El reloj marcaba la 1:15 pm cuando la vio aparecer en su local, esta vez su mirada la recorrió por completo, desde su cabeza hasta los pies.
Diana, era una de las mujeres más hermosas que había conocido. A medida que la veía avanzar podía apreciar sus largas y bien torneadas piernas, sus caderas bien pronunciadas, su estrecha cintura, su busto perfecto, sacudió su cabeza para quitarse los malos pensamientos, ella no era como las mujeres a las que acostumbraba a tratar.
Rodrigo, se puso de pie y se aproximó a ella antes que otra persona lo hiciera.
—Debemos hablar, pero en otro lugar —solicitó.
—Muchas gracias —jadeó aliviada mirando su computador—, aquí tengo todos mis trabajos de la universidad —comentó. —¿Cuánto es? —indagó fingiendo que en verdad había dejado el equipo para revisión.
—No es nada. —Ladeó una sonrisa, fijando el azul intenso de sus ojos en ella.
Diana enrojeció, y él la tomó del brazo y la sacó del almacén. Miró que la chica traía vestido entonces no la pudo invitar a subir a su motocicleta, por lo que enseguida entró corriendo al almacén y tomó las llaves de uno de los autos.
Mientras él salía Diana miraba por todo lado, ese día Luciano estaba de viaje por eso ella aprovechó para alertar a Rodrigo, la joven abrazó su laptop contra su pecho intentando calmar los latidos de su corazón.
El joven Vidal salió y entonces la llevó hasta el estacionamiento. Diana recelosa y sintiendo como su estómago se hacía nudos subió al auto.
—Por favor no puedes decir que fui yo la que te alertó —suplicó mientras él conducía por las amplias avenidas de la ciudad.
—No tranquila, jamás te pondría en evidencia. ¿Cómo lo supiste? —indagó.
—Yo escuché a tu novia —carraspeó—, hablando con mi jefe —prosiguió.
Rodrigo ladeó los labios, y resopló.
—Yo no tengo pareja —aseveró—. Nadia es solo una amiga.
—Es casada —reclamó Diana—, eres un descarado, no sé ni para qué te ayudo. —Gruñó.
Rodrigo esbozó una amplia sonrisa, aparcó el vehículo en un elegante restaurante, y luego se quitó las gafas del sol para mirarla a los ojos.
—Veo que tienes muy buena opinión de mi persona —expresó—, no soy tan terrible como parezco.
Diana reflejó su mirada en la de él, había algo en aquel hombre que captaba su atención, pero no sabía qué era. Quizás esa forma tan sutil de hablar, o su galanteo, tal vez su caballerosidad.
—Yo no vine a conversar de tu vida privada, lo que ocurre es grave —mencionó.
—Lo sé —dijo él y se llevó las manos a la cabeza—. No sé que hacer.
—Denúnciala —recomendó ella.
Rodrigo resopló, no podía hacerlo porque se abriría una investigación, entonces su padre se enteraría que la llevó a la empresa, y que tuvieron relaciones sexuales en la oficina, y que obviamente ese día ella sustrajo la información.
—¡Hey! —exclamó Diana.
—No puedo hacerlo —indicó y luego inclinó la cabeza.
—Te tiene amenazado —investigó ella con inocencia. Rodrigo sonrió y la observó con ternura.
—No, claro que no, solo que yo metí a esa mujer a la empresa.
Las mejillas de Diana enrojecieron, comprendió el motivo por el cual no podía hacer nada.
—Alessandro los quiere en la ruina —informó—, deberías pensar bien las cosas, por favor ¿me abres?
Rodrigo arrugó el ceño, y luego la tomó de la mano, ella se estremeció ante su roce.
—Déjame invitarte a almorzar, ayudame a pensar.
Diana asintió, entonces él como todo un caballero le abrió la puerta del auto, juntos ingresaron a un restaurante de comida del mediterráneo, el sitio era acogedor y bastante discreto.
Tomaron asiento, él le recomendó el salmón teriyaki, y ella accedió.
—Quiero agradecerte por lo que estás haciendo —expresó y colocó su mano sobre la de Diana, el corazón de ella bombeó con fuerza, cosa que no le sucedía con Luciano.
—No puedo quedarme callada ante una injusticia —respondió y con sutileza retiró su mano del agarre de él, sin embargo, esa profunda mirada del joven permanecía clavada en ella.
—No quise dejarte plantada…
—No tiene importancia —irrumpió—, está olvidado —mintió.
Mi mamá se enfermó de gravedad por eso Roberto, y yo nos regresamos de inmediato y no tuve tiempo de avisarte —explicó—, si no confías en mi palabra puedo llevarte a la clínica en dónde estuvo hospitalizada, sé que fui un pendejo, debí decirte, pero en ese momento solo pensé en la salud de ella.
Diana parpadeó, y sus piernas temblaron como gelatina.
—¿Qué le pasó a tu mamá? —indagó.
—Le dio un infarto, pero se encuentra mejor.
—Me da gusto que esté bien, gracias por la aclaración, ya no tiene importancia.
