Al día siguiente en la empresa, Keila llegaba. Estaba estacionando el coche, cuando alguien apareció en su periferia, y la arrinconó a la pared. Se sentía la respiración de su captor en su cuello y oreja, como si inhalar su aroma, fuera algo que anhelaba desde hace mucho tiempo. Sin embargo, el perfume lo conocía perfectamente, y tanto el miedo como la repugnancia, atacaron su cuerpo.— ¿Qué haces aquí? — cuestionó, con voz débil casi atragantándose —. No me hagas daño, por favor.Era simplemente un hilo de voz, y un mano de temblor.— Nunca te hice daño. ¿Por qué lo haría ahora? — consultó, sin soltarla ni un segundo —. No sabes cuánto te he buscado, mi gatita, que ahora, el hecho de encontrarte, siento una erección entre mis piernas.— Suéltame, por favor — musitó con voz débil la asistente de Enzo.— Mi padre ha estado preguntando por ti. Te quiere de regreso — El cuerpo de la mujer se tensó. Ese hombre nunca le había agradado, pese a que siempre le había defendido de las humillaci
Enzo no podía dar crédito a lo que escuchaba, pero sabía que debía actuar de forma más inteligente que Valentina, y si, lo que decía su asistente era verdad, definitivamente sería una forma de traición por su parte. — ¿Estás segura? — No, por eso le estoy sugiriendo que revises el sector contable. Solo vi el documento una vez, cuando ella me pidió ayuda, y me pareció ver que sus ganancias fueran veinte por ciento más que tu empresa — explicó —. En los documentos no he notado nada, talvez con el acceso puedo ayudar, pero es mejor si contrata un auditor. — Gracias por esto, Keila — murmuró pensativo, y le indicó que se fuera. Era el momento de llamar a su mejor amigo. Tomó el celular y marcó su número, cuando éste atendió, se encontraba sorprendido de ver que el gran magnate lo estaba llamando. — ¿A qué se debe este milagro? — Habla su amigo, al otro lado de la línea. — Necesito tu ayuda. Es algo importante que no puedo decírtelo por este medio — La seriedad que emanaba la voz de E
La hora corrió, y pronto fueron las siete en punto de la noche. Keila no tuvo opción, que acompañar a su jefe a esa cena, pese a que no quería hacerlo. En realidad, si quería, y sabía, que se estaba haciendo ilusiones muy notorias al respecto del tipo de relación que tenían, y pese, a que sabía que estaba mal, y anhelaba alejarse, también deseaba compartir con él. Sin embargo, debía preguntar exactamente, que es lo que buscaba exactamente con ella; porque no deseaba ser parte de una burla ante la sociedad. Ella ya no podría aguantar más humillaciones al respecto, y, por ende, debía aclarar las cosas, y lo haría justo esa noche. — ¿Será un lugar elegante? — preguntó ella, nerviosa. Enzo la miró de reojo, mientras conducía, y no pudo evitar extender sus manos, para tomar la de ella, un gesto que nunca antes había hecho, pero con ella se sentía cómodo. — Un lugar reservado, donde podamos hablar bien, Huxely — respondió, sin apartar la vista de la carretera. Sin embargo, Keila no podí
El celular de Keila, comenzó a vibrar una hora antes de que su alarma sonara, y cuando lo revisó, aun con el sueño abrazándola, solo pudo leer el nombre de su jefe, lo cual la despertó completamente. Miró la hora, y no pudo comprender lo que sucedía. — Hola — contestó, con una voz bastante roca, señal de recién levantada. — Tienes la voz más sexy, cuando despiertas — Las mejillas de la mujer, se volvieron roja instantáneamente —, pero no te llamaba por eso. — ¿Necesitas algo, señor? — Sí. Estoy afuera. Tienes quince minutos para cambiarte y salir junto a mí. Keila estaba en shock, observando la pantalla de su celular, y cuando pretendía preguntar, se dio cuenta de que había colgado. » ¿Qué será que sucedió? «Se preguntó. — Quince minutos. ¡Mierda! Solo tengo quince minutos — Se apresuró a decir, mientras corría a asearse al sanitario y cambiarse de ropa. Veinte minutos después, ya se encontraba bajando las escaleras a trompicones. Salió exhausta a la calle, para encontrarse con
