VEINTICUATRO
Acaricio la mata rulosa de Leonel mientras permanece dormido sobre mi regazo, contemplando ciertamente perdida las flores que él mismo me trajo sobre la mesita de noche a mi lado.

El sol se está perdiendo para dejar paso a la luna y con ello la oscuridad de la noche.

Tanya se encuentra a mi lado, en ese sillón, entretenida tejiendo lo que a primera vista parece un pequeño jersey de punto.

Sonrío repentinamente agradecida por esta extraña estampa hogareña que agita suavemente mi corazón.

La anciana encuentra mi mirada, esbozando una tierna sonrisa en sus labios en respuesta a la mía.

No hemos conversado, tal y como Aryen le pidió a Leonel, él se a ocupado de cuidarme y eso también implica hacerme guardar silencio por el bien de mi garganta.

Claro que la mujer no se ha quedado atrás y nada más traer mi comida, se a puesto de su lado para limitar en lo posible que se acrecentara el mal estado de mis cuerdas vocales.

Así que ahora mismo estamos sumergidos en un agradable silencio, e
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