Valentina estaba frustrada, pero, en definitiva, no se iba a dejar vencer, por lo que buscaría una forma de vengarse de su esposo, o al menos, antes de llegar a eso, buscaría salvar lo que nunca hubo. Un matrimonio real.
Estaba sentada en su oficina, cuando oyó el sonido del ascensor abrirse, y observó a la asistente de su esposo subir, con vaso de café en las manos. Comenzó a mirarla, dándose cuenta de que poseía una belleza tan natural que envidiaba.Keila se perdió dentro de la oficina de su jefe, mientras colocaba el vaso de café sobre el escritorio de su jefe, y colocaba una rodaja de pastel al lado. Solo quería mostrarle de esa forma, su agradecimiento por el trabajo, y no solo eso; sino también, por no tocar el tema de la noche del sábado.Salió de allí, luego de dejar todo, completamente acomodado, y disponer a sentarse en su escritorio a trabajar, pero no contaba con que la esposa de su jefe aparecería.— Hola, ¿qué te parece si almorzamos juntas? — Keila se sorprendió un poco, y observó la hora en su computador.— Son las ocho menos cuarto — dice en su lugar. Valentina se sonroja, y suelta una risa sutil.— Lo sé. No soy buena haciendo amigas. Lo siento si te he incomodado, pero me preguntaba si podríamos almorzar juntas — repite lo último.— Entiendo. Claro. Por mí no hay ningún problema — responde sonriente. Para Keila, la esposa de su jefe, parecía una mujer buena, y al parecer intentaba entablar una amistad sincera, algo que ella con gusto se la daría.Pero, lo que no sabía, era que, en realidad, Valentina intentaba llevarse bien para molestar a su esposo. Más que nada era eso, y asegurarse de que esa asistente, no sea un impedimento para salvar su matrimonio.Enzo llegó en la empresa, y cuando estuvo en su piso, se percató que ambas mujeres se encontraban hablando muy cómodamente. No tenía nada en contra de Huxely, pero si sospechaba de las intenciones de su esposa. Conocía muy bien a la mujer con quien se casó, y sabía lo falsa que era, pese a que normalmente se llevaban bien, pues él, mantenía toda su vida en privado, y solo mostraba lo esencial.— No molestes a mi asistente, Valentina. Huxely, a mi oficina — dice, pasando de largo, y haciendo que la pobre Keila, se ponga de pie como un resorte.— No debes de tenerle miedo. Él no muerde — susurra la mujer, mientras camina de forma elegante a su oficina. Ese pequeño comentario, le puso los pelos de punta; pues nuevamente, el recuerdo de sus besos inundó su mente.» Eres una profesional, Keila. «Se repitió a sí misma, mientras caminaba en el interior de su oficina.Enzo estaba sentado, observando su café y la rodaja de pastel.— ¿Lo trajiste tú? — Ella asintió, pero como él no la estaba mirando, no recibió la respuesta —. ¿Sí o no?— Sí. Lo traje como muestra de agradecimiento por el trabajo. Espero no le moleste — musitó ella.Finalmente, levantó la vista, y clavó sus ojos en ella, para estudiarla.— Necesitamos hablar — El cuerpo de la joven se tensó, y eso no pasó desapercibido —, y lo sabes.— Lo sé. — Esa simple palabra salió en un susurro casi inaudible —. Pero, preferiría no hacerlo, señor. Hacer como si nada ha pasado. Usted es un hombre casado y yo, no soy ese tipo de personas, mucho menos me podría en medio de un matrimonio. Se lo juro.Enzo sintió un poco de calidez en el pecho, por la forma en que se expresaba. Sentía que estaba siendo sincera, por lo que decidió dejarla en paz, al fin de cuentas, necesitaba una asistente, y ella ha demostrado ser capaz de seguirle el ritmo.— Díctame el horario de hoy — manifestó.Keila no dudó en obedecer, y mientras estaba parada con el iPad, leyéndole su horario, y modificando otros, la esposa de su jefe ingresa en el lugar. El suspiro que lanzó Enzo, no pasó desapercibido para Keila, pero no podía meterse.— ¿Por qué llamaste a mi padre, Enzo? Quiero ese puesto, y no me lo puedes quitar — dice, con voz de niña malcriada. Para Huxely era algo nuevo de ella, ya que las pocas veces que intercambiaron palabras, parecía una mujer muy madura —. ¿Tanto te molesta tenerme aquí?