La pesada puerta se cierra a mis espaldas, el miedo me invade y mi valor se esfuma. Me abrazo a mí misma para no echar todo a perder. Gian Creel se acerca y sus brazos me rodean desde atrás. Huelo su aliento alcohólico, ha bebido mucho. Tal vez fue un error obligarlo a beber esa primera copa.
—Es hora—ronronea con el mentón en mi hombro—, hora de consumar nuestro matrimonio.
La enorme habitación está semi oscura, veo la forma de la cama y los contornos de los cuadros, pero todo lo demás está en penumbras. Desde que se anunció que yo sería su esposa, he temido la llegada de este día, la esperada consumación de nuestro matrimonio. Después de esta noche, ya no habrá duda, seré la esposa de Gian Creel en toda la extensión de la palabra.
—Te quito yo ese vestido, o lo haces tú—insiste sonando ansioso.
—Está borracho—finjo valor—, y no me tocara en ese estado.
Eso es sólo un pretexto, en realidad no quiero sus manos en mí, ni siquiera sobrio y amable. El Príncipe suelta una carcajada repentina.
—¿No quieres, campesina? Jamás te pregunté, ¿está claro, Veena?
Oírlo decir mi verdadero nombre hace que me tense, hace dos años que no lo escucho; mi profesión en el Servicio Secreto me obligó a cambiarlo por otro que me diera otra identidad, por seguridad para mi familia y para mí.
El príncipe continúa hablando mientras sus manos van a mis pechos.
—Veena es un nombre precioso, cuando el juez lo dijo, pensé que se refería a alguien más—aprieta mis pechos sobre la tela sin que yo pueda hacer nada—. Debes apreciar mucho a tu familia como para abandonar el nombre con el que te bautizaron sólo para mantenerlos seguros. El Servicio Secreto es una profesión peligrosa.
Los ojos me escuecen cuando empuja las caderas contra mi trasero. Que mencione a mi familia es lo mismo que decir que más me vale hacer lo que pida.
—Veena, que dulce suena—murmura lamiendo mi cuello y bajando el cierre del vestido con una mano mientras sigue tocándome con la otra.
Como el vestido no tiene tirantes ni mangas, cuando él termina de bajar el cierre la parte superior cae y mis pechos quedan al descubierto. Antes de que pueda cubrirme, sus manos vuelan y los masajea con rudeza.
—No son grandes—dice decepcionado—, de hecho, son bastante pequeños, en el vestido se veían mejor.
Eso me lleva al límite, reacciono y arranco sus manos de mí. Doy varios pasos lejos de él, cubriéndome tanto como puedo.
—¿Por qué no busca a unas de sus putas? A mí déjeme en paz, no se le ocurra tocarme otra vez.
Con la velocidad de una serpiente se acerca y me toma de las muñecas, y todo por encima de mi cintura queda de nuevo a la vista. Intento zafarme viendo su mirada borracha fija en mi cuerpo.
—No están tan mal, después de todo, diría que hasta son atractivos.
Sin soltarme me lleva hasta la pared, allí se las arregla para sujetarme ambas manos tras la espalda con una de las suyas, y cuando lo logra, baja la cabeza y se mete un pezón a la boca. Tiemblo sintiendo su lengua caliente y el roce de sus dientes, lo chupa tan fuerte que me provoca una mueca de dolor.
—Basta, basta, por favor—ruego cuando tira de él con los dientes. Inexplicablemente me retuerzo y mi respiración comienza a acelerarse, ¿por qué rayos mi cuerpo reacciona a su tacto?
Siento la palma de su mano libre haciendo presión en la parte baja de mi espalda, obligando a mi cuerpo a arquearse contra el suyo.
—Calla—musita.
Levanta la cabeza y clava los verdes ojos fieros en mi cara, estoy perdida. Sé que puedo librarme de él ahora mismo, sin embargo, hay amenazas en su mirada, más bien promesas. Sólo queda una grieta: tratar de negociar.
—Si me resisto, me tomará a la fuerza, ¿me equivoco? —mi voz es dura, más dura que mi ridículo valor.
Aprieta la mandíbula, está ansioso, desesperado por ponerme las manos encima.
—Sé que es así, pero yo me resistiré—agrego y él hace un gesto de rabia. Desea tomarme a su voluntad, sí me resisto, supondré un problema para lo que hay dentro de sus pantalones—. Voy a portarme bien, lo juro, pero a cambio, después de esta noche no me tocará, no me tomará a la fuerza.
Veo como caen mis palabras sobre él, las sopesa embriagado por la excitación. Sabe muy bien que soy fuerte, mucho más que las muchas mujeres con las que ha estado, y herido como está, seré un trabajo difícil; no me someterá con facilidad, y ambos lo sabemos.
