KYLE LYNCHNo me era difícil ver el deterioro constante de Tina, mi enfermera. Cuando la conocí, estaba llena de vida, saludable, alegre, atenta y alerta, pero con el paso de los años eso cambió. El desgaste que significaba cuidar de mí estaba pasándole factura. Ahora que estábamos solos en la casa, no significaba ningún beneficio para ella, por el contrario. Finn había insistido en que consiguiera a un par de enfermeros que pudieran ayudarla para levantarme o moverme de ser necesario. Ya había ocurrido en otras ocasiones que Tina se lesionaba. ¿Cómo podía alguien de su tamaño y complexión intentar cargarme? Era como un mondadientes soportando el peso de una bola de boliche. Aun así, no dejaba de esforzarse, como un bello ángel guardián que cuidaba de mí mientras cantaba.Salí del baño, haciendo girar las ruedas de mi silla, sintiéndome apenado por ser una carga no solo para mi familia, sino para ella, quien había sacrificado sus días de descanso, sus horas de sueño y su cordura. ¿Cu
KYLE LYNCHLa alegría que siempre la caracterizaba, desapareció por completo. Solo sacudía su cabeza en negativa. De pronto cubrió su rostro con sus manos, apoyando sus codos en los muslos, respirando con dificultad. —Tina… —No sabía cómo consolarla, cómo convencerla de que era lo que en verdad deseaba.—Es… raro… —dijo con una sonrisa dolida, coronada por las lágrimas que caían de sus hermosos ojos—. Me juré que me esforzaría por ser una buena enfermera, que… me esforzaría para que la gente no muriera sin luchar. Yo estaría a su lado para impulsarlos y ayudarlos… y tú solo te quieres «ir» así, dejando todo a la deriva, a tu familia. Eso es… muy egoísta, ¿no te das cuenta de todo el dolor que dejarás atrás?—¿Qué es más egoísta? ¿Querer dejar de sentir dolor, aunque ustedes me extrañen un par de días, con suerte algunos meses, o quedarme aquí, agonizando cada día, porque ustedes no me quieren dejar ir? ¡Porque tú no me quieres dejar ir! ¡Mírame, Tina! ¡¿Crees que alguna mujer me va a
KYLE LYNCH—Quiero tener un heredero… —solté en cuanto Finn apenas se sentó delante de mí. Su único ojo delató confusión. Cómo el profesional que era, se ajustó la corbata, inhaló profundamente y carraspeó despejando su garganta. —Y… ¿Cómo puedo ayudarte en eso? Sonreí de lado y Tina se me vino a la mente de inmediato. —Quiero casarme con mi enfermera… Quiero un acta de matrimonio y también quiero comenzar el trámite de mi testamento. Quiero crear un fideicomiso a su nombre y para el bebé. No confío en otro abogado, solo en ti. —¿Estás seguro de que quieres casarte? Pareciera que estás planeando tu muerte —dijo con desconfianza y el ceño fruncido, haciéndome recordar las palabras de Tina sobre el dolor que dejaría mi partida.—Finn… Hay que ser realistas. Una persona en mi condición no vive mucho. —No planeaba contarle sobre la clínica que visitaría en un par de meses.—Tampoco es que vayas a vivir solo un par de días.—Lo sé… pero quiero estar preparado —mentí—. Creo que Tina es l
TINA WILLIAMSKyle se inclinó hacia delante y puso su mano en la mesa, con la palma hacia arriba, esperando a que la tomara, mientras la melancolía se apoderaba de su rostro. —Tina, sé que mis planes no te agradan… —dijo en un susurro y, en cuando puse mi mano sobre la suya, comenzó a acariciarla, siguiendo mis venas y tendones como si los dibujara sobre mi piel—. En estos años has sido positiva por los dos, entre más miserable me volví, más alegre te querías mostrar. ¿Recuerdas cuando me caí en el jardín la última vez? Te lastimaste la espalda al ayudarme. El doctor dijo que deberías guardar reposo, que el dolor tenía que ser insoportable. Al día siguiente estabas pululando como una mariposa atrapada en mi cuarto, tus movimientos eran más lentos, pero… sostenías esa maldita sonrisa como si nada hubiera pasado. »¡Por Dios, Tina! Desde que llegaste a mi vida has sido un jodido ángel conmigo, no pienso desistir en mis planes, no seguiré atado a esta silla, no planeo continuar con una
