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05 - ¿Me estás acosando, señor Mondragón?

Valentina estaba frustrada, pero, en definitiva, no se iba a dejar vencer, por lo que buscaría una forma de vengarse de su esposo, o al menos, antes de llegar a eso, buscaría salvar lo que nunca hubo. Un matrimonio real.

Estaba sentada en su oficina, cuando oyó el sonido del ascensor abrirse, y observó a la asistente de su esposo subir, con vaso de café en las manos. Comenzó a mirarla, dándose cuenta de que poseía una belleza tan natural que envidiaba.

Keila se perdió dentro de la oficina de su jefe, mientras colocaba el vaso de café sobre el escritorio de su jefe, y colocaba una rodaja de pastel al lado. Solo quería mostrarle de esa forma, su agradecimiento por el trabajo, y no solo eso; sino también, por no tocar el tema de la noche del sábado.

Salió de allí, luego de dejar todo, completamente acomodado, y disponer a sentarse en su escritorio a trabajar, pero no contaba con que la esposa de su jefe aparecería.

— Hola, ¿qué te parece si almorzamos juntas? — Keila se sorprendió un poco, y observó la hora en su computador.

— Son las ocho menos cuarto — dice en su lugar. Valentina se sonroja, y suelta una risa sutil.

— Lo sé. No soy buena haciendo amigas. Lo siento si te he incomodado, pero me preguntaba si podríamos almorzar juntas — repite lo último.

— Entiendo. Claro. Por mí no hay ningún problema — responde sonriente. Para Keila, la esposa de su jefe, parecía una mujer buena, y al parecer intentaba entablar una amistad sincera, algo que ella con gusto se la daría.

Pero, lo que no sabía, era que, en realidad, Valentina intentaba llevarse bien para molestar a su esposo. Más que nada era eso, y asegurarse de que esa asistente, no sea un impedimento para salvar su matrimonio.

Enzo llegó en la empresa, y cuando estuvo en su piso, se percató que ambas mujeres se encontraban hablando muy cómodamente. No tenía nada en contra de Huxely, pero si sospechaba de las intenciones de su esposa. Conocía muy bien a la mujer con quien se casó, y sabía lo falsa que era, pese a que normalmente se llevaban bien, pues él, mantenía toda su vida en privado, y solo mostraba lo esencial.

— No molestes a mi asistente, Valentina. Huxely, a mi oficina — dice, pasando de largo, y haciendo que la pobre Keila, se ponga de pie como un resorte.

— No debes de tenerle miedo. Él no muerde — susurra la mujer, mientras camina de forma elegante a su oficina. Ese pequeño comentario, le puso los pelos de punta; pues nuevamente, el recuerdo de sus besos inundó su mente.

» Eres una profesional, Keila. «Se repitió a sí misma, mientras caminaba en el interior de su oficina.

Enzo estaba sentado, observando su café y la rodaja de pastel.

— ¿Lo trajiste tú? — Ella asintió, pero como él no la estaba mirando, no recibió la respuesta —. ¿Sí o no?

— Sí. Lo traje como muestra de agradecimiento por el trabajo. Espero no le moleste — musitó ella.

Finalmente, levantó la vista, y clavó sus ojos en ella, para estudiarla.

— Necesitamos hablar — El cuerpo de la joven se tensó, y eso no pasó desapercibido —, y lo sabes.

— Lo sé. — Esa simple palabra salió en un susurro casi inaudible —. Pero, preferiría no hacerlo, señor. Hacer como si nada ha pasado. Usted es un hombre casado y yo, no soy ese tipo de personas, mucho menos me podría en medio de un matrimonio. Se lo juro.

Enzo sintió un poco de calidez en el pecho, por la forma en que se expresaba. Sentía que estaba siendo sincera, por lo que decidió dejarla en paz, al fin de cuentas, necesitaba una asistente, y ella ha demostrado ser capaz de seguirle el ritmo.

— Díctame el horario de hoy — manifestó.

Keila no dudó en obedecer, y mientras estaba parada con el iPad, leyéndole su horario, y modificando otros, la esposa de su jefe ingresa en el lugar. El suspiro que lanzó Enzo, no pasó desapercibido para Keila, pero no podía meterse.

— ¿Por qué llamaste a mi padre, Enzo? Quiero ese puesto, y no me lo puedes quitar — dice, con voz de niña malcriada. Para Huxely era algo nuevo de ella, ya que las pocas veces que intercambiaron palabras, parecía una mujer muy madura —. ¿Tanto te molesta tenerme aquí?