El coche se estacionó, en una vivienda enorme. Tan grande, que solo el portón, medía el ancho se habitación, y el salón, todo su departamento. Sus ojos observaban con admiración la colección de cuadros antiguos que tenían pegado a la pared, y la decoración de la misma a base de objetos antiguos. Todo parecía como un castillo de época, en tonos marrones y beige. Hermoso. — Es un lugar muy hermoso — comentó, observando un cuadro enorme. En ella se encontraba una señora, de ojos azules, iguales a lo de su jefe, por lo que dedujo que es su madre. Un hombre a su lado, y dos jóvenes entre ellos. — Son mi familia — explicó, Enzo, posicionándose a su lado. En ese momento, un joven ingresaba en la casa, observó a la mujer que se encontraba con su hermano mayor, creyendo que era la insoportable de Valentina; sin embargo, cuando la joven giró, y lo encontró, se sorprendió al darse cuenta de que no era la esposa de su hermano. — ¡Hermano! ¡Qué grata sorpresa verte! — saluda, acercándose a él
La ex esposa furiosa, pateó la puerta de su oficina, en el momento en que Lorena, llegaba en el piso, con un ramo de rosas gigante. La mujer, se quedó mirándola con extrañeza, pero finalmente la ignoró y continuó su camino, hasta el cubículo de su amiga. Sin embargo, para Valentina fue algo raro, ver aquello.» ¿Será que tiene novio? «» Si Enzo está interesado, definitivamente, ha llegado tarde. «Sus pensamientos eran muy seguros; pero decidió confirmarlo, para poder averiguarlo.— ¿Son para Keila? — preguntó fingiendo inocencia.Para mala suerte de ella, Lorena no era estúpida, y entendía el comportamiento de las mujeres celosas, y Valentina era una de ellas.— Sí — respondió renuente —. Están sobre su escritorio.A Valentina, le costó mantener su sonrisa, pero logró hacerlo. Fingió reír a duras penas, dudando si creería en su sinceridad.— Cierto — dijo fingiendo timidez —. ¿Será de algún admirador?— Así es — contestó —. Ojalá pudiera estar aquí, para recibir ella misma, semejant
La cena, fue bastante buena; sin embargo, había espacios en donde Enzo sentía culpa por dejarla sola, en la mansión. Comenzaba a cuestionar sus actos, y darle la razón tanto a su madre, como a su hermano.Por otra parte, Keila estaba preparando sus pequeñas bolsas de compras, para salir de la casa, pues de la rabia, había hecho una reservación en un hotel, sencillo, capaz de solventarlo, y llamó a un taxi.Bajó las escaleras, a una velocidad inhumana, y salió fuera de la mansión, siendo recibida por una ráfaga de viento fría, que congelaron sus mejillas. Caminó hasta la entrada principal, donde ya se encontraba el taxi, y sin dudarlo, subió en él.No tenía la intención de quedarse ni un segundo más allí, además, ya había terminado y adelantado trabajo. Si había algo, que su jefe necesitara, se lo haría saber por correo.— Amiga, ¿cómo estás? — Silencio —. ¿Keila?— Hola — Se sentía frustrada, porque no podía abrirse con honestidad —. Esto yendo al hotel.— ¿Pensé que te quedabas en la
Enzo conducía a una velocidad que sobrepasaba los límites, y Keila, estaba que temía perder su vida. Si estaba molesto, podrían hablarlo, pero no por eso, debía querer matarla.— ¿Puedes bajar la velocidad? — dijo ella, con los ojos cerrados, y sosteniendo su cinturón de seguridad con fuerza.— ¿Quién era? — preguntó.Cuando Enzo descubrió donde se encontraba su asistente, no dudó en ir a buscarla, para que le rinda explicaciones de su huida; sin embargo, cuando vio que el hombre lo estaba abrazando, se contuvo de ingresar dentro del restaurante a apartar sus asquerosas manos de ella.Ese sentimiento se apoderaba de él, tuvo que usar una fuerza sobrehumano, para contenerse y armar una escena; pues era consciente que no tenía derecho.Ha sido claro con ella respecto a sus intenciones, y, aun así, ella se negaba a aceptarlo. Y ahora, estaba abrazada a otro hombre, que no era él.— ¿Quién? — consultó consternada.— El hombre que te estaba abrazando — Keila giró la cabeza, como un fantasm