—¿Y si digo que no? —gruñe con la voz ronca.
Es mi única carta, sé que no podré salvar mi pellejo esta noche, pero quiero salvarlo después de hoy. En otro estado convencerlo sería una pérdida de tiempo, me estoy aprovechando de su borrachera y su visible excitación.
—Aún si aceptara, ¿crees que cumpliré tan absurdo acuerdo? Eres mi mujer, toda mía, Veena—la mirada perdida por el alcohol desciende a mis labios.
El tiempo se me está acabando.
—Un Rey cumple su palabra—recurro a tan absurdo argumento—, usted debe saberlo, en unos años será coronado. Un juramento es sagrado en cualquier lado.
Lo piensa tanto como puede, luego roza mi boca con la suya, su aliento apesta a vino y a muchas otras mujeres. Libera mis muñecas.
—Después de mí, nadie, ¿está claro? —amenaza contra mí boca, sus manos ya trabajan en los botones de su camisa blanca. Flexiono los dedos entumecidos y espero.
La camisa cae en la alfombra y el vendaje en el costado derecho queda al descubierto, él no le presta atención y tomándome del brazo con rudeza, me arroja de espaldas contra la cama. El impacto me saca un poco el aire, y él no me da tiempo para adaptarme, abre mis piernas de golpe y se cuela entre ellas. Aún con el vestido puesto, cierro los ojos oyendo como rompe mi ropa interior. Por mi reacción, seguro se ha dado cuenta de mi nula experiencia sexual, estoy nerviosa y asustada. Después de oírlo inhalar profundamente, siento el roce de su bragueta contra la piel desnuda de mi entrepierna; no me muevo, soy como una muñeca, completamente manipulable. El Príncipe deposita un beso en la comisura de mis labios con las manos en mis pechos y su cuerpo presionando el mío; mi corazón se acelera sin razón. Abro los párpados y lo miro, en su mirada brilla el deseo y algo más que no logro identificar. Trago saliva con fuerza.
—Veo que vas en serio—dice de pronto en tono aburrido, más luego sonríe de esa forma que presagia cosas malas. Nunca imaginé que mi primera noche sería con el depravado, caprichoso e impredecible futuro Rey—. Ya veremos cuánto puedes permanecer así.
Al principio se dedica a jugar con mi cuerpo sin que yo emita el mal leve sonido; me manosea y besa por doquier, deja marcas de dientes en mi piel y me hace sangre varias veces, pero yo permanezco quieta y silenciosa. Entro en pánico hasta el momento en el que siento sus dedos bajar más allá de mi vientre, nerviosa intento cerrar las piernas, pero no puedo, él me lo impide sujetándome las rodillas. Doy un respingo y me muerdo el labio inferior con fuerza, sintiendo como uno de sus dedos se introduce en mí. La sensación es extraña.
—¿Imperturbable? —se burla acariciando mi clítoris con el pulgar.
Saca el dedo de mi vagina antes que siquiera piense en dar una respuesta, respiro aliviada. Él en cambio se ríe, aun siendo su mano entre nosotros, pero ya no cerca de mi sexo.
—No creas que se ha acabado—gruñe molesto y sin previo aviso se deja caer sobre mí bruscamente.
Grito cuando su miembro me penetra de golpe. Él pone una mano contra mí boca para hacerme callar, y yo cierro los ojos sintiendo como me estira y llena. Lo siento enorme entre mi dolor, el cual empeora al romperse el himen que respaldaba mi virginidad.
—Joder, estás tan estrecha—gime de placer mientras se mece suavemente sobre mí—. M*****a sea, no sé si podré contenerme mucho tiempo.
Es doloroso y lágrimas caen por mis mejillas, puede que sea sólo mi inexperiencia, pero siento que me parte en dos cuando comienza a empujar con fuerza. Mis brazos han cobrado vida y luchan contra él, sin embargo, ya estoy vulnerable y no logro alejarlo ni medio centímetro.
El Príncipe quita la mano de mi boca para besarme con rudeza, este no es un beso seco como el de la boda, es brusco y profundo, sabe a licor y a algo que no logro identificar.
—¿Te gusta? —arremete con fuerza y suelto un grito contra su boca. La sensación entre mis piernas es extraña, es dolorosa, pero también algo placentera. No, no quiero, no quiero que me guste. El Príncipe deja escapar una risita—. No sabes cómo me pone que grites. Grita, Veena, grita para que pueda correrme dentro de mi mujer.
Sacudo la cabeza y trago saliva. Sus palabras me han sacado de la nube en la que me estaba perdiendo, ahora recuerdo perfectamente quién es Creel.
—No, no, no... ¡Suélteme!
