendo de un hilo, aunque, lo resolvieron cuando Jocelyn concertó matrimonios para las dos chicas y conseguir que sus esposos adoptaran los apellidos para conservar la fortuna familiar. Sin embargo, Sofía se enamoró y no de su futuro esposo. En el día de su boda con Adrik Carmichael, un empresario inglés, todo el mundo creyó que ella había sufrido una cris
Carmenza comenzó a reír y suspiró. —Pudimos ahorrarnos esto. Yo era tu madre. Pero dejaste de lado nuestro apellido, nuestro legado solo para honrar el nombre de un hombre que fue una escoria, una mancha en nuestra familia. —Mi madre era Sofía, su apellido al casarse fue Valenti. Por lo tanto, yo soy un Valenti. Y quiero que te alejes de mi esposa. —Pero ella tiene el apellido Giordano ¿Recuerdas?Lo sabía, no había cambiado el nombre de Bianca pues no quería involucrarse con ella. Pero se estaba involucrando porque se preocupaba y tenía sentimientos vívidos por aquella mentirosa que justificó sus acciones por un fin noble. —Lo diré una sola vez, aléjate de mi esposa. —Pero no es tu esposa. Se casó con Nathaniel Giordano, no Nathaniel Valenti. Así que en cuestiones legales, tu nombre no es el mismo de antes, por lo tanto, no te pertenece de ninguna forma. Nathaniel salió enojado de aquella oficina, tendría que mantener alejada a Bianca de todo los medios en dónde Carmenza pudiera
La estuvo protegiendo todo el tiempo. Bianca no dejaba de pensar que era por el bebé, no por ella. Estaba bien cubierta con la mascarilla, el chaleco de seguridad, guantes e incluso los lentes. Nath la tenía sujeta de la cintura mientras caminaban por la zona de la fábrica y a ella le gustaba sentir su toque. No era para nada el hombre que había pensado que sería cuando supiera de su embarazo. Al no soportarlo se soltó de sus brazos y dejó de fantasear con la posibilidad de que ambos pudieran estar juntos. Él no volvería a abrazarla y menos a besarla, no como en Nueva York. Continuaron su recorrido, y Bianca encontró que le gustaba mucho el trabajo de Nathaniel y como era tan buen jefe con sus empleados. Eran respetuosos con él, lo saludaban con una deferencia digna de un político, pero había algo más… Lealtad. Se quedó rezagada y la dejaron sentarse. Veía todo con temerosa fascinación. Nathaniel habló con un capataz mientras otro empleado esperaba al lado de ella. —Su esposo
Después de comer se fueron a la habitación y Nathaniel dejó que Bianca fuera primero a usar la ducha, tras ponerse cómoda con una pijama se metió directo a la cama y se acostó cubriéndose hasta el pecho con las sábanas. Sonrió al sentir el perfume de Nathaniel en las cobijas y las olió sintiéndose culpable de haberle mentido. Se acostó de lado, y se acurrucó. Escuchó a su marido cantar en el baño y como estaba tan cansada terminó por quedarse dormida. Al salir él solo la miró y sonrió. Se puso unos boxers tras secarse el cuerpo y el cabello y se metió a la cama con ella. Se sentía bien tener a Bianca al lado, aunque algo le preocupaba. Carmenza podría meterla presa por incumplimiento del contrato, y a su vez, quitarle a su bebé. —¿Por qué justo tú? -No entendía porque se terminaba enamorando y sintiendo deseo por la única mujer que lo había engañado para sacarle provecho a una situación. Entendía los porqués. No podía tacharla de egoísta. Todo lo había hecho por necesidad. La verda
Carmenza no quería darse tan fácil por vencida. Para su visión, era imposible perder todo el dinero de la familia Giordano solo porque Bianca ahora no quería cooperar. Lo último que había sabido de ella es que su inversión se había ido con su esposo. Y cuando fue a cancelar el tratamiento del padre de ella, en el hospital se encontró con la noticia que su sobrino, Nathaniel, estaba pagando todo. —Debe haber un error. -dijo Carmenza viendo las facturas. —ese hombre estaba bajo mi seguro médico, siendo pagado por mi dinero ¿Cómo permitieron que esto pasara?La enfermera que atendía a la mujer y tenía la información estaba completamente absorta, llena de miedo al ver a Carmenza caminar de un lado a otro tan fuera de sí. —El señor Nathaniel Valenti expresó que su suegro estaba en su seguro y trajo todos los papeles en regla para hacer el cambio. -dijo mostrándole las carpetas que Carmenza revisó una a una. —Pensé que…Carmenza le lanzó encima a la pobre enfermera los papeles y se pasó las