— Huxely, retírate — La asistente de inmediato obedeció, y una vez afuera, Enzo enfoco los ojos en su esposa —. Valentina, estoy trabajando. No tengo tiempo para tus caprichos — manifiesta, con la rabia tiritando en su interior —. Últimamente te la pasas haciendo esto.Ya tenía en mente un plan, pues al principio quería conversar con los padres de ella; sin embargo, dada la situación, tocará llegar a un acuerdo con esa mujer.— ¿Y no tienes tiempo? Nunca tienes tiempo, Enzo. Me dejas sola por las noches, me abandonas cuando más te necesito. No te importa nuestro matrimonio —. El hombre entrecerró los ojos y le brindó una sonrisa sarcástica, cuando comprendió lo que estaba haciendo su esposa.» ¿Ella en verdad cree que tengo algo con mi asistente? «Se preguntó. Enzo sospechaba lo que ella pensaba.— Sé lo que piensas, y te lo responderé en frente de ella si estuviera aquí. La señorita Huxely y yo, no tenemos absolutamente nada —» Aún. «Pensó —. Si crees que inventándote esta escena de víctima vas a lograr algo, estás equivocada. Sabes perfectamente porqué nos casamos, Valentina.— Pero bien que te aprovechaste de la situación — murmura.— También tu familia tuvo sus ganancias — refutó de inmediato —. Al final de cuentas, el trato siempre fue mi independencia — Soltó un suspiro cansino el ceo —. Divorciémonos. Esto no puede continuar. Ninguno de los dos es feliz y sé que me das la razón. Firma estos papeles — dice sacando una carpeta del cajón de su escritorio —, y acabemos con todo esto de una buena vez.— ¿Por qué? Nunca sentiste nada — susurró. Sus mejillas estaban húmedas —. Tanto me desprecias, que ya tenías todo listo para dejarme.— No es eso, simplemente, ambos ya cumplimos. No soy feliz, y eso conlleva a convertirte en una mujer desdichada. Puedes conocer a alguien — Valentina se sentía impotente, pues sus ganas de salvar su matrimonio, habían quedado al aire —. Por favor.Valentina suelta un suspiro, sabiendo que no ganará nada, y que la amabilidad de su esposo, se está agotando.— Está bien — responde, caminando hacia el escritorio y firmando el documento que da por concluida el matrimonio, que tanto trabajo le costó concretar en el pasado —, pero tengo una condición.— ¿Qué condición? — Ella mira la firma de Enzo allí, y golpe atraviesa en su pecho.— Nadie puede enterarse. No aún. Tengo en mente un proyecto, y necesito hacerlo para demostrarle a mis padres que soy capaz. — Eso era solo una excusa para seguir cerca, pues pueden que estén divorciados, pero eso no significa que se rendiría con él —. Por favor.— Perfecto — masculló el ceo, con poca gracia. No le parecía buena idea de que Valentina, continúe fingiendo, pero si esto la hacía firmar, aguantaría —, pero no puedes tardarte.El ceo de la empresa, estaba un poco encantado por conseguir la firma, al mismo tiempo, estaba encantado con su asistente. Ella realmente se ha mantenido al margen, he incluso, se ha disculpado aun no siendo la culpable. Ella le demostrado ser capaz de todo, y eso debía enaltecerlo, por lo que tomó el celular, y pidió a su hombre de confianza, que investigue la cuenta bancaria de su asistente, pues le daría un aumento a su salario, fuera de lo que recibe que es el pago de su empresa; por el hecho de respetar su lugar.Ahora que estaba legalmente divorciado, podría darse la oportunidad de conocerla.En la hora del almuerzo, Valentina bajaba las escaleras con rapidez, pues quería seguir compartiendo con la asistente de su esposo, o ex esposo, en este caso. Era obvio que él se sentía bastante atraído, y no iba a sacarse de la cabeza esa idea; sin embargo, era consciente de que ella, actuaba de forma muy profesional. Su esposo la hizo ver como una ridícula, pero no le importaba, ella quería a Keila a su favor.— Hola — saludó. Keila se sentía un poco incomoda, pero supo ocultarlo. Lorena por su parte, estaba un poco sorprendida, pero, aun así, se puso de pie, para saludarla —. No es necesario. Estoy intentando hacer amigas.— Por favor, siéntate señora…— No me digas señora, por favor. Llámame Valentina o Val. Como quieras — susurra, tomando asiento con ellas —. ¿Qué comen los empleados? Nunca antes he estado en un lugar así. Es emocionante.