La mente de Valentina, trabajaba. Lo mismo pasaba con los dos individuos afuera. Ella sabía que su esposo sentía algo por esa insignificante mujer y quería entender por qué. Keila, por su parte, despejó su mente y se centró en su trabajo. Y, por último, estaba Enzo, quien no entendía las intenciones de su esposa.
Él creía que Valentina vino a la empresa, solo por su libertad económica, cuando en realidad las intenciones de su esposa, era descubrir la verdad. Una verdad inexistente, porque tanto para Keila, como para Enzo, no pasó nada y no existe nada entre ellos dos.Y tampoco existirá.Enzo no estaría con una mujer como ella, y Keila, no quería vivir con un tirano. Eran completamente diferentes.Valentina sale de su oficina, y se dirige junto a la asistente de su esposo.— Keila, ¿verdad? — inquiere, sabiendo exactamente su nombre —. ¿Podrías ayudarme con algo? Es que no estoy comprendiendo los números.La asistente sabía que lo hacía para molestar a su esposo, pues, si tenía dudas, debía llamar al área contable para disipar sus dudas. Valentina le mostró la carpeta, y Keila sin ningún tipo de inconveniente logró descifrar y explicarle sus dudas. Fue entonces, que Valentina comprendió a su esposo.Si en verdad, él se sentía atraído hacia ella, comprendería el porqué; pues su asistente no solo era una cara bonita con bonito cuerpo; sino también, tenía un cerebro capaz de descifrar el más mínimo error, como lo acaba de hacer ahora.Sin embargo, Valentina no se dio cuenta, que el documento que le mostró, era algo confidencial; y ahora Keila sabía, que más del cincuenta por ciento de las ganancias, iba para la empresa socia, y no para su jefe. Como asistente, ella debía preguntárselo, pero temía meter las narices más al fondo de lo que ya lo había hecho en esos cortos días, trabajando allí.— ¿Cómo te está yendo hoy? — preguntó su amiga —. Al parecer, aguantarás la semana.— Estoy muerta. Nunca antes he trabajado tanto — Suelta un suspiro —. Por cierto, ¿puedes hablarme un poco de mi jefe? Es que en verdad necesito saber más. Hoy supe que tenía esposa.— ¿La señora Valentina estuvo aquí? — inquiere con total sorpresa su amiga —. Desde que trabajo, nunca antes ha pasado por aquí.— Pues, déjame informarte que se quedará a trabajar. Sin embargo, estoy en una encrucijada — dice —. Me he enterado de algo, sin querer. No sé si la mujer no se dio cuenta, o lo hizo a propósito.— ¡¿Qué?! — pregunta, con la paciencia al límite.En ese momento, su jefe bajaba por las escaleras, y la observó detalladamente. Ella sintió que la estaba regañando mentalmente, por intentar divulgar algo que no le correspondía a ella.— Necesito ayuda. Siento que el jefe me está regañando con los ojos — susurra, sin apartar la vista. Su cuerpo comenzó a temblar, cuando los recuerdos de la noche del sábado, sucumbieron en su mente.— ¿Has hecho algo malo?— Tal vez, pero no puedo contártelo aún. Lore, ¿cómo asistente, debo contarle todo lo que sé a mí jefe, siempre que sea de la empresa?— Sí, es el trabajo de una asistente. ¿Qué sucede, Keila?— He descubierto que… — Guardó silencia abruptamente, cuando creyó que su jefe se dirigía A ella; sin embargo, pasó de largo. Ella no volteó a mirar —. Ese hombre es aterrador, Lorena.— No ha apartado los ojos de encima de ti, ni un solo segundo. Sea lo que sea que has hecho, lo tienes atrapado. No te despedirá — dice su amiga, poniéndose de pie; olvidando el tema del secreto. Igual, solo creía que su amiga estaba paranoica, por lo que colocó su mano en su hombro —. Cálmate, él no te va a despedir, y no vivirás bajo un puente.Ella solo asintió, y también se dirigió a su puesto de trabajo, hasta que la noche llegó. Cuando ya había terminado su trabajo, se levantó y caminó hacia la oficina de su jefe, toco la puerta hasta que recibió la orden para que pueda entrar.— Señor, he acaba con el trabajo del día de hoy. Ya me voy a retirar — avisa, una vez adentro.Enzo se encontraba aun concentrado en el computador, y ni siquiera levantó la mirada.— He dejado algunos pendientes en el correo. Revísalos si puedes, no es urgente — dice en su lugar.— Entendido, señor — musita, retrocediendo —. Que tengas buena noche.