— Huxely, retírate — La asistente de inmediato obedeció, y una vez afuera, Enzo enfoco los ojos en su esposa —. Valentina, estoy trabajando. No tengo tiempo para tus caprichos — manifiesta, con la rabia tiritando en su interior —. Últimamente te la pasas haciendo esto.

Ya tenía en mente un plan, pues al principio quería conversar con los padres de ella; sin embargo, dada la situación, tocará llegar a un acuerdo con esa mujer.

— ¿Y no tienes tiempo? Nunca tienes tiempo, Enzo. Me dejas sola por las noches, me abandonas cuando más te necesito. No te importa nuestro matrimonio —. El hombre entrecerró los ojos y le brindó una sonrisa sarcástica, cuando comprendió lo que estaba haciendo su esposa.

» ¿Ella en verdad cree que tengo algo con mi asistente? «Se preguntó. Enzo sospechaba lo que ella pensaba.

— Sé lo que piensas, y te lo responderé en frente de ella si estuviera aquí. La señorita Huxely y yo, no tenemos absolutamente nada —» Aún. «Pensó —. Si crees que inventándote esta escena de víctima vas a lograr algo, estás equivocada. Sabes perfectamente porqué nos casamos, Valentina.

— Pero bien que te aprovechaste de la situación — murmura.

— También tu familia tuvo sus ganancias — refutó de inmediato —. Al final de cuentas, el trato siempre fue mi independencia — Soltó un suspiro cansino el ceo —. Divorciémonos. Esto no puede continuar. Ninguno de los dos es feliz y sé que me das la razón. Firma estos papeles — dice sacando una carpeta del cajón de su escritorio —, y acabemos con todo esto de una buena vez.

— ¿Por qué? Nunca sentiste nada — susurró. Sus mejillas estaban húmedas —. Tanto me desprecias, que ya tenías todo listo para dejarme.

— No es eso, simplemente, ambos ya cumplimos. No soy feliz, y eso conlleva a convertirte en una mujer desdichada. Puedes conocer a alguien — Valentina se sentía impotente, pues sus ganas de salvar su matrimonio, habían quedado al aire —. Por favor.

Valentina suelta un suspiro, sabiendo que no ganará nada, y que la amabilidad de su esposo, se está agotando.

— Está bien — responde, caminando hacia el escritorio y firmando el documento que da por concluida el matrimonio, que tanto trabajo le costó concretar en el pasado —, pero tengo una condición.

— ¿Qué condición? — Ella mira la firma de Enzo allí, y golpe atraviesa en su pecho.

— Nadie puede enterarse. No aún. Tengo en mente un proyecto, y necesito hacerlo para demostrarle a mis padres que soy capaz. — Eso era solo una excusa para seguir cerca, pues pueden que estén divorciados, pero eso no significa que se rendiría con él —. Por favor.

— Perfecto — masculló el ceo, con poca gracia. No le parecía buena idea de que Valentina, continúe fingiendo, pero si esto la hacía firmar, aguantaría —, pero no puedes tardarte.

El ceo de la empresa, estaba un poco encantado por conseguir la firma, al mismo tiempo, estaba encantado con su asistente. Ella realmente se ha mantenido al margen, he incluso, se ha disculpado aun no siendo la culpable. Ella le demostrado ser capaz de todo, y eso debía enaltecerlo, por lo que tomó el celular, y pidió a su hombre de confianza, que investigue la cuenta bancaria de su asistente, pues le daría un aumento a su salario, fuera de lo que recibe que es el pago de su empresa; por el hecho de respetar su lugar.

Ahora que estaba legalmente divorciado, podría darse la oportunidad de conocerla.

En la hora del almuerzo, Valentina bajaba las escaleras con rapidez, pues quería seguir compartiendo con la asistente de su esposo, o ex esposo, en este caso. Era obvio que él se sentía bastante atraído, y no iba a sacarse de la cabeza esa idea; sin embargo, era consciente de que ella, actuaba de forma muy profesional. Su esposo la hizo ver como una ridícula, pero no le importaba, ella quería a Keila a su favor.

— Hola — saludó. Keila se sentía un poco incomoda, pero supo ocultarlo. Lorena por su parte, estaba un poco sorprendida, pero, aun así, se puso de pie, para saludarla —. No es necesario. Estoy intentando hacer amigas.

— Por favor, siéntate señora…

— No me digas señora, por favor. Llámame Valentina o Val. Como quieras — susurra, tomando asiento con ellas —. ¿Qué comen los empleados? Nunca antes he estado en un lugar así. Es emocionante.

— Definitivamente, no sabes hacer amigos, jefa — masculla Lorena, pero para sí misma. Para ella, era obvio que era una mujer falsa, y el hecho de que esté compartiendo con ellas, es porque trama algo.

