Inicio / Romántica / La Asistente Tentada por el Ceo / 02 - La sensación de sus labios.
02 - La sensación de sus labios.

La noche estaba oscura, mientras que Enzo, seguía encerrado en su despacho, con las flores que había mandado a comprar. La puerta se abre, y su esposa, Valentina, ingresa para saludarlo. Pese a que ninguno siente amor, la relación sigue siendo amistosa entre ambos; sin embargo, ella se da cuenta de que la situación económica de su esposo ha mejorado bastante y, por ende, ha notado su cambio repentino en su comportamiento.

Observa las flores y sonríe.

— ¿Nueva asistente? — pregunta, tomando las flores del sofá.

— Hmm — es lo único que musita su esposo.

— Creo que deberías ir a descansar, al parecer esta nueva asistente a logrado conseguir una florería abierta; lo que indica que ha pasado la prueba.

— Aún no. Debo dejar esto listo para mañana, por si ella no logra hacerlo. Estoy seguro que no logrará igual que las otras — masculla, sin levantar la mirada de la pantalla.

Valentina comprendía a su esposo, y su estresante trabajo; pero más sentía pena, por las pobres mujeres que debían aguantarlo. Él realmente necesitaba una asistente dura, que no tenga miedo de sus palabras y lo ponga en su lugar, antes que salir huyendo y llorando.

— ¿Irás a la cena de mañana en la noche? — pregunta, al notar que no la miraría ni por un segundo. Al parecer, nunca conseguiría ser más importante que su trabajo.

Llevan casados tres años, y nunca ha logrado que el siquiera, logre sentir algo por ella, ni siquiera que la toque. Le ha sido fiel, y él también lo es. Es como si ambos llevaran una vida de celibato aburrida. Al no recibir una respuesta, no le quedó más remedio que despedirse y marcharse a dormir. No renunciaría sus horas de sueños por el amargado de su esposo.

No obstante, Keila, seguía trabajando en lo que le pedía su jefe, hasta que finalmente lo terminó. Eran las tres y media de la madrugada, y decidió enviárselos para que lo revise, por si seguía despierto, algo que creía tonto, ya que es el jefe. Sin embargo, cuando se acomodaba para dormir, recibió un mensaje, donde se leía un perfecto… “Gracias. Puedes descansar.”

No lo podía creer, y no iba a desaprovechar esa oportunidad, por lo que cerró los ojos, y se quedó completamente dormida.

La mañana siguiente, despertó tan temprano, que no podía creer que había llegado a tiempo a la empresa, para buscar el área de contabilidad. Preguntando logró llegar, y cuando sabían que era la nueva asistente, todos la miraban con lástima. Algunos compañeros ya hacían las apuestas para saber si duraría o no la semana. Dejó todo en orden sobre el escritorio, y se propuso a dejar una taza de café humeante también.

Enzo llegó a la oficina a las ocho en punto, ni un minuto tarde, y ni minuto temprano. Se deslizó por la puerta, y señaló con los ojos a su nueva asistente, que lo siguiera. Ésta se acomodó la falda, porque hoy ella venía acorde a la vestimenta de la empresa, y lo siguió. Comenzó a narrarle cada uno de los horarios, sin embargo, Enzo estaba concentrado en el café negro sobre su escritorio.

— Lo preparé sin azúcar. — Esa fue la respuesta que dio la joven, cuando se percató que estaba mirando la taza —. Si no le gusta, lo puedo retirar…

Enzo levantó la mano y ella calló.

— ¿Qué planes tienes para esta noche a las ocho? — consulta su jefe, sorprendiéndola.

— Ir a mi casa — responde ella, sin saber a qué se refería.

— Me acompañarás a una cena, como mi asistente. Necesito que anotes cada una de las cosas importantes que se efectuarán, porque habrá personas que buscarán entablar relación con nosotros.

— Eh…, yo…, no sé si sea la indicada.

— Eres mi asistente. Se supone que si lo eres. Si no puedes, solo avisa, y te largas de aquí — escupe, y a ella le tiemblan las piernas.

— Sí, señor.

— Sí, señor, ¿qué?

— Asistiré a la cena — musita, aun indecisa.

— Perfecto. Mi chofer pasará por ti. Es tenida elegante, más no de gala. — Ella solo le queda asentir, y salir a hacer su trabajo.

Ese día, no tuvo tiempo ni siquiera de almorzar. Su jefe había cargado su buzón de tantos correos y carpetas, que no tenía idea de cómo, estaba logrando terminarlas para la hora. Tenía que prepararse, y ni siquiera sabía si existía en su menudo closet, un vestido acorde al evento. Estaba a punto de echarse a llorar, cuando una mujer muy hermosa ingresaba en la oficina de su jefe.

Era la primera vez que alguien lo hacía en esas veinticuatro horas. La mujer en cuestión, le guiñó un ojo y le sonrió de forma amable, y se perdió en el interior.