—Pero tú me evades, es como si mi presencia te molestara, y yo he pensado que de no haber sido por ese hecho quizás tú y yo...
—Nosotros nada Rodrigo, yo tengo novio. —Lo miró a los ojos—, gracias por la invitación. —Se puso de pie para retirarse—, podrías pedirle a una tercera persona que realizara la denuncia en contra de Alessandro.
Rodrigo se levantó, y se paró frente a ella.
—Yo te llevo de regreso —informó, y luego la miró a los ojos, se aproximó con demasía a Diana, ella quiso retroceder, pero sus pies parecían pegados al suelo, entonces las cálidas manos de Rodrigo se posaron en sus mejillas, y ella permanecía paralizada, el corazón le retumbaba con violencia, y más cuando él inclinó su cabeza y volvió a besarla.
Ella intentó no ceder ante aquella caricia, pero le fue imposible, porque cada vez que sentía esa boca tomando la suya un fuego voraz le recorría la piel, y quemaba sus entrañas, y eso nunca le había sucedido con nadie.
Rodrigo Vidal la apretó hacía su cuerpo, cuando aquella boca de fresa se abrió para él gruñó al sentir esos labios suaves y carnosos acariciando los suyos, sus instintos primarios se activaron, pero los fuertes latidos de su corazón, le hicieron caer en cuenta que ella no sería una más de su innumerable lista: Diana Maldonado era diferente, merecía algo más que una noche de pasión.
Entonces ella recobró la cordura, recordó a Luciano, él no se merecía una traición de su parte, apartó a Rodrigo, lo miró desconcertada, salió corriendo del restaurante, sin darse cuenta de que alguien muy cercano a su novio había presenciado esa escena.
Varias semanas después en una noche bastante fría y oscura, Rodrigo había olvidado su móvil en la empresa, cuando salía del almacén, notó que el mal tiempo avizoraba lluvia, terminó de asegurar la puerta colocando el último candado, cuando al levantarse fue sorprendido por los brazos de una mujer que rodearon su cuello.
— Mi amor —exclamó ella, lo besó de golpe, él se quedó estático, segundos después reconoció esos labios, sus brazos la rodearon con fuerza, percibió como temblaba, y como se quejó cuando él la apretó hacía él. De pronto Rodrigo degustó en sus labios el sabor metálico de la sangre, entonces con delicadeza se separó de ella, la notó agitada y observando a su alrededor se dirigió a él.
—Discúlpeme señor, es que me venían siguiendo —pronunció nerviosa, parpadeó varias veces al darse cuenta de que era él, y que de nuevo lo había vuelto a besar en una situación similar a la de un año atrás—. Por favor discúlpame, no supe que hacer, no me fijé que eras tú —balbuceó, frunció los labios y se tocó a un costado del estómago.
Rodrigo la miró con atención, traía el cabello enmarañado, una hinchazón en el pómulo de su mejilla, sangre bajaba de su labio, la blusa estaba rasgada, entonces sintió la adrenalina recorrerle las venas, apretó sus puños con fuerza.
—¿Qué te hicieron? —indagó presionando su mandíbula, respiró agitado.
Diana dobló su cuerpo y se quejó, entonces él notó que tenía una herida—. No puede ser. —Bramó—, tranquila te voy a llevar a una clínica para que te atienda.
—No, por favor —suplicó ella jadeante y con los ojos llenos de lágrimas, entonces miró como todo daba vueltas a su alrededor. Rodrigo la sostuvo en sus brazos al momento que perdió el conocimiento, sin saber qué hacer lo único que se le ocurrió fue subirla a su auto, y llevarla a su apartamento.
