En la espaciosa villa, Elena Ochoa se encogió en el sofá, sosteniendo en sus manos un acta de matrimonio.Hacía tres años, ella había aceptado casarse con ese hombre desde el primer encuentro.Al mirar las fotos de la pareja en el acta de matrimonio y el nombre tan familiar: Silvio Velázquez, Elena no sentía ni un ápice de felicidad en su corazón, sino más bien una sensación amarga que humedecía sus bellos ojos.—Señor Velázquez, todos están rumoreando que la señorita Villena es su novia, ¿tiene algo que decir al respecto?—Como ya dije, solo son rumores sin ningún fundamento.En la televisión, el hombre entrevistado por la multitud, con una apariencia hermosa, solo sonrió cuando la mujer a su lado le tomó el brazo suavemente.Un reportero de chismes los seguía a un lado, como si hubiera atrapado la primicia del siglo, mientras presionaba rápidamente el obturador de la cámara.—Señor Velázquez, acaba de decir que todo esto son solo rumores. ¿Cómo explica ahora su relación cercana con s
¿Qué era lo que quería preguntarle a Silvio? ¿Acaso podía hacerlo? ¿Tenía derecho a preguntar?Una fuerte y amarga sensación embargó su mente. Sin embargo, pronto alzó la cabeza y sonrió ligeramente, antes de preguntar:—¿Qué tal tu día de trabajo?Silvio frunció levemente el ceño, sin responder, antes de decir: —No necesitas cocinarme, comeré afuera y luego regresaré.Este comportamiento hizo que Elena tuviera la leve sensación de que Silvio estaba molesto, pero ¿qué había hecho mal? Sin embargo, Silvio no le daría explicaciones, por lo que se marchó sin decir ni una sola palabra, dejando que Elena comiera y limpiara a solas.La tristeza se apoderó del corazón de Elena, mientras terminaba de comer en silencio y ordenaba la mesa.La calma se hizo presente en la gran mansión, incluso Elena podía escuchar claramente su propia respiración.El aliento de Elena tembló, mientras una lágrima cayó en su mano, mientras su corazón ardía. ¿Por qué estaban así?Durante los primeros días después
Él solo la quería llevar de vuelta para que visitara a sus abuelos, ¡no para divorciarse de ella! Pero, a pesar de eso, seguía sintiéndose muy molesto con ella.Lentamente, Elena comenzó a calmarse. Aunque quería explicarse, vio que Silvio ya había cerrado los ojos, por lo que no se atrevió a hablar, temerosa de molestarlo.Manteniendo la misma postura, se quedó un poco más rígida. Los pensamientos invadieron la mente de Elena y no pudo conciliar el sueño hasta altas horas de la noche. Al despertar al día siguiente, Silvio ya no estaba. Elena se levantó, se sentó frente al tocador y se dio cuenta de que sus ojos estaban tan hinchados como se esperaba.Después de maquillarse de manera sencilla, bajó rápidamente las escaleras y el chofer ya la estaba esperando en la sala.—Señora, el señor me pidió que la esperara aquí. Después de que tome el desayuno, la llevaré de vuelta a casa.«¿A casa?», se preguntó para sus adentros. Ni siquiera el conductor consideraba que la mansión fuera su ho
Elena no pasó la noche en el Pueblo del Arroyo, solo se limitó a disfrutar de un delicioso almuerzo, hasta que el chofer, quien había desaparecido durante toda la mañana, regresó por ella.Anteriormente, siguiendo las órdenes de Silvio, la había escoltado de regreso al pueblo. Ahora, cumpliendo estrictamente con los mandatos de su jefe, la llevaba de vuelta.De cualquier manera, Elena no tenía voz ni voto en aquella decisión, por lo que, con pesar, Elena se montó en el automóvil.—Elena, te has casado con Silvio, así que vive con él y no seas obstinada. Cuídate muy bien y no vuelvas nunca más —gritó la abuela mientras corría detrás del coche, con las lágrimas rodando por sus mejillas.El abuelo no hablaba mucho, pero siempre seguía a la abuela.—Vieja, ¿de qué estás hablando? Ella es tu nieta, mi sobrina, y, aunque se haya casado, fuimos nosotros quienes la criamos. ¿Cómo es que no va a regresar? — protestó Alberto. Elena lo miró muy molesta, y el abuelo, volviéndose, tomó uno de sus
