Cuando vuelvo a abrir los ojos, veo que ya ha amanecido, no me importa y decido seguir durmiendo. No sueño nada, o al menos al despertar no recuerdo nada. La próxima vez que abro los ojos ya ha vuelto a oscurecer, y ya no puedo dormir otra vez, de mala gana me levanto y todo el dolor regresa, recordándome porqué estoy así. Me duele la entrepierna y me siento como si hubiera hecho cien sentadillas.
Voy al baño y lleno la bañera con agua caliente, mientras se llena me saco el vestido blanco y lo arrojo al rincón más lejano. El agua humeante se derrama al sumergirme, escuece y quema un poco. Pero todo esto es por la seguridad de Emma y la de mi familia, me recuerdo lavándome muy bien. Salgo de la bañera cuando llega el alba y vuelvo a mi habitación cubierta con una simple bata blanco hueso, y el vestido de novia en la mano. En el extremo opuesto a la gran cama matrimonial veo una modesta chimenea de esas que sólo ves en casas lujosas, parece que alguien entró mientras me duchab
Sin quitarle los ojos de encima veo como chupa un cubo de hielo bajo mis fríos ojos, termina de masticar tres cubos y luego bebe un buen trago de vino directo de la botella. Se lame los labios, quita la mano de mi vientre y acaricia mis piernas desnudas de arriba a abajo, tiemblo. Abro la boca para decir que no puedo aceptar un juramento de esa naturaleza, sin embargo, las palabras mueren y en su lugar lanzo un grito involuntario; entre mis piernas el Príncipe asoma la cabeza, me ha besado la cara interna del muslo. Temblorosa veo como tira de mi ropa interior con los dientes, quiero cerrar las piernas, pero mi cuerpo no obedece. Y mis manos no hacen nada cuando deshace el nudo de mi bata dejando a la vista mi cuerpo casi desnudo.—Un bonito conjunto rojo, hace buena combinación con tu cabello.A continuación, sus manos van a mis caderas, la tela se desliza por mi piel y se hace trizas en sus manos.—Quitar esto es demasia
No sé en qué momento me he quedado dormida, sólo que un terrible grito me hace levantarme de un salto y llevarme una mano al pecho. De inmediato mis ojos caen en la puerta que conecta mi habitación con la del Príncipe, del otro lado no solamente se escuchan gritos, sino también llantos. Antes de darme cuenta giro el picaporte con desesperación, pero no se abre. Madeimoselle Gill grita pidiendo ayuda y yo estoy encerrada, sin poder ayudarla; sé perfectamente lo que sucede al otro lado, yo misma viví eso. Intento abrir la puerta que da al comedor, pero tampoco se abre, mientras tanto la chica solloza entre súplicas y la cama cruje violentamente en la otra habitación. Desesperada pateo la gruesa madera, pero cuando veo que no funciona, le doy con el puño. —¡Déjela, no la toque! —grito sobre los llantos de Madeimoselle Gill. No hay menor vacilación, los gritos no cesan y tampoco él se detiene. Mi puño ha comenzado a sangrar, sin embargo, no me detengo, sigo golpeado y gr
Con un ánimo renovado me presento ante mí nueva familia y por primera vez noto que el comedor principal de De Silvanus es ridículamente enorme; hay una larga mesa que parece no tener fin, candelabros dorados, techos en forma de cúpula y detalles en oro tanto en los techos como en las paredes, sin contar las enormes pinturas a cada costado. Es una estancia gigante y hermosa, elegante hasta resultar exuberante. Mi marido ya está aquí, sentado frente a su madre y a la derecha del Rey a la cabeza de la familia; demasiada mesa para pocos comensales.Hago una reverencia.—Buen día.El Rey y la Reina inclinan un poco la cabeza, Gian se limita echarles un breve vistazo a mis guantes color marfil y al anillo de matrimonio sobre uno de ellos. No hay ningún lugar indicado para sentarme, pero prefiero al lado de la Reina, quien es menos violenta que su hijo.—Fanny es encantadora, ¿no es
