Ekatherine:
Lo único que me mantenía de animo era la carta de mi querido Edrick, soñaba con el momento de su regreso, y aunque tenía un poco de miedo, estaba lista para ver las listas de las bajas que colocarían en la plaza, sabía que su nombre no estaría ahí, le había pedido a Dios que lo cuidase en todo momento, y él nunca me había quedado mal.
Por la mañana me levanté más temprano que de costumbre, sabía bien que las listas no serían colocadas hasta después de las 10 de la mañana, pero eso no me había permitido dormir bien así que, por mi salud mental, iría de paseo a caballo.
Cuando me doy cuenta la hora que es, comienzo el viaje hasta el pueblo, Gallego, mi caballo, mi fiel amigo; sortea cada obstáculo con maestría, nada más llegar bajo dando un salto, él era tan inteligente que camino hasta el abrevadero para tomar un poco de agua.
Sin importarme las buenas costumbres, me abro paso entre la gente, escucho que me maldicen pero poco me importan, necesito cerciorarme que no está en ninguna lista. Comienzo a buscar pasando mi dedo por cada nombre, no quería mirar mal y tener que releer la lista, suspiro con fuerza cuando llegó al último y no lo encuentro, me alejo de ahí y voy dónde mi caballo, lo abrazo y él entiende que son buenas noticias.
- Vamos Gallego, te daré un festín ‒sonrío, él mueve la cabeza de acuerdo, estoy por subir cuando un pequeño golpe en mi hombro me hace volver la vista, miro con extrañeza al hombre, era joven, le calculaba unos 25 o quizás más, no lo sabía ni me importaba, era guapo pero tenía aires de ser un mujeriego, y bueno, mi ojo analítico no se equivocaba.
- Disculpe usted señorita, la he visto a punto de montar su caballo, un excelente ejemplar si debo agregar ‒sonríe con caballerosidad, suspiro de manera interna, hasta Gallego podía ver sus intenciones‒, y me he dicho, ¿cómo alguien podría ser tan descortés para no ayudar a tan bella dama? Así que me he acercado para ayudarle, no querría Dios que sufriese alguna caída, un desastre arruinar ese bello rostro ‒extiende la mano.
- ¿Terminó caballero? ‒lo miro seria, él parece sorprendido‒, para empezar, no sé quien cojones le ha dicho a usted que soy una dama en apuros, segundo, nadie se acerco a ayudarme porque saben que soy muy capaz de montar mi propio caballo, uno que he tenido desde que era niña y por lo tanto, sé montar a la perfección ‒le sonrío con falsedad‒, así que si me disculpa, volveré a mi casa, que tenga buen día ‒con un rápido movimiento me subo al caballo, me giro y emprendo el camino de regreso a casa.
Ambrose:
Me quedo perplejo ante el peculiar comportamiento de aquella señorita, así que lo que Lord Ramsey me había dicho, era verdad, Ekatherine Kerloff era una rosa salvaje.
- Ya te he dicho yo que ella no es como otras damas, te has ganado su molestia por obstinado, ni más ni menos ‒mi viejo amigo comienza a reír ante mi sorpresa.
- Tenía que comprobarlo por mi mismo, sin duda alguna es una belleza, aunque su carácter, quizás podría mejorar una vez se case ‒digo serio, Lord Ramsey ríe con más fuerza.
- Pues será con su marido, porque el resto, bien podemos jodernos, no le interesa en lo más mínimo la opinión de nadie, ya te tocará ver los enfrentamientos que tiene con otras damas, ella no tiene reparo alguno en dar su opinión, y si debo ser sincero, la mayoría de las veces estoy de acuerdo con ella, pero que no lo sepa mi madre porque me cuelga ‒río ante aquello, había sido un curioso pero refrescante primer encuentro.
- ¿Sabes si irá esta noche al baile de la viuda McKenzie? ‒lo miro atento, él asiente.
- Es muy seguro, esa mujer es la única que no la mira como si fuese el mismísimo demonio, Ekatherine le tiene mucho cariño, así que sí, es seguro que irá ‒asiento complacido.
- Creí que mi regreso a Bournemouth sería de lo más aburrido, pero sin duda alguna, creo que será de lo más divertido ‒sonrío complacido.
