—Lucía, este hombre está bien bueno. Deberías darle una oportunidad. ¡Ánimo, llévatelo a la cama! —dijo Mariana antes de subir al taxi.Lucía se volteó cuando el taxi se alejó. Pedro la esperaba apoyado con firmeza en el auto. Una jovense le acercó atrevidamente.—Hola, ¿puedo tener tu número? —preguntó la chica sonrojada. —Por favor, hice una apuesta con mis amigas. Si no consigo tu número, perderé.—¿En qué me afecta que pierdas tu apuesta? —respondió Pedro con frialdad.La muchachita era la belleza de su escuela, siempre perseguida por otros. No esperaba ser rechazada de esa manera en su primer intento.—Apártate, estorbas—dijo Pedro molesto.—Solo quiero tu número, no te molestaré después.—Lárgate—gritó Pedro, perdiendo la paciencia.Ya lo estaba molestando. La muchacha se quedó desconcertada. Pedro, viendo que Lucía observaba la escena, se acercó con delicadeza y la rodeó con el brazo.—¿Ya viste suficiente? Vamos, hay que cambiarte el vendaje. — Su herida en el pecho aún no sana
La respuesta de Lucía fue igualmente directa, un puñetazo. Él reaccionó rápidamente, atrapando su mano y atrayéndola con agilidad hacia él. Su cuerpo era suave y agradable de abrazar. Habiendo llegado tan lejos en la vida, siempre se había enorgullecido de su autocontrol. Durante años, todo tipo de mujeres habían intentado por todos los medios meterse en su cama, y él siempre las había rechazado sin inmutarse. Sin embargo, con ella, no quería contenerse. La deseaba. Quería que ella supiera su deseo de forma clara.—Sinvergüenza—lo insultó furiosa Lucía.—¿Y si te digo que solo soy así contigo? —dijo Pedro seriamente. —Lucía, solo dime ¿por qué no me das un chance y lo intentamos?—¿Intentar qué? ¿Esto?De repente, Lucía mordió su nuez de Adán. En ese preciso momento, Pedro pensó que podría morir feliz allí mismo. Y esta atrevida incluso lo lamió. Las venas de sus manos se hincharon al instante. Estando tan cerca, era imposible que ella no notara su reacción. Su mano presionaba su herid
Callejón en la frontera de Maredonia.—¡Atrápenla! ¡No dejen que se escape!El callejón, a pesar de la medianoche, brillaba con un resplandor decadente. Una docena de matones vestidos de negro perseguían a una joven de figura esbelta.—Carajo, ¿quieren morir? —masculló la muchacha al ver que no cesaban en su persecución. Se detuvo con rabia, empuñando una gruesa barra de hierro de más de un metro.—Entrega lo que tienes—exigieron.En un abrir y cerrar de ojos, los matones la rodearon.—¿Lo quieren? ¡Vengan entonces por él! —Los desafió ella. Su rostro estaba oculto por la capucha de su sudadera negra, pero su voz helaba la sangre.La sangre corría; había recibido un balazo en el brazo. Tenía que actuar rápido.—Tú, regístrala—ordenó el líder de la cicatriz a un joven de cabello rubio a su lado.El rubio vaciló por un momento; esa mujer era demasiado salvaje, peleaba como si no tuviera nada que perder.—¡Muévete, carajo!El rubio se acercó, pero antes de llegar a ella, la joven le asest
Hacía poco que había logrado que el gerente despidiera a la mujer que intentó drogarlo. No le importaban en lo mas mínimo las relaciones del pasado.Pero ahora se sentía algo diferente. Esta mujer lo atraía magnéticamente. Al rodear su delgada cintura, ya no quería contenerse más.—No me importa quién seas, te deseo con locura—murmuró.En la penumbra, Lucía puso los ojos en blanco sin poder evitarlo.—Me temo que me encuentro fuera de tu alcance—replicó ella.Aunque agotada, Lucía no cedería tan fácil.Pero él presionó su herida de repente.—¡Ay!—gritó Lucía adolorida. Qué cruel era al lastimar su herida a propósito.Sentía el cuerpo firme y cálido de él contra el suyo.—Te di la oportunidad de irte y no la aprovechaste. Ahora no me culpes—le susurró él.—¿Cómo te atreves a esto?—protestó ella indignada.Lucía quería resistirse, pero él no le dio opción alguna. Sus cuerpos se unieron, él ya estaba listo para el rodeo. Agotada, Lucía no pudo oponerse. Él parecía insaciable en sus contin
