Diana, iba en el vehículo con el corazón palpitando con fuerza y las manos temblorosas que del susto ni siquiera le había dicho al conductor a donde quería que la llevara.
—Disculpe señor la mala educación buenas tardes por favor a la Universidad del Azuay.
—Está bien señorita.
—Váyase por donde no haya mucho tráfico, voy retrasada — pidió Diana angustiada.
—Haré lo posible —contestó el conductor.
Minutos después llegaron a la universidad, la chica canceló el servicio el ruido de sus tacones se escuchaban por los pasillos del edificio de la facultad, corría para poder llegar al aula.
Las clases ya habían empezado y el profesor de Estadística no dejaba entrar a los alumnos atrasados. Diana no tuvo más remedio que mentir y decir que había salido tarde del trabajo y en las condiciones que llegó, que parecía haber corrido una maratón el profesor le permitió ingresar. Su gran amiga Alexandra le había guardado su lugar en el aula.
—¡Diana Maldonado! —exclamó en voz baja— tú sales a las 5:00 del banco y eres la que más tarde llega a la universidad —recriminó.
—Después te cuento lo que pasó Alex, por favor déjame atender a clases —suplicó Diana, luego de cuatro horas la jornada terminó, aquella tarde no habían tenido receso, los profesores ingresaban al salón uno tras de otro.
Cuando al fin pudieron salir del aula. Diana le contó toda su travesía y el incidente con aquel hombre.
—¿Era atractivo? —cuestionó Alexandra, curiosa.
—No me fijé —respondió—. Se veía muy fino, y elegante, pero bien atrevido. —Frunció los labios—, me miraba de una forma que no me agradó.
—Esperemos no te lo vuelvas a encontrar —dijo Alexandra.
Diana asintió con la cabeza, entonces uno de sus buenos amigos se acercó.
—Hoy se inaugura un nuevo bar, vamos —propuso Eduardo.
—No vayas a decir que no —recriminó Alex a Diana.
—Está bien, acepto —contestó.
En el auto del joven llegaron al bar, aún no había mucha gente, parecía que apenas estaban abriendo.
Los cuatro ingresaron al sitio, era un lugar muy acogedor, la decoración era sutil y elegante, al fondo se mostraba la reluciente barra, y de pronto un atractivo joven de rizos y ojos castaños se acercó a ellas.
Alexandra presionó el brazo de Diana, al observar al atractivo chico, y antes de que ella pudiera decir algo, él habló:
—Buenas noches —Miró a Diana y quedó impresionado con su belleza, ladeó una sonrisa.
—Hola Luciano —dijo Eduardo—. Te presento a mis amigas: Diana y Alexandra, te hablé de ellas.
—Un placer, guapas —contestó y se acercó a ambas, besó la mejilla de Diana—, eres muy bella —susurró.
La joven no dijo nada, entonces Luciano se acercó a Alexandra y la saludó de la misma forma que a Diana, enseguida los condujo a una de las mejores mesas, y la primera ronda de cervezas, fue por cortesía de él.
«Flaca by Andrés Calamaro» colocó el Dj, entonces los jóvenes empezaron a entonar la melodía.
«Entre el no me olvides, me dejes nuestros abriles olvidados, en el fondo del placard, del cuarto de invitados, eran tiempos dorados, de un pasado mejor»
Los cuatro elevaban sus botellas de cerveza mientras movían sus cabezas de un lado a otro cantando.
Luciano no le perdía de vista a Diana, toda ella lo tenía cautivado.
Las horas pasaban entre risas y canciones, la joven Maldonado se puso de pie para ir a la barra, y solicitar cuatro cervezas más.
—Yo te acompaño —contestó Luciano y le sonrió.
—Gracias —respondió ella, y enseguida hizo el pedido, instantes después puso sobre la barra el dinero.
—Dije que hoy yo invitaba —expuso y colocó su mano sobre la de ella.
Diana frunció los labios, miró los dedos de él, y con sutileza, retiró la suya.
Observó al joven, iba enfundado con unos vaqueros oscuros, una fina camisa de cuadros que la lucía por fuera del pantalón, era alto, fornido, y por sus modales y la forma de hablar era evidente que era un chico con recursos económicos, o al menos eso aparentaba.
—Si sigues invitando a todo el mundo, vas a llevar a la ruina a tus padres —recomendó. —Guiñó un ojo y se retiró dejándolo solo en la barra.
Luciano abrió los labios, sorprendido, la aterciopelada voz de ella y la firmeza de sus palabras emularon a una suave caricia que le recorrió la piel, definitivamente esa mujer tenía un imán que lo atraía, y no la iba a dejar escapar.
Regresó de nuevo a la mesa y se sentó a su lado.
—Eres una chica muy inteligente, me gustaría tratarte más —expresó y le sonrió—. Yo tengo mi propio empleo, bueno laboro con mi padre en la empresa de mi familia —explicó.
