— Wao hombre, cálmate, ¿ahora es mi culpa? Yo no te obligué a que te obsesionaras con ella, de hecho, te dije que era muy difícil conseguirla – Gerald le hizo un gesto con la mano, de “tu solito te lo buscaste”— Bueno, vamos, tomémonos unas copas y ahoga las penas, hay más mujeres disponibles…— No puedo – Robert lo miró complicado. Era orgullo, no diría directamente que no le quedaba dinero, pero Gerald entendió enseguida.— Vamos Robert, qué pasa, somos amigos, yo invito y además no iba al club, sino a la casa de juegos – le dijo palmeándole la espalda y haciéndolo acompañarlo.— ¿La casa de juegos? – Robert enseguida se interesó. Era nuevo en esta ciudad y no conocía los lugares “jugosos”.— Claro, el sitio donde te puedes volver millonario de la noche a la mañana, un mendigo puede ser un multimillonario en un segundo…— siguió promocionando las apuestas, poniendo otra tentación delante de los ojos codiciosos de Robert y estaba muy seguro, de que picaría nuevamente.Gerald sonrió
Eva entró muy tranquila a su Spa, siempre seguida por sus nuevas “amigas” como la abeja reina perseguida por las obreras.Le daba tanta gracia la hipocresía de estas mujeres, que volteaban tan rápido el rostro como mismo se cambiaban de bragas, era increíble.Toda era pura falsedad, ella lo sabía, sin embargo, las estaba utilizando también a su conveniencia.— Sra. Edwards, ya su cuarto privado de sauna, está listo como lo ordenó – una de las asistentes entró al área de los vestidores a anunciarle.— Muchas gracias – Eva le respondió cerrándose la bata blanca con el logo del Balneario.— Oh, Sra. Edwards, pensé que se bañaría con nosotras, digo, para conversar y pasarlo juntas Una de las invitadas le preguntó desconcertada, pero por dentro, la estaba llamando snob y que se creía la más importante, como si ellas tuviesen alguna enfermedad que no podían compartir la sauna.— Solo será un momento, nos vemos luego, Grace acompáñame – llamó a la otra mujer que la siguió cabizbaja, preocup
La empresa constaba de tres socios originales. El dueño Román Edwards, Michael Cartel y el último y más discreto, Stuart Donovan. Lamentablemente, los secretos de Donovan que su padre tenía guardados en la caja fuerte de las tierras del Sur, se deterioraron con el tiempo. La humedad hizo que la tinta se hiciera ilegible, pero con paciencia y algunas pistas dejadas, Henry mandó a investigarlo y fue desenredando el asunto. El Sr. Stuart Donovan no era quien decía ser. Este hombre, socio de su empresa, era un impostor que usurpó la identidad del Sr. Stuart Donovan original. Nadie podía identificarlo en esta ciudad, solo fue un millonario extranjero discreto, que llegó un día a establecerse, pero Román escarbó y escarbó en su pasado en otro continente y descubrió su secreto, al igual que lo hizo otra persona, Albert Edwards. Casualmente, cuando Albert Edwards se fue joven de su casa a invertir su dinero de la herencia de sus padres en otro continente y ser millonario por su cuenta
— No tienes dinero para pagarnos, pero sí para dormir con putas, de verdad que me parece, que no nos estás tomando en serio. El hombre se sentó en un asiento de la esquina y sacó una navaja del bolsillo, para ponerse a limpiar sus uñas con la punta. Los ojos de Robert se abrieron en pánico mirando la afilada hoja. Era un señorito acostumbrando a hacer sus desastres impunemente y que su madre fuera atrás pagando, sobornando e intimidando. ¡Espera, su madre era la solución! — ¡Espera, espera, déjame hacer una llamada, mis padres son millonarios, ellos te pagarán al momento y con más dinero del que les debo! – le gritó, cuanto ya el hombre iba a dar la orden para que lo golpearan como a un saco de patatas. — ¿En serio? ¿Y qué haces viviendo en esta pocilga entonces? No, no, no, ni me digas tus desgracias, que no me interesa, ¡tráiganlo!, quiero escuchar personalmente esa llamada y si por casualidad me mientes… ¡Humm! – pasó su dedo gordo por su cuello en señal de muerte. *****
