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Capítulo 5 ¡Ella está por comenzar una nueva vida!
Todo lo que se desarrollaba ante los ojos de Elena hizo que comenzara a llorar desconsoladamente. Esas imágenes eran como punzadas en sus ojos, que la herían cruelmente.

Su esposo, con su amante, en su habitación, en su cama, haciendo lo que más aman hombres y mujeres.

¿Acaso Silvio le había insistido al chofer que la llevara a visitar a su abuela, solo para llevar a aquella mujer a la casa? ¿Lo había hecho con el único fin de intimar con Camila?

¿Y qué pasaba con ella, con Elena? ¿Qué rol representaba en todo aquello?

Había estado allí, en aquella casa vacía, durante años, solo por aquel certificado de matrimonio; anhelando, en secreto, poder conquistar a Silvio y convertirse en la verdadera señora Velázquez. Sin embargo, pese a que con el tiempo había comenzado a desistir, Elena jamás había podido imaginar que, al final, todo terminara de aquella manera.

Completamente aturdida, Elena escuchó los sonidos que continuaban en el piso superior, los cuales hacían que la ansiedad y el pánico la invadieran. Por lo que, acto seguido, salió por la puerta, tambaleándose, sin saber realmente a dónde ir.

Había vivido en esa mansión durante tres largos años, tiempo en el cual se había comportado de manera sumisa y cautelosa. Nunca se había aventurado a salir, temiendo causar problemas que pudieran dañar la reputación de la familia Velázquez.

Aunque desde el principio Elena también había entendido que aquel matrimonio era solo para satisfacer las necesidades de ambos, una vez que obtuvieron el certificado, quedaron atados.

¡Ya eran esposos!

Elena siempre había procurado ser una buena esposa, pero Silvio nunca le había dado esa oportunidad. Y en ese momento la había humillado miserablemente, al llevar a otra mujer a casa.

Elena se sentó en el sofá de la entrada y lloró hasta que se le agotaron las fuerzas, antes de regresar. Sin embargo, en lugar de ingresar en la mansión, se encaminó directo al jardín y tomó asiento en un banco. Sin fuerzas, y cuando se cansó de llorar, regresó. Pero en lugar de entrar en la mansión, se dirigió directo al jardín y se sentó en un banco. Nunca en su vida había estado tan triste ni tan consciente. Su matrimonio ha llegado a ese punto y era hora de que ella pensara en sí misma.

Al día siguiente, Elena regresó a la mansión en la mañana temprano. La casa estaba muy tranquila; nadie se había percatado de su ausencia.

Carmen, la criada que estaba preparando el desayuno, la vio entrar y en su rostro pudo ver una gran compasión y desdén al mismo tiempo. Compasión por ser ignorada por su esposo y desdén por no poder controlar a su hombre después de tanto tiempo de matrimonio.

Elena regresó a su habitación con la cara muy rígida y comprobó que la pareja aún no se había despertado. Miró detenidamente la desordenada cama y vio a la mujer durmiendo en los brazos de Silvio, abrazados y muy íntimos.

De repente, sintió asco y escupió hacia el suelo, justo en el vestido que la mujer había arrojado al suelo.

Ignorando a la pareja, Elena empacó rápidamente algunas prendas y abrió silenciosamente el cajón de la mesita de noche donde se encontraba el certificado de matrimonio. Su mirada se detuvo en él por un momento, pero decidió no mirarlo más.

Cerró el cajón con decisión, levantó las cosas que había empacado y rápidamente salió.

Cuando salió de la mansión, los pasos de Elena eran ligeros. Ella ya lo había aceptado y había tomado una decisión.

Su abuela estaba muy equivocada. La fidelidad se basaba en la reciprocidad. Había guardado su pureza solo para Silvio, mientras que él disfrutaba de su vida fuera del matrimonio, incluso llevando a su amante abiertamente a casa. ¿Por qué debería quedarse sola y esperar pacientemente a que él regresara?

Elena arrastró su maleta por el camino, las ruedas haciendo un sonido suave y agradable. Al escuchar este sonido, una leve sonrisa apareció en sus labios.

Aquel día era el comienzo de una nueva vida para ella.

...

Cuando Silvio se despertó, Elena se había ido hacía mucho tiempo. Silvio frunció el ceño. Se dio cuenta de que había vuelto a villa Flor de Cerezo, y a su lado se encontraba una mujer desnuda que le causaba repulsión. No tenía que pensar mucho para saber qué había sucedido la noche anterior.

Recordando que su esposa aún vivía bajo el mismo techo, se apresuró a bajar las escaleras.

—¿Dónde está ella?

Al escuchar esta pregunta, Carmen quedó anonadada por un momento, antes de percatarse de que se refería a Elena.

—Tomó sus pertenencias y se marchó —se apresuró a responder.

Carmen pensó que a Silvio no le importaría lo que hiciera su esposa, por lo que no impidió que Elena se fuera. Pero resultó que, por primera vez, él estaba haciendo preguntas sobre ella.

Carmen se sintió algo nerviosa.

—¿Se llevó su equipaje? —preguntó Silvio con el ceño fruncido— ¿Qué hace yéndose así de casa?
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