La noche estaba oscura, mientras que Enzo, seguía encerrado en su despacho, con las flores que había mandado a comprar. La puerta se abre, y su esposa, Valentina, ingresa para saludarlo. Pese a que ninguno siente amor, la relación sigue siendo amistosa entre ambos; sin embargo, ella se da cuenta de que la situación económica de su esposo ha mejorado bastante y, por ende, ha notado su cambio repentino en su comportamiento.
Observa las flores y sonríe.— ¿Nueva asistente? — pregunta, tomando las flores del sofá.— Hmm — es lo único que musita su esposo.— Creo que deberías ir a descansar, al parecer esta nueva asistente a logrado conseguir una florería abierta; lo que indica que ha pasado la prueba.— Aún no. Debo dejar esto listo para mañana, por si ella no logra hacerlo. Estoy seguro que no logrará igual que las otras — masculla, sin levantar la mirada de la pantalla.Valentina comprendía a su esposo, y su estresante trabajo; pero más sentía pena, por las pobres mujeres que debían aguantarlo. Él realmente necesitaba una asistente dura, que no tenga miedo de sus palabras y lo ponga en su lugar, antes que salir huyendo y llorando.— ¿Irás a la cena de mañana en la noche? — pregunta, al notar que no la miraría ni por un segundo. Al parecer, nunca conseguiría ser más importante que su trabajo.Llevan casados tres años, y nunca ha logrado que el siquiera, logre sentir algo por ella, ni siquiera que la toque. Le ha sido fiel, y él también lo es. Es como si ambos llevaran una vida de celibato aburrida. Al no recibir una respuesta, no le quedó más remedio que despedirse y marcharse a dormir. No renunciaría sus horas de sueños por el amargado de su esposo.No obstante, Keila, seguía trabajando en lo que le pedía su jefe, hasta que finalmente lo terminó. Eran las tres y media de la madrugada, y decidió enviárselos para que lo revise, por si seguía despierto, algo que creía tonto, ya que es el jefe. Sin embargo, cuando se acomodaba para dormir, recibió un mensaje, donde se leía un perfecto… “Gracias. Puedes descansar.”No lo podía creer, y no iba a desaprovechar esa oportunidad, por lo que cerró los ojos, y se quedó completamente dormida.La mañana siguiente, despertó tan temprano, que no podía creer que había llegado a tiempo a la empresa, para buscar el área de contabilidad. Preguntando logró llegar, y cuando sabían que era la nueva asistente, todos la miraban con lástima. Algunos compañeros ya hacían las apuestas para saber si duraría o no la semana. Dejó todo en orden sobre el escritorio, y se propuso a dejar una taza de café humeante también.Enzo llegó a la oficina a las ocho en punto, ni un minuto tarde, y ni minuto temprano. Se deslizó por la puerta, y señaló con los ojos a su nueva asistente, que lo siguiera. Ésta se acomodó la falda, porque hoy ella venía acorde a la vestimenta de la empresa, y lo siguió. Comenzó a narrarle cada uno de los horarios, sin embargo, Enzo estaba concentrado en el café negro sobre su escritorio.— Lo preparé sin azúcar. — Esa fue la respuesta que dio la joven, cuando se percató que estaba mirando la taza —. Si no le gusta, lo puedo retirar…Enzo levantó la mano y ella calló.— ¿Qué planes tienes para esta noche a las ocho? — consulta su jefe, sorprendiéndola.— Ir a mi casa — responde ella, sin saber a qué se refería.— Me acompañarás a una cena, como mi asistente. Necesito que anotes cada una de las cosas importantes que se efectuarán, porque habrá personas que buscarán entablar relación con nosotros.— Eh…, yo…, no sé si sea la indicada.— Eres mi asistente. Se supone que si lo eres. Si no puedes, solo avisa, y te largas de aquí — escupe, y a ella le tiemblan las piernas.— Sí, señor.— Sí, señor, ¿qué?— Asistiré a la cena — musita, aun indecisa.