Ekatherine: La semana paso en un abrir y cerrar de ojos, por primera vez en mucho tiempo pude ver a mi madre feliz y orgullosa de mí, que tristeza que sintiera eso cuando yo me sentía morir, me había importado bien poco los preparativos, el ajuar de novia o los votos, recitaría los que el sacerdote me dijera y listo. - Tan hermosa ‒dice mi padre con emoción, bien podría ser negro este vestido y me daría igual. - Sí, hermosa como una muñeca sin vida, una muñeca vendida al mejor postor, ¿no padre?, ¿esto refleja tus sueños? ‒me giro a verlo molesta‒, sólo te diré una cosa padre, si llegases a vender algo de lo que nos pertenece a Jelena o a mí, juro por lo que más amo, que te mandaré a arrestar, en cuanto tenga a mi primer hijo, dejarás por escrito que todo eso es suyo y que su albacea soy yo, así cuando Jelena se recupere y decida casarse, tendrá un patrimonio para ella y sus hijos, y si no lo haces padre, haré que mi familia política te destruya, y yo no juego con ello ‒puedo ver co
Ambrose: Por suerte uno de los invitados era un doctor, de lo contrario, habría tardado más y seguro me habría dado algo por la preocupación. - Tranquilo alteza, ella está bien, algo cansada y por lo que pude ver, famélica, déjela dormir y por la mañana que desayune bien, poco a poco irá recobrando su salud –me sonríe, asiento y lo acompaño a la puerta, vuelvo donde ella y me acomodo a su lado, suponía que esto era normal, la boda había sido planeada en muy poco tiempo, además, ella había guardado luto durante una semana tras el fallecimiento de aquel joven, no era algo que me gustara pero era parte de su pasado, algo que debía aplaudir era el hecho de haberme dicho la verdad, porque del resto me encargaría yo, estaba seguro que ella llegaría a quererme, por ahora era lo mínimo que ambicionaba, que me amara era demasiado. Me quedo viendo su respiración acompasada, no sé en qué punto me quedo dormido junto a ella, lo que me despierta no es el sol si no un suave movimiento, al abrir l
Ambrose: Había intentado ser paciente por su estado de salud, no quería que se desmayase en medio de nada, además era mi esposa, y aunque sonase cruel, él no estaba aquí así que no habría nada que se interpusiera en mi camino. Por la tarde ella había ido con su hermana a dar un paseo, Jelena se veía mejor y eso me alegraba de todo corazón, era un pendiente menos para Katina. - A esta altura, creí que ya te tendría dominado ‒dice Ramsey mientras bebe su whisky, lo había invitado porque me aburría mucho, así que habíamos comenzado a beber y hablar. - A mí nadie me domina ‒digo arrastrando las palabras, habíamos jugado a quién tomaba más y creo que eso me estaba pasando factura‒. Adelante ‒me pongo derecho, una sirvienta entra con un libro en la mano. - Perdone que lo moleste alteza, pero encontré esto y creí conveniente que lo viera ‒se acerca abriendo el libro, adentro noto unas cartas y sin temblar las tomo, le pide que se retire, dejo el libro en mi regazo y comienzo a leer. Los
Ambrose:Sus palabras me habían dejado perplejo, no creí que comenzara a interesarse por el manejo de la propiedad ya que las anteriores duquesas solían delegarlo a una persona del servicio, en su mayoría mayordomo.Salgo de la habitación y Mildred se acerca secando sus lágrimas.- Lo lamento, pero tendrás que obedecer la orden, si mi madre se entera de que no le permito a mi esposa hacer las cosas como viene en el libro que mi abuela escribió, sería capaz de desheredarme y darle mi lugar ‒digo serio, mi madre era la defensora número uno de que cada regla y protocolo debía ser cumplido.- Por favor su alteza ‒llora desconsolada, niego con pesar.- Si quieres renunciar puedo darte una buena cantidad, sé que ese trabajo es por mucho, el peor de todos ‒miro al techo.- No quiero hacerlo, así que renuncio ‒dice con pesar, asiento y le pido que me acompañe a mi despacho para darle el cheque y que pueda recoger sus cosas.- ¿La enamoraste y le rompiste el corazón? ‒pregunta Ramsey entrando
