TREINTA

Me despierto aún encerrada entre los fuertes y calientes brazos de Badel, concretamente sobre su pecho, como si este fuera el lugar correcto donde debo estar.

Prisionera de su posesividad.

No hay disgusto en mí por ese hecho, no cuando una parte mucho más hambrienta y activa en mí quiere todo esto de él, de ellos.

Reclamar.

Reclamarlos.

Ser reclamada.

Se repite en el eco de mi pulso, cada vez más tosco, cada vez más frenético, como si me hubieran dado un chute de adrenalina y mi mundo se viera completamente nuevo.

Cierro los ojos, deslizando mi mano sobre el pectoral desnudo de Badel, aún con mi cabeza recostada sobre su hombro.

Me siento tan pequeña, tan ridículamente frágil y suave sobre él.

Aspiro extasiada su fragancia, marcándose cada elemento que hace delirar mi mente.

Canela, menta y madera.

Mi mano asiente libre e intrépida hacia su hombro, para finalmente perderse en su nuca donde mis dedos jalan suavemente de su revuelto cabello sacando de su garganta un ronco y bajo gruñido
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