— Perfecto. Mi chofer pasará por ti. Es tenida elegante, más no de gala. — Ella solo le queda asentir, y salir a hacer su trabajo.Ese día, no tuvo tiempo ni siquiera de almorzar. Su jefe había cargado su buzón de tantos correos y carpetas, que no tenía idea de cómo, estaba logrando terminarlas para la hora. Tenía que prepararse, y ni siquiera sabía si existía en su menudo closet, un vestido acorde al evento. Estaba a punto de echarse a llorar, cuando una mujer muy hermosa ingresaba en la oficina de su jefe.Era la primera vez que alguien lo hacía en esas veinticuatro horas. La mujer en cuestión, le guiñó un ojo y le sonrió de forma amable, y se perdió en el interior.Enzo se sorprendió de ver a su esposa, pero esta solo venía a despedirse, porque se iría de viaje a visitar a sus padres, ya que ellos no vendrían. Dicha información, lo enfureció, pues él quería aprovechar que sus suegros vendrían, para avisarles que quería separarse de su hija y; sin embargo, las cosas no saldrían como quería. Debía esperar más.Cuando su esposa se marchó, él tomo su saco y se marchó muy furioso. Keila no sabía si debía ir o no, sin embargo, apenas terminó su trabajo, tomó su bolso, y huyo hasta su piso, donde comenzó a buscar como una loca.— Espero este sea de su agrado, y no un motivo de despido — suplicó al universo, una vez encontró algo más o menos acorde a la ocasión. Se duchó, y se vistió, quedando sorprendida —. Soy bonita.El halago para sí misma era encantador, pero aun sentía que no estaba lista para vestir con algo así. Muy provocativo. Después de lo que su ex le hiso pasar, no se sentía tan segura como antes.Miró la hora en su reloj, y se apresuró a arreglarse el cabello y el rostro con algo sencillo. Era un evento donde iba a trabajar, por lo que no necesitaba verse exageradamente atractiva. El timbre sonó, y ella rápidamente tomó el iPad de la empresa, y su bolso de mano, donde metió su celular, un polvo y un brillo, y fue a abrir. El chofer ya estaba allí, y con cuidado, bajaron las escaleras para poder marcharse.Las luces de los flashes, casi la dejan ciega, pese a que ella no ingresó por la alfombra roja, como los demás famosos. Ingresó al salón y comenzó a buscar a su jefe, pero no lograba encontrarlo.— Finalmente llegas — manifiesta a su espalda, logrando sobresaltarla. La mira sin titubear de pies a cabeza y asiente —. No me has decepcionado.» ¿Acaba de inspeccionar mi forma de vestir? «Se preguntó a sí misma, con molestia.— ¿Eres algún tipo de jurado de la moda? — consultó con sarcasmo. El hombre no dijo nada, pero la observo por el rabillo. Quiso sonreír, pero se contuvo.Keila guardó silencio en ese momento.Comenzó a hacer su trabajo, hasta que los pies le dolieron. Y cuando ya no pudo más, y su hora descansar llegó, se dispuso a despedirse.— Ten — La voz de su jefe sonó nuevamente a su lado. Era una tarjeta de habitación —. Tienes una habitación donde descansar, todo pagado por la empresa.Con esas palabras, se marchó y ya, dejándola allí, sola y sin palabras. Observó la tarjeta en cuestión, y se dio cuenta que le ha dado una habitación presidencial, que ella jamás se podría permitir, e incluso, de seguro, valía más que su piso, la noche.Se puso de pie, y en vez de subir, se dirigió al bar del lugar. Como al día siguiente no trabajaba, ella se bebería un poco de alcohol; sin embargo, lo hiso tanto que perdió las cuentas de lo que llevaba, y ya estaba ebria. A duras penas logró subir a la habitación; pero no esperaba encontrarse con otro borracho en la oscuridad.Un hombre fornido, alto y ancho estaba observándola con hambre. Su excitación se disparó en ese mismísimo instante, cuando comenzó a acercarse. Ella levanto las manos para acariciarlo, y éste se dejó. Estaba tan deseosa, que necesitaba sentirse linda una vez más, como lo hacía antes, y ese sujeto la hacía sentir así.Por su parte, Enzo se encontraba en su habitación bebiendo, hasta que comenzó a ver todo borroso. Aún en su mente se repetía la imagen de su inteligente asistente, que, al parecer, tenía una lengua viperina que se contiene de lanzar sarcasmos. Escuchó la puerta abrirse, y se puso de pie, pero solo obtuvo un mareo fuerte como respuesta. La borrachera lo hacía alucinar a esa asistente de curvas perfectas. Se acercó a ella, olía igual, y su erección despertó en ese momento. Su mente estaba jugando, y él necesitaba hacerlo; dejarse llevar y descargar ese estrés.Hace mucho tiempo que no sentía una atracción así, y una necesidad de estar con una mujer, como lo era con ella. Pero, llegó un punto, en que Enzo despertó del sueño, y se dio cuenta de lo que estaba a punto de hacer. Las clausulas eran muy claras, y no podía cometer adulterio dentro de su matrimonio, por lo que, rápidamente se alejó de ella.» ¡¿Qué diablos hacía su asistente en su habitación?! «se preguntó mentalmente.No podía dejarla así. Ella estaba ebria, y tampoco podía aprovecharse si se encontraba en esa situación. Por lo que la cargó en brazos, y la llevó en la habitación principal. Una vez la cubrió con la manta, se alejó, a un lado, vio la tarjeta, y cuando lo vio, se dio cuenta que era de esa habitación, por lo que el error era del hotel en cuestión. No iba a armar un alboroto, simplemente lo dejó pasar.Se acomodó en el sofá, y se perdió en la sensación de los labios de aquella mujer, que yacía en la cama matrimonial de su habitación.Un fuerte dolor de cabeza, atraviesa a Keila cuando la luz de la mañana comienza a molestarle. Un gruñido sale de lo profundo de su garganta y se voltea a buscar la hora en la mesa de luz.La once del mediodía.— ¡Mierda! — Se pone de pie de inmediato, y corre hacia el baño, cuando la sensación de vomitar la atacan —. No debí beber así, y mucho menos sentada.Una vez que creyó ya no pasaría más, comenzó a ducharse, y se vistió con la misma prenda. Intentaba recordar la noche anterior, pero mucho no se le venía. Aun sentía la sensación de que había estado con alguien, pero la cama estaba tan lisa que dudaba de que algo hubiese pasado, además, de que estaba completamente vestida.Creía que estaba loca por la falta de sexo. Se carajeó sola.Comenzó a vestirse solo con ese vestido, y se hizo un recogido fugaz, mientras llamaba un taxi. Sin embargo, cuando salió hasta la sala principal, para dirigirse a la cocina por un vaso de agua, todo el aire de los pulmones se disipó.¿Acaso no pasó s
La mente de Valentina, trabajaba. Lo mismo pasaba con los dos individuos afuera. Ella sabía que su esposo sentía algo por esa insignificante mujer y quería entender por qué. Keila, por su parte, despejó su mente y se centró en su trabajo. Y, por último, estaba Enzo, quien no entendía las intenciones de su esposa. Él creía que Valentina vino a la empresa, solo por su libertad económica, cuando en realidad las intenciones de su esposa, era descubrir la verdad. Una verdad inexistente, porque tanto para Keila, como para Enzo, no pasó nada y no existe nada entre ellos dos. Y tampoco existirá. Enzo no estaría con una mujer como ella, y Keila, no quería vivir con un tirano. Eran completamente diferentes. Valentina sale de su oficina, y se dirige junto a la asistente de su esposo. — Keila, ¿verdad? — inquiere, sabiendo exactamente su nombre —. ¿Podrías ayudarme con algo? Es que no estoy comprendiendo los números. La asistente sabía que lo hacía para molestar a su esposo, pues, si tenía
Valentina estaba frustrada, pero, en definitiva, no se iba a dejar vencer, por lo que buscaría una forma de vengarse de su esposo, o al menos, antes de llegar a eso, buscaría salvar lo que nunca hubo. Un matrimonio real. Estaba sentada en su oficina, cuando oyó el sonido del ascensor abrirse, y observó a la asistente de su esposo subir, con vaso de café en las manos. Comenzó a mirarla, dándose cuenta de que poseía una belleza tan natural que envidiaba. Keila se perdió dentro de la oficina de su jefe, mientras colocaba el vaso de café sobre el escritorio de su jefe, y colocaba una rodaja de pastel al lado. Solo quería mostrarle de esa forma, su agradecimiento por el trabajo, y no solo eso; sino también, por no tocar el tema de la noche del sábado. Salió de allí, luego de dejar todo, completamente acomodado, y disponer a sentarse en su escritorio a trabajar, pero no contaba con que la esposa de su jefe aparecería. — Hola, ¿qué te parece si almorzamos juntas? — Keila se sorprendió un
— ¿Vives aquí? — preguntó con notoria sorpresa el ceo, al ver el lugar donde ella dormía por las noches —. Parece un lugar muy peligroso. — No es peligroso, o al menos, yo ya me he acostumbrado — musitó, mientras subía los peldaños de la entrada. Se volteó y encontró de lleno con el pecho de su jefe, en el cual tuvo que colocar ambas manos, para sostenerse —. Lo siento, no tienes que… — Me aseguraré de que llegues bien. — Ya he llegado — susurró ella. — A tu piso — respondió. En ese momento, uno de sus hombres, estacionaba un auto muy bonito, frente a su piso —. Ese es tu coche. — De la empresa — corrigió ella. Él solo sonrió y asintió. Aunque era una sonrisa que solo ella pudo percibir, pues no acostumbraba a mostrar ese tipo de gestos a nadie. Enzo nunca antes se había preocupado por ninguno de sus empleados, pero esta mujercita, había despertado su interés desde el primer momento en que cruzó la puerta de su despacho e inhalo, su dulce aroma a vainilla. Porque sí, olía a vain
Fue un almuerzo de negocios muy extenso; y apenas lograron convencer al empresario, de hacer negocios con él. Tenía la misma labia que Enzo, por lo que jugar con las mismas técnicas, era difícil; más no imposible. De allí, solo quedaron ellos dos en el restaurante, mientras intentaban entablar una conversación. Para Enzo fue muy difícil hacerlo, pues estuvo reprimiendo sus ganar de socializar con mujeres por tres años, y ahora, que al fin le interesaba una mujer, sorprendentemente, no sabía cómo actuar al respecto. — Cuéntame más de ti — Se atrevió a preguntar. Keila, lo observó a través de sus pestañas y se acomodó. Ya no quería mostrarse tan débil, pese a que necesitaba ese trabajo. Sus ojos mostraban determinación, por lo que se acomodó más cómodamente y cruzó sus brazos. — ¿Qué exactamente deseas saber, señor Mondragón? — No puedes tratarme de señor, después de que he saboreado esa boquita — musita, cambiando el brillo de sus ojos. — Estamos en público, y no pretendo convert
En los planes de Keila solo estaba llegar a su pequeño piso, y dormir; sin embargo, estaba claro que, para su jefe, dormir era algo que no conocía. Además, ya estaba parado en la puerta de su cubículo, esperándola.— ¿En verdad quieres llevarme a cenar? No puedo simplemente irme a mi casa y descansar — manifestó. La verdad era que sentía muchas emociones en su cuerpo, pero no podía simplemente dejarse llevar. Era su jefe, y lo más probable es que quiera jugar con ella.— Cenar juntos es parte del proceso de conocernos — responde él. Para Keila le fue imposible no poner los ojos en blanco.— ¿Y si no quiero conocerlo más de lo que implica el trabajo? — cuestiona ella, mirándola desde abajo.En esa posición, para Enzo, su asistente era la mujer más hermosa del puto universo. Era atractiva y tenía un rostro de niña, capaz de doblegarlo. Sin embargo, él presentía que ella solo mantenía cierta distancia porque su ex esposa estaba cerca, y se la pasaba hostigándola.— Porque simplemente lo
— Creo que ya hemos hablado lo suficiente. Debo descansar, pues mañana será un día muy pesado — Enzo solo asintió y se puso de pie. — Bonita forma de correrme de tu casa — dice, intentando sonreír, lo cual dejó petrificada a la mujer. — Te ves bien, señor Mondragón — dijo ella, logrando confundirlo. — ¿Cómo? — inquirió. Ella optó por no decir nada, pues quería ser testigo de otras más de sus sonrisas, lo cual lo hacían lucir juvenil. Definitivamente, ella quedó encantada, y atesoraría esos momentos como los más hermosos de su vida. Enzo no solo lucía juvenil cuando sonreía, sino también mucho más apuesto, con sus dientes perfectos, y los dos hoyuelos que se formaban en sus mejillas. Era como un brillo especial, que irradiaba en todo su ser. Cuando sonreía, lo hacía de verdad. — Nada — respondió y el solo asintió. Caminó hacia la entrada, y abrió la puerta, para darle paso a su hombre de confianza a que ingrese con una canti
Caminar hasta la sala de juntas, eran realmente difícil. Cada paso que daba la joven, hacía que su cuerpo se tensara más, y pareciera un robot. En el momento en que oyó aquella voz, se quedó en la puerta y se puso a respirar, para poder enfrentarse. Una mano tomó su brazo de repente. — ¿Quién está allí adentro? — preguntó su jefe, con el rostro completamente serio. Nada nuevo en él. — Nadie — musitó. No paraba de mover los dedos, hasta que él, sujetó sus manos. — No me mientas. Desde que mencioné la reunión estás ansiosa — confirmó, con voz impostada —. Si no me dices, cancelaré la reunión, no me importa nada más que tú tranquilidad. — ¿Qué sucede? ¡Keila! Te vez ansiosa — remarcó lo obvio, Valentina y dándole la razón a su ex esposo. La asistente observó a ambos, y suspiró pesadamente, para después fingir una sonrisa. — Estoy bien, no tienen de que preocuparse —Volvió a insistir con lo mismo. — Si quieres, puedes darte el día libre y yo me encargo de la reunión con mi esposo —