Capítulo 2
Hacía poco que había logrado que el gerente despidiera a la mujer que intentó drogarlo. No le importaban en lo mas mínimo las relaciones del pasado.

Pero ahora se sentía algo diferente. Esta mujer lo atraía magnéticamente. Al rodear su delgada cintura, ya no quería contenerse más.

—No me importa quién seas, te deseo con locura—murmuró.

En la penumbra, Lucía puso los ojos en blanco sin poder evitarlo.

—Me temo que me encuentro fuera de tu alcance—replicó ella.

Aunque agotada, Lucía no cedería tan fácil.

Pero él presionó su herida de repente.

—¡Ay!—gritó Lucía adolorida. Qué cruel era al lastimar su herida a propósito.

Sentía el cuerpo firme y cálido de él contra el suyo.

—Te di la oportunidad de irte y no la aprovechaste. Ahora no me culpes—le susurró él.

—¿Cómo te atreves a esto?—protestó ella indignada.

Lucía quería resistirse, pero él no le dio opción alguna. Sus cuerpos se unieron, él ya estaba listo para el rodeo. Agotada, Lucía no pudo oponerse. Él parecía insaciable en sus continuas ebestidas. El cuerpo de ella lo atraía sin remedio.

Al amanecer finalmente la soltó, dejando un beso en la comisura de su boca.

—Quédate conmigo, sé buena—murmuró.

Él había sido el primero, así que se haría cargo. Además, aunque recién la conocía, le fascinaba demasiado.

Lucía guardó silencio y se volteó, dándole la espalda. Al ver su hermosa figura, él se excitó de nuevo. Cuando se acercó, Lucía lo apartó.

—Me duele—se quejó.

Recordando que era su primera vez, se contuvo, pero aun así la abrazó con fuerza. Cuando se quedó dormido, ella abrió sus hermosos ojos, nunca se había dormido. Se vistió apresurada, recogió la daga del suelo y, aprovechando que estaba desprevenido, la clavó directamente en su corazón.

—Tú...

Abrió los ojos, mirándola incrédulo. Nunca había confiado en nadie, esta era la primera vez que se interesaba en alguien, incluso quería llevársela con él, pero nunca imaginó que ella le daría una puñalada mortal.

—Tú buscaste tu propia muerte, no puedes culparme.

Lucía nunca se consideró una buena persona. Alguien que pudo sobrevivir en la frontera de Maredonia realmente no podía ser una persona bondadosa.

Él tomó su primera vez, ella le dio una puñalada mortal. Estaban a mano.

Salió de la habitación apresurada, encontró al gerente y se fue con el Rolls-Royce de Pedro.

Él encendió las luces de la habitación. En el sofá blanco había sangre de ella y de él.

El gerente, notando algo muy extraño, entró y vio al señor Pedro con el pecho sangrando.

—Señor Pedro, ¿quién lo hirió? ¿Fue esa muchacha?

El gerente no podía creerlo. Este señor era una figura poderosa en Maredonia, ¿y una joven lo había herido de esta manera tan cruel? ¡Eso era en el corazón!

—¿No vas a llamar al médico?

La joven realmente quería matarlo, pero su corazón estaba en una posición diferente a la normal, por eso aún no había muerto.

El médico llegó rápidamente a "Tentación" y atendió con destreza a Pedro Castillo.

—Encuéntrenla, tráiganme a la joven, pero no la lastimen—Los ojos de Pedro brillaban con ira.

En su mano, acariciaba una pulsera que la muchacha había dejado, con el nombre “Lucía” grabado en el interior.

El gerente de inmediato envió gente a buscarla. Con la influencia del señor Pedro en Maredonia, seguramente la encontrarían en menos de un día.

Sin embargo, revolvieron la frontera de arriba a bajo y no pudieron encontrar a la audaz muchacha.

Mientras tanto, Lucía ya había cambiado de auto y llegado a la frontera de Thalassia.

En la frontera, un grupo de personas la esperaba, este grupo era liderado por un joven bastante atractivo de unos 27 o 28 años de edad.

Lucía estacionó el coche con un elegante derrape y bajó de el.

Le entregó una mini USB al joven.

—¿Vienes con nosotros? — preguntó algo curioso el joven. Ella había estado en Maredonia durante cinco años.

—Les he entregado la información correspondiente, no la pierdan de nuevo. — Esto estaba relacionado con la seguridad de la red de toda Thalassia.

Al escucharla, el joven aceptó.

—No te preocupes, la protegeré, aunque sea con mi mismísima vida.

Lucía agradeció.

El joven se puso firme y le hizo un saludo militar a Lucía.

Los más de diez jóvenes detrás de él hicieron el mismo gesto.

—Váyanse ya.

Lucía hizo un ligero gesto con la mano y se dio la vuelta con estilo para marcharse.

Por la noche, Lucía regresó al manicomio donde estaba su madre.

Al ver a Lucía, su madre entró en un estado frenético.

—Lucía, ven aquí con mamá, por ahí hay mucha gente mala.

—No tengas miedo, yo te protejo.

—Andrés, no lo hice, no tuve una aventura, en verdad soy inocente.

—No maté a nadie, no estoy loca, ya no me pongan ni una mano encima.

—No estoy loca, ya les dije que soy la señorita de los Morales, ¡aaah!

Lucía abrazó fuertemente a su madre para evitar que se lastimara.

Su madre, con una altura de 1.68 metros, pesaba menos de 40 kilos, estaba en los huesos, daba demasiada lástima verla.

—Mamá, soy Lucía, no tengas miedo.

—No te preocupes, jamás perdonaré a ninguno de los que nos hicieron daño.

Los ojos de Lucía estaban llenos de un odio infinito.

Hacía cinco años que ella y su madre habían sido traicionadas por las personas en las que más confiaban, convirtiéndose así en el hazmerreír de todo Puerto Río. La amante y su hija se instalaron en su casa, usurpando todo por completo lo que les pertenecía a ellas. Cinco años habían pasado, era hora de volver y recuperar todo lo que era suyo.

Después de calmar a su madre hasta que se durmiera, Lucía tomó un taxi de regreso a su apartamento alquilado.

Con las prisas por entregar la información, aún no se había duchado.

Lucía se quitó toda la ropa y se dio una ligera ducha. Al salir, tomó el botiquín para vendarse las heridas. Pensando en él la noche anterior, los ojos de Lucía se llenaron de ira.

Actuaba como si nunca hubiera estado con una mujer, una y otra vez, sin ningún control. Incluso ahora, ella seguía inflamada ahí abajo. Realmente lamentaba no haberle dado más puñaladas. Aunque esa puñalada fue directo en el corazón, había un noventa por ciento de posibilidades de que no sobreviviera.

Lucía empacó sus cosas y fue directamente al aeropuerto, abordando un vuelo a Puerto Río. Apenas bajó del avión, sonó su celular.

—Lucía, te espero en la salida T2, ¿ya saliste?

—Estoy esperando mi equipaje, no entres que yo ya salgo enseguida.

Al ver su maleta, Lucía se agachó para recogerla, pero antes de darse la vuelta, alguien la agarró de repente del brazo.

—¿Lucía? ¿Eres tú de verdad?

Lucía frunció el ceño y miró a la mujer que la sujetaba.

—Suéltame. — Lucía le advirtió fríamente.

Al ver que realmente era Lucía, los ojos de Sara Castro se llenaron de desprecio.

—Lucía, ¿por qué vuelves justo cuando mi hermano y Alicia se van a comprometer? ¿Aún no te has rendido?

—Hace cinco años, te pegabas como una garrapata sin vergüenza alguna a mi hermano, persiguiéndolo. Tenías solo quince años, ¿no? Ya eras tan descarada.

—Pero claro, tu madre traía hombres a casa, seguro aprendiste mucho de ella sobre cómo seducir. Aunque he oído que tú y tu madre se acostaban con el mismo hombre...

El aeropuerto estaba lleno de gente, y con el escándalo de Sara, ya había gente mirando.

—Sara, aún no había ido a ajustar cuentas contigo, pero te has entregado tú sola.

Hace cinco años, esta señorita de los Castro había difundido muchos rumores sobre ella y su madre.

Lucía le torció el brazo y se oyó un cruel crujido. Sara aterrorizada soltó un alarido de dolor tal cual cerdo yendo al matadero.

—¡Aah! ¿Qué haces? ¡Suéltame! Me vas a romper el brazo.

—Hablando de habilidades para complacer, nadie se atreve a compararse contigo, señorita Castro. ¿No fuiste tu quien te acostaste con el hijo del chófer hace algo de tiempo? — Lucía le susurró en su oído.

—Aún tengo las fotos, ¿sabes? ¿Crees que los periodistas de Puerto Río estarían interesados?

El rostro de Sara cambió drásticamente. ¿Cómo podía saber eso? Solo fue un error de juventud. Ahora, por fin había logrado emparejarse con los Castillo de Nuevalora.

Si los Castillo se enteraran de todo esto, ¿quizás no podría mantener su compromiso?

—Discúlpate, o si no...

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