Elena no pasó la noche en el Pueblo del Arroyo, solo se limitó a disfrutar de un delicioso almuerzo, hasta que el chofer, quien había desaparecido durante toda la mañana, regresó por ella.Anteriormente, siguiendo las órdenes de Silvio, la había escoltado de regreso al pueblo. Ahora, cumpliendo estrictamente con los mandatos de su jefe, la llevaba de vuelta.De cualquier manera, Elena no tenía voz ni voto en aquella decisión, por lo que, con pesar, Elena se montó en el automóvil.—Elena, te has casado con Silvio, así que vive con él y no seas obstinada. Cuídate muy bien y no vuelvas nunca más —gritó la abuela mientras corría detrás del coche, con las lágrimas rodando por sus mejillas.El abuelo no hablaba mucho, pero siempre seguía a la abuela.—Vieja, ¿de qué estás hablando? Ella es tu nieta, mi sobrina, y, aunque se haya casado, fuimos nosotros quienes la criamos. ¿Cómo es que no va a regresar? — protestó Alberto. Elena lo miró muy molesta, y el abuelo, volviéndose, tomó uno de sus
Todo lo que se desarrollaba ante los ojos de Elena hizo que comenzara a llorar desconsoladamente. Esas imágenes eran como punzadas en sus ojos, que la herían cruelmente.Su esposo, con su amante, en su habitación, en su cama, haciendo lo que más aman hombres y mujeres.¿Acaso Silvio le había insistido al chofer que la llevara a visitar a su abuela, solo para llevar a aquella mujer a la casa? ¿Lo había hecho con el único fin de intimar con Camila? ¿Y qué pasaba con ella, con Elena? ¿Qué rol representaba en todo aquello?Había estado allí, en aquella casa vacía, durante años, solo por aquel certificado de matrimonio; anhelando, en secreto, poder conquistar a Silvio y convertirse en la verdadera señora Velázquez. Sin embargo, pese a que con el tiempo había comenzado a desistir, Elena jamás había podido imaginar que, al final, todo terminara de aquella manera. Completamente aturdida, Elena escuchó los sonidos que continuaban en el piso superior, los cuales hacían que la ansiedad y el pán
El día anterior, Silvio no estaba de buen humor y había bebido un poco más de la cuenta. No recordaba nada de lo que había sucedido la pasada noche, sin embargo, al ver la expresión de Carmen, se dio cuenta de que su esposa Elena se había ido de casa.En su mente, Elena siempre había sido una mujer bastante dócil. Cada vez que Carmen informaba sobre su situación, mencionaba lo responsable que ella era. ¿Cómo era posible que ahora, de repente, se hubiera revelado?—¿Quiere que busque a la señorita? — preguntó Carmen con precaución.—No es necesario. Es una adulta y tiene libre albedrío. Si regresa, me llamará —respondió Silvio, aunque esto le parecía un tanto inverosímil. Silvio se había casado con ella y le había proporcionado una vida sin preocupaciones. Del mismo modo, nunca la había restringido en su libertad; si quería salir, nadie se lo impediría.El título de «señora Velázquez» era suficiente, no era necesario que él se preocupara por ella.Mientras Silvio pensaba, sabía que la
Elena, conteniendo sus emociones fluctuantes, se acercó con paso firme y escuchó que el encargado explicaba en voz baja:—Señorita, Marcio llegó puntual, ya está maquillado... Su parte ya se ha filmado. Esperamos media hora, pero, como usted aún no había llegado, él se fue. Dijo que cuando usted llegara, filmará primero su parte personal, y luego volverá para la parte de colaboración. ¿Qué piensa al respecto? ¿Deberíamos comenzar con el maquillaje?Sin embargo, Camila parecía no haber escuchado nada y continuaba buscando defectos.—¿Qué es esto? Parece excremento, da muchísimo asco. ¿Cómo se supone que vamos a comer esto? Es tan repugnante que dan ganas de vomitar. ¿Para qué maquillarse? No se puede filmar con esto. Después de sus fuertes críticas, pateó uno de los nuevos productos a un lado, con completo disgusto.Elena había estado en la compañía durante una semana, y también conocía los productos. Aunque tenían un estilo ligeramente lindo, no eran tan malos como para ser despreciad
