Varias semanas después.
El lunes por la mañana Diana terminó de arreglar su cabello, luego revisó que su uniforme no tuviera ninguna arruga. A ella le gustaba llegar impecable al trabajo cuando se disponía a salir su madre la interceptó:
—Te recuerdo, que a mí se me acabó el dinero y no tengo como pagar el asilo donde está recluida tu abuela —musitó sin ningún reparo la señora.
A Diana no le sorprendió el cinismo de su madre, pero si le daba mucha ira la forma en la su mamá se refería a su progenitora, pasando la saliva con dificultad y conteniendo las ganas de portarse grosera, respiró profundo:
—No te preocupes mamá, yo me haré cargo de mi abuela, no la pienso dejar desvalida —afirmó Diana, claro que eso significaba muchos sacrificios para ella.
En el banco ganaba un poco más que el básico y pagar la mensualidad de su abuela complicaba sus finanzas, pero a la jovencita eso no le importaba cuando se trataba de la señora Isabela, ella la quería más que a su madre, entonces tomó el autobús, pensativa.
Llegó a su trabajo, con su amplia sonrisa saludó a todos sus compañeros, empezando por el guardia hasta los más altos funcionarios de la institución. Se sorprendió al ver el ambiente sombrío, muchas caras tristes observaba entre sus compañeros y lágrimas entre sus compañeras, una de ellas le comunicó que pasara al área de Recursos Humanos.
Diana cerró los ojos, el temor invadió cada poro de su piel, se imaginó lo peor y así sucedió: le entregaron el cheque con su liquidación.
La jovencita observaba el valor inscripto en aquel papel: mil quinientos dólares en otro momento esa cantidad le hubiera caído muy bien, pero ella pagaba por cada semestre como seiscientos, sumado a que era la única de su casa que trabajaba y su familia la explotaba.
Con un gran vacío en el estómago salió del banco tratando de disimular su preocupación y tristeza. Varias eran las preguntas que se le venían a la mente en esos momentos de agonía: ¿Cómo le iba a decir a su madre que se quedó sin trabajo? ¿Cómo iba a pagar sus estudios? ¿Cómo iba a cancelar las mensualidades del asilo donde estaba su abuela?
Diana sintió su mundo venirse abajo, necesitaba conseguir trabajo con urgencia, así fuera limpiando pisos se decía en su mente.
Caminó por las calles de la ciudad por inercia, entonces pensó en Alexandra, era la única con la que podía desahogarse. Llegó hasta la casa de su amiga, quien pasaba sola la mayor parte del tiempo, sus padres trabajaban y su hermana mayor también, al escuchar el timbre, se asomó por la ventana, se sorprendió al ver a Diana, a esa hora de la mañana parada en la puerta de su casa.
—Hola —la saludó mirando el semblante entristecido de su amiga. —¿Qué haces a esta hora aquí?
—Me quedé sin trabajo —expuso abrazándola, soltando todo el llanto que venía conteniendo en el camino.
—¿Qué pasó? —cuestionó Alexandra. —¡No es posible! —exclamó sorprendida, mientras trataba de consolar a su amiga. —¡Lo siento mucho!
—Hicieron un recorte de personal —sollozó—, nos despidieron a los que llevábamos un año laborando en el banco, a los solteros —hizo hincapié Diana—. Lo que ellos no saben es que si uno trabaja es por necesidad así no sea casado —reclamó frunciendo el ceño—, sino consigo empleo pronto, la que me espera en mi casa...—Se cubrió el rostro, envuelta en llanto—. Justo hoy mi madre me comentó que no tiene dinero para pagar el asilo donde está mi abuela. Le dije que me iba a hacer cargo. ¿Y ahora cómo lo hago?
Diana empezó a llorar sin consuelo, era una persona muy sensible, siempre trataba de sonreír a pesar de la adversidad, de que no contaba con el apoyo de su familia, el único pariente que le brindaba cariño era su abuela, con quien pasaba los domingos.
La parentela de su padre en España ni siquiera se acordaba de ella y la de su madre siempre estaban criticándole, diciéndole que en vez de pasar estudiando debería conseguir marido y ese tipo de cosas que a la muchacha le molestaban.
—Diana yo creo que deberías hacer caso a tus tías y conseguir un hombre que te mantenga, de esa forma te vas de tu residencia, y tu madre dejará de molestarte. Si te consigues un viejo rico, te pagará los estudios —aconsejó Alexandra.
Diana dirigió su mirada a su amiga, arrugó su frente observándola llena de furia.
—Parece que no me conoces bien Alex, sabes que yo jamás me voy a casar por conveniencia —advirtió—. Si algún día, en un futuro lejano lo llegó a hacer será por amor —aclaró.
—Diana ¿sigues con esa loca idea de encontrar al hombre de tus sueños? Los sujetos como los que tú buscas no existen. Mira a tu alrededor — expresó Alexandra.