Era el aniversario de bodas de los verdaderos Señores Edwards y la crema innata de la sociedad, fue invitada a una velada íntima en la mansión de los millonarios anfitriones.Los que recibieron la invitación, la restregaron con el ego inflado en la cara de los que no fueron invitados.Eva estaba hermosa, espléndida al lado de su apuesto esposo, y ambos hacían una pareja llamativa y perfecta.Y precisamente, como se veían tan perfectos, era necesario teñirlos un poco con suciedad.— Señora Edwards, ¿cuándo nos dará la excelente noticia de que hay un heredero? Me imagino el bebé tan hermoso que saldrá de usted y el señor Edwards – una de las mujeres invitadas le preguntó a Eva.En realidad, no lo había hecho con malicia, era de las que hablaba sin pensar, pero al ver la manera en que el ambiente se congeló, supo que había metido la pata hasta el fondo.— Bueno, no es que eso ser imprescindible, muchas parejas no…— Mi hermana es una mujer moderna, que desea disfrutar del matrimonio a so
Al no encontrar respuesta, Henry abrió la puerta de una y entró, encontrándose el baño vacío. Un sentimiento de urgencia prendió la alarma en su corazón. ¡No debió de haber perdido a Eva, ni un segundo de su vista!, más aún sabiendo de todos los siniestros planes que se preparaban esta noche. Henry salió del baño como un loco, dispuesto a detener la celebración si era necesario, pero su mujer tenía que aparecer sana y salva. — Henry – la voz de Michael lo detuvo cuando caminaba por el pasillo buscando a Leroy. — Michael, ¿has visto a Eva? – se giró y le preguntó con voz apremiante. — Tranquilo hombre, está con Helen, parece que se sentía mal y Helen la llevó a su habitación Lo tranquilizó, pero Henry igual ni escuchó sus palabras y caminó deprisa hacia la habitación de invitada de Helen, en el primer piso. La hermana de Eva preferiría vivir en la mansión nueva que ellos compraron en la ciudad y no estar en el medio de todo el drama familiar que vivían los verdaderos Edwards c
— Madre y ¿cómo arrancaremos el auto?, ¿pudiste conseguir la llave?, además ¿no nos pillarán al ver un auto saliendo por la reja de entrada? Alejandra le preguntó metiendo rápido algunas cosas en unas sábanas, como si fuesen unas mendigas, porque llevar maletas era pesado y las retrasaría, de hecho, tenían que dejar casi todas sus pertenencias atrás. — Veré como le hago, las llaves de los autos deben de estar en la caseta de los choferes. Supongo que ese sitio estará desolado. Saldremos por el portón de atrás, ¿cómo se te ocurre que conduciré como si nada por la entrada? — Tu tranquila, hoy nos vamos de aquí como sea, aunque tengamos que correr a pie. Vamos hija, no podemos perder más tiempo. Secreteaban en voz baja y Grace abrió la puerta y sacó la cabeza al pasillo, vigilando que no hubiese ninguna doncella en esta área de descanso para la servidumbre. Salieron al inmenso jardín, amparadas por la noche, escondiéndose de árbol en árbol y con tan buena suerte, que la seguridad e
Le hizo señas a Alejandra de que se apartara y lanzó lo más suave que pudo, su bolsita improvisada del tesoro. Como no era tan alto el piso y gracias a las plantas debajo, el ruido metálico fue amortiguado y el paquete llegó a salvo a las manos de Alejandra, que ya tenía las piernas acalambradas de tanto esperar. — Ve, ve – Grace miraba a su alrededor a la vez que le hacía señales a su hija, de que se adelantara al estacionamiento de la casa. La vio como se levantó con precaución y escapó corriendo, agarrando las bolsas de tela contra su pecho, escondiéndose en las sombras de la noche. Esta era la parte trasera de la mansión y no se veía ni un alma. — Debiste de contratar más seguridad, estúpido hijo de puta - masculló con odio. Ahora solo era poder salir de la mansión y acercarse a la caseta de los choferes. Esta en realidad, era la parte más complicada porque la caseta, estaba pegada a la zona de entrada. Pero confiada en que la justicia estaba de su lado, Grace volvió a sal