- Sólo ten cuidado, no tires tanto de la cuerda o todo podría salir muy mal, ella es una mujer de armas tomar, así que advertido estas, no vengas a culparme si te excedes ‒me señala con él dedo, ruedo los ojos y asiento riendo, estaba ansioso por que llegara la noche y pudiera verla de nuevo.
Ekatherine:Odiaba a tipos como él, podía ver sus intenciones a mil kilómetros, es por eso que aborrecía a los hombres de la alta sociedad, eran banales, poco inteligentes y se centraban en ellos mismos como si fuesen Dios o un ser perfecto al cual debían servirle, en todo caso, que buscasen una criada en lugar de una esposa. Me negaba de manera rotunda a esa vida, y sabía que con Edrick no la tendría, éramos iguales y era eso lo que me gustaba de él, yo era su igual.Tras dejar a Gallego con una buena paca, cepillado y listo para la siguiente aventura, vuelvo a la mansión y me dirijo al cuarto para bañarme, me cambio y bajo a desayunar, lo bueno de haber crecido con las criadas, es que había forjado un lazo con ellas, así que la cocinera me mimaba y sin importar la hora, me tenía listo el desayuno o cualquier comida que me hubiese saltado.- Mis favoritos ‒susurro al ver los panqueques con fresa y miel, me siento y comienzo a comer feliz, eso hasta que mi padre llega, dejo el tenedor
Ambrose:Todos habían parecido enmudecer tras la entrada de la joven Ekatherine, nunca habría imaginado el impacto que ella tenía en esta sociedad, pero mi atención se había volcado en su padre, Lord Kingston. Era un hombre bastante corriente y según sabía, el título lo había heredado gracias al matrimonio con la única hija de los Kingston, y eso lo había logrado gracias al trabajo de su padre, Iván Petrov Kerloff, un hombre visionario que había comprado unas tierras muertas y en poco tiempo las había hecho prosperar volviéndose un hombre muy rico e influyente, eso hasta que Dimitrio Ivanov Kerloff lo había echado a perder en juegos de apuestas y negocios no tan inteligentes. Podía notar lo desesperado que estaba por recuperar su antigua posición, no dejaba de deshacerse en halagos y cumplidos a mi persona. Siendo sincero, no estaba interesado en el matrimonio, me gustaba la libertad y lo que podía hacer con eso, no tenía que ser un ejemplo porque sería muy raro llegar a la corona, en
Ambrose:Tras el rechazo de mi amistad, me había propuesto convencer a la joven Kerloff de volverse mi amiga, y esa determinación aumentaba con cada rechazo, quizás es que estaba bastante acostumbrado a salirme con la mía que mi ego no soportaba sus rotundas negativas.- Acepte este collar como muestra de mi interés sincero por usted ‒le sonrío lo más inocente posible, estábamos en una celebración dominical, ella me mira con ira contenida.- Ya le dije que me deje en paz, y llévese su horrible collar ‒se da la vuelta y va donde su madre, veo que le dice algo, es probable que la este regañando por su forma de comportarse conmigo, era gracioso ver que no sólo le molestaba el resto de las personas, también lo hacían sus padres, ¿podía culparla? Para nada, yo mismo era reacio a relacionarme con mis padres.- Debes detenerte Ambrose, las personas creen que de verdad estas enamorado de ella, incluso sienten lástima por ti ‒dice Joseph, era extraño llamarlo por su nombre en lugar de su apell
Ekatherine: Si alguna vez había existido un hombre tan insistente e imbécil, ese debía ser el Duque de Ainsworth, había causado una gran conmoción cuando supieron sobre la propuesta, y como si ese evento no hubiese sido suficiente para él, había mandado a adornar la mansión Kingston con rosas rojas, se había presentado diciendo esas tonterías que los hombres suelen decirle a las mujeres. - Una flor para otra flor, aunque cada rosa palidece ante su belleza ‒había tenido que encontrar paciencia de quien sabe dónde, una que se acabo cuando mencionó que no encontraría hombre más romántico que él. - ¿Eso cree? ‒le sonrío con falsedad, me acerco a las rosas y comienzo a tirarlas todas, su cara de sorpresa era única‒, pues sepa usted caballero, que los hay, y mejor que las ridiculeces que dice y los actos originales que hace ‒le arrojo un ramo antes de entrar a la mansión hecha una furia, no había salido de mi habitación hasta el día siguiente, es más, para evitar a ese hombre, no habí