Todo lo que se desarrollaba ante los ojos de Elena hizo que comenzara a llorar desconsoladamente. Esas imágenes eran como punzadas en sus ojos, que la herían cruelmente.Su esposo, con su amante, en su habitación, en su cama, haciendo lo que más aman hombres y mujeres.¿Acaso Silvio le había insistido al chofer que la llevara a visitar a su abuela, solo para llevar a aquella mujer a la casa? ¿Lo había hecho con el único fin de intimar con Camila? ¿Y qué pasaba con ella, con Elena? ¿Qué rol representaba en todo aquello?Había estado allí, en aquella casa vacía, durante años, solo por aquel certificado de matrimonio; anhelando, en secreto, poder conquistar a Silvio y convertirse en la verdadera señora Velázquez. Sin embargo, pese a que con el tiempo había comenzado a desistir, Elena jamás había podido imaginar que, al final, todo terminara de aquella manera. Completamente aturdida, Elena escuchó los sonidos que continuaban en el piso superior, los cuales hacían que la ansiedad y el pán
El día anterior, Silvio no estaba de buen humor y había bebido un poco más de la cuenta. No recordaba nada de lo que había sucedido la pasada noche, sin embargo, al ver la expresión de Carmen, se dio cuenta de que su esposa Elena se había ido de casa.En su mente, Elena siempre había sido una mujer bastante dócil. Cada vez que Carmen informaba sobre su situación, mencionaba lo responsable que ella era. ¿Cómo era posible que ahora, de repente, se hubiera revelado?—¿Quiere que busque a la señorita? — preguntó Carmen con precaución.—No es necesario. Es una adulta y tiene libre albedrío. Si regresa, me llamará —respondió Silvio, aunque esto le parecía un tanto inverosímil. Silvio se había casado con ella y le había proporcionado una vida sin preocupaciones. Del mismo modo, nunca la había restringido en su libertad; si quería salir, nadie se lo impediría.El título de «señora Velázquez» era suficiente, no era necesario que él se preocupara por ella.Mientras Silvio pensaba, sabía que la
Elena, conteniendo sus emociones fluctuantes, se acercó con paso firme y escuchó que el encargado explicaba en voz baja:—Señorita, Marcio llegó puntual, ya está maquillado... Su parte ya se ha filmado. Esperamos media hora, pero, como usted aún no había llegado, él se fue. Dijo que cuando usted llegara, filmará primero su parte personal, y luego volverá para la parte de colaboración. ¿Qué piensa al respecto? ¿Deberíamos comenzar con el maquillaje?Sin embargo, Camila parecía no haber escuchado nada y continuaba buscando defectos.—¿Qué es esto? Parece excremento, da muchísimo asco. ¿Cómo se supone que vamos a comer esto? Es tan repugnante que dan ganas de vomitar. ¿Para qué maquillarse? No se puede filmar con esto. Después de sus fuertes críticas, pateó uno de los nuevos productos a un lado, con completo disgusto.Elena había estado en la compañía durante una semana, y también conocía los productos. Aunque tenían un estilo ligeramente lindo, no eran tan malos como para ser despreciad
Camila se volvió y vio a una mujer de cabello largo hasta la cintura, que permanecía de pie detrás de ella y que la miraba con frialdad, con una apariencia bastante hermosa y una sutil elegancia. Lo primero que llamó la atención de Camila fue su cabello negro, suave como la seda, pero que brillaba por sí solo sin la necesidad de ningún tipo de peinado elaborado. Camila tenía la sensación de que ese rostro le resultaba bastante familiar.—¿Quién eres? —preguntó.Elena no respondió, sino que se limitó a reírse. ¿Quién era ella?Parecía que Camila, ni siquiera se había percatado de que había otra mujer aquella noche, y tal vez Silvio tampoco la había tenido en cuenta, ya que había pasado más de una semana y él no la había buscado.—¿Y tú quién eres? —preguntó Elena enfrentándola sin miedo. Al parecer, a Silvio le gustaba ese tipo de actitudes; personas arrogantes y autosuficientes. Estimulada por la actitud altiva de Elena, Camila levantó la mano para abofetearla, pero esta vez no