Diana parpadeó al sentir como por una abertura de las cortinas se filtraban los rayos del sol, sintió su garganta seca, intentó pasar la saliva, y con dificultad lo hizo, entonces entornó sus ojos y miró aquella habitación, se sobresaltó y recordó lo sucedido. Se incorporó de golpe y emitió un quejido al tocar su herida, entonces en un mullido sillón, observó unos rizos rubios que aparecían apenas, la persona que ahí dormía se había cubierto hasta el rostro.Diana se retiró las cobijas, y se dio cuenta de que ya no traía su ropa, sino una camiseta de hombre y un pantalón de calentador, intentó ponerse de pie, pero su cabeza parecía a punto de estallar.—Auh —se quejó, entonces escuchó esa voz.—¡Despertaste! —
New- York, Usa.Época actual.Diana limpió con el dorso de sus manos las gruesas lágrimas que corrieron por sus mejillas. Recordó la falta de Rodrigo, y su corazón tembló de dolor, cuan ciertas sonaban ahora los reproches de Luciano, quizás si se hubiera entregado a él esa noche, las cosas habrían sido distintas, y ella no se sentiría seca por dentro.*******Luciano, caminaba de un lado a otro como una fiera enjaulada, desesperado, ansiaba que Diana, acudiera a la cita, no perdía la esperanzas de que asistiera, y estar a solas, y poder explicarle todo lo que sucedió.Había regresado con un solo propósito: Recuperarla.Sabía que ella no era feliz en su matrimonio.—Siempre l
La semana empezó de nuevo. Diana, estaba cansada de Nadia, no la soportaba, era fin de mes y día de pagos, cuando la joven Maldonado recibió su sueldo, se extrañó porque le entregaron una cifra menor.Frunció el ceño revisando el rol de pagos una y otra vez, pensó que se trataba de un error, porque los meses anteriores ganaba más de quinientos dólares, y con el dinero que le entregaron ese mes solo le iba a alcanzar para pagar la mensualidad del asilo de su abuela.Tomó la decisión de hablar con el dueño, golpeo la puerta de la oficina.—Adelante —escuchó la muchacha, entonces ingresó.—Señor Zanetti, disculpe interrumpir, necesito conversar con usted — pronunció nerviosa, entonces él levantó su mirada siniestra hacía ella, a la joven un e
Cuenca – Ecuador (Pasado) Al día siguiente, Diana se levantó con un dolor de cabeza terrible, los ojos los tenía hinchados y rojos de tanto llorar. De todos modos, no les iba a dar el gusto de verla derrotada. Sacó fortaleza de su interior y se enfrentó a las miradas inquisidoras de su madre y padrastro. Caminó hasta el infierno, porque así consideraba desde ahora en adelante su lugar de trabajo. Cuando llegó no entendía por qué sus compañeras hablaban a sus espaldas y la miraban como si le tuvieran lástima, eso era algo que Diana, no podía permitir. Cuando se disponía a enfrentar a toda esa gente, una llamada a su celular la hizo desistir de armar un escándalo, ya no le importaba nada. La noticia que recibió Diana, era tan terrible como lo que pudo haber ocurrido la noche anterior, su abuela acababa de fallecer. La pobre muchacha sintió su m
New York (Presente)Rodrigo caminaba de un lado a otro por su oficina, miraba el celular a espera de noticias de su esposa, pero no había ninguna, el personal de seguridad se puso a investigar entonces le informaron al ingeniero Vidal que las cámaras del edificio captaron el momento en que Diana tomó un taxi.«¿A dónde fue? ¿Por qué su celular está apagado?» Eran muchas de las interrogantes que el esposo de la gran empresaria se hacía, tenía miedo de que lo hubiera abandonado.«¿Será posible?» se preguntó en su mente: «Si eso fuera así se hubiera llevado a nuestra hija»Rodrigo, sacudió su cabeza desechando esa idea, aunque existía la posibilidad, la manera en la que empezaron su relación no
Cuenca-Ecuador (Pasado)Diana sollozaba abrazada a sus brazos, la jovencita temblaba atemorizada.—Necesito saber si ese hombre está muerto —suplicó apartando su rostro del fuerte pectoral de Rodrigo.Él se separó de ella y se reflejó en esa tierna y atemorizada mirada, su corazón se encogió al verla así de indefensa.—Iré a investigar —mencionó—, por ahora es mejor que no salgas de aquí —recomendó.Diana negó con la cabeza, deglutió con dificultad la saliva, aún su garganta estaba seca.—No deseo causarte problemas —repitió. —¿Quién curó mi herida, y me cambió de ropa? —investigó con timidez.
Cuenca- Ecuador. (Pasado) Dos días habían pasado desde aquel incidente con Alessandro. Rodrigo aún no había podido sacarle información a Nadia, él tenía que actuar con cautela para que esa astuta mujer no sospechara nada. Diana casi no podía conciliar el sueño, no sabía que le deparaba el futuro, en la oscuridad de la alcoba sollozaba llena de miedo e incertidumbre, se hacía un ovillo intentando cobrar fuerzas; sin embargo, se sentía atada de manos, además ya no quería seguir incomodando a Rodrigo, él dormía en un mullido sillón del sofá, y por su altura no descansaba con comodidad. —¿Qué voy a hacer virgencita? —susurró gimoteando—, por favor ayúdame —suplicó. Casi a la madrugada de tanto llorar se quedó dormida, al día siguiente despertó sobresaltada por qué escuchó voces en la sala del departamento. <
New – York – Presente. Rodrigo observaba a su hija con el corazón lleno de orgullo. De vez en cuando miraba a su esposa quien parecía ausente, no le sorprendía su actitud, después de todo lo ocurrido en el pasado ella se volvió así: fría, indiferente, solitaria, las pocas veces que la veía sonreír era cuando estaba junto a la pequeña Isabella. —Baila, muy bien —murmuró Rodrigo, acercándose al oído de Diana, ella se sobresaltó y giró, entonces sus rostros quedaron muy cerca, tanto que ambos podían sentir sus respiraciones y el calor de sus alientos. —Lo sé —respondió ella, y volvió a su lugar, cerró sus ojos intentando sobreponerse a su cercanía. Rodrigo, como siempre buscó un acercamiento con su esposa, pero ella volvió a rechazarlo. Mientras el programa de los pequeños continuaba los recuerdos volvieron a la memoria de ambos: