Lucía le lanzó una mirada fulminante. ¿Por qué hacía ese tipo de sonidos tan provocativos?Pedro explicó: —Discúlpame un poco, pero la verdad es que no pude contenerme.Pedro terminó de limpiar la herida y vendó el brazo de Lucía con habilidad. Cuando terminó, la miró con intensidad.—Ya curé tu herida. Ahora ¿no deberías curar tú la mía también?En realidad, él podía hacerlo solo, pero la verdad, quería que ella lo hiciera. Lucía aceptó con un brillo malicioso en los ojos.—De acuerdo, te ayudaré entonces.Se levantó del sofá y lo empujó para que se sentara.—Quítate la camisa—le ordenó.—Ayúdame tú a quitármela, aún me duele—respondió él con aire imponente.Lucía flexionó los dedos con una sonrisita traviesa.—Está bien, hagámoslo así entonces.Se colocó entre sus piernas y le quito la camisa negra con fuerza, haciendo que algunos de los botones salieran volando.—¿Todavía quieres que te ayude?—Sí—respondió él, desafiante.—Eres un poco salvaje. Eso me excita—añadió.Lucía le quitó
—Lucía, ¿qué estás haciendo? Hay cámaras aquí—le advirtió Sergio, intentando separar a Lucía. Después de todo, Alicia era su prometida y no podía permitir que la maltrataran de esa forma.Sin embargo, una mano lo detuvo. Sergio intentó apartarla, pero el hombre lo agarró del hombro con tanta fuerza que sintió que le iba a romper en ese momento la clavícula.—¿Qué haces? Deja que entre mujeres se arreglen sus propios asuntos. Tu rival soy yo—dijo con firmeza Pedro.—Lucía, no te preocupes, yo me encargo—añadió Pedro con tono despreocupado.—¡Discúlpate! —exigió Lucía. Amanda era su punto débil y no permitiría que nadie hablara mal de su madre. Alicia quería resistirse, pero la sensación de asfixia era realmente insoportable. Lucía parecía estar loca. Si no se disculpaba, temía que esta demente pudiera matarla.—Lo siento mucho, me equivoqué—se disculpó finalmente Alicia.Sin embargo, Lucía no la soltó.—Si las disculpas sirvieran, ¿para qué necesitaríamos a la policía? —dijo Lucía, apr
Antes de que Lucía pudiera sentarse, Andrés le pidió al mayordomo que trajera de inmediato el documento de transferencia de acciones.—Lucía, estas aun bastante joven y no sabes cómo administrar bien una empresa. Déjame entonces hacerme cargo y manejar la compañía por ti. Y tu en cambio solo tendrás que esperar y recibir los dividendos mensuales.—Javier, dale el documento a Lucía para que ella lo firme.Con la presencia de los guardaespaldas, Javier se sintió un poco más seguro. Él era un simple perro faldero leal a Andrés, ¿qué podría hacerle Lucía? Lo ocurrido hace cinco años ya era agua pasada. ¿Qué podría hacer una simple muchacha sin el apoyo de sus poderosos padres?—Señorita, este es el documento de transferencia de acciones.Lucía lo ignoró por completo y se sentó en un sillón. Carmen y Alicia no estaban en ese momento, quizás se habían escondido. Carmen era inteligente, al menos más que Alicia, y sabía que no debía enfrentarse directamente a Lucía.Al ver que Lucía no lo toma
Carmen se sorprendió muchísimo al ver a Lucía, pues Andrés había contratado guardaespaldas profesionales. Los accionistas que acababan de jurar lealtad se sintieron algo incómodos. Lucía caminó imponente hacia Carmen bajo la mirada de todos.—Muévete—ordenó Lucía sin mirarla. Ese asiento no era para cualquiera.Carmen palideció al instante. Había ocupado ese lugar por cinco años, trabajando duro por Cuatro Momentos. ¿Y ahora Lucía la desplazaba de esa cruel manera? Al ver que no se movía, Lucía frunció el ceño.—¿No entiendes o quieres que le hable en otro idioma? —se burló Lucía. —¿Así de descaradas son las amantes hoy en día?—Lucía, estamos en la empresa. No causes problemas—dijo Carmen con un tono conciliador.—¿Problemas? Solo vine a recuperar lo mío. ¿Cómo es eso un problema?Lucía arrojó con altivez los documentos de las acciones sobre la mesa. Tenía el 36% de Cuatro Momentos, convirtiéndola así en la accionista mayoritaria.Carmen, incómoda, cedió el asiento.—Tú, ven acá. Tir
