Queridos lectores. Recién retomo la historia, había estado en finales de semestre en la universidad, pero YA LIBRE. ¿Listos para actualizaciones diarias?
Después de comer se fueron a la habitación y Nathaniel dejó que Bianca fuera primero a usar la ducha, tras ponerse cómoda con una pijama se metió directo a la cama y se acostó cubriéndose hasta el pecho con las sábanas. Sonrió al sentir el perfume de Nathaniel en las cobijas y las olió sintiéndose culpable de haberle mentido. Se acostó de lado, y se acurrucó. Escuchó a su marido cantar en el baño y como estaba tan cansada terminó por quedarse dormida. Al salir él solo la miró y sonrió. Se puso unos boxers tras secarse el cuerpo y el cabello y se metió a la cama con ella. Se sentía bien tener a Bianca al lado, aunque algo le preocupaba. Carmenza podría meterla presa por incumplimiento del contrato, y a su vez, quitarle a su bebé. —¿Por qué justo tú? -No entendía porque se terminaba enamorando y sintiendo deseo por la única mujer que lo había engañado para sacarle provecho a una situación. Entendía los porqués. No podía tacharla de egoísta. Todo lo había hecho por necesidad. La verda
Carmenza no quería darse tan fácil por vencida. Para su visión, era imposible perder todo el dinero de la familia Giordano solo porque Bianca ahora no quería cooperar. Lo último que había sabido de ella es que su inversión se había ido con su esposo. Y cuando fue a cancelar el tratamiento del padre de ella, en el hospital se encontró con la noticia que su sobrino, Nathaniel, estaba pagando todo. —Debe haber un error. -dijo Carmenza viendo las facturas. —ese hombre estaba bajo mi seguro médico, siendo pagado por mi dinero ¿Cómo permitieron que esto pasara?La enfermera que atendía a la mujer y tenía la información estaba completamente absorta, llena de miedo al ver a Carmenza caminar de un lado a otro tan fuera de sí. —El señor Nathaniel Valenti expresó que su suegro estaba en su seguro y trajo todos los papeles en regla para hacer el cambio. -dijo mostrándole las carpetas que Carmenza revisó una a una. —Pensé que…Carmenza le lanzó encima a la pobre enfermera los papeles y se pasó las
Bianca no quería pasar otro momento más en Italia, y es que aunque sabía que era inevitable, Carmenza siempre la tenía en vilo absoluto. La mujer aparecía con sus mensajes acosadores porque sabía exactamente donde estaba. En su última consulta médica por el bebé, al no ser acompañada por su marido, estando sola en el consultorio, aquella mujer apareció. Ella estaba sentada en la sala de espera cuando la vio entrar y se sobresaltó al verla. Carmenza sonrió y fue a sentarse justo a su lado. —Vaya, vaya, querida. Tu embarazo avanza perfectamente ¿No es así? -Bianca tragó saliva y Carmenza sacó de su bolso una carta. —Tengo algo para ti. Vamos, ábrelo. -Bianca tomó el sobre y lo abrió con las manos temblorosas. Al ver la nota sintió como el aliento le dejaba el cuerpo. —¿Reconoces eso?—¿Qué quiere de mí? -Preguntó. —Sé que firmé esos papeles pero cometí un error. Así que por favor déjeme en paz. Carmenza sonrió y vio como le temblaban las manos con las hojas en las mismas. —No puedo, as
Aidan Trathen era un experto en venderse al mejor postor. Tenía sus tratos con Paulo De Niro y la familia Giordano en secreto para el sobrino de Carmenza, Nathaniel Valenti, con quien también tenía sus negocios no averiguara jamás que pasaba. Y estaba disfrutando el hecho de tener dos llamadas pues ambas familias se estuvieran enfrentando y todo por culpa de una mujer. Bianca, la esposa de Nathaniel, o más bien, su trofeo. Sabía de aquella mujer que había pasado a formar parte de la familia debido a un chantaje del padre de ella. Sabía que Carmenza Giordano y su marido eran tíos de Nathaniel y por años decidieron criar al muchacho como si fuera suyo ya que querían el dinero de la familia, algo que no les pertenecía, aunque, por el lado de Nathaniel, él no quería nada de lo que le ofrecía su familia. Y ahí era donde entraba Bianca. La mujer había quedado en manos de Carmenza, la herencia indicaba que solo un hijo Giordano podía reclamar todo el patrimonio familiar pero Nathaniel se
