TINA WILLIAMSMe quedé congelada y mi cerebro echó chispas. ¡Era cierto! Su sangre era la misma que la de Oliver. La sangre dorada que no cualquiera poseía. El único que podía donarle sangre en caso de una emergencia era el hijo de Idris, pero… aún era muy joven para calificar como donador y a veces se necesitaban muchos litros de sangre durante las hemorragias en las cirugías. Era como si la vida me dejaba en claro que el destino de Kyle era morir, de una u otra forma. Agaché la mirada e hice un gran esfuerzo por no llorar de la desesperación. ¿Me quedaría a su lado hasta el final o me iría para no verlo partir? La respuesta era sencilla, no podía abandonarlo, por mucho que eso me doliera. —Pensé que el punto ya había quedado claro, Tina… —dijo en un susurro, noté que estaba más molesto de lo que pensé—. Me quedaré en este mundo solo para dejar mis cosas en orden. Quería tener un hijo, no solo para dejar algo en este mundo, sino para que eso te hiciera merecedora de cada beneficio
TINA WILLIAMSSalí un par de veces para asomarme a su cuarto, era notorio que tenía pesadillas, tal vez dominadas por su coraje, pero cuando, en la siguiente visita, noté que era víctima de un dolor, no dudé en entrar y hacer mi trabajo.—¡Largo! —refunfuñó, digno y ofendido.Me acerqué al cajón de los medicamentos y tomé los necesarios, llené un vaso de agua y se lo ofrecí, pero como respuesta me botó todo de un manotazo. Suspiré apesadumbrada y regresé al cajón. —Solo vete… Déjame en paz… —dijo en un susurro, agotado por el dolor. Cargué una jeringa con un medicamento más fuerte, sin que lo notara. La oculté y me senté a su lado. —Me investigaste sin mi consentimiento, como si yo me rehusara a darte información. ¿Querías saber sobre mi madre y por qué huí de mi familia? Te lo pude explicar yo misma. Te pude decir que mi madre luchó junto conmigo una guerra que teníamos perdida, pero no nos dimos por vencidas. Me enseñó a amar la vida y aferrarme a ella. »También me enseñó que pu
KYLE LYNCH La estancia se volvió una locura, las mujeres bailando y desnudándose, el alcohol lloviendo y mi amigo divirtiéndose, mientras yo permanecía en completo silencio y volteaba con insistencia hacia el pasillo, esperando ver a Tina con su mirada furiosa, pero no fue el caso. Con un resoplido llamé la atención de una de las mujeres, quien se acercó cadenciosa y coqueta hasta sentarse en mis piernas. —Hola, guapo… ¿No quieres llevarme a tu habitación? —preguntó mordiéndose los labios antes de enfocarse en besar mi cuello. Por curioso que pareciera, no causaba nada en mí, solo sentía su saliva, pero mi piel no se erizaba, no había emoción ni pasión en mis venas. ¿El coraje que aún sentía era suficiente para volverme insensible a esta mujer o solo era que no podía sacar a Tina de mi cabeza? —Creo que necesitas un poco de ayuda… —dijo otra, tirando de su amiga para que se bajara de mis piernas. Ambas se hincaron ante mí e interpreté sus intenciones en esa mirada lujuriosa. Co
TINA WILLIAMSBajé del avión y vi a mi alrededor, parecía como si la nieve me hubiera perseguido hasta acá. Durante todo el camino había revisado el mapa, buscando un lugar donde pudiera asentarme. Sabía que quedarme en Inglaterra no me protegía de que alguno de los Lynch pudiera llegar a mí, no si permanecía con el mismo nombre. Tenía que hacer algo. Decidí visitar mi viejo trabajo, tal vez podría conseguir algo temporal que me diera un poco de dinero extra, pues necesitaría más de lo que había podido sacar de los cajeros. —¡Tina! ¡Qué gusto verte! —exclamó la recepcionista—. ¿Cómo te ha ido? ¿Qué tal tu vida como la enfermera de un rico?—Con sus altibajos, como siempre… —agregué con una sonrisa tensa e incómoda—. ¿Mucho trabajo?Rodeé su escritorio y vi los montículos de papeles que aún tenía que acomodar. —¡Sí! Entre actas de nacimiento y de defunción, tengo revuelta la cabeza. ¡Qué irónico, ¿no?! Unos nacen, otros mueren. El problema es cuando se organizan y lo hacen al mismo