—Yo sé que algún día lo voy a encontrar Alex, pero antes tengo que hacer mi realidad mi sueño de ser una gran profesional —suspiró, con melancolía, y mucho dolor en su corazón porque si no conseguía empleo todo se veía lejano, a pesar de eso no desistía de sus sueños—. Imagínate salir en las revistas de negocios: Diana Maldonado la empresaria del año —afirmó con la mirada iluminada—. Las empresas más importantes del mundo se van a pelear para que yo las administre —aseveró, convencida de lograr su propósito.
—Soñar no cuesta nada mi querida amiga, pero si no consigues trabajo tus sueños se van a ser realidad.
Alexandra se puso en busca del periódico, empezaron a mirar en las páginas de anuncios, Diana se sentó frente a la computadora a preparar varias hojas de vida, sin embargo, el gran problema de la joven era el horario. La mayor parte de empresas en Ecuador laboraban en doble jornada de ocho a doce y de dos a seis de la tarde y Diana ingresaba a esa hora a clases.
La jovencita se quedó a comer en casa de su amiga, y en la tarde partieron rumbo a la universidad, y en ese momento el móvil de Diana vibró, y miró un mensaje de Luciano, pedía verla.
Diana liberó un suspiro, no deseaba llegar a casa y decirle a su madre lo del empleo, por lo que luego de su jornada de clases se dirigió al bar donde la citó su amigo.
Ese día el sitio estaba algo vacío, entonces Diana caminó hasta la barra y sorprendió a Luciano, quien se hallaba de espaldas bebiendo una cerveza.
—Hola —dijo la jovencita.
Él apenas escuchó la voz de ella giró y la contempló.
—Gracias por venir —comentó y se recargó en la barra para besarla en la mejilla, entonces notó los ojos llorosos de ella. —¿Qué pasó? —cuestionó.
Diana procedió a contarle lo ocurrido con su empleo, derramó un par de lágrimas, entonces él se acercó a ella, le acarició la mejilla.
—No llores, yo tengo la solución.
Diana lo miró con incredulidad.
—¿A qué te refieres? —cuestionó y limpió su rostro con una servilleta.
—Mi papá tiene una empresa de computadoras, yo puedo hablar con él —explicó.
La mirada de la jovencita se iluminó por completo.
—¿Harías eso por mi? —indagó.
—Por supuesto, yo por ti hago lo que sea —respondió, la observó a los ojos y se aproximó a ella.
Diana se quedó estática, su pecho subía y bajaba agitado, entonces lo que imaginaba sucedió, los labios de Luciano tomaron los suyos, probó de su sabor, sin embargo, en ese momento el recuerdo del beso en la playa se vino a su memoria, y se separó del joven.
—¿Por qué lo hiciste? —cuestionó Diana, contrariada.
Luciano al mirar el rostro de confusión de ella, inhaló profundo.
—No quise incomodarte —se disculpó—, pero tú me gustas mucho Diana, y me encantaría que me dieras la oportunidad de demostrarte lo que siento por ti.
Diana recargó su codo sobre la reluciente barra y se llevó la mano a la frente, inclinó su cabeza.
—Yo… Te aprecio —explicó y giró para hablarle a los ojos—, pero te veo como a un buen amigo.
Luciana ladeó los labios, inspiró profundo.
—Por eso te pido una oportunidad, permíteme conquistar tu corazón —solicitó y susurró cerca de la boca de Diana, volvió a besarla sin previo aviso, y ella se sentía tan sola, tan ávida de cariño, que no puso objeción, y desde ese día se convirtió en la novia de Luciano Zanetti.