Diana presionó sus labios, bebió un sorbo de cerveza, de pronto las notas de unas guitarras eléctricas inundaron el lugar.
Al fondo se veía a un joven de rodillas, y la cabeza inclinada, su cabello iba cubierto con un sombrero de copa.
«Y al final by Bunbury» empezaron a entonar los músicos, entonces el vocalista elevó su rostro.
Los labios de Diana se abrieron en una gran O, sus piernas temblaron, contempló al cantante: Sus rizos rubios le llegaban hasta el hombro, vestía pantalones de cuero negros, y una camiseta del mismo color, se estremeció cuando se puso de pie.
—Rodrigo Vidal —exclamó Alexandra, y divisó a su amiga—, el amor de tu vida —susurró.
Diana pellizcó el brazo de su compañera, entonces enfocó su mirada en el joven artista.
—¿Lo conoces? —indagó Luciano.
—No —respondió y los alaridos de varias chicas irrumpieron la charla, al momento que la seductora y varonil voz de él, empezó la melodía.
Rodrigo Vidal era un bohemio, no tenía necesidad de cantar en los bares, pero le fascinaba hacerlo, sobre todo porque así captaba la atención de las chicas, y esa noche no era la excepción.
Varias muchachas se apostaron al pie del escenario, coreaban la melodía y suspiraban al verlo, su imponente altura y ese físico conquistaba a cualquiera.
El joven les sonreía y se dejaba adular de sus admiradoras, de pronto su mirada se cruzó con aquellos ojos aceitunas que tanto le fascinaban, elevó una de sus cejas y luego con la cabeza la saludó.
—¡Ay Dios! —exclamó Alex apretando la mano de Diana.
El corazón de la joven Maldonado latía desbocado, y más cuando lo miró saltar del escenario.
—Y al final, te ataré con todas mis fuerzas, mis brazos serán cuerdas, al bailar este vals —canturreó al acercarse a ella.
Diana mordió sus labios, recordó el beso de la playa, y también como la dejó plantada, desde ahí no había vuelto a saber de él.
—Permite que te explique, que no tengo prisa, no importa que tengas, algo mejor que hacer —prosiguió entonando, sabía que debía hablar con ella y contarle el motivo por el cual no asistió a esa cita.
Diana giró su rostro para no mirarlo, enfocó su atención en el joven que se hallaba sentado a su lado.
—¿Te gusta el rock? —indagó.
Luciano sonrió mirando a Rodrigo, y luego se dirigió a Diana.
—Por supuesto —contestó. —¿Y a ti?
El joven Vidal inspiró profundo prosiguió cantando y coqueteando con las femeninas que se le acercaba. Diana con discreción miraba, y negaba con la cabeza.
—Es un coqueto —susurró Alexandra al oído de ella—, pero es bien guapo.
—Y muy mujeriego —añadió la joven y presionó sus parpados.
—Parece que él y tú, tuvieron algún romance —dijo Luciano.
Diana negó con la cabeza, bebió un sorbo de cerveza.
—Claro que no —aseveró—, él no es hombre para mí.
Luciano sonrió al escucharla.
—¿Y cómo te gustan? —indagó—. ¿Crees que yo cumplo con esas características?
—Vas muy rápido galán —dijo ella—, primero debes conocerme y luego veremos que pasa.
Luciano sonrió, había logrado un primer acercamiento con ella, entonces la joven se despidió de sus amigos, pero él lo hizo también y se ofreció a llevarla hasta su casa, desde esa noche empezaron a frecuentarse.
