Gracias por su paciencia y por leer, sé que me tardo pero pues entre que no tengo ánimo y tengo mi trabajo, pocos son los momentos en que puedo escribir, gracias por su paciencia, espero les guste, dejen sus comentarios.
Ambrose:Sus palabras me habían dejado perplejo, no creí que comenzara a interesarse por el manejo de la propiedad ya que las anteriores duquesas solían delegarlo a una persona del servicio, en su mayoría mayordomo.Salgo de la habitación y Mildred se acerca secando sus lágrimas.- Lo lamento, pero tendrás que obedecer la orden, si mi madre se entera de que no le permito a mi esposa hacer las cosas como viene en el libro que mi abuela escribió, sería capaz de desheredarme y darle mi lugar ‒digo serio, mi madre era la defensora número uno de que cada regla y protocolo debía ser cumplido.- Por favor su alteza ‒llora desconsolada, niego con pesar.- Si quieres renunciar puedo darte una buena cantidad, sé que ese trabajo es por mucho, el peor de todos ‒miro al techo.- No quiero hacerlo, así que renuncio ‒dice con pesar, asiento y le pido que me acompañe a mi despacho para darle el cheque y que pueda recoger sus cosas.- ¿La enamoraste y le rompiste el corazón? ‒pregunta Ramsey entrando
Ambrose: Estaba bastante seguro que su olvido no tenía nada de eso, casi podría jurar que lo hizo con la intención de hacerme quedar mal, no era casualidad que todo estuviese preparada, pero lo dejaría pasar, era mejor si llegábamos a un acuerdo. - Necesitamos hablar ‒había entrado a la habitación de la Duquesa tras salir Anabel, ella se gira para mirarme mientras cepilla su largo cabello. - Adelante ‒era inevitable verla y no quedar encantado, era como una ninfa del bosque o un hada. - Necesitamos hacer una tregua, esto no puede seguir así ‒termina de trenzar su cabello y se gira a verme por completo. - Te escucho ‒me mira atenta, ella no parecía perturbarle mi presencia a esas horas. - Te ofrezco un acuerdo de paz ‒ella alza una ceja‒, no me molestas, no te molesto y tratamos de llegar a acuerdos cada que pase algo, ¿qué te parece? ‒me mira sin decir una sola palabra. - Esta bien, mientras no te interpongas en mis decisiones, yo no te haré la vida difícil ‒se encoge de hombro
Ekatherine: Las semanas habían transcurrido sin más accidentes o incidentes, la verdad es que Ambrose no era un mal tipo, a veces se le salía lo ligón pero era un buen tipo. No había vuelto a pasar nada entre nosotros, no sabía si se sentía mal por cómo había tomado mi virginidad o porque ya no estaba a la defensiva, fuese el motivo, estaba bien para mí, repetir lo de ese día no me apetecía ni tantito. - Lady McKenzie nos invita a su mansión esta noche –dice él sacándome de mi lectura. - Muy bien –asiento de acuerdo, cierro el libro sintiéndome mareada, un olor particular llega a mí, como a viejo y me cubro la boca, me pongo de pie y vómito en un cesto de basura–. ¿Katina? –se acerca preocupado, me siento en el suelo tras terminar. - No sé, me dio mucho asco –froto mi frente, siento que me alza con cuidado, me deja en el sofá–. Raymond –llama al mayordomo, este entra tras el grito. - ¿Si, sus altezas? –dice tras hacer una reverencia. - Manda a Jonh por el doctor, y rápido –Raym
Ambrose: Tras asimilar aquello, me había visto en la necesidad, aunque en realidad, debería decir que había seguido el consejo de Katina de notificarle a mis padres sobre su embarazo, así que había escrito una carta y la había enviado con el mensajero. Le había pedido a Anabel y Emma que estuvieran al pendiente de todo lo que hiciera la Duquesa, que no le permitieran hacer nada peligroso, ni pesado o extenuante, así mismo debían estar atentas a que comiera a sus horas y si quería algo en específico, no dudaran en complacerla. - Me aburro demasiado, quiero montar a caballo ‒la escucho quejarse mientras entra a mi despacho. - No puedes hacer eso Lilibeth ‒susurro sin apartar la vista de unos documentos, había pospuesto por un tiempo terminar el papeleo. - ¿Cómo me has llamado? ‒pregunta con sorpresa, alzo la vista desconcertado‒, ¿por qué me has llamado Lilibeth? ‒me mira molesta mientras coloca las manos en su cintura. - El otro día estuve pensando en que todos te dicen Katina, en