Ambrose: - No termino de entender si de verdad la amas o estás obsesionado con ella ya que ninguna mujer te había dicho que no antes –susurra Ramsey viéndome con atención, me encojo de hombros mientras miro mi vaso de whisky. - Quizás ambos –susurro bajo, no sabía cómo se sentía el amor, nunca antes me había interesado nada de lo que otros tenían. - Ten cuidado o podrías salir muy mal parado –asiento mientras doy un trago, seguía ideando planes, métodos que dieran resultados, pero cada cosa parecía molestarla más que la anterior. - Adelante –alzo la vista cuando la puerta suena, veo entrar al mayordomo. - Su alteza, lo busca Lady Kerloff –alzo la ceja sorprendido, y al parecer no era el único ya que Ramsey hasta se puso derecho. - Hazla pasar –dejo el vaso en la mesita, me pongo de pie arreglándome la ropa, Ramsey se ríe por lo bajo. Pongo mi mejor sonrisa, la cual desaparece cuando entra, luces pálida y parece que ha llorado por días, como si alguien hubiese muerto. - Lamento l
Ekatherine: La semana paso en un abrir y cerrar de ojos, por primera vez en mucho tiempo pude ver a mi madre feliz y orgullosa de mí, que tristeza que sintiera eso cuando yo me sentía morir, me había importado bien poco los preparativos, el ajuar de novia o los votos, recitaría los que el sacerdote me dijera y listo. - Tan hermosa ‒dice mi padre con emoción, bien podría ser negro este vestido y me daría igual. - Sí, hermosa como una muñeca sin vida, una muñeca vendida al mejor postor, ¿no padre?, ¿esto refleja tus sueños? ‒me giro a verlo molesta‒, sólo te diré una cosa padre, si llegases a vender algo de lo que nos pertenece a Jelena o a mí, juro por lo que más amo, que te mandaré a arrestar, en cuanto tenga a mi primer hijo, dejarás por escrito que todo eso es suyo y que su albacea soy yo, así cuando Jelena se recupere y decida casarse, tendrá un patrimonio para ella y sus hijos, y si no lo haces padre, haré que mi familia política te destruya, y yo no juego con ello ‒puedo ver co
Ambrose: Por suerte uno de los invitados era un doctor, de lo contrario, habría tardado más y seguro me habría dado algo por la preocupación. - Tranquilo alteza, ella está bien, algo cansada y por lo que pude ver, famélica, déjela dormir y por la mañana que desayune bien, poco a poco irá recobrando su salud –me sonríe, asiento y lo acompaño a la puerta, vuelvo donde ella y me acomodo a su lado, suponía que esto era normal, la boda había sido planeada en muy poco tiempo, además, ella había guardado luto durante una semana tras el fallecimiento de aquel joven, no era algo que me gustara pero era parte de su pasado, algo que debía aplaudir era el hecho de haberme dicho la verdad, porque del resto me encargaría yo, estaba seguro que ella llegaría a quererme, por ahora era lo mínimo que ambicionaba, que me amara era demasiado. Me quedo viendo su respiración acompasada, no sé en qué punto me quedo dormido junto a ella, lo que me despierta no es el sol si no un suave movimiento, al abrir l
Ambrose: Había intentado ser paciente por su estado de salud, no quería que se desmayase en medio de nada, además era mi esposa, y aunque sonase cruel, él no estaba aquí así que no habría nada que se interpusiera en mi camino. Por la tarde ella había ido con su hermana a dar un paseo, Jelena se veía mejor y eso me alegraba de todo corazón, era un pendiente menos para Katina. - A esta altura, creí que ya te tendría dominado ‒dice Ramsey mientras bebe su whisky, lo había invitado porque me aburría mucho, así que habíamos comenzado a beber y hablar. - A mí nadie me domina ‒digo arrastrando las palabras, habíamos jugado a quién tomaba más y creo que eso me estaba pasando factura‒. Adelante ‒me pongo derecho, una sirvienta entra con un libro en la mano. - Perdone que lo moleste alteza, pero encontré esto y creí conveniente que lo viera ‒se acerca abriendo el libro, adentro noto unas cartas y sin temblar las tomo, le pide que se retire, dejo el libro en mi regazo y comienzo a leer. Los