Gruñe entre embestidas y sin prestarme la más mínima atención. Me tiene sujeta por las caderas y parece salir sólo para volver a entrar en mí con mayor fuerza, arremete a tal punto que mi cabeza empieza a golpear la cabecera de la cama. No sé en qué punto me rindo, pero el Príncipe llega al clímax mordiéndome un pezón y soltando un largo gemido; se corre dentro de mí y sale dejándome completamente dolorida.
Se deja caer a mi lado, exhausto.
—Has estado increíble, Veena Creel—se burla dándome una palmada en la mejilla, al igual que un perro luego de un truco bien hecho.
Se burla de mí, pienso viendo a la nada, desde el principio quería verme sufrir, esta es su venganza por todas las majaderías que le he hecho. ¿Este es la clase de sexo que ofrece Gian Creel a todas esas nobles? ¿Este sexo es el que hace gritar a tantas chicas? ¿Por qué caen en sus redes sabiendo que esto es lo que les espera? No lo entiendo.
Volteo a verlo, su respiración se ha vuelto regular y tiene los ojos cerrados; se ha quedado profundamente dormido. Aprovecho y salgo de la cama, el ardor en mi entrepierna hace que llegue a la otra habitación tambaleándome, cierro con pestillo y me dejo caer al suelo. Cerca de mí hay un enorme espejo de cuerpo completo, mí yo despeinada y semidesnuda me mira con unos ojos azules hinchados; tiene una marca roja en el cuello, el vestido desgarrado y una mordida ligeramente sangrante en un hombro, y seguramente otras más que escapan a mi breve vistazo. Agotada me dejo ir.
Cuando vuelvo a abrir los ojos, veo que ya ha amanecido, no me importa y decido seguir durmiendo. No sueño nada, o al menos al despertar no recuerdo nada. La próxima vez que abro los ojos ya ha vuelto a oscurecer, y ya no puedo dormir otra vez, de mala gana me levanto y todo el dolor regresa, recordándome porqué estoy así. Me duele la entrepierna y me siento como si hubiera hecho cien sentadillas. Voy al baño y lleno la bañera con agua caliente, mientras se llena me saco el vestido blanco y lo arrojo al rincón más lejano. El agua humeante se derrama al sumergirme, escuece y quema un poco. Pero todo esto es por la seguridad de Emma y la de mi familia, me recuerdo lavándome muy bien. Salgo de la bañera cuando llega el alba y vuelvo a mi habitación cubierta con una simple bata blanco hueso, y el vestido de novia en la mano. En el extremo opuesto a la gran cama matrimonial veo una modesta chimenea de esas que sólo ves en casas lujosas, parece que alguien entró mientras me duchab
Sin quitarle los ojos de encima veo como chupa un cubo de hielo bajo mis fríos ojos, termina de masticar tres cubos y luego bebe un buen trago de vino directo de la botella. Se lame los labios, quita la mano de mi vientre y acaricia mis piernas desnudas de arriba a abajo, tiemblo. Abro la boca para decir que no puedo aceptar un juramento de esa naturaleza, sin embargo, las palabras mueren y en su lugar lanzo un grito involuntario; entre mis piernas el Príncipe asoma la cabeza, me ha besado la cara interna del muslo. Temblorosa veo como tira de mi ropa interior con los dientes, quiero cerrar las piernas, pero mi cuerpo no obedece. Y mis manos no hacen nada cuando deshace el nudo de mi bata dejando a la vista mi cuerpo casi desnudo.—Un bonito conjunto rojo, hace buena combinación con tu cabello.A continuación, sus manos van a mis caderas, la tela se desliza por mi piel y se hace trizas en sus manos.—Quitar esto es demasia
No sé en qué momento me he quedado dormida, sólo que un terrible grito me hace levantarme de un salto y llevarme una mano al pecho. De inmediato mis ojos caen en la puerta que conecta mi habitación con la del Príncipe, del otro lado no solamente se escuchan gritos, sino también llantos. Antes de darme cuenta giro el picaporte con desesperación, pero no se abre. Madeimoselle Gill grita pidiendo ayuda y yo estoy encerrada, sin poder ayudarla; sé perfectamente lo que sucede al otro lado, yo misma viví eso. Intento abrir la puerta que da al comedor, pero tampoco se abre, mientras tanto la chica solloza entre súplicas y la cama cruje violentamente en la otra habitación. Desesperada pateo la gruesa madera, pero cuando veo que no funciona, le doy con el puño. —¡Déjela, no la toque! —grito sobre los llantos de Madeimoselle Gill. No hay menor vacilación, los gritos no cesan y tampoco él se detiene. Mi puño ha comenzado a sangrar, sin embargo, no me detengo, sigo golpeado y gr