Varias semanas después.El lunes por la mañana Diana terminó de arreglar su cabello, luego revisó que su uniforme no tuviera ninguna arruga. A ella le gustaba llegar impecable al trabajo cuando se disponía a salir su madre la interceptó:—Te recuerdo, que a mí se me acabó el dinero y no tengo como pagar el asilo donde está recluida tu abuela —musitó sin ningún reparo la señora.A Diana no le sorprendió el cinismo de su madre, pero si le daba mucha ira la forma en la su mamá se refería a su progenitora, pasando la saliva con dificultad y conteniendo las ganas de portarse grosera, respiró profundo:—No te preocupes mamá, yo me haré cargo de mi abuela, no la pienso dejar desvalida —afirmó Diana, claro que eso significaba muchos sacrificios par
Al día siguiente Diana de la mano de Luciano llegaron al edificio en donde funcionaba la empresa del padre del joven. El estómago de la chica revoloteaba de los nervios.—Tranquila —dijo Luciano, y con una amable sonrisa saludó a la recepcionista. Luego le brindó un recorrido por la empresa a su enamorada.En la planta baja estaba la sala de exhibición y ventas. Varias chicas saludaban con coquetería a su novio, y él devolvía el gesto con amabilidad, en el primer piso alto estaban las oficinas de adquisiciones, contabilidad y recursos humanos. En el segundo: la gerencia.Diana miró los amplios ventanales de la sala de espera, suspiró profundo, y luego su novio golpeó la madera de la puerta.—Adelante —escuchó una varonil voz.—Vamos &mdas
New York - UsaÉpoca Actual.Rodrigo, se quitó sus lentes del sol, bajó del vehículo, subió por el ascensor hasta el décimo piso en donde funcionaba su empresa, él no tenía idea del gran revuelo de gente que se hallaban en la gerencia, molestos por la cancelación de sus citas con Diana.— ¿Rose qué sucede aquí? ¿Y toda esta gente? —indagó, observando a los clientes que se acercaban a hablar con él.—Estas personas tenían citas con la señora Diana. Pero las canceló — pronunció la joven temerosa, no podía olvidar la recomendación de su jefa a modo de amenaza: «Ni una sola palabra a mi marido sobre el incidente de esta mañana, con el hombre que ingresó a mi oficina. Si Rod
El reloj marcaba la 1:15 pm cuando la vio aparecer en su local, esta vez su mirada la recorrió por completo, desde su cabeza hasta los pies.Diana, era una de las mujeres más hermosas que había conocido. A medida que la veía avanzar podía apreciar sus largas y bien torneadas piernas, sus caderas bien pronunciadas, su estrecha cintura, su busto perfecto, sacudió su cabeza para quitarse los malos pensamientos, ella no era como las mujeres a las que acostumbraba a tratar.Rodrigo, se puso de pie y se aproximó a ella antes que otra persona lo hiciera.—Debemos hablar, pero en otro lugar —solicitó.—Muchas gracias —jadeó aliviada mirando su computador—, aquí tengo todos mis trabajos de la universidad —comentó. —¿Cuánto es? —indagó fingiendo que en ve
Diana parpadeó al sentir como por una abertura de las cortinas se filtraban los rayos del sol, sintió su garganta seca, intentó pasar la saliva, y con dificultad lo hizo, entonces entornó sus ojos y miró aquella habitación, se sobresaltó y recordó lo sucedido. Se incorporó de golpe y emitió un quejido al tocar su herida, entonces en un mullido sillón, observó unos rizos rubios que aparecían apenas, la persona que ahí dormía se había cubierto hasta el rostro.Diana se retiró las cobijas, y se dio cuenta de que ya no traía su ropa, sino una camiseta de hombre y un pantalón de calentador, intentó ponerse de pie, pero su cabeza parecía a punto de estallar.—Auh —se quejó, entonces escuchó esa voz.—¡Despertaste! —
New- York, Usa.Época actual.Diana limpió con el dorso de sus manos las gruesas lágrimas que corrieron por sus mejillas. Recordó la falta de Rodrigo, y su corazón tembló de dolor, cuan ciertas sonaban ahora los reproches de Luciano, quizás si se hubiera entregado a él esa noche, las cosas habrían sido distintas, y ella no se sentiría seca por dentro.*******Luciano, caminaba de un lado a otro como una fiera enjaulada, desesperado, ansiaba que Diana, acudiera a la cita, no perdía la esperanzas de que asistiera, y estar a solas, y poder explicarle todo lo que sucedió.Había regresado con un solo propósito: Recuperarla.Sabía que ella no era feliz en su matrimonio.—Siempre l
La semana empezó de nuevo. Diana, estaba cansada de Nadia, no la soportaba, era fin de mes y día de pagos, cuando la joven Maldonado recibió su sueldo, se extrañó porque le entregaron una cifra menor.Frunció el ceño revisando el rol de pagos una y otra vez, pensó que se trataba de un error, porque los meses anteriores ganaba más de quinientos dólares, y con el dinero que le entregaron ese mes solo le iba a alcanzar para pagar la mensualidad del asilo de su abuela.Tomó la decisión de hablar con el dueño, golpeo la puerta de la oficina.—Adelante —escuchó la muchacha, entonces ingresó.—Señor Zanetti, disculpe interrumpir, necesito conversar con usted — pronunció nerviosa, entonces él levantó su mirada siniestra hacía ella, a la joven un e
Cuenca – Ecuador (Pasado) Al día siguiente, Diana se levantó con un dolor de cabeza terrible, los ojos los tenía hinchados y rojos de tanto llorar. De todos modos, no les iba a dar el gusto de verla derrotada. Sacó fortaleza de su interior y se enfrentó a las miradas inquisidoras de su madre y padrastro. Caminó hasta el infierno, porque así consideraba desde ahora en adelante su lugar de trabajo. Cuando llegó no entendía por qué sus compañeras hablaban a sus espaldas y la miraban como si le tuvieran lástima, eso era algo que Diana, no podía permitir. Cuando se disponía a enfrentar a toda esa gente, una llamada a su celular la hizo desistir de armar un escándalo, ya no le importaba nada. La noticia que recibió Diana, era tan terrible como lo que pudo haber ocurrido la noche anterior, su abuela acababa de fallecer. La pobre muchacha sintió su m