— Creo que ya hemos hablado lo suficiente. Debo descansar, pues mañana será un día muy pesado — Enzo solo asintió y se puso de pie.
— Bonita forma de correrme de tu casa — dice, intentando sonreír, lo cual dejó petrificada a la mujer.— Te ves bien, señor Mondragón — dijo ella, logrando confundirlo.— ¿Cómo? — inquirió. Ella optó por no decir nada, pues quería ser testigo de otras más de sus sonrisas, lo cual lo hacían lucir juvenil.Definitivamente, ella quedó encantada, y atesoraría esos momentos como los más hermosos de su vida. Enzo no solo lucía juvenil cuando sonreía, sino también mucho más apuesto, con sus dientes perfectos, y los dos hoyuelos que se formaban en sus mejillas. Era como un brillo especial, que irradiaba en todo su ser. Cuando sonreía, lo hacía de verdad.— Nada — respondió y el solo asintió.Caminó hacia la entrada, y abrió la puerta, para darle paso a su hombre de confianza a que ingrese con una cantiCaminar hasta la sala de juntas, eran realmente difícil. Cada paso que daba la joven, hacía que su cuerpo se tensara más, y pareciera un robot. En el momento en que oyó aquella voz, se quedó en la puerta y se puso a respirar, para poder enfrentarse. Una mano tomó su brazo de repente. — ¿Quién está allí adentro? — preguntó su jefe, con el rostro completamente serio. Nada nuevo en él. — Nadie — musitó. No paraba de mover los dedos, hasta que él, sujetó sus manos. — No me mientas. Desde que mencioné la reunión estás ansiosa — confirmó, con voz impostada —. Si no me dices, cancelaré la reunión, no me importa nada más que tú tranquilidad. — ¿Qué sucede? ¡Keila! Te vez ansiosa — remarcó lo obvio, Valentina y dándole la razón a su ex esposo. La asistente observó a ambos, y suspiró pesadamente, para después fingir una sonrisa. — Estoy bien, no tienen de que preocuparse —Volvió a insistir con lo mismo. — Si quieres, puedes darte el día libre y yo me encargo de la reunión con mi esposo —
Cuando despidió a todos, el último en salir fue el señor Fonseca, y debía pasar cerca del cubículo de Keila, misma que lo único que hacía, era contener su respiración e intentar concentrarse en su trabajo.Ella se sentía aterrada, y no podía creer, que a pesar de los años que pasó, aun pueda sentirse con ese sentimiento, cuando está cerca de él. Odiaba tener esa sensación de que su vida acabaría en cualquier momento, si él sigue cerca.— Keila… — Sus manos habían dejado de hacer lo que hacía, presionando con fuerza el lápiz, y sus ojos estaban concentrados en la pantalla —. ¡Keila!La voz de Valentina la sacó de esa bolsa de pensamientos negativos, y levantó la mirada en el momento justo, en que ese hombre pasaba, enfocando los ojos en él.— Adiós Huxely, nos veremos pronto — decretó, hasta que el hombre se enfocó en su camino.Keila estaba nerviosa, y necesitaba estar sola por un momento, pero no podía dejar su trabajo y dar motivos para que la despidan.— ¿Lo conoces? — preguntó la
Al día siguiente en la empresa, Keila llegaba. Estaba estacionando el coche, cuando alguien apareció en su periferia, y la arrinconó a la pared. Se sentía la respiración de su captor en su cuello y oreja, como si inhalar su aroma, fuera algo que anhelaba desde hace mucho tiempo. Sin embargo, el perfume lo conocía perfectamente, y tanto el miedo como la repugnancia, atacaron su cuerpo.— ¿Qué haces aquí? — cuestionó, con voz débil casi atragantándose —. No me hagas daño, por favor.Era simplemente un hilo de voz, y un mano de temblor.— Nunca te hice daño. ¿Por qué lo haría ahora? — consultó, sin soltarla ni un segundo —. No sabes cuánto te he buscado, mi gatita, que ahora, el hecho de encontrarte, siento una erección entre mis piernas.— Suéltame, por favor — musitó con voz débil la asistente de Enzo.— Mi padre ha estado preguntando por ti. Te quiere de regreso — El cuerpo de la mujer se tensó. Ese hombre nunca le había agradado, pese a que siempre le había defendido de las humillaci
Enzo no podía dar crédito a lo que escuchaba, pero sabía que debía actuar de forma más inteligente que Valentina, y si, lo que decía su asistente era verdad, definitivamente sería una forma de traición por su parte. — ¿Estás segura? — No, por eso le estoy sugiriendo que revises el sector contable. Solo vi el documento una vez, cuando ella me pidió ayuda, y me pareció ver que sus ganancias fueran veinte por ciento más que tu empresa — explicó —. En los documentos no he notado nada, talvez con el acceso puedo ayudar, pero es mejor si contrata un auditor. — Gracias por esto, Keila — murmuró pensativo, y le indicó que se fuera. Era el momento de llamar a su mejor amigo. Tomó el celular y marcó su número, cuando éste atendió, se encontraba sorprendido de ver que el gran magnate lo estaba llamando. — ¿A qué se debe este milagro? — Habla su amigo, al otro lado de la línea. — Necesito tu ayuda. Es algo importante que no puedo decírtelo por este medio — La seriedad que emanaba la voz de E
