Despertó primero que ella. La luz que entraba por la ventana le hizo saber que ya era de día y el reloj de la pared le daba justo la hora.Nueve de la mañana.Bianca estaba acurrucada en su cama, cobijada con sus sábanas y con el cabello suelto encima de sus almohadas. Respecto al honor había cometido un grave error, pero hablando desde el deseo, le encantaba que ella estuviera ahí. Respecto a lo que sentía, no sabía que había ahí. Meditó toda la noche si estaba enamorado o no, ¿Irónico? Muchísimo. Él, quien nunca se enamoraba ni dejaba que los sentimientos dominaran su vida… Miró a Bianca y la abrazó más y la acarició tiernamente sabiendo que ese momento era único y no se repetiría. La vio removerse y abrir los ojos lentamente, y después de un bostezo darle una sonrisa. —Hola. —Hola. –Le contestó sintiéndose ligero. Más que en toda su vida. Le dió un beso en la frente a Bianca y la vio sonreír. —¿Cómo te sientes? ¿Estás bien? Anoche fui algo rudo. —¿Rudo? –Preguntó curiosa mientra
Bianca no cedió y Nathaniel, por quererlo controlar todo y salirse con la suya, decidió acompañarla a Nueva York. Apenas llegaron al apartamento de Nathaniel, Bianca lo miró con cierto orgullo y recelo. —¿Vas a devolverte a Italia?—Sí. Eso haré y tú te quedas aquí. -miró su reloj y luego a su esposa. —Eso no está en discusión, en cuanto resuelva este tema nos divorciaremos, no antes. Bianca quería forzarlo a quedarse, pero sabía que no lo convencería en absoluto. Sin embargo no quería ceder en ello, quería poder hacerse cargo de su vida. —Si es el fin de este matrimonio porque le tienes tanto miedo a enamorarte que prefieres alejarte ¿Por qué no hacerlo ahora? Ya lo estaba sacando de quicio, en un arrebato de ira mezclado con deseo la acorraló contra la pared y terminó por besarla haciéndola rendirse con su poder. Le encantó ver como ella cedía, en cierta manera, no quería dejarla, pero le había hecho tanto daño que no sabía como podía quedarse. —Me tengo que ir. -La apartó al dars
Jamás había pensado que terminaría haciendo esa clase de tratos solo para mantener unida a su familia y separar a Nathaniel y a su bebé de la mujer que tanto daño les había causado. Su marido podía odiarla después por entrometerse en aquella pelea, pero a su punto de vista, no podía quedarse a un lado, ella había entrado por su misma desesperación y no podía esperar que alguien más luchara por ella. Había decidido hacer lo necesario. Nathaniel la había vuelto a dejar sola pero no era la misma niña indefensa del pasado. Lucharía por su hijo, su futuro y su vida, lo intentaría una última vez con su esposo, y si no resultaba, pues no iba a rogar por migajas de amor. La casa donde estaba parecía tan vacía, pero pronto la llenaría, su hijo bastaría para ser feliz. Se arregló y caminó hasta el salón esperando que volviera Aidan ya que vivía con ella, pero era cuestión de tiempo para que se fuera y ella fuera la señora y reina de aquel dominio. Ya llevaban una semana y media con aquel a
Lo mandó a llamar y preparó toda su oficina para ser aún más intimidante para cuando llegara su tío Ignazio. Aquel hombre sabía la verdad sobre Carmenza y Nathaniel necesitaba saberlo todo, que fuera testigo en su plan para poder dejar a su tía fuera del juego. Se sentó en su silla presidencial y posó las manos sobre la mesa de cristal y se sirvió un vaso de whisky y dio un trago mientras esperaba. Al ver como su asistente abría la puerta sonrió y dejó la copa a un lado. —Pensé que me odiabas. -dijo el hombre antes de que Nathaniel dijera a su asistente que cerrara la puerta con una seña de su mano dejándolos solos. —Debes estar muy confiado o muy desesperado para que yo esté aquí, para que me hayas llamado. Nathaniel vio a aquel hombre, cómplice de su tía, y solo sintió lástima. Era una marioneta que solo seguía órdenes, jamás había sido un hombre de verdad que pensara por su cuenta. —Deberías sentarte. -dijo señalándole la silla al frente de su escritorio. Vio que seguía de pie y s
Con cada pieza en su lugar y con la guerra por la herencia a punto de comenzar, Nathaniel creyó que era el momento perfecto para dar su golpe. Sabía que los De Niro se habían unido a su tía y eran sus aliados, y ella usaría a su ex novia para que la herencia quedara de su lado, aunque aún no sabía cómo haría tal cosa. Charlotte era buena, alguna vez llegó a quererla, pero las circunstancias lo alejaron. Sabía que, si presionaba lo suficiente, la chica estaría de su lado. Fue su siguiente cita después de hacer un trato con su tío. Era mejor tenerlo como su peón y no como soldado del lado de Carmenza. Se acomodó en su silla luego de quitarse su saco y quitarse su corbata y se subió las mangas mientras esperaba a Charlotte. En cuanto la vio llegar sintió como su corazón se aceleraba, estaba igual que como la recordaba. —No sabes lo raro que es verte ahí. -dijo ella con sus labios pintados de rojo. —sentado como el CEO, el presidente de tu propia compañía. Te ves bien, Nath. —Charlotte.
