El atentado contra los hermanos Creel fue hace tres semanas, hoy estoy esperando hablar con Emma; la Reina me ha prometido que hoy me dejara hablar con ella, por fin. El comportamiento de la Silvana Creel para conmigo me asusta, es demasiado amable y atenta, antes apenas me miraba y estoy segura que ni mi nombre sabía; pero sé que toda su actual amabilidad se debe a que salvé a su hijo, a su adorado primogénito.Pensar en él me hace apretar las manos en puños, menudo idiota, mira que abandonar a su herida hermana menor en pleno caos. Sí ese chico no la hubiera encontrado..., pero ahora ella está bien, aunque sigue en Diamante; no puede volver a casa por ahora, es arriesgado y más peligroso de lo que la Reina le ha dicho. Para todo el mundo Emma fue rescatada del atentado y está a salvo en el palacio, herida y grave, pero segura.Mi puerta se abre y entra Fanny.—Hola—saludo.<
Me tenso, mantengo la mirada al frente, las manos me tiemblan a los costados. —Buenos días—saluda. —Buenos días, Su Majestad—le devuelvo el saludo con la amabilidad más fingida que el mundo ha oído. Suelta una risita entre dientes. —Veo que no has superado lo que pasó anoche. Debido a las cámaras no puedo hacer nada cuando roza un frío dedo contra mis labios, parte de mi labial se va en su dedo cuando lo retira. —Yo tampoco, hace mucho que una mujer no me provocaba una erección con tan sólo mirarme. Mi expresión ausente desaparece cuando se mete el dedo a la boca y lo chupa, trago saliva con una rara sensación en el estómago. Por suerte me repongo en el momento justo, la Reina aparece en una esquina junto a su dama de compañía; la monarca no parece molesta al ver a su hijo hablando con quien no debe. Al contrario, me sonríe de esa forma dulce que marea a todo Pangea, es claro que el Príncipe heredó la sonrisa de su madre.
—¿Quién es él?La brusquedad de su pregunta me deja pasmada, literalmente acabo de entrar y ya me está exigiendo respuestas. Julissa le hace una reverencia y sale cerrando bien la puerta, bastante sensata.No me muevo, prefiero estar lejos de él y cerca de la salida.—¿En qué me necesita?—Responde, te hice una pregunta.Me muerdo el labio.—¿Quién es? —insiste—. Has estado hablando más de media hora con él, parecían muy amistosos.¿Me espiaba desde su ventana? Como no, menudo pervertido.—Es el chofer del Rey, se llama Jade. Somos amigos...De sus labios brota una risita.—¿Jade? ¿Igual que la capital de ese país al oeste de Gondwana? No sé en qué momento o a que idiota se le ocurrió la magnífica idea de nombrar pa&i
Después de una noche inquieta en su mayoría, conseguí algunas horas de sueño profundo, y eso me ha servido para enfriar mi cabeza y pensar con claridad. Cuando los rayos del sol cruzan la delgada cortina, me levanto de la cama y comienzo a ponerme el uniforme que corresponde a los agentes. Tal vez sí soy persuasiva logre comunicarme mejor con el Príncipe, y hacerle desistir de tal tontería. 10 minutos despues, estoy parada en la puerta de la casa de empleados, mirando la enorme estructura que es el palacio De Silvanus, antiguo nombre de la familia real, perdido en la tercera guerra con la muerte del Rey Éric, y tras la cual, su esposa Esis cambió el apellido real De Silvanus por el suyo, Creel. Sólo pensar en mudarme a ese enorme edificio como esposa del actual Príncipe, me provoca un vértigo desagradable y tengo que sujetarme a la pared para no caer. El palacio De Silvanus es tan antiguo como hermoso, cuando era niña jamás creí que trabajaría ahí, con personajes tan i
Como me ordenó la Reina, hablo con Emma, la dejo preguntarse quién será su cuñada hasta que obligo a mi boca a decir que seré yo. El perfume me asfixia, la cercanía de la mujer me inquieta mientras balbuceo como una muchacha enamorada y me finjo alegre, pero, aun así, Emma tarda largos minutos en tomarme en serio. Y cuando no logro convencerla de mi jovialidad, la Reina me arrebata el teléfono y me despide con una mirada cruel. En mi habitación por la noche, enciendo mi pequeño televisor y me veo a mí misma en cada canal; yo con el sencillo vestido plata que usé en el décimo octavo cumpleaños de la Princesa, sonriéndole al Príncipe en una foto fuera de contexto, ¿por qué no ponen la mueca de fastidio que le dirigí después? Empequeñezco al ver mi nombre y datos privados aflorar para todo Pangea, incluso mis tres profesiones saltan como corchos sin ningún pudor, se supone que la última era estrictamente confidencial. Los conductores de to
La pesada puerta se cierra a mis espaldas, el miedo me invade y mi valor se esfuma. Me abrazo a mí misma para no echar todo a perder. Gian Creel se acerca y sus brazos me rodean desde atrás. Huelo su aliento alcohólico, ha bebido mucho. Tal vez fue un error obligarlo a beber esa primera copa.—Es hora—ronronea con el mentón en mi hombro—, hora de consumar nuestro matrimonio.La enorme habitación está semi oscura, veo la forma de la cama y los contornos de los cuadros, pero todo lo demás está en penumbras. Desde que se anunció que yo sería su esposa, he temido la llegada de este día, la esperada consumación de nuestro matrimonio. Después de esta noche, ya no habrá duda, seré la esposa de Gian Creel en toda la extensión de la palabra.—Te quito yo ese vestido, o lo haces tú—insiste sonando ansioso.&mdash
Cuando vuelvo a abrir los ojos, veo que ya ha amanecido, no me importa y decido seguir durmiendo. No sueño nada, o al menos al despertar no recuerdo nada. La próxima vez que abro los ojos ya ha vuelto a oscurecer, y ya no puedo dormir otra vez, de mala gana me levanto y todo el dolor regresa, recordándome porqué estoy así. Me duele la entrepierna y me siento como si hubiera hecho cien sentadillas. Voy al baño y lleno la bañera con agua caliente, mientras se llena me saco el vestido blanco y lo arrojo al rincón más lejano. El agua humeante se derrama al sumergirme, escuece y quema un poco. Pero todo esto es por la seguridad de Emma y la de mi familia, me recuerdo lavándome muy bien. Salgo de la bañera cuando llega el alba y vuelvo a mi habitación cubierta con una simple bata blanco hueso, y el vestido de novia en la mano. En el extremo opuesto a la gran cama matrimonial veo una modesta chimenea de esas que sólo ves en casas lujosas, parece que alguien entró mientras me duchab
Sin quitarle los ojos de encima veo como chupa un cubo de hielo bajo mis fríos ojos, termina de masticar tres cubos y luego bebe un buen trago de vino directo de la botella. Se lame los labios, quita la mano de mi vientre y acaricia mis piernas desnudas de arriba a abajo, tiemblo. Abro la boca para decir que no puedo aceptar un juramento de esa naturaleza, sin embargo, las palabras mueren y en su lugar lanzo un grito involuntario; entre mis piernas el Príncipe asoma la cabeza, me ha besado la cara interna del muslo. Temblorosa veo como tira de mi ropa interior con los dientes, quiero cerrar las piernas, pero mi cuerpo no obedece. Y mis manos no hacen nada cuando deshace el nudo de mi bata dejando a la vista mi cuerpo casi desnudo.—Un bonito conjunto rojo, hace buena combinación con tu cabello.A continuación, sus manos van a mis caderas, la tela se desliza por mi piel y se hace trizas en sus manos.—Quitar esto es demasia