— ¿Tienes cómo ir? — pregunta en su lugar, lo cual hace que Keila detenga sus pasos, y vuelva a mirarlo, pero él, sigue en la misma posición. Desde afuera, Valentina estaba observando y oyendo. Todo parecía normal en el comportamiento de su marido, por lo que creyó que ella no era la mujer —. Dile a mi chofer que te acerque a tu casa, y mañana temprano, pasas a recursos humanos a firmar tu contrato.— Gracias, señor.— No me defraudas, señorita Huxely — manifestó —. Puedes retirarte.Con una sonrisa radiante, la asistente salió fuera de la empresa, hasta el estacionamiento, donde ya el chofer lo estaba esperando; mientras que, adentro, en el último piso, Enzo sonreía internamente por el rostro asustado de su asistente, y el truco de su esposa. Estaba allí para vigilarlo, pero no le daría el gusto de verlo caer.No obstante, él se quedaría investigando respecto al trato de ambas empresas. Sus ingresos le parecían demasiados pocos el último año, a comparación de los primeros años, y el crédito del acuerdo, ya estaba saldado. Aún con la cuenta saldada, las ganancias habían bajado considerablemente y no había encontrado nada raro en los registros contables.— Me ha contratado — Le cuenta Keila a su mejor amiga, una vez llega a su casa; y mientras está con el celular en la oreja, se dirige al refrigerador, para prepararse algo que comer —. Solo me dijo que mañana vaya a Recursos Humanos a firmar mi contrato y, que no lo defraude. Creo que he pasado la prueba.» Definitivamente, lo has hecho. «responde su subconsciente.— Esa es una noticia increíble, Keila. Ya tienes un trabajo, lo que significa, que estarás tranquila y con un sueldo estable.— Y comida. Tendré comida en mi refrigerador — susurra ella, mirando su heladera vacía.— Todo mejorará a partir de ahora, amiga. — Su amiga sabía por lo que pasada, y casi siempre la ayudaba. Conocía su situación, su vida y todo por lo que tuvo que pasar por culpa de su ex novio.Ese imbécil se había aprovechado varias veces y no conforme, le había abandonado en un lugar tan feo, donde pasó las peores aberraciones. Nunca se lo perdonaría.No obstante, al otro lado de la ciudad, en un cuadro lujoso, muy diferente a donde vivía Keila. Se encontraba la mansión Mondragón. Enzo ya estaba allí, nuevamente encerrado en su despacho, cuando recibió un correo con los documentos, perfectamente narrados.Cada vez quedaba más encantado con la agilidad de esa mujer, y su inteligencia. Y, sobre todo, sentía que un peso se le sacaba del hombro, pues el trabajo se reducía al cien por ciento. Era tan eficaz, que incluso se adelantaba a algunas cosas, pese a que aún no lo conocía bien.Eso es lo que el buscaba tanto, y aunque la situación ha cambiado un poco, y ella actuó como si nada hubiese pasado, admitía que la necesitaba en la empresa. Por fin había encontrado a alguien que caminara a su velocidad; aunque, aun le molestaba la atracción que sentía.Le costaba mucho no mirarla y no recordar lo que pasó entre ellos.— Cariño — La voz de su esposa, lo despertó de sus pensamientos; sin embargo, rápidamente frunció el ceño cuando la vio en ropas menores —. Quiero que lo intentemos.— Valentina, ya hemos hablado de esto — susurra él, incomodándose. Su esposa era una mujer muy atractiva, eso nadie podía negarlo, pero no sentía nada, y no le nacía ser un canalla con ella y aprovecharse. Sabía que eso implicaría un problema, conocía sus estrategias —. Ya te lo he dicho.— ¿Por qué? No te estoy pidiendo que me ames, pero estoy harta de usar esos juguetes, cuando tengo un esposo que puede darme lo que quiero — Enzo cerró los ojos con fuerza —. ¿Te gusta alguien más?— No vayas por ese camino, Val — susurra —. Tú y yo sabemos, que no quería casarme, y que te aprovechaste de mi situación. Ambos conocemos la verdad, no quieras enredarme.— Pero yo…— No lo haces, solo necesitas obtener lo que quieres, y como a mí no puedes tenerme, me impusiste términos, que no pude negarme — Suelta un suspiro —. Creo que deberíamos divorciarnos.Ese pedido, fue como un golpe seco y a puño cerrado, que desencajó su mandíbula. El hombre que quería, y, al que a duras penas logró atar en matrimonio, le está pidiendo el divorcio— No. No puedes pedirme eso, después de todo lo que he hecho por ti. Me debes tu vida, Enzo. No dejaré de ser una Mondragón — manifiesta, ya con el cuerpo tenso —. ¡Olvídalo! No existe ni una posibilidad de que eso pase.