Desastre
Ekatherine:

Si alguna vez había existido un hombre tan insistente e imbécil, ese debía ser el Duque de Ainsworth, había causado una gran conmoción cuando supieron sobre la propuesta, y como si ese evento no hubiese sido suficiente para él, había mandado a adornar la mansión Kingston con rosas rojas, se había presentado diciendo esas tonterías que los hombres suelen decirle a las mujeres.

- Una flor para otra flor, aunque cada rosa palidece ante su belleza ‒había tenido que encontrar paciencia de quien sabe dónde, una que se acabo cuando mencionó que no encontraría hombre más romántico que él.

- ¿Eso cree? ‒le sonrío con falsedad, me acerco a las rosas y comienzo a tirarlas todas, su cara de sorpresa era única­­‒, pues sepa usted caballero, que los hay, y mejor que las ridiculeces que dice y los actos originales que hace ­­‒le arrojo un ramo antes de entrar a la mansión hecha una furia, no había salido de mi habitación hasta el día siguiente, es más, para evitar a ese hombre, no habí
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