Capitulo 5
Después de la triste noticia de la muerte de Sergio, la manada celebra la protección que la diosa Luna le ha dado a su Alfa, se consideran bendecidos por su mano. Pero Matthew no lo siente así, algo le dice que no fue casualidad, que Amelia fue la encargada de su protección divina. Las preguntas lo envuelven en un acertijo que no sabe descifrar, camina de lado a lado en la pequeña habitación de Amelia mientras la observa dormir, paso todo el día cuidandola, atormentado por la culpa. Cuando la débil loba abre los ojos, ve al Alfa sentado a los pies de su cama, con una mirada que parece penetrar su alma. —¿Que sucede? —pregunta con la voz áspera. El no responde nada, le sirve un vaso de agua que le acerca sosteniendo su cabeza para ayudarle a beber, una manera peculiar de pedir disculpas. —Estoy bien, no debería preocuparse por mi, su castigo fue cumplido —murmura Amelia apartando la mirada. Matthew aprieta el mentón —¿Por qué sabías del ataque? — Sus ojos se clavan en La loba buscando una respuesta a su incertidumbre. Amelia, se sienta en el borde de la cama, levanta la mirada. —No sé de qué habla, Alfa. Solo quería que cuidara a su esposa —responde firme aunque el temblor en sus manos la delata. Mathew la observa dudando, sabe que miente, Pero quizás no desea escuchar la respuesta. —Mi esposa te espera en el jardín. Sin decir más, se marcha de la habitación. Pero el se hace una promesa, descubrir el misterio de la esclava que lo obsesiona. Catalina recibe a Amelia con un abrazo cálido, casi maternal. Su intuición le dice que esta loba no es una simple esclava. La conversación es rápida y gentil, en especial porque la luna de la manada se disculpa por lo ocurrido, Catalina y su curiosidad hacen una pregunta imprudente y repentina que rompen la calidez del momento. —¿Aún eres virgen? Amelia abre los ojos con sorpresa —Perdón por mi pregunta, pero una loba esclava muchas veces es tomada por su amo. El rostro de Amelia se endurece, el gruñido de su garganta es suficiente respuesta. —Yo también soy virgen —confiesa con la voz baja Amelia parpadea sin poder ocultar su sorpresa. —Mathew no puede tocarme —continúa Catalina, limpiando una lágrima que cae por su mejilla —Mi corazón es demasiado débil. Si lo hiciera, podría morir. Un silencio se crea en el espacio, un nudo mudo por Aquella confesión —Se caso conmigo por cumplir su palabra, no por amor, se casó con una moribunda. De repente, un ataque de tos consume la respiración de Catalina, y un hilo de sangre brota de sus labios. Amelia reacciona de inmediato, la sostiene con firmeza y le da un poco d agua. —No debe hablar de cosas que la afecten — susurra. Catalina toma la mano de Amelia, observando sus dedos largos y suaves, tan diferentes a los de una esclava común. —Tus manos no son las de una esclava —murmura —. Toda mi vida he sido cuidada por sirvientas, y tus manos... son diferentes. Amelia retira sus manos con rapidez. No responde. Pero no puede engañar a Catalina. **** —Ella no es una esclava común —suspira débil Catalina —Su porte, su mirada, algo en ella no encaja. Catalina comparte sus sospechas con su prima, la persona en la que más confía, Cecilia cruza los brazos y la observa con desdén. —Estás cada vez más enferma —responde con frialdad —Amelia es solo una esclava, no es de sangre noble y mucho menos tiene poderes. ¡Olvídate de esa idea! Catalina suspira, su cuerpo débil cede ante la duda —Tal vez tienes razón. Miente, con una sonrisa fingida, algo le dice que Amelia es la respuesta a sus oraciones. Mientras tanto En el salón principal, Matthew interroga a Amelia, sus ojos intensos buscan la respuesta que no ha podido aclarar. —¿Por qué le dijiste mentiras a Sergio? —pregunta con su voz firme —Hice lo que creí correcto para la señora Catalina, lamento la coincidencia —Se mantiene firme Amelia. Al Alfa la toma de la mano, los dos se miran fijamente el uno al otro, perdiéndose en el color de sus ojos, sus corazones laten al mismo son, el quiere estudiar el misterio que envuelve a su esclava Pero al escena es interrumpida —¡Ve a trabajar! —Exclama enojada Cecilia —Sube por mi abrigo está en mi habitación. Cecilia