Al salir de Cuatro Momentos, Lucía vio el lujoso automóvil de Pedro brillando bajo el sol. Se acercó cautelosa y se apoyó contra el carro, golpeando con suavidad la ventanilla. La ventana bajó, revelando los profundos ojos de Pedro. Su camisa estaba desabotonada casualmente, mostrando un pecho muy seductor. Sus largas piernas, envueltas en un pantalón de traje negro, parecían algo incómodas incluso en el espacioso interior del vehículo. Con un rostro impecable, hombros anchos, cintura estrecha y esas piernas interminables, todo en él, desde la cabeza hasta la punta de los pies, por dentro y por fuera, exudaba feromonas de pasión.—¿Tan poco que hacer tienes? —preguntó Lucía, mirándolo desde arriba.Pedro no era conocido por su paciencia, pero con ella, parecía tener una reserva inagotable. Sus hermosos ojos parecían querer penetrar lo profundo de su alma.—Mi tiempo libre depende de la persona. Para ti, siempre tengo tiempo —respondió con voz profunda y sensual—. ¿Quieres quedarte con
Andrés se fue a ajustar cuentas con Lucía, pero terminó tragándose su polvo. Furioso, comenzó a maldecir.—Ya basta, deja de maldecir, ella ni siquiera puede oírte —dijo Carmen, totalmente irritada.Durante la reunión de accionistas, ella había estado advirtiéndole de manera constante, pero su inteligencia parecía haberse esfumado.Viendo el mal humor de Carmen, Andrés la abrazó con dulzura sin importarle que estuvieran en plena calle, y le dio un tierno beso en la comisura de los labios.—No te enojes, tranquila. Cuatro Momentos está lleno de mi gente, seguro que consigo este proyecto. Además, te tengo a ti, ¿no es así?—Pero ella todavía tiene el treinta y seis por ciento de las acciones de Cuatro Momentos.Carmen estaba muy descontenta con esto. Sería mejor tener esas acciones en sus manos.—No te preocupes por eso, encontraré la manera de que escupa todas sus acciones —los ojos de Andrés brillaban con malicia.—Además, ahora Alicia es estudiante de primer nivel en el Instituto Mare
Lucía no había tenido un sueño así en mucho tiempo. Todo en el sueño era bastante agobiante. En aquel entonces, ella y su madre fueron arrojadas de repente a la frontera. Una hermosa mujer enloquecida y una joven de quince años. En ese lugar tan cruel, sobrevivir era todo un reto.— Lucía, no temas, estoy aquí.Un tono de voz familiar resonó en sus oídos. Lucía apartó alhombre que se encontraba frente a ella. Al ver las lágrimas en su rostro, Pedro sintió como si le hubieran abierto el corazón con un cuchillo muy afilado. Comenzó a besar suavemente las lágrimas de su cara.Lucía se quedó un poco asombrada, nunca esperó que él hiciera algo así. Sus labios muy suaves besaban de repente las lágrimas de su rostro. En ese momento, Pedro mostraba una ternura y una devoción de tal manera que no se atrevía hacerle ninguna insinuación.—¿Pedro?—Pensé que no llorabas.Y ver sus lágrimas mientras dormía le partía el corazón por completo.—No estaba llorando—arrugo el ceño Lucía.—Solo los débile
Pedro tampoco se molestó. Aún había tiempo para resolver cualquier cosa, él haría todo lo que estuviera en sus manos para que ella se acostumbrara poco a poco a su presencia.Alejandro los llevó adentro. Allí, se encontraban doce hombres que colgaban en el aire, llevaban así casi queun día entero. Desde que los habían traído, Alejandro y los suyos no habían dicho ni una sola palabra. Todo era incierto. Y era preciso esa incertidumbre lo que hacía todo aún más aterrador.— ¡Eres tú! — Al fin, el líder del grupo reaccionó al ver a Lucía.Una sonrisa se dibujó en los labios de Lucía, pero era una sonrisa que hizo estremecer al corpulento hombre que colgaba en el aire.Esto era demasiado aterrador. Ni siquiera atacándola con varios vehículos a la vez pudieron con ella. Parecía un verdadero demonio salido del infierno, sin miedo alguno a la muerte. Y era precisamente esa falta de temor lo que hacía que todas sus acciones fueran tan intimidantes.— ¿Van a hablar por su cuenta o tendré que ha