Seguía el abogado. Desde que descubrió que Aidan jugaba a dos bandos sabía que era cuestión de tiempo para que lo traicionara. Quería Gamma, la empresa. Bianca se la había ofrecido a cambio de sus servicios para que ella pudiera conservar a su hijo y a él mismo. Sabía que los actos de su esposa eran los de una mujer desesperada y enamorada, y aunque él sentía que no se merecía ese amor de parte de ella porque más de una vez se portó como un auténtico imbécil, era mejor deshacerse del abogado para que no la perjudicara a futuro y él, protegerla por sobre todas las cosas. Así que luego de sus dos reuniones del día volvió a casa y, aunque tenía intenciones de echarlo pensó que era mejor hacerle creer que todo iba bien. Vio a Bianca una vez entró en la casa, acurrucada en el sofá con las mantas viendo una película mientras comía palomitas. Se acercó y se sentó a su lado viendo que ella comenzaba a mirarlo. —¿Está todo bien? -preguntó ella un tanto curiosa. Al ver que no hacía nada le
Aidan no se tomó bien la despedida de Nathaniel, que él lo echara le parecía inaceptable y más cuando había hecho un trato con Bianca para tener la empresa Gamma y el dinero, pero ahora Nathaniel había echado a perder sus planes. Salió hecho una furia, golpeando la puerta y maldiciendo a Nathaniel por arruinar sus planes. —Maldito seas, ¡Te voy a arruinar! -Y aunque Nathaniel lo escuchó no hizo caso porque tenía que hablar con su esposa. La había visto espiarle por el espejo de la sala, justo en el pasillo viendo la conversación que tenía con aquella víbora. Fue directo al estudio y la vio en el mueble frente a su escritorio. Se acercó sigilosamente y le puso las manos en los hombros. —¿Por ella quieres dejarme? Charlotte De Niro ¿La amas? -Bianca preguntó al sentir las manos de Nathaniel en sus hombros. No se iría con rodeos. Si él decía que sí, una vez estuviera a salvo lo dejaría en libertad. Sabía que el amor no podía forzarse. —Solo dime, por eso insististe en el divorcio ¿Cier
—Él piensa hundirte, Carmenza. -dijo Aidan tras ir con la tía de Nathaniel. Su rechazo le sabía amargo y quería vengarse de él. Bianca le había prometido Gamma y sabía que ahora no lo tendría porque él haría hasta lo imposible para quitárselo, y legalmente, el hijo de Nathaniel, aquel bebé que su mujer llevaba en el vientre, que aunque fuera concebido con mentiras no era ningún bastardo, era el heredero legítimo y por lo tanto quien mantenía el poder absoluto era aquella mujer trofeo. Carmenza vio la cara de enojo de Aidan y encendió un cigarrillo para fumarlo. —Tu sobrino no se anda con juegos, va a arriesgarlo todo por esa m*****a mujer. Tienes que escucharme, Carmenza. Si quieres conservarlo todo tienes que…Carmenza lo miró y aplastó el cigarro encendido contra el cenicero. —Si quiero conservarlo todo -dijo interrumpiéndolo. —necesito a esa niña. Bianca lleva mi seguro de herencia en su vientre. Tengo que tenerla a ella, y si la tengo a ella, Nathaniel no tendrá nada en mi contra.