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03 - Un hermano egoísta.

Holly Brusquetti, es una estudiante de medicina, que planea realizar su residencia en uno de los mejores hospitales del país. Una chica estudiosa, muy inteligente y ni hablar de la rebeldía que poseía. Amaba a su familia, pero era tan rebelde, que se encontraba en la mira de su padre, molesto porque pese a ser una hija excepcional, y muy disfuncional, no hacía más que dedicarse a ser el orgullo de ellos, a comparación de su hermano, que era lo contrario ella.

Los padres de Holly, no sabían de las andanzas en la que se encontraba el hijo menor, pero cuando la hija mayor de los Brusquetti se enteró, de las aberraciones, no dudó en ponerle un escarmiento al jovencito. Especialmente por lo que había pasado en el despacho.

— ¿En qué te has metido, Raúl? — preguntaba su hermana, indignada; sin embargo, al joven no le importaba. Él decía que la vida era demasiado corta para desperdiciarlo como lo hace su hermana, mientras que, Holly pensaba que las enseñanzas de su padre, fueron tomadas equivocadamente por su hermano menor —. ¿Qué dirá padre cuando sepa esto? — inquiere con preocupación, observando su habitación.

Estaba demasiado molesta por las cosas que le había ocurrido en esas cortas horas, y ese hombre, no solo vino a ponerla entre la espada y la pared, sino que también había secuestrado a su hermano. Sin embargo, para Raúl, ya no importaba, su hermana ya había solucionado el problema, porque ella era así, rebelde y perfecta y su heroína. Muy en el fondo siempre sería su heroína.

— ¡Basta Holly! — grita el joven Raúl, molesto con las tantas preguntas que su hermana hacía —. ¿Por qué solo no disfrutas?

— ¿Me dejarás sola? — susurra muy asustada. No podía creer que a su hermano tampoco le importaba lo que ella sentía. Primero su novio y ahora él, burlándose en su cara, cuando debería agradecerle. Ella no podía mostrarse así, por lo que enderezó su cuerpo y lo señaló con su dedo —. Respétame, Raúl. No pues simplemente llamarme cuando se te da la gana, para involucrarme en tus asuntos y salir libre de todo. Soy tu hermana mayor.

— ¡Cállate! ¡Cállate, Holly! Lo único que haces es quejarte por todo, mientras vives complaciendo al resto. Eres tan aburrida, que no me sorprendería que tu novio estuviera engañándote con otra, mucho más divertida que tú. ¿Sabes qué? Mejor vete, no sé por qué me molesto en llamarte, cuando eres una, don nadie, con aires de médica. Dejé de ser tu hermano. Ya no eres mi hermana, Holly. ¿Oíste? Estoy tan cansado.

Pero cuando Raúl se dio cuenta de todas las palabras que salieron de su boca, ya era tarde. El jadeo sorpresivo de su hermana lo trajo a la realidad. Estaba seguro que había escuchado el corazón de ella romperse, y por primera vez en mucho tiempo, se sintió muy mal, maldiciéndose por no ser más empático y suave con las palabras.

Los ojos de la pobre mujer, estaban completamente cristalinos, mientras una ira nunca jamás antes sentida por ella, comenzaba a correr por sus venas. Su joven hermano le había humillado y dicho todas esas aberraciones, cuando acaba de salvarle el pellejo. Ni siquiera sentía tanta ira por el hombre, como sentía en contra de su hermano.

» ¿Realmente eso es lo que todos piensan de mí? ¿Soy tan aburrida, que merezco que me traten de esa forma? Raúl siempre me lo decía, pero por primera vez, creo que es verdad. «

No lo resistió, y cuando su hermano le dio la espalda, ella lo tomó del gorro del canguro que llevaba puesto, y lo volteó, para así poder plantarle, una perfecta cachetada que lo llevó al suelo.

— Niño malcriado y mal agradecido. Te preguntaría por qué estás tan cansado, pero ni siquiera sabrías que responder.

— Eres una…

— Me vas a escuchar, porque será la última vez que escucharás mi voz, Raúl Brusquetti — En ese momento, el joven sabía, que había tocado un punto con su hermana, y que ella lo llame por su nombre, significa que estaba realmente molesta, e incluso la había lastimado, pero era tanto su orgullo, que no se iba a echar para atrás —. ¿Sabes lo que significa tu apellido? Significa que tienes la suerte que…, muchos no lo tienen. Naciste en cuna de oro. Tienes la bendición, de tener unos padres que te aman tanto, que no son capaces de decirte algo. Tienes lo que deseas. ¿Sufres depresión?

— Tú no sabes nada…

— Porque no dices nada, a excepción de mí, que me llamas cada vez que te metes en problemas, y quieres que te cubra. Eres tan egoísta, que no miras a tu alrededor. No podemos ayudarte si no quieres que te ayudemos, y si necesitas un médico, estoy segura que nuestros padres te darían los mejores profesionales para que puedan ayudarte con tu trauma existencial. No tienes problemas, y si lo tienes, siempre terminas buscándome. — Ella miró a su alrededor, conteniendo sus lágrimas y luego a su hermano —. Te puedo asegurar, que ni siquiera pasas por las situaciones que algunos de tus amigos atraviesan. Te levantas la hora que quieres, llegas a la hora que quieres, no estudias y no trabajas, pero siempre tienes dinero, porque tus padres te aman tanto, que no son capaces de hacerte sentir mal.