— Definitivamente, no sabes hacer amigos, jefa — masculla Lorena, pero para sí misma. Para ella, era obvio que era una mujer falsa, y el hecho de que esté compartiendo con ellas, es porque trama algo.— ¿Qué tal el proyecto en el que trabajas? — La asistente de Enzo, ignora la pregunta y cambia de tema.— Ahí voy. Dudo mucho que Enzo lo apruebe, pues como has notado, no nos llevamos bien — dice, y la amiga de Keila, las observa sin comprender el drama —, pero por suerte te tengo a ti, para guiarme en lo que va.— ¿De qué trata el proyecto? — pregunta Lorena.— Fabricación de un nuevo móvil, con tecnología avanzada — Ninguna de las dos dijeron nada; pues la competencia era mucha en esa área, y era obvio que Enzo, iba a rechazarla.No obstante, a Keila se le vino una idea asombrosa; pero no lo compartiría, sonrió con orgullo.— ¿Qué? — pregunta la amiga.— Es una buena idea, ¿verdad? — dice Valentina con emoción fingida. Ninguna de las dos quería bajarla de su pedestal.— El proyecto es bueno, pero creo, que para que sea aceptada, puedes implementar la tecnología de la empresa de tu esposo, como medio de seguridad. Si gustas, puedo ayudarte en ello — manifiesta Keila, sorprendiendo a ambas.Valentina pensó en ese mismo momento, que esa simple chica, era mucho más inteligente de lo que aparentaba, y debía aprovechar eso, para acercarse a su marido. La iba a usar hasta exprimirla, y si con toda esa ventaja, no lograba nada, destruiría lo que más amaba de él, que era su empresa; y quien mejor que tener a su disposición, la confianza de su asistente, quien tiene todo en su poder.El juego recién comenzaba para todos.Más tarde, mientras ella estaba terminando su trabajo, comenzó a juntar sus cosas, e ingresó a la oficina del jefe, para darle aviso de que ya se iba. Sin embargo, cuando entró, su jefe le pide que se acerque, y le entrega un sobre un poco pesado.— Son las llaves de un vehículo para tu movilidad, de parte de la empresa — comenta, un poco nervioso. Él nunca estaba nervioso frente a una chica.La tensión podría cortarse con un simple cuchillo, mientras ella lo observaba de forma intensa. Ante sus ojos, era muy apuesto. Él se acercó unos pasos más.— No es necesario, puedo moverme en taxi o en bus — musita ella, inhalando el aroma de su perfume, y suspirando —. Siempre lo he hecho.Se acercó unos pasos más, hasta quedar completamente cerca de ella, al punto de que sus prendas se rosan.— No importa, me ha costado encontrarte, por lo que no puedo correr el riesgo de perderte — musita, inclinando su cabeza hacia ella. Sus labios están completamente cerca, sus respiraciones chocan entre sí, y el deseo sexual era palpable entre ambos; especialmente para Enzo, que acariciaba la tanga dentro su bolsillo, y anhelaba tenerla —. Eres mi mejor empleada, señorita Huxely.— Sí, eh…, ¿sí? — tartamudeó, nerviosa. sintió la suavidad de los labios de su jefe, e inhaló con fuerza para no morir en ese momento, hasta que la razón volvió a su cuerpo y se apartó —. ¡No!Su exclamación, hizo que el hombre retroceda.— ¿Por qué? Se nota que ambos queremos — musita él.— ¿Me estás acosando? — Niega —. Debería darte vergüenza, eres un hombre casado, con una mujer maravillosa.— Un hombre divorciado. Me gustas, Keila y sé que el sentimiento es correspondido — Enzo saca el documento del cajón, y camina hacia ella, para entregárselo —. Estoy legalmente divorciado, y quiero darme la oportunidad de conocerla.— ¿Por qué?— Porque me parece fascinante. La única condición que me impuso, es que realmente nadie puede saberlo; pero ese es un tema que hablaremos más adelante, ahora te llevaré a casa — Y, cuando la asistente tenía la intención de hablar, él vuelve a hacerlo —, y no está en discusión. Camina.Enzo la toma de los brazos, y coloca las llaves en la palma de su mano, para luego empujarla con suavidad hacia la salida.— Señor, no estoy aceptando salir con usted — susurra. Era seguro, que su jefe le gustaba, pero él lo tomaba muy rápido.