TINA WILLIAMSLlegué a Liverpool como Ava Smith, pero quien firmó el contrato de arriendo de un departamento lindo, y logró conseguir trabajo como camarera de un restaurante modesto, fue Paula Harrison. Apunté en una libreta el único número de contacto que me importaba, el del doctor Ávila, y el de Finn, antes de por fin apagar mi teléfono y tirarlo a la basura. Compré un teléfono desechable para poder enviar el contacto del doctor a Finn, pero… ¿cómo podía enviárselo sin delatar que seguía viva? Si ya habían visto mi tumba, sería imposible cesar su búsqueda cuando enviara algo así de obvio, me delataría. De tanto pensar me comenzó a doler la cabeza y las náuseas se apoderaron de mí. Pálida, sudando frío y con temblor en las piernas, me aferré al bote de basura de la tienda y vomité. La sensación no paró, aunque tenía el estómago vacío, me arqueaba dolorosamente y terminé hincada frente al bote, aún agarrada con ambas manos del borde. Lo primero en lo que pensé fue: ¿Qué comí que m
ELIZABETH REED —Así que… ¿accidente automovilístico? —pregunté mientras veía sobre el escritorio de Finn el acta de defunción de esa enfermera. —Sí, estoy buscando de dónde sacó el auto, pero no encuentro nada —contestó perdido en su computadora. —«Williams»… —dije en un susurro. —Por lo que dijo Kyle, adoptó el apellido por tu madre —contestó Finn desviando su atención de su computadora y viéndome directo a los ojos—. Al parecer no es la primera vez que huye. Ya había escapado antes de su familia. —Tina Williams… Un juego entre Tina Turner, la reina del rock & roll, y Marion Williams, mi madre. Dos buenas cantantes. —Dejé los papeles sobre el escritorio y apoyé mis dedos en ellos, siguiendo con atención las palabras, línea por línea, después posé mi atención en un pequeño papel, un trozo de hoja arrancada con una frase—: «Realmente pensaba que el amor nos salvaría». —Es el epitafio en la tumba de Tina —contestó Finn con tristeza. —¿Quién lo puso ahí si estaba sola en Inglater
TINA WILLIAMS Ese día estaba decidida. Saliendo del trabajo me planté delante del puesto de periódicos, revisando con disimulos las noticias internacionales. No había nada relacionado con la familia Lynch. En el transporte público revisé mi teléfono, busqué las redes sociales de Kyle, que… aunque estaban vacías, no mencionaban ningún deceso. Mi corazón pasó de estar acelerado a encontrar la calma. El plan era sencillo, tomaría el teléfono desechable, le mandaría la información a Finn y después lo arrojaría muy lejos. Quería pensar que tendría el tiempo suficiente para terminar mi gestación y moverme a otro lugar, sin que la familia Lynch retomara su búsqueda, siempre y cuando tuvieran la inteligencia para deducir que era yo quien había mandado el contacto del doctor. Abrí la puerta de mi departamento, cargando una bolsa de papel que guardaba una hamburguesa doble con queso, unas papas y una soda grande. De solo pensar en lo que cenaría hoy, se me hacía agua la boca. En cuanto enc
ELIZABETH REED Entendí la tristeza de Tina, tenía muchos motivos para haberse escondido, pero su principal era huir del dolor que le generaba perder al hombre que amaba. Regresé a Irlanda y solo tuve que ver a Finn esperándome en el aeropuerto, con esa imagen imponente, varonil, elegante y sexy, pero con ese toque de ternura que le daba esa carriola doble con mi par de zanahorios. ¿Aceptaría ver a Finn rindiéndose? ¿Toleraría que él decidiera arrancarse la vida y abandonarme con mis bebés? ¿Ese no era un dolor lo suficientemente fuerte para desmoronarse? —Bienvenida… —dijo Finn acercándose a mí, dejando que Enriqueta se quedara con los niños. Me envolvió entre sus brazos y me pegó a su pecho, llenándome de su calor y amor. Entonces lo supe, no podría soportar perderlo. Los ojos se me llenaron de lágrimas y escondí mi rostr
KYLE LYNCH Me había quedado internado desde un día antes en el hospital y mi única distracción era ver el goteo de la intravenosa mientras esperaba. Estaba haciendo esto más por Tina que por mí, aunque… a veces pensaba que era una estupidez. Si tanto anhelaba estar con ella, ¿por qué no simplemente me dejaba morir? Vivir por los dos era pesado y doloroso. —¿Estás listo? —preguntó Sally entrando a mi habitación. Dejó un arreglo floral en la mesa frente a mi cama y se acercó con cautela—. Héctor retomará las consultas en una semana, cuando te encuentres mejor. —¿Viniste sola hasta acá? —inquirí sin levantar mi mirada hacia ella, entonces colocó su mano sobre la mía. —No pensabas que te dejaría solo en estos momentos o ¿sí?… Como te dije, ya no soy la misma —contestó con media so
KYLE LYNCHPermanecí en silencio, observando. El viento tóxico y desagradable de Inglaterra volvía a acariciar mi rostro, haciéndome recordar que los irlandeses no éramos bienvenidos y aun así, aquí estaba, buscando a una inglesa.De pronto la vi pasar presurosa ante mis ojos, corriendo delante de ese modesto restaurante mientras se acomodaba el mandil en la cintura. Los años no habían pasado por ella ni arrancado su belleza, pero se veía cansada. ¿Qué era más agotador? ¿Trabajar como enfermera o como camarera?—Te lo dije… —dijo Beth a mi lado, cruzada de brazos—. Ella se quedó aquí, esperando. Lamento habértelo dicho tarde, tal vez hubieras querido enterarte antes de la operaci&oacu
TINA WILLIAMSComo me lo esperé, fuera del restaurante había un grupo de hombres que habían acompañado a mi padre. No eran como los que solían contratar la gente rica, con trajes negros, camisas blancas y una pistola con silenciador debajo de saco. En el caso de ellos, era algo más sencillo, rudimentario. Su atuendo casual y desaliñado de seguro escondía navajas, cuchillos y con suerte alguna pistola vieja.Me escabullí entre las sombras, como ya había acostumbrado en el pasado. Gracias a que esos hombres no eran expertos ni atentos en su trabajo, pude escapar. Bendita sea la pobreza de mi padre que no le alcanzó para algo mejor.Llegué corriendo al departamento, me puse cada pequeña maleta al hombro, revisé los papeles necesario
KYLE LYNCH—Creí que querrías vender o desmantelar todo esto… —dijo Finn mientras caminaba a mi lado, viendo con atención cada mesa llena de apuestas y gente poderosa.—Eso fue cuanto tenía intenciones de dejarle todo a Tina… —contesté con rencor. ¡Qué equivocado había estado!—. Ahora quiero retomar el negocio y sacarle el máximo provecho. —Este tipo de lugares nunca me han gustado. Por lo menos dime que serás más selectivo con la gente que entra aquí.—En mis casinos no discriminamos, hermano —contesté airado.—Kyle… Estás herido, lo sé, aunque intentes aparentar que no… y… Levanté mi mano para silenciarlo, no necesitaba de un sermón. —Estoy mejor que nunca. Creo que la terapia funcionó. —¿La terapia? —preguntó confundido.—Sí, ese psiquiatra me hizo ver la vida diferente… Te debería dar las gracias. —Kyle… En ese momento se acercó Sally, contoneándose con sensualidad. Era la misma mujer que había conocido dentro de mis casinos. Atrayendo la mirada de todos los caballeros, pero