Ambrose: Estaba bastante seguro que su olvido no tenía nada de eso, casi podría jurar que lo hizo con la intención de hacerme quedar mal, no era casualidad que todo estuviese preparada, pero lo dejaría pasar, era mejor si llegábamos a un acuerdo. - Necesitamos hablar ‒había entrado a la habitación de la Duquesa tras salir Anabel, ella se gira para mirarme mientras cepilla su largo cabello. - Adelante ‒era inevitable verla y no quedar encantado, era como una ninfa del bosque o un hada. - Necesitamos hacer una tregua, esto no puede seguir así ‒termina de trenzar su cabello y se gira a verme por completo. - Te escucho ‒me mira atenta, ella no parecía perturbarle mi presencia a esas horas. - Te ofrezco un acuerdo de paz ‒ella alza una ceja‒, no me molestas, no te molesto y tratamos de llegar a acuerdos cada que pase algo, ¿qué te parece? ‒me mira sin decir una sola palabra. - Esta bien, mientras no te interpongas en mis decisiones, yo no te haré la vida difícil ‒se encoge de hombro
Ekatherine: Las semanas habían transcurrido sin más accidentes o incidentes, la verdad es que Ambrose no era un mal tipo, a veces se le salía lo ligón pero era un buen tipo. No había vuelto a pasar nada entre nosotros, no sabía si se sentía mal por cómo había tomado mi virginidad o porque ya no estaba a la defensiva, fuese el motivo, estaba bien para mí, repetir lo de ese día no me apetecía ni tantito. - Lady McKenzie nos invita a su mansión esta noche –dice él sacándome de mi lectura. - Muy bien –asiento de acuerdo, cierro el libro sintiéndome mareada, un olor particular llega a mí, como a viejo y me cubro la boca, me pongo de pie y vómito en un cesto de basura–. ¿Katina? –se acerca preocupado, me siento en el suelo tras terminar. - No sé, me dio mucho asco –froto mi frente, siento que me alza con cuidado, me deja en el sofá–. Raymond –llama al mayordomo, este entra tras el grito. - ¿Si, sus altezas? –dice tras hacer una reverencia. - Manda a Jonh por el doctor, y rápido –Raym
Ambrose: Tras asimilar aquello, me había visto en la necesidad, aunque en realidad, debería decir que había seguido el consejo de Katina de notificarle a mis padres sobre su embarazo, así que había escrito una carta y la había enviado con el mensajero. Le había pedido a Anabel y Emma que estuvieran al pendiente de todo lo que hiciera la Duquesa, que no le permitieran hacer nada peligroso, ni pesado o extenuante, así mismo debían estar atentas a que comiera a sus horas y si quería algo en específico, no dudaran en complacerla. - Me aburro demasiado, quiero montar a caballo ‒la escucho quejarse mientras entra a mi despacho. - No puedes hacer eso Lilibeth ‒susurro sin apartar la vista de unos documentos, había pospuesto por un tiempo terminar el papeleo. - ¿Cómo me has llamado? ‒pregunta con sorpresa, alzo la vista desconcertado‒, ¿por qué me has llamado Lilibeth? ‒me mira molesta mientras coloca las manos en su cintura. - El otro día estuve pensando en que todos te dicen Katina, en
Ekatherine: El archiduque había ordenado que colocaran el cuerpo de su hijo en el mausoleo que estaba casi al fondo del Ducado, así mismo pidió que se corriese el rumor de que ambos habían muerto y que la familia sobreviviente estaba abrumada por el dolor de la pérdida que estaban encerrados aquí llorando a sus muertos, esto con la finalidad de que ese despreciable bajase la guardia y les diera tiempo para actuar. - No debí haber acompañado a tu hermano, el carruaje llamaba demasiado la atención ‒el archiduque estaba mejor, le dolía pero no como el día anterior. - No tenías forma de saber que esa sabandija haría aquello ‒susurra molesto Ambrose‒, he decidido ir con el rey de inmediato, tengo las pruebas suficientes para que lo detengan ‒doy un respingo ante aquella declaración, aprieto mis manos con fuerza, la idea de que ese hombre pudiese hacerle lo mismo que a mi cuñado, me ponía mal, sentía que me faltaba el aire. - Lleva a unos cuantos caballeros y evita usar un carruaje, es m