— Aún no me has aceptado, pero lo harás — dice, entrando en el elevador con ella —. Será como lo desees, pero esto, te pertenece…, por el momento — Le guiña un ojo —. ¡Ah, por cierto! No debes olvidar que nadie puede enterarse de que me voy a divorciar.» ¿Qué ha sido todo eso? «Se preguntó consternada. Pues ese no era su jefe tirano, egocéntrico hijo de puta. Era alguien completamente diferente a lo que ella conoció en esos días.— ¿Vives aquí? — preguntó con notoria sorpresa el ceo, al ver el lugar donde ella dormía por las noches —. Parece un lugar muy peligroso. — No es peligroso, o al menos, yo ya me he acostumbrado — musitó, mientras subía los peldaños de la entrada. Se volteó y encontró de lleno con el pecho de su jefe, en el cual tuvo que colocar ambas manos, para sostenerse —. Lo siento, no tienes que… — Me aseguraré de que llegues bien. — Ya he llegado — susurró ella. — A tu piso — respondió. En ese momento, uno de sus hombres, estacionaba un auto muy bonito, frente a su piso —. Ese es tu coche. — De la empresa — corrigió ella. Él solo sonrió y asintió. Aunque era una sonrisa que solo ella pudo percibir, pues no acostumbraba a mostrar ese tipo de gestos a nadie. Enzo nunca antes se había preocupado por ninguno de sus empleados, pero esta mujercita, había despertado su interés desde el primer momento en que cruzó la puerta de su despacho e inhalo, su dulce aroma a vainilla. Porque sí, olía a vain
Fue un almuerzo de negocios muy extenso; y apenas lograron convencer al empresario, de hacer negocios con él. Tenía la misma labia que Enzo, por lo que jugar con las mismas técnicas, era difícil; más no imposible. De allí, solo quedaron ellos dos en el restaurante, mientras intentaban entablar una conversación. Para Enzo fue muy difícil hacerlo, pues estuvo reprimiendo sus ganar de socializar con mujeres por tres años, y ahora, que al fin le interesaba una mujer, sorprendentemente, no sabía cómo actuar al respecto. — Cuéntame más de ti — Se atrevió a preguntar. Keila, lo observó a través de sus pestañas y se acomodó. Ya no quería mostrarse tan débil, pese a que necesitaba ese trabajo. Sus ojos mostraban determinación, por lo que se acomodó más cómodamente y cruzó sus brazos. — ¿Qué exactamente deseas saber, señor Mondragón? — No puedes tratarme de señor, después de que he saboreado esa boquita — musita, cambiando el brillo de sus ojos. — Estamos en público, y no pretendo convert
En los planes de Keila solo estaba llegar a su pequeño piso, y dormir; sin embargo, estaba claro que, para su jefe, dormir era algo que no conocía. Además, ya estaba parado en la puerta de su cubículo, esperándola.— ¿En verdad quieres llevarme a cenar? No puedo simplemente irme a mi casa y descansar — manifestó. La verdad era que sentía muchas emociones en su cuerpo, pero no podía simplemente dejarse llevar. Era su jefe, y lo más probable es que quiera jugar con ella.— Cenar juntos es parte del proceso de conocernos — responde él. Para Keila le fue imposible no poner los ojos en blanco.— ¿Y si no quiero conocerlo más de lo que implica el trabajo? — cuestiona ella, mirándola desde abajo.En esa posición, para Enzo, su asistente era la mujer más hermosa del puto universo. Era atractiva y tenía un rostro de niña, capaz de doblegarlo. Sin embargo, él presentía que ella solo mantenía cierta distancia porque su ex esposa estaba cerca, y se la pasaba hostigándola.— Porque simplemente lo
— Creo que ya hemos hablado lo suficiente. Debo descansar, pues mañana será un día muy pesado — Enzo solo asintió y se puso de pie. — Bonita forma de correrme de tu casa — dice, intentando sonreír, lo cual dejó petrificada a la mujer. — Te ves bien, señor Mondragón — dijo ella, logrando confundirlo. — ¿Cómo? — inquirió. Ella optó por no decir nada, pues quería ser testigo de otras más de sus sonrisas, lo cual lo hacían lucir juvenil. Definitivamente, ella quedó encantada, y atesoraría esos momentos como los más hermosos de su vida. Enzo no solo lucía juvenil cuando sonreía, sino también mucho más apuesto, con sus dientes perfectos, y los dos hoyuelos que se formaban en sus mejillas. Era como un brillo especial, que irradiaba en todo su ser. Cuando sonreía, lo hacía de verdad. — Nada — respondió y el solo asintió. Caminó hacia la entrada, y abrió la puerta, para darle paso a su hombre de confianza a que ingrese con una canti