Camila se volvió y vio a una mujer de cabello largo hasta la cintura, que permanecía de pie detrás de ella y que la miraba con frialdad, con una apariencia bastante hermosa y una sutil elegancia. Lo primero que llamó la atención de Camila fue su cabello negro, suave como la seda, pero que brillaba por sí solo sin la necesidad de ningún tipo de peinado elaborado. Camila tenía la sensación de que ese rostro le resultaba bastante familiar.—¿Quién eres? —preguntó.Elena no respondió, sino que se limitó a reírse. ¿Quién era ella?Parecía que Camila, ni siquiera se había percatado de que había otra mujer aquella noche, y tal vez Silvio tampoco la había tenido en cuenta, ya que había pasado más de una semana y él no la había buscado.—¿Y tú quién eres? —preguntó Elena enfrentándola sin miedo. Al parecer, a Silvio le gustaba ese tipo de actitudes; personas arrogantes y autosuficientes. Estimulada por la actitud altiva de Elena, Camila levantó la mano para abofetearla, pero esta vez no
Elena inclinó la cabeza hacia un lado y vio a Silvio mirando a Camila, sin poder distinguir su expresión. Sin embargo, Camila ya se había acercado a él. Ni siquiera ella, que era su legítima esposa, jamás había abrazado a Silvio en público, pero ¡Camila sí lo hacía! Al ver esa íntima escena, Elena apretó los puños con fuerza; el dolor la mantuvo consciente.Sin embargo, la situación realmente no se desarrolló tal y como Elena esperaba. Silvio frunció levemente el ceño y apartó a Camila.La última vez, había sido porque Silvio estaba borracho que Camila lo ayudó de vuelta a la villa, realmente no había sido su intención.El resultado había sido que su esposa se marchara y que aún no hubiera regresado a casa.Al principio, Silvio no lo tomó en serio, pero después de uno o dos días, con la ausencia de Elena y al saber que no había acudido a sus abuelos, empezó entonces a preocuparse y decidió buscarla. Tan pronto como obtuvo la información de que Elena estaba en el set, acudió allí de
Elena acababa de regresar a la oficina y planeaba informar al gerente sobre el progreso cuando su teléfono sonó.Elena miró el móvil, sosteniéndolo con firmeza, y buscó un lugar apartado para poder contestar la llamada. —Tío —respondió Elena.En cuanto Alberto escuchó la voz de Elena, al otro lado de la línea, comenzó a soltarle un sinnúmero de regaños: —¡Maldita mocosa! ¿Por qué no te quedaste en la mansión? ¿A dónde demonios te fuiste? Las cosas últimamente no le habían ido tan bien a Alberto. Había perdido todo el dinero que le había dado Silvio y había acumulado muchísimas deudas. Afortunadamente, la gente sabía que su sobrina se había casado con alguien adinerado, por lo que no lo presionaban demasiado, siempre y cuando él fuera a recoger el dinero.Lo que no esperaba era que esta vez Silvio le dijera que Elena se había escapado y había desaparecido. Alberto se puso bastante nervioso. Si Elena no estaba con Silvio, este último no le daría dinero, y, entonces, ¿qué haría? Por
Elena inhaló profundamente, —no es necesario, no quiero molestar al señor Velázquez.Apretando fuertemente sus manos, Elena se recordó a sí misma que debía mantener la calma.Esta mañana, él estuvo muy cariñoso con otra mujer delante de ella y luego hizo que su tío la obligara a regresar a casa. Esto no lo olvidaría.Elena pensó que hombres como Silvio, eran mujeriegos, y orgullosos. Había rechazado la oferta de ir en su coche, pensando que él se enojaría y le pediría a su asistente que se fuera con el coche. Sin importar cómo lo pensara, no debería insistir más, pero sorprendentemente, el coche la siguió.Después de caminar aproximadamente media milla, Elena se cansó y se detuvo.Una voz grave resonó, —hay un accidente más adelante, no podrás conseguir un taxi aquí.Al escuchar esa voz, Elena se quedó paralizada al instante y miró de reojo. Era Silvio quien hablaba desde el asiento del conductor, y Rogerio ya no estaba en el coche.Mirando el rostro apuesto y serio de Silvio, Elena du