TINA WILLIAMSCorrí al banco, sabía que no era correcto lo que haría, pero no me importaba, no deseaba ser encontrada y sabía que no era lo mismo esconderme de mi familia que esconderme de los Lynch. —Señorita Smith… ¿Tiene alguna credencial o documento oficial para poder activar su nueva tarjeta de crédito? —preguntó la chica de la ventanilla con una gran sonrisa.—Se me olvidó mi cartera, pero… me sé mi número de seguridad social. ¿Te sirve? —pregunté apenada y con una sonrisa fingida.—¡Claro! Solo tengo que confirmarlo en el sistema… —dijo y esperó atenta.Con incertidumbre y temerosa de que mis planes no funcionaran, le dicté el número, uno por uno, y esperé. Salí del banco con una tarjeta de crédito y algo de dinero en efectivo, el suficiente para darle un entierro honorable a Tina Williams, no sabía si me quedaría con Ava Smith por mucho tiempo, pero ella me llevaría a donde tenía que estar. ϔKYLE LYNCHHacía años que no viajaba, no en mi condición. Inglaterra parecía traer
TINA WILLIAMSLlegué a Liverpool como Ava Smith, pero quien firmó el contrato de arriendo de un departamento lindo, y logró conseguir trabajo como camarera de un restaurante modesto, fue Paula Harrison. Apunté en una libreta el único número de contacto que me importaba, el del doctor Ávila, y el de Finn, antes de por fin apagar mi teléfono y tirarlo a la basura. Compré un teléfono desechable para poder enviar el contacto del doctor a Finn, pero… ¿cómo podía enviárselo sin delatar que seguía viva? Si ya habían visto mi tumba, sería imposible cesar su búsqueda cuando enviara algo así de obvio, me delataría. De tanto pensar me comenzó a doler la cabeza y las náuseas se apoderaron de mí. Pálida, sudando frío y con temblor en las piernas, me aferré al bote de basura de la tienda y vomité. La sensación no paró, aunque tenía el estómago vacío, me arqueaba dolorosamente y terminé hincada frente al bote, aún agarrada con ambas manos del borde. Lo primero en lo que pensé fue: ¿Qué comí que m
ELIZABETH REED —Así que… ¿accidente automovilístico? —pregunté mientras veía sobre el escritorio de Finn el acta de defunción de esa enfermera. —Sí, estoy buscando de dónde sacó el auto, pero no encuentro nada —contestó perdido en su computadora. —«Williams»… —dije en un susurro. —Por lo que dijo Kyle, adoptó el apellido por tu madre —contestó Finn desviando su atención de su computadora y viéndome directo a los ojos—. Al parecer no es la primera vez que huye. Ya había escapado antes de su familia. —Tina Williams… Un juego entre Tina Turner, la reina del rock & roll, y Marion Williams, mi madre. Dos buenas cantantes. —Dejé los papeles sobre el escritorio y apoyé mis dedos en ellos, siguiendo con atención las palabras, línea por línea, después posé mi atención en un pequeño papel, un trozo de hoja arrancada con una frase—: «Realmente pensaba que el amor nos salvaría». —Es el epitafio en la tumba de Tina —contestó Finn con tristeza. —¿Quién lo puso ahí si estaba sola en Inglater
TINA WILLIAMS Ese día estaba decidida. Saliendo del trabajo me planté delante del puesto de periódicos, revisando con disimulos las noticias internacionales. No había nada relacionado con la familia Lynch. En el transporte público revisé mi teléfono, busqué las redes sociales de Kyle, que… aunque estaban vacías, no mencionaban ningún deceso. Mi corazón pasó de estar acelerado a encontrar la calma. El plan era sencillo, tomaría el teléfono desechable, le mandaría la información a Finn y después lo arrojaría muy lejos. Quería pensar que tendría el tiempo suficiente para terminar mi gestación y moverme a otro lugar, sin que la familia Lynch retomara su búsqueda, siempre y cuando tuvieran la inteligencia para deducir que era yo quien había mandado el contacto del doctor. Abrí la puerta de mi departamento, cargando una bolsa de papel que guardaba una hamburguesa doble con queso, unas papas y una soda grande. De solo pensar en lo que cenaría hoy, se me hacía agua la boca. En cuanto enc