— ¿Qué tal el proyecto en el que trabajas? — La asistente de Enzo, ignora la pregunta y cambia de tema.

— Ahí voy. Dudo mucho que Enzo lo apruebe, pues como has notado, no nos llevamos bien — dice, y la amiga de Keila, las observa sin comprender el drama —, pero por suerte te tengo a ti, para guiarme en lo que va.

— ¿De qué trata el proyecto? — pregunta Lorena.

— Fabricación de un nuevo móvil, con tecnología avanzada — Ninguna de las dos dijeron nada; pues la competencia era mucha en esa área, y era obvio que Enzo, iba a rechazarla.

No obstante, a Keila se le vino una idea asombrosa; pero no lo compartiría, sonrió con orgullo.

— ¿Qué? — pregunta la amiga.

— Es una buena idea, ¿verdad? — dice Valentina con emoción fingida. Ninguna de las dos quería bajarla de su pedestal.

— El proyecto es bueno, pero creo, que para que sea aceptada, puedes implementar la tecnología de la empresa de tu esposo, como medio de seguridad. Si gustas, puedo ayudarte en ello — manifiesta Keila, sorprendiendo a ambas.

Valentina pensó en ese mismo momento, que esa simple chica, era mucho más inteligente de lo que aparentaba, y debía aprovechar eso, para acercarse a su marido. La iba a usar hasta exprimirla, y si con toda esa ventaja, no lograba nada, destruiría lo que más amaba de él, que era su empresa; y quien mejor que tener a su disposición, la confianza de su asistente, quien tiene todo en su poder.

El juego recién comenzaba para todos.

Más tarde, mientras ella estaba terminando su trabajo, comenzó a juntar sus cosas, e ingresó a la oficina del jefe, para darle aviso de que ya se iba. Sin embargo, cuando entró, su jefe le pide que se acerque, y le entrega un sobre un poco pesado.

— Son las llaves de un vehículo para tu movilidad, de parte de la empresa — comenta, un poco nervioso. Él nunca estaba nervioso frente a una chica.

La tensión podría cortarse con un simple cuchillo, mientras ella lo observaba de forma intensa. Ante sus ojos, era muy apuesto. Él se acercó unos pasos más.

— No es necesario, puedo moverme en taxi o en bus — musita ella, inhalando el aroma de su perfume, y suspirando —. Siempre lo he hecho.

Se acercó unos pasos más, hasta quedar completamente cerca de ella, al punto de que sus prendas se rosan.

— No importa, me ha costado encontrarte, por lo que no puedo correr el riesgo de perderte — musita, inclinando su cabeza hacia ella. Sus labios están completamente cerca, sus respiraciones chocan entre sí, y el deseo sexual era palpable entre ambos; especialmente para Enzo, que acariciaba la tanga dentro su bolsillo, y anhelaba tenerla —. Eres mi mejor empleada, señorita Huxely.

— Sí, eh…, ¿sí? — tartamudeó, nerviosa. sintió la suavidad de los labios de su jefe, e inhaló con fuerza para no morir en ese momento, hasta que la razón volvió a su cuerpo y se apartó —. ¡No!

Su exclamación, hizo que el hombre retroceda.

— ¿Por qué? Se nota que ambos queremos — musita él.

— ¿Me estás acosando? — Niega —. Debería darte vergüenza, eres un hombre casado, con una mujer maravillosa.

— Un hombre divorciado. Me gustas, Keila y sé que el sentimiento es correspondido — Enzo saca el documento del cajón, y camina hacia ella, para entregárselo —. Estoy legalmente divorciado, y quiero darme la oportunidad de conocerla.

— ¿Por qué?

— Porque me parece fascinante. La única condición que me impuso, es que realmente nadie puede saberlo; pero ese es un tema que hablaremos más adelante, ahora te llevaré a casa — Y, cuando la asistente tenía la intención de hablar, él vuelve a hacerlo —, y no está en discusión. Camina.

Enzo la toma de los brazos, y coloca las llaves en la palma de su mano, para luego empujarla con suavidad hacia la salida.

— Señor, no estoy aceptando salir con usted — susurra. Era seguro, que su jefe le gustaba, pero él lo tomaba muy rápido.

— Aún no me has aceptado, pero lo harás — dice, entrando en el elevador con ella —. Será como lo desees, pero esto, te pertenece…, por el momento — Le guiña un ojo —. ¡Ah, por cierto! No debes olvidar que nadie puede enterarse de que me voy a divorciar.

» ¿Qué ha sido todo eso? «Se preguntó consternada. Pues ese no era su jefe tirano, egocéntrico hijo de puta. Era alguien completamente diferente a lo que ella conoció en esos días.

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