Al día siguiente Diana de la mano de Luciano llegaron al edificio en donde funcionaba la empresa del padre del joven. El estómago de la chica revoloteaba de los nervios.—Tranquila —dijo Luciano, y con una amable sonrisa saludó a la recepcionista. Luego le brindó un recorrido por la empresa a su enamorada.En la planta baja estaba la sala de exhibición y ventas. Varias chicas saludaban con coquetería a su novio, y él devolvía el gesto con amabilidad, en el primer piso alto estaban las oficinas de adquisiciones, contabilidad y recursos humanos. En el segundo: la gerencia.Diana miró los amplios ventanales de la sala de espera, suspiró profundo, y luego su novio golpeó la madera de la puerta.—Adelante —escuchó una varonil voz.—Vamos &mdas
New York - UsaÉpoca Actual.Rodrigo, se quitó sus lentes del sol, bajó del vehículo, subió por el ascensor hasta el décimo piso en donde funcionaba su empresa, él no tenía idea del gran revuelo de gente que se hallaban en la gerencia, molestos por la cancelación de sus citas con Diana.— ¿Rose qué sucede aquí? ¿Y toda esta gente? —indagó, observando a los clientes que se acercaban a hablar con él.—Estas personas tenían citas con la señora Diana. Pero las canceló — pronunció la joven temerosa, no podía olvidar la recomendación de su jefa a modo de amenaza: «Ni una sola palabra a mi marido sobre el incidente de esta mañana, con el hombre que ingresó a mi oficina. Si Rod
El reloj marcaba la 1:15 pm cuando la vio aparecer en su local, esta vez su mirada la recorrió por completo, desde su cabeza hasta los pies.Diana, era una de las mujeres más hermosas que había conocido. A medida que la veía avanzar podía apreciar sus largas y bien torneadas piernas, sus caderas bien pronunciadas, su estrecha cintura, su busto perfecto, sacudió su cabeza para quitarse los malos pensamientos, ella no era como las mujeres a las que acostumbraba a tratar.Rodrigo, se puso de pie y se aproximó a ella antes que otra persona lo hiciera.—Debemos hablar, pero en otro lugar —solicitó.—Muchas gracias —jadeó aliviada mirando su computador—, aquí tengo todos mis trabajos de la universidad —comentó. —¿Cuánto es? —indagó fingiendo que en ve
Diana parpadeó al sentir como por una abertura de las cortinas se filtraban los rayos del sol, sintió su garganta seca, intentó pasar la saliva, y con dificultad lo hizo, entonces entornó sus ojos y miró aquella habitación, se sobresaltó y recordó lo sucedido. Se incorporó de golpe y emitió un quejido al tocar su herida, entonces en un mullido sillón, observó unos rizos rubios que aparecían apenas, la persona que ahí dormía se había cubierto hasta el rostro.Diana se retiró las cobijas, y se dio cuenta de que ya no traía su ropa, sino una camiseta de hombre y un pantalón de calentador, intentó ponerse de pie, pero su cabeza parecía a punto de estallar.—Auh —se quejó, entonces escuchó esa voz.—¡Despertaste! —
New- York, Usa.Época actual.Diana limpió con el dorso de sus manos las gruesas lágrimas que corrieron por sus mejillas. Recordó la falta de Rodrigo, y su corazón tembló de dolor, cuan ciertas sonaban ahora los reproches de Luciano, quizás si se hubiera entregado a él esa noche, las cosas habrían sido distintas, y ella no se sentiría seca por dentro.*******Luciano, caminaba de un lado a otro como una fiera enjaulada, desesperado, ansiaba que Diana, acudiera a la cita, no perdía la esperanzas de que asistiera, y estar a solas, y poder explicarle todo lo que sucedió.Había regresado con un solo propósito: Recuperarla.Sabía que ella no era feliz en su matrimonio.—Siempre l
La semana empezó de nuevo. Diana, estaba cansada de Nadia, no la soportaba, era fin de mes y día de pagos, cuando la joven Maldonado recibió su sueldo, se extrañó porque le entregaron una cifra menor.Frunció el ceño revisando el rol de pagos una y otra vez, pensó que se trataba de un error, porque los meses anteriores ganaba más de quinientos dólares, y con el dinero que le entregaron ese mes solo le iba a alcanzar para pagar la mensualidad del asilo de su abuela.Tomó la decisión de hablar con el dueño, golpeo la puerta de la oficina.—Adelante —escuchó la muchacha, entonces ingresó.—Señor Zanetti, disculpe interrumpir, necesito conversar con usted — pronunció nerviosa, entonces él levantó su mirada siniestra hacía ella, a la joven un e
Cuenca – Ecuador (Pasado) Al día siguiente, Diana se levantó con un dolor de cabeza terrible, los ojos los tenía hinchados y rojos de tanto llorar. De todos modos, no les iba a dar el gusto de verla derrotada. Sacó fortaleza de su interior y se enfrentó a las miradas inquisidoras de su madre y padrastro. Caminó hasta el infierno, porque así consideraba desde ahora en adelante su lugar de trabajo. Cuando llegó no entendía por qué sus compañeras hablaban a sus espaldas y la miraban como si le tuvieran lástima, eso era algo que Diana, no podía permitir. Cuando se disponía a enfrentar a toda esa gente, una llamada a su celular la hizo desistir de armar un escándalo, ya no le importaba nada. La noticia que recibió Diana, era tan terrible como lo que pudo haber ocurrido la noche anterior, su abuela acababa de fallecer. La pobre muchacha sintió su m
New York (Presente)Rodrigo caminaba de un lado a otro por su oficina, miraba el celular a espera de noticias de su esposa, pero no había ninguna, el personal de seguridad se puso a investigar entonces le informaron al ingeniero Vidal que las cámaras del edificio captaron el momento en que Diana tomó un taxi.«¿A dónde fue? ¿Por qué su celular está apagado?» Eran muchas de las interrogantes que el esposo de la gran empresaria se hacía, tenía miedo de que lo hubiera abandonado.«¿Será posible?» se preguntó en su mente: «Si eso fuera así se hubiera llevado a nuestra hija»Rodrigo, sacudió su cabeza desechando esa idea, aunque existía la posibilidad, la manera en la que empezaron su relación no