observa desde la distancia la cercanía entre ellos, los celos la consumen en un veneno que le carcome el alma. Sin querer aprieta sus manos con tanta fuerza que rasga el borde de su vestido lleno de lentejuelas, pequeñas piezas brillantes que empiezan a caer al suelo. —¿Qué te sucede con esa loba? —le reclama a Mathew—. Es una esclava indigna de ti. —Nada sucede —responde Mathew firme —Es tu imaginación. Cecilia no está satisfecha, pero se aleja, dejando un rastro de lentejuelas a su paso. Esa noche necesita deshacerse de su rival. Llega la hora de la cena... La familia se reune en el comedor en un ambiente tenso, Matthew bebe en silencio observando a Amelia intentando decifrar su incógnita, mientras ella agacha la mirada incomoda por ser observada con tanta intensidad. Cecilia irrumpe el momento con dramatismo, tocando su pecho con su mano —¡La pulsera que me dió mi madre ha desaparecido! Los sirvientes se miran entre su inquietos, algo así podría llevarlos a la muerte. —Estoy segura que estaba en mi habitación —finge llorar —¡Alguien la robó! ¿Fuiste tu verdad? Cecilia señala a Amelia, se acerca con pasos rápidos, la loba se levanta de la mesa —No he robado nada. Matthew se acerca, se coloca frente a Amelia para ponerse de muro entre ellas dos —¿Qué sucede? —Esta loba tomo mi pulsera —insiste Cecilia. Amelia niega con firmeza, pero Cecilia ordena que registren su habitación. Los guardias obedecen, registran cada rincón de la habitación de Amelia, y debajo de su cama encuentran la joya invaluable. —¡Descarada! ¿Lo vas a seguir negando? —Cecilia sonríe triunfal, tomando la pulsera con dos de sus dedos y levantando la evidencia. —¡Sí, lo niego! —Amelia responde sin vacilar —. Si la hubiese robado, no sería tan estúpida como para guardarla en mi habitación. Catalina intenta defenderla, pero su debilidad la obliga a retirarse. Cecilia presiona a Mathew para que castigue a Amelia, sugiriendo que le corten el cabello. Amelia suplica, temblando. —Usted no sabe lo importante que es mi cabello. Me mataría en vida. Mathew observa la escena, su mente trabaja rápidamente hasta que algo en el suelo capta su atención, pequeñas piezas brillantes de lentejuelas. —Cecilia —su voz suena como un trueno —¿Estuviste en esta habitación? La loba empalidece —No —miente nerviosa. —Esta tarde llevabas un vestido con lentuejas que caían a tu lado, lentejuelas como está. —Matthew, yo no... El Alfa enfurece, entiende que Cecilia quería inculpar a Amelia de algo muy delicado, una mentira que no tolera —¡Fuera de mi casa! —ordena con su voz firme e irrefutable. Los guardias la sujetan del brazo, y la sacan a rastras de la mansión, mientras Cecilia grita y patalea, lanzando maldiciones. Amelia le pide al Alfa que la deje sola, no sonríe, no se regocija, está cansada de las trampas, que le quieran ocasionar dolor. En el jardín... El Alfa busca un poco de tranquilidad, sale al jardín para fumar un cigarrillo, minutos después Amelia se acerca, el al sentir su presencia apaga el cigarrillo y gira hacia ella. —Gracias por defenderme —susurra Amelia con la voz baja y sin atreverse a verlo a los ojos. Matthew no le responde de inmediato, solo se queda admirando cada detalle de Amelia, sus labios entre abiertos, su pecho subiendo y bajando por la respiración agitada. La tensión entre los dos se ha convertido en algo insoportable. Sin pensarlo, la toma de la cintura, la jala hacia el con firmeza, su mano se coloca en su cuello, puede sentir los latidos rápidos del corazón de Amelia a través de su piel. —Pideme que me detenga y lo haré. Ella no responde nada, sus pupilas dilatadas lo miran a los ojos mientras se pierde en su aliento. El beso es intenso, lleno de esa pasión contenida que se ha creado entre los dos desde el día que se conocieron, es corto pero los deja sin aliento. Amelia reacciona, sabe que es un error, entra en pánico y huye de inmediato. Matthew se queda paralizado, solo la observa irse mientras su corazón late como un caballo que galopa en su pecho. Desde la ventana, escondida entre la cortinas, Catalina observa la escena con lágrimas en los ojos. —Mi señora esto es un error —Susana la separa de la escena