¿Qué debo hacer? ¿Saludarnos? ¿Reverencias? El recatado vestido que estoy usando me golpea las piernas con suaves latigazos, es demasiado largo para el exterior. Las manos vuelven a sudarme dentro de los guantes, los altos tacones son demasiado altos, si doy un paso voy a caer y hacer el ridículo frente a todos estos arrogantes nobles. Lo único que puedo hacer es lo mismo que ellos. Levanto la barbilla y adopto las expresiones que me otorgaron sin ser merecedora. El joven que tengo más cerca se remueve incómodo antes de aproximarse. —Alteza—baja la cabeza en actitud respetuosa, pero he notado un matiz desagradable en su voz. Quizá lo mejor sea no corresponder o hacerlo al modo de ellos. Abro la boca. —Veena—la voz fría de Gian habla a mis espaldas, me tenso como un arco. El muchacho levanta la mirada, pasa de largo por mí y mira al Príncipe con rencor, es obvio que no les agrado como Princesa ni como acompañante de viaje. Vuelvo ligeramente la c
Horas más tarde, el claxon del coche me despierta con un respingo, Gian tiene una mano en mi pierna izquierda y me está mirando.—Ya estamos—sin otra palabra baja del coche azotando su puerta.Somnolienta miro por la ventanilla y mi mandíbula se abre, el castillo es enorme; dos plantas perfectamente visibles que se extienden cientos metros a los costados, en la planta inferior hay enormes arcos de piedra que recorren la construcción, y en la puerta principal está izada la bandera de Pangea al lado de unas amplias escaleras sobre las que se ve un balcón de considerable tamaño. Salgo del coche únicamente para apreciar mejor el castillo, varios chicos ya han llegado entre gritos extasiados y enorme barullo. Entre los recién llegados busco a Gian, pero no lo veo por ningún lado. El castillo tiene un aspecto entre barroco y gótico, más dudo que esa sea la razón del o
Una intensa luz atraviesa mis párpados y gimo dándome la vuelta en la cama, estoy exhausta y lo único que quiero es dormir todo el día. Pocos minutos después vuelvo a girarme, la calidez que me ha despertado está calentando demasiado mi espalda. Siento un ligero dolor entre las piernas al estirarme entre las sábanas. —Buen día—saluda una voz femenina de pronto. Doy un respingo y abro los ojos de golpe, llevándome las sábanas hasta la barbilla. Es la misma señora del día anterior, y está viéndome desde los pies de la cama. —He abierto las ventanas y preparado el baño para usted. Espero no haberla despertado, he estado tocando las puertas largo rato—dice y yo enrojezco hasta las raíces del cabello, me ha visto desnuda. Ella continúa hablando, ignorando mi evidente incomodidad—. El Príncipe ya se ha marchado, a primera hora todos han salido al bosque, esperamos su regreso en tres semanas. Mis hombros tensos se relajan al momento, toda opresión desa
Los extensos jardines del castillo son hermosos, no rebosantes de árboles o flores, solamente algunos rosales aquí y allá, también hay admirables figuras de animales; jamás he sabido cómo logran tales cosas con sólo simples arbustos, y aunque estas obras no suenan tan atractivas, lo son, sobre todo porque están dentro de los gruesos muros de roca sólida que limitan el castillo. También he descubierto una nueva entrada, justo pasando los jardines; supongo que a veces un recibimiento más campirano es más cálido que la imponente sala que crucé ayer. Miro la salida con impotencia e irritación. Mi libertad no será como creí, dado que antes de marcharse Gian prohibió estrictamente mi salida fuera de los muros del castillo: ese imbecil cree que escaparé sí me da la oportunidad. Sé que no podré siquiera asomar las narices más alla del castillo. "Fue muy claro y preciso", me dijo Ava cuando le comuniqué mi plan de visitar la población más cercana. Enfurruñada con mi situación y
El aspecto de las habitaciones reales en Trinidad me deja sin habla. Son más grandes que las habitaciones de Gian y Emma en el palacio De Silvanus, de colores dorados y matices rojos; es como una casa de tamaño considerable metida en el castillo. Hay una amplia sala de estar, un comedor perfectamente capaz de recibir veinte comensales, una recámara de proporciones exorbitantes, y un balcón enorme con una vista increíble hacia los jardines y bosques. Además, hay una gran cantidad de lienzos regados por todas partes como prendas de un universitario ajetreado; algunos de ellos a medio pintar, otros únicamente rayados sin consideración, y la mayoría destrozados con una furia que todavía persiste en el ambiente.Sé perfectamente queAvano me contará más del castillo y sus antiguos habitantes. Por lo que me doy la tarea de deducir por mí misma quién fue el dueño de tales lienzos. —¿Por qué no han retirado esto? —señalo uno de los lienzos desgarrados,