— Valentina.— No, no te librarás tan fácilmente de mí — manifiesta ella decidida, dejándolo solo.Enzo estaba que explotaba en cólera. Tomó su vaso, y lo aventó a la pared, haciéndolo añicos. ¿Cómo diablos iba a conseguir de que ella acepte el divorcio?Valentina estaba frustrada, pero, en definitiva, no se iba a dejar vencer, por lo que buscaría una forma de vengarse de su esposo, o al menos, antes de llegar a eso, buscaría salvar lo que nunca hubo. Un matrimonio real. Estaba sentada en su oficina, cuando oyó el sonido del ascensor abrirse, y observó a la asistente de su esposo subir, con vaso de café en las manos. Comenzó a mirarla, dándose cuenta de que poseía una belleza tan natural que envidiaba. Keila se perdió dentro de la oficina de su jefe, mientras colocaba el vaso de café sobre el escritorio de su jefe, y colocaba una rodaja de pastel al lado. Solo quería mostrarle de esa forma, su agradecimiento por el trabajo, y no solo eso; sino también, por no tocar el tema de la noche del sábado. Salió de allí, luego de dejar todo, completamente acomodado, y disponer a sentarse en su escritorio a trabajar, pero no contaba con que la esposa de su jefe aparecería. — Hola, ¿qué te parece si almorzamos juntas? — Keila se sorprendió un
— ¿Vives aquí? — preguntó con notoria sorpresa el ceo, al ver el lugar donde ella dormía por las noches —. Parece un lugar muy peligroso. — No es peligroso, o al menos, yo ya me he acostumbrado — musitó, mientras subía los peldaños de la entrada. Se volteó y encontró de lleno con el pecho de su jefe, en el cual tuvo que colocar ambas manos, para sostenerse —. Lo siento, no tienes que… — Me aseguraré de que llegues bien. — Ya he llegado — susurró ella. — A tu piso — respondió. En ese momento, uno de sus hombres, estacionaba un auto muy bonito, frente a su piso —. Ese es tu coche. — De la empresa — corrigió ella. Él solo sonrió y asintió. Aunque era una sonrisa que solo ella pudo percibir, pues no acostumbraba a mostrar ese tipo de gestos a nadie. Enzo nunca antes se había preocupado por ninguno de sus empleados, pero esta mujercita, había despertado su interés desde el primer momento en que cruzó la puerta de su despacho e inhalo, su dulce aroma a vainilla. Porque sí, olía a vain
Fue un almuerzo de negocios muy extenso; y apenas lograron convencer al empresario, de hacer negocios con él. Tenía la misma labia que Enzo, por lo que jugar con las mismas técnicas, era difícil; más no imposible. De allí, solo quedaron ellos dos en el restaurante, mientras intentaban entablar una conversación. Para Enzo fue muy difícil hacerlo, pues estuvo reprimiendo sus ganar de socializar con mujeres por tres años, y ahora, que al fin le interesaba una mujer, sorprendentemente, no sabía cómo actuar al respecto. — Cuéntame más de ti — Se atrevió a preguntar. Keila, lo observó a través de sus pestañas y se acomodó. Ya no quería mostrarse tan débil, pese a que necesitaba ese trabajo. Sus ojos mostraban determinación, por lo que se acomodó más cómodamente y cruzó sus brazos. — ¿Qué exactamente deseas saber, señor Mondragón? — No puedes tratarme de señor, después de que he saboreado esa boquita — musita, cambiando el brillo de sus ojos. — Estamos en público, y no pretendo convert
En los planes de Keila solo estaba llegar a su pequeño piso, y dormir; sin embargo, estaba claro que, para su jefe, dormir era algo que no conocía. Además, ya estaba parado en la puerta de su cubículo, esperándola.— ¿En verdad quieres llevarme a cenar? No puedo simplemente irme a mi casa y descansar — manifestó. La verdad era que sentía muchas emociones en su cuerpo, pero no podía simplemente dejarse llevar. Era su jefe, y lo más probable es que quiera jugar con ella.— Cenar juntos es parte del proceso de conocernos — responde él. Para Keila le fue imposible no poner los ojos en blanco.— ¿Y si no quiero conocerlo más de lo que implica el trabajo? — cuestiona ella, mirándola desde abajo.En esa posición, para Enzo, su asistente era la mujer más hermosa del puto universo. Era atractiva y tenía un rostro de niña, capaz de doblegarlo. Sin embargo, él presentía que ella solo mantenía cierta distancia porque su ex esposa estaba cerca, y se la pasaba hostigándola.— Porque simplemente lo
