DESTINADA

Capítulo 33

El cuerpo de Matthew temblaba, frágil y agotado. Intentó levantarse de la cama, pero sus fuerzas lo traicionaron, y cayó nuevamente sobre el colchón que apenas lograba sostener su peso.

—Alfa, debe descansar —le suplicó el enfermero, acercándose con cautela.

—¡Amelia está aquí! —gruñó entre dientes, jadeando con dificultad, como si su pecho ardiera al ritmo de un fuego invisible.

—Mi señor... aquí no hay ninguna Amelia. Está confundido.

Pero Matthew ya no escuchaba. Cerró los ojos, rendido ante una fatiga que no era solo suya, sino compartida. Como el destinado de la loba blanca, su cuerpo sentía cada emoción, cada debilidad, cada sombra que la envolvía. Eran uno, incluso en la distancia.

Mike salió de la habitación, con el rostro marcado por la duda. Algo no encajaba. ¿Y si Vicente no era realmente el alma gemela de Amelia?

El peso de su conciencia lo atormentaba. A pesar de la rivalidad eterna con la loba blanca, no quería ir en contra de las enseñanzas del Alfa Larios.
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