— ¿Entonces qué opinas de estos zapatos negros y blancos, Alejandra? Son mejores que los zapatos negros, ¿cierto? Es que el negro no es un color que le guste a todo el mundo. Eva le dijo con sarcasmo y Alejandra estaba sudando frío y las manos le temblaban de nerviosismo. Ya no era la señorita elevada y despectiva de hace unos segundos. — ¡Respóndeme! – Eva exclamó de repente sobresaltándola y las mujeres presentes se dieron cuenta de que algo no andaba bien. Aunque era muy obvio, para cualquiera con ojos en la cara, que estas dos no eran las mejores amigas del universo. A nadie le importaba un comino Alejandra, aquí la manda más era Eva. Esa es la impunidad que daba el dinero. — Sí, sí, el blanco y negro es mejor – respondió en voz baja y levantó los ojos para mirar a Eva, suplicante - ¿Qué?, ¿qué, quieres? La pregunta era obvia, qué deseas a cambio de no revelar un secreto que pondría mi vida patas arriba. — Mmm, no sé querida, la verdad me gustan mucho los zapatos y no me
La chica se levantó llorando y se fue corriendo a su habitación. Nadie dijo ni pío de esta escena que no entendieron, pero era obvio que la cara de Alejandra Edwards estaba por el suelo. — Oh, lamento este desagradable incidente, ¿por dónde íbamos? – Eva se volvió a sentar con clase, como la dama de la casa Edwards. — Cierto, esta sería la última vez que nos vemos, las empresas de sus familias están siendo auditadas ahora mismo, de manera sorpresiva y presiento, que mucha suciedad saldrá a flote. — Mi esposo les quiere comprar sus acciones, ahora que no se han devaluado, pueden aceptar o esperamos a comprarlas cuando estén por el suelo. Cuando Eva soltó esa bomba, todas se quedaron asombradas y reaccionaron de diferentes maneras, pero sobre todo, con enojo. Encima de la mesita del centro, la Sra. Bishop colocó las carpetas con los contratos. — Ahí están las propuestas, tienen 48 horas para darnos la respuesta. Este era el objetivo de la reunión, se pueden ir de mi casa – y con l
Se debatió por un segundo en irse corriendo de la escena más humillante de su vida, pero sus ojos se cruzaron por debajo de la gorra con los fríos y penetrantes de Henry y supo, que muchas opciones no le quedaban. Tenía que haber asesinado a ese malnacido cuando lo tuvo en sus manos. Albert se acercó sudando más que un cerdo en un horno y tomó una libretita que le pasó una de las secretarias. La atmósfera estaba como en pausa y con la vestimenta, y la gorra, aun la mayoría no lo había reconocido como el jefe al cual le reían todas las gracias, hasta hace a penas unos días. — ¡Quítate la gorra, es una falta de respeto que un empleado esté así delante de sus superiores y del director! — ¡Solo te faltan unos lentes oscuros para parecer un maleante! - uno de los directivos lo requirió. Con palidez, Albert se retiró la gorra y quedó ante la mirada asombrada de todos los presentes. — Ah, tío, pero si eras tú – Henry le dijo burlón — Caballeros, estamos haciendo un experimento socia
— Henry, esto es tan vergonzoso, de verdad cada vez te vuelves más pervertido.Eva estaba con un tono rosado por todo su cuerpo, con el torso pegado sobre la mesa, inclinada hacia delante y las nalgas empinadas.Sus senos caían desnudos sobre la madera, con los botones del frente del vestido abiertos, porque Henry se había encargado de chupárselos y toquetearlos con ganas.Ahora las dos manos de Eva se dirigían atrás, abriéndose las nalgas, de espaldas a su esposo, con la falda del vestido recogida en la cintura.Sus piernas enfundadas en unas medias negras abiertas, sostenidas por un liguero a su cintura y sus bragas, ya las tenía su calenturiento esposo en las manos.— Ábrete un poco más, déjame ver bien mi postre - le ordenó ronco, observando el rosado coño delante de él, que Eva separaba con sus dedos, abriendo los labios mayores.La pequeña entrada humedecida, latía en deseos de ser profanada.Eva decía que estaba avergonzada, pero bien que le gustaban estos juegos lujuriosos con
