KYLE LYNCHLa noche cayó y mi mirada no dejaba de pasearse entre la ventana y el sofá-cama pegado a la pared. ¿Dónde estaría Tina? Cuando pregunté al mayordomo, supe que rondaba por los jardines, pero… ¿estaba tan molesta como para no regresar? Mi propuesta… ¿sería motivo suficiente para que se quisiera ir y abandonarme? —Carajo… —refunfuñé clavando mi mirada al techo y peinando mi cabello hacia atrás cuando la puerta se abrió. Parecía que la había invocado. Se asomó nerviosa y avergonzada, con los ojos enrojecidos. —¿Cómo estás? —preguntó en un susurro y su voz sonaba acartonada, como si sus cuerdas vocales se hubieran lastimado al estar llorando.—Lo mismo me preguntaba… ¿Cómo estás? —Me senté en la cama y de nuevo esa sensación de frustración al no poder levantarme y estrecharla me dominó. Tenía que esperar a que ella se acercara. Me sentía como un caballo brioso queriendo escapar de sus riendas sin lograr avanzar ni un solo paso. Lo único que pude hacer fue estirar mi mano hacia
TINA WILLIAMSCaminé presurosa por el pasillo, echando humo por los oídos, con el rostro completamente enrojecido. Llegué hasta la puerta de Kyle y la pateé, abriéndola de una sola intensión. —¡¿Qué es esto?! ¡Exijo una respuesta razonable! —De pronto perdí toda la fuerza al ver a Finn sentado al lado de Kyle. Ambos pelirrojos levantaron su atención hacia la prenda que colgaba de mis dedos.—Me parece que es lencería —dijo Finn entornando su ojo—. Por el brillo y grueso, podría apostar que es comestible. Hasta acá huele a dulce.Cerré los ojos y respiré profundamente mientras mi cara irradiaba calor. —Sí, es sabor fresa —contestó Kyle divertido sin despegar su mirada de mí—. Tuve que adivinar tu talla, espero no haber fracasado. —¡¿Es en serio?! —grité furiosa y de pronto noté que la prenda comenzaba a derretirse en mi mano, dejando una sensación pegajosa. Mi curiosidad pudo más que mi enojo y no pude evitar morder un tirante de ese brassier. Me sorprendí, estaba buenísimo.—¡Tina!
KYLE LYNCH —¡¿Podrías tener tantito tacto?! —exclamó Tina levantando su mano, dispuesta a abofetearme, pero su intento se vio frustrado por mis reflejos que parecían agudizarse cuando la tenía frente a mí, como si todos mis sentidos se agudizaran solo para poder percibirla mejor, con toda mi atención—. No creí que fueras tan pervertido. No aparentabas serlo. —No suelo serlo… No de esta manera tan cínica —contesté observando su rostro—. Complace a este pobre moribundo. Mi hermosa, Tina, llévame al cielo, quiero conocer el paraíso que escondes entre tus piernas antes de que la muerte me lleve al infierno. Alcancé sus labios, mientras este jugueteo me estaba enloqueciendo, necesitaba sentirla, verla, necesitaba sentir su piel en mi piel y derretirme en ella. Sus labios eran dulces, aún tenía un poco de ese sabor a fresa impregnando su saliva. Me hacía sentir diferente, había paz en mi alma, pero mi corazón latía con desesperación, deseando brincar de mi pecho al suyo y encontrar r
TINA WILLIAMS El resto de la semana me comporté ligeramente evasiva. Ese primer encuentro con Kyle había sido muy intenso, por lo menos para mí. Tal vez porque Kyle despertaba algo. Mi cuerpo se calentaba, mi feminidad palpitaba y mi cerebro se nublaba al estar tan cerca de él, con esa mirada tan feroz y hambrienta sobre mí, su discapacidad no limitaba su pasión. Por las noches fingía quedarme dormida, y al amanecer, me levantaba antes de que él despertara. Así evadía mis responsabilidades afectivas, ¡porque era obvio que solo faltaba el sexo para terminar de perder la cabeza por ese sensual y bruto hombre!... y no quería, no si… me abandonaría al final. —Sí entiendes que, para hacer un bebé, hace falta más que solo un encuentro… ¿cierto? —preguntó Kyle mientras desayunábamos, a lo que solo apreté los labios. Cuando levanté mi atención hacia él, noté que estaba completamente absorto en su café. —¿Qué ocurre? ¿Te dio asco tener intimidad con alguien como yo? —¡¿Qué?! —exclamé