La expresión de Sara se oscureció al instante. Nunca pensó que aquella Lucía, a quien todos solían menospreciar, se hubiera vuelto tan difícil de tratar.—Lo siento mucho —murmuró Sara de mala gana, por el bien del apellido Castro.—No te escucho —presionó con más fuerza a Lucía.—Tú... —Sara estaba furiosa. En todo Puerto Río, nadie se atrevía a desafiarla de esa manera. Sus ojos se enardecieron de ira, y aunque había muchos testigos, nadie se arriesgó a defenderla.—Lo siento muchísimo, ya dije que me equivoqué —repitió finalmente.—Señorita Castro, la próxima vez que me vea, recuerde saludarme con algo más de respeto. Si no, aténgase a las consecuencias —advirtió Lucía con firmeza.Sara estaba a punto de estallar de la rabia que sentía. ¡Esa descarada se atrevía a amenazarla! Pero su alegría no duraría por mucho tiempo, pronto aprendería lo que significaba en verdad ofender a la segunda hija de los Castro.Arrastrando su maleta hacia la salida T2, Lucía divisó a su amiga Mariana Rui
—Mayordomo, date prisa, estoy bastante cansada—dijo Lucía ignorando por completo a Andrés. Perezosamente, se estiró y entró en la habitación.El mayordomo no tuvo más remedio que llevar a varias personas a arreglar el cuarto.—Cambia todos los muebles de la habitación, tienes solo una hora para hacer esto—le ordenó Lucía. Le repugnaba usar cosas que Alicia hubiera tocado.—Señorita, pero ya es tarde y es de noche...—Javier, ¿acaso has olvidado de dónde vienes? —Lucía flexionó su muñeca amenazadora. Javier no tuvo más opción que dar la orden de inmediato. Cuando todo estuvo listo, ya habían pasado dos horas. Después de molestar a esos miserables toda la noche, Lucía durmió por fin de manera plácida. —Mamá, ¿realmente vamos a dejar que Lucía asista a mi compromiso con Sergio mañana? —preguntó Alicia con rostro de preocupación. Ella se esforzaba por mantener las apariencias frente a Andrés, pero la sola idea de que Lucía se presentara en su fiesta de compromiso la llenaba de ansiedad.
La fiesta de compromiso de Alicia y Sergio se celebraba en el gran Hotel Celeste de Puerto Río. La fiesta de compromiso de los Ríos y los Castro reunió al noventa por ciento de las familias adineradas de Puerto Río. Mientras tanto, el grupo de WhatsApp de los riquillos de Puerto Río estaba muy animado.[He oído que Lucía ha regresado. Han pasado cinco años, me pregunto cómo le habrá ido a esa arrogante señorita de los Ríos.][¿Cómo más le va a ir? Pues en esa desolada frontera, y siendo Lucía tan provocativa, seguro que alguien la ha mantenido.][Un amigo mío fue a la frontera hace poco y vio con sus propios ojos cómo Lucía estaba acompañada por un cincuentón...][En su tiempo, todas las jovencitas que se acercaban a Sergio sufrían por culpa de Lucía. Ahora le toca a ella, y bien que se lo merece.][¿Acaso Lucía y Sergio estuvieron juntos alguna vez?][No, de veras que nunca me gustó Lucía.]Sergio, que nunca había hablado en el grupo, intervino.Al ver que el protagonista aparecía de
—Te atrapé—susurró él cerca de su oído, con una voz cautivadora. Su aliento cálido rozó la oreja sensible de ella. Al verla de cerca, quedó aún más impresionado.Con solo un maquillaje ligero, ya lucía impresionantemente hermosa, captando todas las miradas. Mientras Pedro la observaba con asombro, ella también lo estudiaba con detenimiento. Aquella noche en el reservado estaba muy oscuro y no pudo ver bien su rostro. Ahora, él solo llevaba una camisa negra metida en un pantalón de traje del mismo color. El pantalón se ajustaba de manera perfecta a sus largas y tonificadas piernas. Sus ojos atractivos pero peligrosos, su nariz perfecta y sus labios seductores componían lo que en cualquier lado se consideraría como un rostro apuesto.Peligro, tentación, atracción... los recuerdos de aquella noche intensa volvieron de nuevo a ella.—No importa quién seas, es mejor que no te metas en mis asuntos—dijo ella fríamente con sus voluminosos labios.—Tranquila, no soy tu enemigo. Haz lo que tenga