— Creo que ya hemos hablado lo suficiente. Debo descansar, pues mañana será un día muy pesado — Enzo solo asintió y se puso de pie. — Bonita forma de correrme de tu casa — dice, intentando sonreír, lo cual dejó petrificada a la mujer. — Te ves bien, señor Mondragón — dijo ella, logrando confundirlo. — ¿Cómo? — inquirió. Ella optó por no decir nada, pues quería ser testigo de otras más de sus sonrisas, lo cual lo hacían lucir juvenil. Definitivamente, ella quedó encantada, y atesoraría esos momentos como los más hermosos de su vida. Enzo no solo lucía juvenil cuando sonreía, sino también mucho más apuesto, con sus dientes perfectos, y los dos hoyuelos que se formaban en sus mejillas. Era como un brillo especial, que irradiaba en todo su ser. Cuando sonreía, lo hacía de verdad. — Nada — respondió y el solo asintió. Caminó hacia la entrada, y abrió la puerta, para darle paso a su hombre de confianza a que ingrese con una canti
Caminar hasta la sala de juntas, eran realmente difícil. Cada paso que daba la joven, hacía que su cuerpo se tensara más, y pareciera un robot. En el momento en que oyó aquella voz, se quedó en la puerta y se puso a respirar, para poder enfrentarse. Una mano tomó su brazo de repente. — ¿Quién está allí adentro? — preguntó su jefe, con el rostro completamente serio. Nada nuevo en él. — Nadie — musitó. No paraba de mover los dedos, hasta que él, sujetó sus manos. — No me mientas. Desde que mencioné la reunión estás ansiosa — confirmó, con voz impostada —. Si no me dices, cancelaré la reunión, no me importa nada más que tú tranquilidad. — ¿Qué sucede? ¡Keila! Te vez ansiosa — remarcó lo obvio, Valentina y dándole la razón a su ex esposo. La asistente observó a ambos, y suspiró pesadamente, para después fingir una sonrisa. — Estoy bien, no tienen de que preocuparse —Volvió a insistir con lo mismo. — Si quieres, puedes darte el día libre y yo me encargo de la reunión con mi esposo —
Cuando despidió a todos, el último en salir fue el señor Fonseca, y debía pasar cerca del cubículo de Keila, misma que lo único que hacía, era contener su respiración e intentar concentrarse en su trabajo.Ella se sentía aterrada, y no podía creer, que a pesar de los años que pasó, aun pueda sentirse con ese sentimiento, cuando está cerca de él. Odiaba tener esa sensación de que su vida acabaría en cualquier momento, si él sigue cerca.— Keila… — Sus manos habían dejado de hacer lo que hacía, presionando con fuerza el lápiz, y sus ojos estaban concentrados en la pantalla —. ¡Keila!La voz de Valentina la sacó de esa bolsa de pensamientos negativos, y levantó la mirada en el momento justo, en que ese hombre pasaba, enfocando los ojos en él.— Adiós Huxely, nos veremos pronto — decretó, hasta que el hombre se enfocó en su camino.Keila estaba nerviosa, y necesitaba estar sola por un momento, pero no podía dejar su trabajo y dar motivos para que la despidan.— ¿Lo conoces? — preguntó la
Al día siguiente en la empresa, Keila llegaba. Estaba estacionando el coche, cuando alguien apareció en su periferia, y la arrinconó a la pared. Se sentía la respiración de su captor en su cuello y oreja, como si inhalar su aroma, fuera algo que anhelaba desde hace mucho tiempo. Sin embargo, el perfume lo conocía perfectamente, y tanto el miedo como la repugnancia, atacaron su cuerpo.— ¿Qué haces aquí? — cuestionó, con voz débil casi atragantándose —. No me hagas daño, por favor.Era simplemente un hilo de voz, y un mano de temblor.— Nunca te hice daño. ¿Por qué lo haría ahora? — consultó, sin soltarla ni un segundo —. No sabes cuánto te he buscado, mi gatita, que ahora, el hecho de encontrarte, siento una erección entre mis piernas.— Suéltame, por favor — musitó con voz débil la asistente de Enzo.— Mi padre ha estado preguntando por ti. Te quiere de regreso — El cuerpo de la mujer se tensó. Ese hombre nunca le había agradado, pese a que siempre le había defendido de las humillaci