TINA WILLIAMSMe quedé congelada y mi cerebro echó chispas. ¡Era cierto! Su sangre era la misma que la de Oliver. La sangre dorada que no cualquiera poseía. El único que podía donarle sangre en caso de una emergencia era el hijo de Idris, pero… aún era muy joven para calificar como donador y a veces se necesitaban muchos litros de sangre durante las hemorragias en las cirugías. Era como si la vida me dejaba en claro que el destino de Kyle era morir, de una u otra forma. Agaché la mirada e hice un gran esfuerzo por no llorar de la desesperación. ¿Me quedaría a su lado hasta el final o me iría para no verlo partir? La respuesta era sencilla, no podía abandonarlo, por mucho que eso me doliera. —Pensé que el punto ya había quedado claro, Tina… —dijo en un susurro, noté que estaba más molesto de lo que pensé—. Me quedaré en este mundo solo para dejar mis cosas en orden. Quería tener un hijo, no solo para dejar algo en este mundo, sino para que eso te hiciera merecedora de cada beneficio
TINA WILLIAMSSalí un par de veces para asomarme a su cuarto, era notorio que tenía pesadillas, tal vez dominadas por su coraje, pero cuando, en la siguiente visita, noté que era víctima de un dolor, no dudé en entrar y hacer mi trabajo.—¡Largo! —refunfuñó, digno y ofendido.Me acerqué al cajón de los medicamentos y tomé los necesarios, llené un vaso de agua y se lo ofrecí, pero como respuesta me botó todo de un manotazo. Suspiré apesadumbrada y regresé al cajón. —Solo vete… Déjame en paz… —dijo en un susurro, agotado por el dolor. Cargué una jeringa con un medicamento más fuerte, sin que lo notara. La oculté y me senté a su lado. —Me investigaste sin mi consentimiento, como si yo me rehusara a darte información. ¿Querías saber sobre mi madre y por qué huí de mi familia? Te lo pude explicar yo misma. Te pude decir que mi madre luchó junto conmigo una guerra que teníamos perdida, pero no nos dimos por vencidas. Me enseñó a amar la vida y aferrarme a ella. »También me enseñó que pu
KYLE LYNCH La estancia se volvió una locura, las mujeres bailando y desnudándose, el alcohol lloviendo y mi amigo divirtiéndose, mientras yo permanecía en completo silencio y volteaba con insistencia hacia el pasillo, esperando ver a Tina con su mirada furiosa, pero no fue el caso. Con un resoplido llamé la atención de una de las mujeres, quien se acercó cadenciosa y coqueta hasta sentarse en mis piernas. —Hola, guapo… ¿No quieres llevarme a tu habitación? —preguntó mordiéndose los labios antes de enfocarse en besar mi cuello. Por curioso que pareciera, no causaba nada en mí, solo sentía su saliva, pero mi piel no se erizaba, no había emoción ni pasión en mis venas. ¿El coraje que aún sentía era suficiente para volverme insensible a esta mujer o solo era que no podía sacar a Tina de mi cabeza? —Creo que necesitas un poco de ayuda… —dijo otra, tirando de su amiga para que se bajara de mis piernas. Ambas se hincaron ante mí e interpreté sus intenciones en esa mirada lujuriosa. Co
TINA WILLIAMSBajé del avión y vi a mi alrededor, parecía como si la nieve me hubiera perseguido hasta acá. Durante todo el camino había revisado el mapa, buscando un lugar donde pudiera asentarme. Sabía que quedarme en Inglaterra no me protegía de que alguno de los Lynch pudiera llegar a mí, no si permanecía con el mismo nombre. Tenía que hacer algo. Decidí visitar mi viejo trabajo, tal vez podría conseguir algo temporal que me diera un poco de dinero extra, pues necesitaría más de lo que había podido sacar de los cajeros. —¡Tina! ¡Qué gusto verte! —exclamó la recepcionista—. ¿Cómo te ha ido? ¿Qué tal tu vida como la enfermera de un rico?—Con sus altibajos, como siempre… —agregué con una sonrisa tensa e incómoda—. ¿Mucho trabajo?Rodeé su escritorio y vi los montículos de papeles que aún tenía que acomodar. —¡Sí! Entre actas de nacimiento y de defunción, tengo revuelta la cabeza. ¡Qué irónico, ¿no?! Unos nacen, otros mueren. El problema es cuando se organizan y lo hacen al mismo