intentando protegerla —Aleje a Amelia de aquí. Catalina se limpia las lágrimas —Ella y el Alfa estarán juntos, en unos días será el celo de Matthew y yo me encargaré que los dos liberen lo que sienten.Capítulo 1En el mercado de esclavas Omegas, en medio del calor y el sudor, las jaulas con las lobas más diversas, se preparan para ser elegidas por un nuevo dueño.Entre el sonido chillante de las cadenas, los rostros sin esperanza, con paso firme, un lobo de cabello castaño, una mirada tan fría como el hielo y un par de cejas pobladas, se acerca con la fuerza que emana un huracán.El Alfa Mathew Russo, camina en medio del tétrico paisaje, ojeando a un grupo de lobas encerradas en jaulas puestas a la disposición de los compradores.Ante su presencia, que impone fuerza los demás compradores se apartan agachando la cabeza, incapaces de retar al poderoso lobo.Con su mirada fría y calculadora, observa las jaulas, buscando a su próxima propiedad.Se detiene frente a una de ellas al escuchar un gruñido, gira y se encuentra con la mirada firme de una loba que parece desafiarlo con un par de ojos verdes como esmeraldas.La loba de cabello negro como el azabache, enmarañado y sucio, lo mir
Capítulo 2Amelia abrió los ojos, sintió el aire espeso a su alrededor, su pecho subía y bajaba con respiraciones entrecortadas, su cuerpo temblaba nervioso ante la mirada imponente y curiosa del Alfa.—Yo... —su voz no podía continuar con la oración.Matthew sonrie, a pesar de la suciedad, y el evidente cansancio, la belleza de la loba era innegable, era una diosa salvaje, una belleza indomable que resaltaba en las curvas de su cuerpo.El lobo se agacha, Amelia retrocede un par de pasos y el le da la toalla.Ella se cubre de inmediato, mientras suspira nerviosa intentando cubrirse rápidamente mientras sus mejillas se sonrojan por la vergüenza.—¿Es así como piensas ganar tu libertad? —Matthew arquea la ceja, con un tono de desdén en su garganta —La respuesta es No preciosa.Amelia abre los ojos y le da una fuerte cachetada en la mejilla al lobo, este gruñe enojado.—Usted me lo dijo, jamás mezclaria su semilla conmigo, yo lo confirmo, nunca me acostaria con un lobo como usted por mi
Capítulo 3Amelia observa el cielo de la manada, sus tonos dorados y cálidos, le recordaban su propio pasado, Phillippe la arrastraba sin piedad por el suelo, su mano gruesa aferrada a su cabello como si fuera un trozo de cuerda.—Eres una rebelde —gruñoLa arroja contra un árbol, el golpe hace que los pulmones de Amelia se queden sin aire, y la corteza del roble, rasguñe su piel, Antes de poder reaccionar, amarrar un par de duras y gruesas cuerdas en sus muñecas con brutalidad.—Puedes arrepentirte ahora —susurra Phillippe, inclinándose, su aliento cargado de whisky golpea en el rostro de la loba.Amelia levanta su cabeza, su mirada es un fuego desafiante, que con un preciso cálculo le escupe en la cara.—Prefiero que el hierro toque mi piel antes que sus asquerosas manos.El mentón de Phillippe se tensa, su mirada llena de furia, destilando el odio del rechazo, se limpia el rostro.—¡Calienta el hierro!El metal se sumerge en las llamas, Amelia cierra los ojos para no ver el reflejo
Capitulo 4Amelia está helada, su mirada está perdida en aquel libro de letras doradas y caligrafía cursiva, su rostro blanco y sus manos temblorosas.—¿Estás bien? —pregunta Mathew, preocupado por la reacción de la loba.Amelia apenas puede responder en medio de titubeos—Solo debo tomar un poco de aire —escapa hacia el jardín.Apenas puede recuperar el aliento, se prometió ser fuerte, no volver a llorar por la traición, por lo que le arrebataron, Pero el recuerdo de su madre agonizando en sus brazos, le quema el alma como el hierro con el que querían marcar su piel.Aprieta los puños, lastimando la palma de sus manos con sus uñas, Necesita justicia o cumplir su promesa de venganza.El galopeo de unos caballos, avisa de la llegada de un visitante, un carruaje la saca de sus pensamientos, seca sus lágrimas las que considera un símbolo de debilidad.Cuando Sergio, el Alfa de la manada Bluemoon, viejo amigo de Matthew desciende, Amelia avanza para atenderle y presentarse.Matthew que l