Ekatherine: El archiduque había ordenado que colocaran el cuerpo de su hijo en el mausoleo que estaba casi al fondo del Ducado, así mismo pidió que se corriese el rumor de que ambos habían muerto y que la familia sobreviviente estaba abrumada por el dolor de la pérdida que estaban encerrados aquí llorando a sus muertos, esto con la finalidad de que ese despreciable bajase la guardia y les diera tiempo para actuar. - No debí haber acompañado a tu hermano, el carruaje llamaba demasiado la atención ‒el archiduque estaba mejor, le dolía pero no como el día anterior. - No tenías forma de saber que esa sabandija haría aquello ‒susurra molesto Ambrose‒, he decidido ir con el rey de inmediato, tengo las pruebas suficientes para que lo detengan ‒doy un respingo ante aquella declaración, aprieto mis manos con fuerza, la idea de que ese hombre pudiese hacerle lo mismo que a mi cuñado, me ponía mal, sentía que me faltaba el aire. - Lleva a unos cuantos caballeros y evita usar un carruaje, es m
Ekatherine: Habíamos hablado por un largo tiempo, él seguía siendo el mismo, no podía evitar que mi corazón se acelerara cada que lo veía sonreír o reír, se veía incluso más guapo que antes. Lilia había salido por té y galletas, había sostenido sus manos en todo momento, sentía que todo era un sueño y que terminaría por desvanecerse. - Debo irme, mi madre se preocupará ‒asiento, me pongo de pie y lo acompaño a la salida, lo había abrazado con fuerza antes de verlo marchar, justo en ese momento se me ocurrió que le regalaría a Gallego. - Adelante ‒me había ido a mi habitación, leía o al menos, eso intentaba, no podía olvidar todo lo sucedido, cada evento se reproducía en mi cabeza en cámara lenta. - Su alteza, el Duque ha vuelto ‒doy un respingo ante eso, dejo el libro a un lado y me apresuro fuera de la habitación, bajo las escaleras lo más rápido que me es posible cuidando no caerme, me detengo al verlo en la entrada, suspiro de alivio, él me sonríe y no puedo evitar sonreírle de
Ekatherine:El día siguiente había sido igual, nobles yendo y viniendo a dar sus condolencias, incluso el rey había venido, era medio hermano de la Archiduquesa, pero por lo que sabía y entendía, se llevaban muy bien.- Su alteza –me llama suave Lilia, ella se había vuelto parte de mis personas de confianza tras lo de Edrick–, el caballero de la otra vez esta aquí –me tenso al instante.- ¿Dónde está? –susurro igual de bajo.- En las caballerizas, me ha informado el mozo de cuadra –asiento y la despacho con un movimiento leve de cabeza.- Si me disculpan señores, me siento algo indispuesta y quisiera retirarme –digo bajo, como si me apenase este asunto.- ¿Quieres qué te acompañe? –dice él preocupado, me sentía mal de no decirle, pero no era el momento.- No querido, tranquilo, me siento cansada de un tiempo para acá, sólo necesito descansar un poco –aprieto suave su mano–, además, tengo a Emma para cuidarme, así que tranquilo –él asiente de mala gana. Me pongo de pie y tras hacer un
Ambrose: Me había sentido de verdad horrible ver las marcas de mis manos en sus brazos y rostro, estaba seguro que sabría como ocultarlas pero no le restaba peso, también me había sentido mal por hacerla mía sin tener en consideración su estado, y menos me había detenido porque no opuso resistencia. - ¿Cómo está la Duquesa? ‒le había pedido a Emma me notificara en cuanto ella se despertara, era pasado el mediodía. - Bien, se está bañando y le han dejado el desayuno, me ha preguntado por usted, ¿desea que le diga que esta ocupado? ‒niego, de cualquier modo debía verla, no podía ocultarme para siempre‒. Permiso ‒hace una reverencia antes de salir, caminaba de un lado a otro como león enjaulado, debía hacerme cargo de mis actos, además debíamos tratar el tema de la mudanza. - Adelante ‒había dado un salto, intento calmarme tras regañarme de manera mental. - Su alteza ‒dice Lilibeth nada más entrar, me giro a verla, las marcas en su rostro no estaban, las de los brazos estaban cubier