Caminar hasta la sala de juntas, eran realmente difícil. Cada paso que daba la joven, hacía que su cuerpo se tensara más, y pareciera un robot. En el momento en que oyó aquella voz, se quedó en la puerta y se puso a respirar, para poder enfrentarse. Una mano tomó su brazo de repente. — ¿Quién está allí adentro? — preguntó su jefe, con el rostro completamente serio. Nada nuevo en él. — Nadie — musitó. No paraba de mover los dedos, hasta que él, sujetó sus manos. — No me mientas. Desde que mencioné la reunión estás ansiosa — confirmó, con voz impostada —. Si no me dices, cancelaré la reunión, no me importa nada más que tú tranquilidad. — ¿Qué sucede? ¡Keila! Te vez ansiosa — remarcó lo obvio, Valentina y dándole la razón a su ex esposo. La asistente observó a ambos, y suspiró pesadamente, para después fingir una sonrisa. — Estoy bien, no tienen de que preocuparse —Volvió a insistir con lo mismo. — Si quieres, puedes darte el día libre y yo me encargo de la reunión con mi esposo —
Cuando despidió a todos, el último en salir fue el señor Fonseca, y debía pasar cerca del cubículo de Keila, misma que lo único que hacía, era contener su respiración e intentar concentrarse en su trabajo.Ella se sentía aterrada, y no podía creer, que a pesar de los años que pasó, aun pueda sentirse con ese sentimiento, cuando está cerca de él. Odiaba tener esa sensación de que su vida acabaría en cualquier momento, si él sigue cerca.— Keila… — Sus manos habían dejado de hacer lo que hacía, presionando con fuerza el lápiz, y sus ojos estaban concentrados en la pantalla —. ¡Keila!La voz de Valentina la sacó de esa bolsa de pensamientos negativos, y levantó la mirada en el momento justo, en que ese hombre pasaba, enfocando los ojos en él.— Adiós Huxely, nos veremos pronto — decretó, hasta que el hombre se enfocó en su camino.Keila estaba nerviosa, y necesitaba estar sola por un momento, pero no podía dejar su trabajo y dar motivos para que la despidan.— ¿Lo conoces? — preguntó la
Al día siguiente en la empresa, Keila llegaba. Estaba estacionando el coche, cuando alguien apareció en su periferia, y la arrinconó a la pared. Se sentía la respiración de su captor en su cuello y oreja, como si inhalar su aroma, fuera algo que anhelaba desde hace mucho tiempo. Sin embargo, el perfume lo conocía perfectamente, y tanto el miedo como la repugnancia, atacaron su cuerpo.— ¿Qué haces aquí? — cuestionó, con voz débil casi atragantándose —. No me hagas daño, por favor.Era simplemente un hilo de voz, y un mano de temblor.— Nunca te hice daño. ¿Por qué lo haría ahora? — consultó, sin soltarla ni un segundo —. No sabes cuánto te he buscado, mi gatita, que ahora, el hecho de encontrarte, siento una erección entre mis piernas.— Suéltame, por favor — musitó con voz débil la asistente de Enzo.— Mi padre ha estado preguntando por ti. Te quiere de regreso — El cuerpo de la mujer se tensó. Ese hombre nunca le había agradado, pese a que siempre le había defendido de las humillaci
Enzo no podía dar crédito a lo que escuchaba, pero sabía que debía actuar de forma más inteligente que Valentina, y si, lo que decía su asistente era verdad, definitivamente sería una forma de traición por su parte. — ¿Estás segura? — No, por eso le estoy sugiriendo que revises el sector contable. Solo vi el documento una vez, cuando ella me pidió ayuda, y me pareció ver que sus ganancias fueran veinte por ciento más que tu empresa — explicó —. En los documentos no he notado nada, talvez con el acceso puedo ayudar, pero es mejor si contrata un auditor. — Gracias por esto, Keila — murmuró pensativo, y le indicó que se fuera. Era el momento de llamar a su mejor amigo. Tomó el celular y marcó su número, cuando éste atendió, se encontraba sorprendido de ver que el gran magnate lo estaba llamando. — ¿A qué se debe este milagro? — Habla su amigo, al otro lado de la línea. — Necesito tu ayuda. Es algo importante que no puedo decírtelo por este medio — La seriedad que emanaba la voz de E