El día anterior, Silvio no estaba de buen humor y había bebido un poco más de la cuenta. No recordaba nada de lo que había sucedido la pasada noche, sin embargo, al ver la expresión de Carmen, se dio cuenta de que su esposa Elena se había ido de casa.En su mente, Elena siempre había sido una mujer bastante dócil. Cada vez que Carmen informaba sobre su situación, mencionaba lo responsable que ella era. ¿Cómo era posible que ahora, de repente, se hubiera revelado?—¿Quiere que busque a la señorita? — preguntó Carmen con precaución.—No es necesario. Es una adulta y tiene libre albedrío. Si regresa, me llamará —respondió Silvio, aunque esto le parecía un tanto inverosímil. Silvio se había casado con ella y le había proporcionado una vida sin preocupaciones. Del mismo modo, nunca la había restringido en su libertad; si quería salir, nadie se lo impediría.El título de «señora Velázquez» era suficiente, no era necesario que él se preocupara por ella.Mientras Silvio pensaba, sabía que la
Elena, conteniendo sus emociones fluctuantes, se acercó con paso firme y escuchó que el encargado explicaba en voz baja:—Señorita, Marcio llegó puntual, ya está maquillado... Su parte ya se ha filmado. Esperamos media hora, pero, como usted aún no había llegado, él se fue. Dijo que cuando usted llegara, filmará primero su parte personal, y luego volverá para la parte de colaboración. ¿Qué piensa al respecto? ¿Deberíamos comenzar con el maquillaje?Sin embargo, Camila parecía no haber escuchado nada y continuaba buscando defectos.—¿Qué es esto? Parece excremento, da muchísimo asco. ¿Cómo se supone que vamos a comer esto? Es tan repugnante que dan ganas de vomitar. ¿Para qué maquillarse? No se puede filmar con esto. Después de sus fuertes críticas, pateó uno de los nuevos productos a un lado, con completo disgusto.Elena había estado en la compañía durante una semana, y también conocía los productos. Aunque tenían un estilo ligeramente lindo, no eran tan malos como para ser despreciad
Camila se volvió y vio a una mujer de cabello largo hasta la cintura, que permanecía de pie detrás de ella y que la miraba con frialdad, con una apariencia bastante hermosa y una sutil elegancia. Lo primero que llamó la atención de Camila fue su cabello negro, suave como la seda, pero que brillaba por sí solo sin la necesidad de ningún tipo de peinado elaborado. Camila tenía la sensación de que ese rostro le resultaba bastante familiar.—¿Quién eres? —preguntó.Elena no respondió, sino que se limitó a reírse. ¿Quién era ella?Parecía que Camila, ni siquiera se había percatado de que había otra mujer aquella noche, y tal vez Silvio tampoco la había tenido en cuenta, ya que había pasado más de una semana y él no la había buscado.—¿Y tú quién eres? —preguntó Elena enfrentándola sin miedo. Al parecer, a Silvio le gustaba ese tipo de actitudes; personas arrogantes y autosuficientes. Estimulada por la actitud altiva de Elena, Camila levantó la mano para abofetearla, pero esta vez no
Elena inclinó la cabeza hacia un lado y vio a Silvio mirando a Camila, sin poder distinguir su expresión. Sin embargo, Camila ya se había acercado a él. Ni siquiera ella, que era su legítima esposa, jamás había abrazado a Silvio en público, pero ¡Camila sí lo hacía! Al ver esa íntima escena, Elena apretó los puños con fuerza; el dolor la mantuvo consciente.Sin embargo, la situación realmente no se desarrolló tal y como Elena esperaba. Silvio frunció levemente el ceño y apartó a Camila.La última vez, había sido porque Silvio estaba borracho que Camila lo ayudó de vuelta a la villa, realmente no había sido su intención.El resultado había sido que su esposa se marchara y que aún no hubiera regresado a casa.Al principio, Silvio no lo tomó en serio, pero después de uno o dos días, con la ausencia de Elena y al saber que no había acudido a sus abuelos, empezó entonces a preocuparse y decidió buscarla. Tan pronto como obtuvo la información de que Elena estaba en el set, acudió allí de