Con un ánimo renovado me presento ante mí nueva familia y por primera vez noto que el comedor principal de De Silvanus es ridículamente enorme; hay una larga mesa que parece no tener fin, candelabros dorados, techos en forma de cúpula y detalles en oro tanto en los techos como en las paredes, sin contar las enormes pinturas a cada costado. Es una estancia gigante y hermosa, elegante hasta resultar exuberante. Mi marido ya está aquí, sentado frente a su madre y a la derecha del Rey a la cabeza de la familia; demasiada mesa para pocos comensales.Hago una reverencia.—Buen día.El Rey y la Reina inclinan un poco la cabeza, Gian se limita echarles un breve vistazo a mis guantes color marfil y al anillo de matrimonio sobre uno de ellos. No hay ningún lugar indicado para sentarme, pero prefiero al lado de la Reina, quien es menos violenta que su hijo.—Fanny es encantadora, ¿no es
¿Qué debo hacer? ¿Saludarnos? ¿Reverencias? El recatado vestido que estoy usando me golpea las piernas con suaves latigazos, es demasiado largo para el exterior. Las manos vuelven a sudarme dentro de los guantes, los altos tacones son demasiado altos, si doy un paso voy a caer y hacer el ridículo frente a todos estos arrogantes nobles. Lo único que puedo hacer es lo mismo que ellos. Levanto la barbilla y adopto las expresiones que me otorgaron sin ser merecedora. El joven que tengo más cerca se remueve incómodo antes de aproximarse. —Alteza—baja la cabeza en actitud respetuosa, pero he notado un matiz desagradable en su voz. Quizá lo mejor sea no corresponder o hacerlo al modo de ellos. Abro la boca. —Veena—la voz fría de Gian habla a mis espaldas, me tenso como un arco. El muchacho levanta la mirada, pasa de largo por mí y mira al Príncipe con rencor, es obvio que no les agrado como Princesa ni como acompañante de viaje. Vuelvo ligeramente la c
Horas más tarde, el claxon del coche me despierta con un respingo, Gian tiene una mano en mi pierna izquierda y me está mirando.—Ya estamos—sin otra palabra baja del coche azotando su puerta.Somnolienta miro por la ventanilla y mi mandíbula se abre, el castillo es enorme; dos plantas perfectamente visibles que se extienden cientos metros a los costados, en la planta inferior hay enormes arcos de piedra que recorren la construcción, y en la puerta principal está izada la bandera de Pangea al lado de unas amplias escaleras sobre las que se ve un balcón de considerable tamaño. Salgo del coche únicamente para apreciar mejor el castillo, varios chicos ya han llegado entre gritos extasiados y enorme barullo. Entre los recién llegados busco a Gian, pero no lo veo por ningún lado. El castillo tiene un aspecto entre barroco y gótico, más dudo que esa sea la razón del o
Una intensa luz atraviesa mis párpados y gimo dándome la vuelta en la cama, estoy exhausta y lo único que quiero es dormir todo el día. Pocos minutos después vuelvo a girarme, la calidez que me ha despertado está calentando demasiado mi espalda. Siento un ligero dolor entre las piernas al estirarme entre las sábanas. —Buen día—saluda una voz femenina de pronto. Doy un respingo y abro los ojos de golpe, llevándome las sábanas hasta la barbilla. Es la misma señora del día anterior, y está viéndome desde los pies de la cama. —He abierto las ventanas y preparado el baño para usted. Espero no haberla despertado, he estado tocando las puertas largo rato—dice y yo enrojezco hasta las raíces del cabello, me ha visto desnuda. Ella continúa hablando, ignorando mi evidente incomodidad—. El Príncipe ya se ha marchado, a primera hora todos han salido al bosque, esperamos su regreso en tres semanas. Mis hombros tensos se relajan al momento, toda opresión desa
Los extensos jardines del castillo son hermosos, no rebosantes de árboles o flores, solamente algunos rosales aquí y allá, también hay admirables figuras de animales; jamás he sabido cómo logran tales cosas con sólo simples arbustos, y aunque estas obras no suenan tan atractivas, lo son, sobre todo porque están dentro de los gruesos muros de roca sólida que limitan el castillo. También he descubierto una nueva entrada, justo pasando los jardines; supongo que a veces un recibimiento más campirano es más cálido que la imponente sala que crucé ayer. Miro la salida con impotencia e irritación. Mi libertad no será como creí, dado que antes de marcharse Gian prohibió estrictamente mi salida fuera de los muros del castillo: ese imbecil cree que escaparé sí me da la oportunidad. Sé que no podré siquiera asomar las narices más alla del castillo. "Fue muy claro y preciso", me dijo Ava cuando le comuniqué mi plan de visitar la población más cercana. Enfurruñada con mi situación y