Eva sabía que le tenía preparadas más sorpresas. — Aquí está, toda tuya para ser utilizada, mi querida dueña, si la deseas, ven y sírvete tú misma – se agarró la polla con firmeza en la base y la apuntó justo a la entrada rosada. — Henry… — Espero por ti, Eva, te doy tres segundo, lo tomas o lo dejas, uno – comenzó a contar para presionarla – dos y … Sshshhh tres… Mmm Gimió al sentir la deliciosa succión de la vagina de Eva sobre su miembro, que fue penetrando poco a poco en esa estrecha funda. Henry apretó los dientes y aguantó, no movió ni un músculo y mientras, se torturaba observando el vaivén de las caderas de Eva adelante y atrás, empalándose a ella misma en su dura polla. — Aaahhm mmmm – Eva cerró los ojos, gimiendo apasionadamente y empinó más las nalgas al tenerlo por completo en su interior, sintiendo el abdomen duro de Henry contra su trasero. La excitante sensación de ser llenada por su esposo, de sentir latir su deseo en su intimidad, hacía a su cuerpo reaccionar i
Los ojos de Robert Edwards miraban hacia el escenario, fascinados y cargados de una salvaje lujuria.Sobre el escenario, una exótica pelirroja de ojos verdes, fieros como una tigresa, bailaba semidesnuda al ritmo de la música sensual, con movimientos eróticos capaces de despertar los más oscuros deseos de los hombres.Madame Venus, era su nombre “artístico” porque decían que era capaz de llevar a su cliente de turno hasta la misma gloria y Robert, era un tipo al que le encantaba experimentar los límites.Además, esa mujer era justo como se la había recetado el doctor, fuerte, indomable, se la había imaginado tantas veces siendo sometida bajo sus manos y su cuerpo, atada con fuerza mientras le ponía las nalgas con azotes, del mismo color que su pelo.Solo que él no era el único que fantaseaba con enredarse en las sábanas de Madame Venus, había una fila y lo que era peor, una subasta algo rara.La meretriz aceptaba “regalos” costosos de los interesados y el que más entrara por sus ojos,
— Wao hombre, cálmate, ¿ahora es mi culpa? Yo no te obligué a que te obsesionaras con ella, de hecho, te dije que era muy difícil conseguirla – Gerald le hizo un gesto con la mano, de “tu solito te lo buscaste”— Bueno, vamos, tomémonos unas copas y ahoga las penas, hay más mujeres disponibles…— No puedo – Robert lo miró complicado. Era orgullo, no diría directamente que no le quedaba dinero, pero Gerald entendió enseguida.— Vamos Robert, qué pasa, somos amigos, yo invito y además no iba al club, sino a la casa de juegos – le dijo palmeándole la espalda y haciéndolo acompañarlo.— ¿La casa de juegos? – Robert enseguida se interesó. Era nuevo en esta ciudad y no conocía los lugares “jugosos”.— Claro, el sitio donde te puedes volver millonario de la noche a la mañana, un mendigo puede ser un multimillonario en un segundo…— siguió promocionando las apuestas, poniendo otra tentación delante de los ojos codiciosos de Robert y estaba muy seguro, de que picaría nuevamente.Gerald sonrió
Eva entró muy tranquila a su Spa, siempre seguida por sus nuevas “amigas” como la abeja reina perseguida por las obreras.Le daba tanta gracia la hipocresía de estas mujeres, que volteaban tan rápido el rostro como mismo se cambiaban de bragas, era increíble.Toda era pura falsedad, ella lo sabía, sin embargo, las estaba utilizando también a su conveniencia.— Sra. Edwards, ya su cuarto privado de sauna, está listo como lo ordenó – una de las asistentes entró al área de los vestidores a anunciarle.— Muchas gracias – Eva le respondió cerrándose la bata blanca con el logo del Balneario.— Oh, Sra. Edwards, pensé que se bañaría con nosotras, digo, para conversar y pasarlo juntas Una de las invitadas le preguntó desconcertada, pero por dentro, la estaba llamando snob y que se creía la más importante, como si ellas tuviesen alguna enfermedad que no podían compartir la sauna.— Solo será un momento, nos vemos luego, Grace acompáñame – llamó a la otra mujer que la siguió cabizbaja, preocup