Ella había entrado no solo a su habitación, sino que con la manera en que lo miraba Bianca, Nathaniel abrió sin remedio la puerta de su corazón y eso lo asustaba demasiado.Ahora ella dormía y él estaba mirando el techo, volver a tener a Bianca había sido impactante. Como si fuera su primera vez…Pero la primera vez con Bianca era una mentira, pues ella era Celeste. Se vio las palmas de las manos temblando y sentía el corazón acelerado en el pecho, demasiado acelerado. Miró a su lado a Bianca recordando lo que había sucedido apenas una hora atrás y que parecía salido de un sueño.Bianca había entrado y luego de besarlo, se separó de él bajándose la cremallera, sin embargo, la detuvo. —No. No. Eso quiero hacerlo yo. -La cara de pánico que había tenido creyendo que iba a echarla se le fue al instante. Se levantó y se acercó a ella dándole de nuevo un beso. —Tú, desnúdame a mí. —¿Estás seguro?—Sí. Muy seguro. Ella le había quitado el chaleco con lentitud dejándolo caer en el suelo y
Despertó primero que ella. La luz que entraba por la ventana le hizo saber que ya era de día y el reloj de la pared le daba justo la hora.Nueve de la mañana.Bianca estaba acurrucada en su cama, cobijada con sus sábanas y con el cabello suelto encima de sus almohadas. Respecto al honor había cometido un grave error, pero hablando desde el deseo, le encantaba que ella estuviera ahí. Respecto a lo que sentía, no sabía que había ahí. Meditó toda la noche si estaba enamorado o no, ¿Irónico? Muchísimo. Él, quien nunca se enamoraba ni dejaba que los sentimientos dominaran su vida… Miró a Bianca y la abrazó más y la acarició tiernamente sabiendo que ese momento era único y no se repetiría. La vio removerse y abrir los ojos lentamente, y después de un bostezo darle una sonrisa. —Hola. —Hola. –Le contestó sintiéndose ligero. Más que en toda su vida. Le dió un beso en la frente a Bianca y la vio sonreír. —¿Cómo te sientes? ¿Estás bien? Anoche fui algo rudo. —¿Rudo? –Preguntó curiosa mientra
Bianca no cedió y Nathaniel, por quererlo controlar todo y salirse con la suya, decidió acompañarla a Nueva York. Apenas llegaron al apartamento de Nathaniel, Bianca lo miró con cierto orgullo y recelo. —¿Vas a devolverte a Italia?—Sí. Eso haré y tú te quedas aquí. -miró su reloj y luego a su esposa. —Eso no está en discusión, en cuanto resuelva este tema nos divorciaremos, no antes. Bianca quería forzarlo a quedarse, pero sabía que no lo convencería en absoluto. Sin embargo no quería ceder en ello, quería poder hacerse cargo de su vida. —Si es el fin de este matrimonio porque le tienes tanto miedo a enamorarte que prefieres alejarte ¿Por qué no hacerlo ahora? Ya lo estaba sacando de quicio, en un arrebato de ira mezclado con deseo la acorraló contra la pared y terminó por besarla haciéndola rendirse con su poder. Le encantó ver como ella cedía, en cierta manera, no quería dejarla, pero le había hecho tanto daño que no sabía como podía quedarse. —Me tengo que ir. -La apartó al dars
Jamás había pensado que terminaría haciendo esa clase de tratos solo para mantener unida a su familia y separar a Nathaniel y a su bebé de la mujer que tanto daño les había causado. Su marido podía odiarla después por entrometerse en aquella pelea, pero a su punto de vista, no podía quedarse a un lado, ella había entrado por su misma desesperación y no podía esperar que alguien más luchara por ella. Había decidido hacer lo necesario. Nathaniel la había vuelto a dejar sola pero no era la misma niña indefensa del pasado. Lucharía por su hijo, su futuro y su vida, lo intentaría una última vez con su esposo, y si no resultaba, pues no iba a rogar por migajas de amor. La casa donde estaba parecía tan vacía, pero pronto la llenaría, su hijo bastaría para ser feliz. Se arregló y caminó hasta el salón esperando que volviera Aidan ya que vivía con ella, pero era cuestión de tiempo para que se fuera y ella fuera la señora y reina de aquel dominio. Ya llevaban una semana y media con aquel a