— Keri…

— No oses llamarme con el nombre de nuestra madre. Es sagrada para un niñito inmaduro como tú. Desde ahora ve buscando quien tape tus trapos sucios, porque tienes razón — Las lágrimas ya caían por las mejillas de la joven médica. Ella estaba muy dolida —, ya no soy tu hermana.

Le dio la espalda y se alejó de su pequeño y egoísta hermano, hasta salir de la mansión. En el camino se cruzó con unas de las empleadas que había escuchado todo, pero no le dio importancia. Estaba tan molesta, que ni siquiera podía creer que Raúl no se diera cuenta, que aceptó un compromiso por salvarle el pellejo.

Por otra parte, Ezekiel, un hombre muy maduro, se encontraba recordando el gran espectáculo, cautivado por esa joven. Una mujer infiltrada en la mansión, le informó de que ella había salido, porque tuvo una discusión muy fuerte con su hermano, lo cual, le preocupó un poco, pero se aseguraría personalmente de que no se eche para atrás.

Aún recuerda como todo se fue a la m****a, la noche anterior, cuando el joven Raúl, por equivocación, ciego por la rabia que causaron las palabras de su enemigo, subió a un coche igual al suyo, sin percatarse de que ese era del gran hombre, que estaba cautivado por su hermana.

Mientras gotas de lágrimas, rodaba en su mejilla, ingresó en la pista donde se desataría la carrera. Todos los hombres del sujeto maduro, irían tras el joven, sin embargo, para él, ese era una oportunidad que no podía desaprovechar. Mando a llevar el carro del joven, y dejó que haga lo que quisiera, sin saber, que un accidente se desataría.

Las llamas ardían, mientras Raúl, conmocionado por lo que acababa de suceder, lograba salir vivo de tal aparatoso accidente, y a lo lejos, de entre las llamas, un hombre alto, aparecía caminando en su dirección.

— ¿Raúl Brusquetti? — el joven asintió —. ¿Cómo planeas pagar por mi auto?

La conmoción inundó a todos los presentes, y los demás internautas se alejaron de allí. Todos conocían al sujeto maduro de las sombras, que no deseaban tener ningún contacto con él, era el dueño de las calles de todo Londres, era como un Dios, pero no precisamente del cielo, sino del mismo infierno, y Raúl, sabía que esta vez no saldría.

— Debe ser un error. Ese es mi auto, señor — responde con cierto temor.

— Negativo — respondió, con la voz completamente ronca y fingidamente molesto. Para él era importante saber, si ese chico acudiría a su padre, o llamaría a su hermosa e inocente hermana para salvarlo. Necesitaba darle una lección.

— Es verdad — insistió, sin embargo, cuando volvió a mirar su carro, siendo consumido por el fuego, se percató que no poseía una calcomanía muy peculiar, y entonces, volteo a mirar y tampoco se encontraba el que se supone debería ser su auto —. Es imposible. ¿Cómo puedo compensarlo, señor?

— Ese carro es edición limitada. No hay otro igual, a excepción del tuyo, pero tampoco está — El hombre no mentía, pero no imaginó que el joven no se diera cuenta que podría simplemente mandarlo a rastrear para encontrarlo. Estaba tan afectado, que se levantó, y le hiso una señal de espera y buscó su celular en el bolsillo.

En ese momento Ezekiel, supo que llamaría a Holly Brusquetti, la consentida rebelde, y la mujer que siempre ha añorado tener.

Cuando obtuvo la dirección, se encaminó al lugar donde ella estaba, aun presa del dolor, y cuando él la vio de esa forma, entendió que la discusión fue brutalmente fuerte. Siempre la observaba desde lejos, respetando su espacio, pero ahora realmente necesitaba que sea su esposa, y no correría el riego de que se arrepienta de su decisión.

Le tendió un pañuelo, lo cual sorprendió a Holly, y cuando alzó la vista, y lo vio imponente, parado a su lado, tuvo la oportunidad de deleitarse con su belleza extraña. Su rostro poseía una dureza atrayente, con un par de cicatrices, que quizás fueron de algunas de sus batallas pasadas, sus ojos eran de un color avellana intenso, y el pulido de sus cejas, lo hacían ver con una mirada bastante asesina y muy sexy.

El hombre se dio cuenta de su mirada, y en mucho tiempo, se sintió incomodo al ser observado detalladamente por alguien. Nunca le ha importado que otros lo miren, porque sabía que las cicatrices generaban cierta incertidumbre y sorpresa en las personas, sin embargo, ella no decía nada, y el temía que ella se asustara de él.

Por primera vez temía, que la única persona que quería, te tuviera miedo a su apariencia.

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