Elena acababa de regresar a la oficina y planeaba informar al gerente sobre el progreso cuando su teléfono sonó.Elena miró el móvil, sosteniéndolo con firmeza, y buscó un lugar apartado para poder contestar la llamada. —Tío —respondió Elena.En cuanto Alberto escuchó la voz de Elena, al otro lado de la línea, comenzó a soltarle un sinnúmero de regaños: —¡Maldita mocosa! ¿Por qué no te quedaste en la mansión? ¿A dónde demonios te fuiste? Las cosas últimamente no le habían ido tan bien a Alberto. Había perdido todo el dinero que le había dado Silvio y había acumulado muchísimas deudas. Afortunadamente, la gente sabía que su sobrina se había casado con alguien adinerado, por lo que no lo presionaban demasiado, siempre y cuando él fuera a recoger el dinero.Lo que no esperaba era que esta vez Silvio le dijera que Elena se había escapado y había desaparecido. Alberto se puso bastante nervioso. Si Elena no estaba con Silvio, este último no le daría dinero, y, entonces, ¿qué haría? Por
Elena inhaló profundamente, —no es necesario, no quiero molestar al señor Velázquez.Apretando fuertemente sus manos, Elena se recordó a sí misma que debía mantener la calma.Esta mañana, él estuvo muy cariñoso con otra mujer delante de ella y luego hizo que su tío la obligara a regresar a casa. Esto no lo olvidaría.Elena pensó que hombres como Silvio, eran mujeriegos, y orgullosos. Había rechazado la oferta de ir en su coche, pensando que él se enojaría y le pediría a su asistente que se fuera con el coche. Sin importar cómo lo pensara, no debería insistir más, pero sorprendentemente, el coche la siguió.Después de caminar aproximadamente media milla, Elena se cansó y se detuvo.Una voz grave resonó, —hay un accidente más adelante, no podrás conseguir un taxi aquí.Al escuchar esa voz, Elena se quedó paralizada al instante y miró de reojo. Era Silvio quien hablaba desde el asiento del conductor, y Rogerio ya no estaba en el coche.Mirando el rostro apuesto y serio de Silvio, Elena du
Elena involuntariamente enderezó su cuerpo, sintiéndose algo inquieta como un niño que ha hecho algo mal, con miedo y culpabilidad.Era Silvio quien la seguía, y la atrapó mirando la pantalla de su anuncio.No quería mirar atrás.El viento nocturno soplaba con fuerza, y tal vez debido a la tensión, sentía sus manos temblorosas.Pero la respiración del hombre resonaba en sus oídos, como si todo su cuerpo estuviera ardiendo. Ella dio dos pasos hacia un lado de manera exagerada y le dijo: —¿Qué hay de bueno para ver? ¡No es bueno en absoluto!¿No se había ido ya? ¿Por qué volvía?Al ver su reacción, Silvio sonrió suavemente. —¿Sabes cuán nerviosa pareces en este momento?—No me siento nerviosa, solo creo que para decir la verdad no eres para nada atractivo.Elena se enfadó, como si sus pensamientos hubieran sido expuestos, sintiéndose avergonzada.Silvio la miró con una leve sonrisa, sorprendido por lo interesante que era.—¿De qué te ríes? ¿Realmente crees que eres tan encantador y que t
Elena se sentía sumamente preocupada por sus abuelos, por lo que, después de pensarlo por un tiempo, decidió transferirle algo de dinero de su cuenta a Alberto y le envió un mensaje. «No quiero volver, pero no escatimaré en lo que se refiere a la manutención de mis abuelos». Quizás porque había recibido el dinero, Alberto no la llamó, sino que solo se limitó a responder por el mismo medio: «¿Cómo es que solo hay tan poco? ¡Regresa pronto y pide más dinero!» Al ver ese mensaje, Elena se sintió muy impotente.Recordando el encuentro con Silvio aquel día, Elena sintió un torrente de complicadas emociones. Él nunca le había dicho que regresara a casa, y la conversación entre ellos había carecido por completo de la intimidad que debería existir entre esposos.A él no le importaba dónde vivía ni cómo le iba después de abandonar la casa, por lo que, pensando en esto, una lágrima descendió por su mejilla y Elena la enjugó rápidamente. Realmente no valía la pena llorar por alguien que ni si