KYLE LYNCHLa noche cayó y mi mirada no dejaba de pasearse entre la ventana y el sofá-cama pegado a la pared. ¿Dónde estaría Tina? Cuando pregunté al mayordomo, supe que rondaba por los jardines, pero… ¿estaba tan molesta como para no regresar? Mi propuesta… ¿sería motivo suficiente para que se quisiera ir y abandonarme? —Carajo… —refunfuñé clavando mi mirada al techo y peinando mi cabello hacia atrás cuando la puerta se abrió. Parecía que la había invocado. Se asomó nerviosa y avergonzada, con los ojos enrojecidos. —¿Cómo estás? —preguntó en un susurro y su voz sonaba acartonada, como si sus cuerdas vocales se hubieran lastimado al estar llorando.—Lo mismo me preguntaba… ¿Cómo estás? —Me senté en la cama y de nuevo esa sensación de frustración al no poder levantarme y estrecharla me dominó. Tenía que esperar a que ella se acercara. Me sentía como un caballo brioso queriendo escapar de sus riendas sin lograr avanzar ni un solo paso. Lo único que pude hacer fue estirar mi mano hacia
TINA WILLIAMSCaminé presurosa por el pasillo, echando humo por los oídos, con el rostro completamente enrojecido. Llegué hasta la puerta de Kyle y la pateé, abriéndola de una sola intensión. —¡¿Qué es esto?! ¡Exijo una respuesta razonable! —De pronto perdí toda la fuerza al ver a Finn sentado al lado de Kyle. Ambos pelirrojos levantaron su atención hacia la prenda que colgaba de mis dedos.—Me parece que es lencería —dijo Finn entornando su ojo—. Por el brillo y grueso, podría apostar que es comestible. Hasta acá huele a dulce.Cerré los ojos y respiré profundamente mientras mi cara irradiaba calor. —Sí, es sabor fresa —contestó Kyle divertido sin despegar su mirada de mí—. Tuve que adivinar tu talla, espero no haber fracasado. —¡¿Es en serio?! —grité furiosa y de pronto noté que la prenda comenzaba a derretirse en mi mano, dejando una sensación pegajosa. Mi curiosidad pudo más que mi enojo y no pude evitar morder un tirante de ese brassier. Me sorprendí, estaba buenísimo.—¡Tina!
KYLE LYNCH —¡¿Podrías tener tantito tacto?! —exclamó Tina levantando su mano, dispuesta a abofetearme, pero su intento se vio frustrado por mis reflejos que parecían agudizarse cuando la tenía frente a mí, como si todos mis sentidos se agudizaran solo para poder percibirla mejor, con toda mi atención—. No creí que fueras tan pervertido. No aparentabas serlo. —No suelo serlo… No de esta manera tan cínica —contesté observando su rostro—. Complace a este pobre moribundo. Mi hermosa, Tina, llévame al cielo, quiero conocer el paraíso que escondes entre tus piernas antes de que la muerte me lleve al infierno. Alcancé sus labios, mientras este jugueteo me estaba enloqueciendo, necesitaba sentirla, verla, necesitaba sentir su piel en mi piel y derretirme en ella. Sus labios eran dulces, aún tenía un poco de ese sabor a fresa impregnando su saliva. Me hacía sentir diferente, había paz en mi alma, pero mi corazón latía con desesperación, deseando brincar de mi pecho al suyo y encontrar r
TINA WILLIAMS El resto de la semana me comporté ligeramente evasiva. Ese primer encuentro con Kyle había sido muy intenso, por lo menos para mí. Tal vez porque Kyle despertaba algo. Mi cuerpo se calentaba, mi feminidad palpitaba y mi cerebro se nublaba al estar tan cerca de él, con esa mirada tan feroz y hambrienta sobre mí, su discapacidad no limitaba su pasión. Por las noches fingía quedarme dormida, y al amanecer, me levantaba antes de que él despertara. Así evadía mis responsabilidades afectivas, ¡porque era obvio que solo faltaba el sexo para terminar de perder la cabeza por ese sensual y bruto hombre!... y no quería, no si… me abandonaría al final. —Sí entiendes que, para hacer un bebé, hace falta más que solo un encuentro… ¿cierto? —preguntó Kyle mientras desayunábamos, a lo que solo apreté los labios. Cuando levanté mi atención hacia él, noté que estaba completamente absorto en su café. —¿Qué ocurre? ¿Te dio asco tener intimidad con alguien como yo? —¡¿Qué?! —exclamé