La hora corrió, y pronto fueron las siete en punto de la noche. Keila no tuvo opción, que acompañar a su jefe a esa cena, pese a que no quería hacerlo. En realidad, si quería, y sabía, que se estaba haciendo ilusiones muy notorias al respecto del tipo de relación que tenían, y pese, a que sabía que estaba mal, y anhelaba alejarse, también deseaba compartir con él. Sin embargo, debía preguntar exactamente, que es lo que buscaba exactamente con ella; porque no deseaba ser parte de una burla ante la sociedad. Ella ya no podría aguantar más humillaciones al respecto, y, por ende, debía aclarar las cosas, y lo haría justo esa noche. — ¿Será un lugar elegante? — preguntó ella, nerviosa. Enzo la miró de reojo, mientras conducía, y no pudo evitar extender sus manos, para tomar la de ella, un gesto que nunca antes había hecho, pero con ella se sentía cómodo. — Un lugar reservado, donde podamos hablar bien, Huxely — respondió, sin apartar la vista de la carretera. Sin embargo, Keila no podí
El celular de Keila, comenzó a vibrar una hora antes de que su alarma sonara, y cuando lo revisó, aun con el sueño abrazándola, solo pudo leer el nombre de su jefe, lo cual la despertó completamente. Miró la hora, y no pudo comprender lo que sucedía. — Hola — contestó, con una voz bastante roca, señal de recién levantada. — Tienes la voz más sexy, cuando despiertas — Las mejillas de la mujer, se volvieron roja instantáneamente —, pero no te llamaba por eso. — ¿Necesitas algo, señor? — Sí. Estoy afuera. Tienes quince minutos para cambiarte y salir junto a mí. Keila estaba en shock, observando la pantalla de su celular, y cuando pretendía preguntar, se dio cuenta de que había colgado. » ¿Qué será que sucedió? «Se preguntó. — Quince minutos. ¡Mierda! Solo tengo quince minutos — Se apresuró a decir, mientras corría a asearse al sanitario y cambiarse de ropa. Veinte minutos después, ya se encontraba bajando las escaleras a trompicones. Salió exhausta a la calle, para encontrarse con
El coche se estacionó, en una vivienda enorme. Tan grande, que solo el portón, medía el ancho se habitación, y el salón, todo su departamento. Sus ojos observaban con admiración la colección de cuadros antiguos que tenían pegado a la pared, y la decoración de la misma a base de objetos antiguos. Todo parecía como un castillo de época, en tonos marrones y beige. Hermoso. — Es un lugar muy hermoso — comentó, observando un cuadro enorme. En ella se encontraba una señora, de ojos azules, iguales a lo de su jefe, por lo que dedujo que es su madre. Un hombre a su lado, y dos jóvenes entre ellos. — Son mi familia — explicó, Enzo, posicionándose a su lado. En ese momento, un joven ingresaba en la casa, observó a la mujer que se encontraba con su hermano mayor, creyendo que era la insoportable de Valentina; sin embargo, cuando la joven giró, y lo encontró, se sorprendió al darse cuenta de que no era la esposa de su hermano. — ¡Hermano! ¡Qué grata sorpresa verte! — saluda, acercándose a él
La ex esposa furiosa, pateó la puerta de su oficina, en el momento en que Lorena, llegaba en el piso, con un ramo de rosas gigante. La mujer, se quedó mirándola con extrañeza, pero finalmente la ignoró y continuó su camino, hasta el cubículo de su amiga. Sin embargo, para Valentina fue algo raro, ver aquello.» ¿Será que tiene novio? «» Si Enzo está interesado, definitivamente, ha llegado tarde. «Sus pensamientos eran muy seguros; pero decidió confirmarlo, para poder averiguarlo.— ¿Son para Keila? — preguntó fingiendo inocencia.Para mala suerte de ella, Lorena no era estúpida, y entendía el comportamiento de las mujeres celosas, y Valentina era una de ellas.— Sí — respondió renuente —. Están sobre su escritorio.A Valentina, le costó mantener su sonrisa, pero logró hacerlo. Fingió reír a duras penas, dudando si creería en su sinceridad.— Cierto — dijo fingiendo timidez —. ¿Será de algún admirador?— Así es — contestó —. Ojalá pudiera estar aquí, para recibir ella misma, semejant