Enzo se sorprendió de ver a su esposa, pero esta solo venía a despedirse, porque se iría de viaje a visitar a sus padres, ya que ellos no vendrían. Dicha información, lo enfureció, pues él quería aprovechar que sus suegros vendrían, para avisarles que quería separarse de su hija y; sin embargo, las cosas no saldrían como quería. Debía esperar más.

Cuando su esposa se marchó, él tomo su saco y se marchó muy furioso. Keila no sabía si debía ir o no, sin embargo, apenas terminó su trabajo, tomó su bolso, y huyo hasta su piso, donde comenzó a buscar como una loca.

— Espero este sea de su agrado, y no un motivo de despido — suplicó al universo, una vez encontró algo más o menos acorde a la ocasión. Se duchó, y se vistió, quedando sorprendida —. Soy bonita.

El halago para sí misma era encantador, pero aun sentía que no estaba lista para vestir con algo así. Muy provocativo. Después de lo que su ex le hiso pasar, no se sentía tan segura como antes.

Miró la hora en su reloj, y se apresuró a arreglarse el cabello y el rostro con algo sencillo. Era un evento donde iba a trabajar, por lo que no necesitaba verse exageradamente atractiva. El timbre sonó, y ella rápidamente tomó el iPad de la empresa, y su bolso de mano, donde metió su celular, un polvo y un brillo, y fue a abrir. El chofer ya estaba allí, y con cuidado, bajaron las escaleras para poder marcharse.

Las luces de los flashes, casi la dejan ciega, pese a que ella no ingresó por la alfombra roja, como los demás famosos. Ingresó al salón y comenzó a buscar a su jefe, pero no lograba encontrarlo.

— Finalmente llegas — manifiesta a su espalda, logrando sobresaltarla. La mira sin titubear de pies a cabeza y asiente —. No me has decepcionado.

» ¿Acaba de inspeccionar mi forma de vestir? «Se preguntó a sí misma, con molestia.

— ¿Eres algún tipo de jurado de la moda? — consultó con sarcasmo. El hombre no dijo nada, pero la observo por el rabillo. Quiso sonreír, pero se contuvo.

Keila guardó silencio en ese momento.

Comenzó a hacer su trabajo, hasta que los pies le dolieron. Y cuando ya no pudo más, y su hora descansar llegó, se dispuso a despedirse.

— Ten — La voz de su jefe sonó nuevamente a su lado. Era una tarjeta de habitación —. Tienes una habitación donde descansar, todo pagado por la empresa.

Con esas palabras, se marchó y ya, dejándola allí, sola y sin palabras. Observó la tarjeta en cuestión, y se dio cuenta que le ha dado una habitación presidencial, que ella jamás se podría permitir, e incluso, de seguro, valía más que su piso, la noche.

Se puso de pie, y en vez de subir, se dirigió al bar del lugar. Como al día siguiente no trabajaba, ella se bebería un poco de alcohol; sin embargo, lo hiso tanto que perdió las cuentas de lo que llevaba, y ya estaba ebria. A duras penas logró subir a la habitación; pero no esperaba encontrarse con otro borracho en la oscuridad.

Un hombre fornido, alto y ancho estaba observándola con hambre. Su excitación se disparó en ese mismísimo instante, cuando comenzó a acercarse. Ella levanto las manos para acariciarlo, y éste se dejó. Estaba tan deseosa, que necesitaba sentirse linda una vez más, como lo hacía antes, y ese sujeto la hacía sentir así.

Por su parte, Enzo se encontraba en su habitación bebiendo, hasta que comenzó a ver todo borroso. Aún en su mente se repetía la imagen de su inteligente asistente, que, al parecer, tenía una lengua viperina que se contiene de lanzar sarcasmos. Escuchó la puerta abrirse, y se puso de pie, pero solo obtuvo un mareo fuerte como respuesta. La borrachera lo hacía alucinar a esa asistente de curvas perfectas. Se acercó a ella, olía igual, y su erección despertó en ese momento. Su mente estaba jugando, y él necesitaba hacerlo; dejarse llevar y descargar ese estrés.

Hace mucho tiempo que no sentía una atracción así, y una necesidad de estar con una mujer, como lo era con ella. Pero, llegó un punto, en que Enzo despertó del sueño, y se dio cuenta de lo que estaba a punto de hacer. Las clausulas eran muy claras, y no podía cometer adulterio dentro de su matrimonio, por lo que, rápidamente se alejó de ella.

» ¡¿Qué diablos hacía su asistente en su habitación?! «se preguntó mentalmente.

No podía dejarla así. Ella estaba ebria, y tampoco podía aprovecharse si se encontraba en esa situación. Por lo que la cargó en brazos, y la llevó en la habitación principal. Una vez la cubrió con la manta, se alejó, a un lado, vio la tarjeta, y cuando lo vio, se dio cuenta que era de esa habitación, por lo que el error era del hotel en cuestión. No iba a armar un alboroto, simplemente lo dejó pasar.

Se acomodó en el sofá, y se perdió en la sensación de los labios de aquella mujer, que yacía en la cama matrimonial de su habitación.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo